Corrupción

El titulo alude, no a la corrupción moral, que ahí entramos ya en otro terreno no menos interesante, sino a la corrupción en la que pensamos todo inmediatamente al oír la palabreja. Se dice que la corrupción es un mal que afecta especialmente a las democracias, sin embargo, aunque se supone que en regímenes menos autoritarios hay mayor transparencia, yo trataría de enfocarlo como un problema de poder puro y duro. Sea democrático, o no, que parece que porque lo sea es menos perverso. En primer lugar, los poderosos ya tienen una vida de puta madre sin mucha necesidad de saltarse una ley hecha a su gusto, por lo que tiene que haber alguna explicación psicológica, que seguramente nos hará avergonzarnos de pertenecer a la especie humana, para que que quieran más y más. Por otra parte, cosas que hoy están mal vistas, aunque se sigan practicando de una u otra manera, que son las regalías a los que forman parte de una administración, no hace tanto era algo más que habitual. Yendo un paso más allá, creo que donde las cifras ya aterran es en las corruptelas producidas en la adjudicación de contratos de todo tipo, que creo que ha afectado a todos los partidos políticos que han acariciado poder. Si, en primer lugar, el problema radica en una sociedad jerquizada, hay que tener en cuenta la cantidad de asesores y picapleitos que los poderosos pueden pagarse para no ser pillados. A eso le unimos una justicia, en la que presumiremos que la mayoría de las personas no son corruptas, que tal vez es mucho presumir, de una lentitud exasperante. Va a ser entonces, digo yo, el sistema, que tiende a la corrupción y protege a los corruptos.

Si ya llama notablemente la atención que haya tantas personas que sigan votando a los de siempre, a pesar de los intolerables casos de corrupción, como para pedirles que hagan un análisis más lúcido sobre un sistema perverso basado en la jerarquía y el privilegio (democráticos, eso sí). Si uno hace lo que no debería, que es echar un vistazo a los medios de comunicación masivos, sujetos a tantos intereses, con simpatías a uno u otro lado por meras circunstancias, parece que la corrupción solo pertenece a unos determinados partidos políticos. Me aterra también la estupidez generalizada en cierta masa, que le hace solo creer lo que no contradice sus pobres simpatías. En cierta ocasión, escuché a una víbora de Vox afirmar sin rubor, en un medio de su cuerda, que los partidos más corruptos eran PSOE, CiU y Podemos. Ni un solo partido de la inicua derecha españolista aparecía en ese particular ranking y decir esto sale gratis, claro, ya que es posible que su público objetivo sea de un papanatismo bastante superior a la media. Pero, no nos detengamos solo en los abiertamente ridículos. El inefable vicepresidente del Gobierno, el hoy socialdemócrata Pablo Iglesias, insiste una y otra vez que el PP es el partido más corrupto de Europa. No digo yo que los populares no estén plagados de casos de corrupción, que lo están, lo que le digo al señor Iglesias es que eche un vistazo a su socio de gobierno. No le va a la zaga a la derecha oficial. Los dos partidos que más han gobernado en este santo país.

Un país saturado de corruptelas, no lo digo desde mi percepción, son datos oficiales, mientras que unos medios que mienten abiertamente según sus intereses, que eso también es corrupción y de la peor calaña. Pero, el principal problema para mí con esta situación es que gran parte de la población parece decidida a mirar a otro lado y seguir actuando en este espectáculo tan lamentable. Siempre pienso que una parte de la sociedad, nada desdeñable en cuanto a número, se deja llevar por el ambiente. Y el ambiente es bastante vil en este bendito país. Ya lo dijo el clásico, que los poderosos nada serían si no hubiera tanta muchedumbre apuntalándoles en la cúspide, por acción o inacción. Insistiremos, la corrupción, de una u otra manera, es inherente al poder. Es posible que haya mucha gente honrada en el mundo político, no digo que no, pero una vez pertenecen a otro universo vital, ajeno al común de los mortales, su percepción queda forzosamente distorsionada. Incluso, es posible que haya personas, dentro de esa mismo grupo de «honrados», que confían en cambiar las cosa acariciando poder. Los hechos demuestran una y otra vez lo contrario. Combatamos la corrupción material, si se quiere, pero en mi nada modesta opinión solo es una consecuencia lógica del estado de las cosas.

Juan Cáspar

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