La saludable lectura de Bertrand Russell

Bertrand Russell (1872-1970) tuvo diferentes intereses, siendo los primeros los matemáticos, y combinándolos después con los filosóficos, históricos y sociales. La evolución filosófica de Russell fue compleja, aunque ello no impide trazar las líneas principales del pensamiento del autor, ya que los cambios fueron debidos seguramente al miedo a llegar a vías muertas o congestionadas.

Puede decirse que el único cambio radical que se produjo en la filosofía de Russell fue el que le hizo pasar del idealismo (kantiano y hegeliano) a una posición realista y, a la vez, analítica. Parece que llego a considerar que el análisis lógico tiene la suficiente fuerza para resolver las incógnitas en la teoría del conocimiento. También, en la misma dirección, concluyó que la lógica está en la base de toda filosofía. Muy importante en Russell es el denominado atomismo lógico, que él mismo definía de la siguiente manera: «La filosofía por la cual abogo es considerada generalmente como una especie de realismo, y ha sido acusada de inconsistencia a causa de los elementos que hay en ella y que parecen contrarios a tal doctrina. Por mi parte, no considero las disputas entre realistas y sus opositores como fundamental; podría alterar mi punto de vista en ella sin cambiar mi opinión sobre ninguna de las doctrinas que más deseo subrayar. Considero que la lógica es lo fundamental en la filosofía, y que las escuelas deberían caracterizarse por su lógica más bien que por su metafísica. Mi propia lógica es atómica, y este es el aspecto que deseo subrayar. Por lo tanto, prefiero describir mi filosofía como un «atomismo lógico» más bien que como un «realismo», con o sin adjetivo» («Logical Atomism», en Contemporary British Philosophy, ed. J.H. Muirhead, I, 1935, pág.359). A pesar de ello, otra tendencia fuerte en el pensamiento de Russell es el empirismo, siempre sin abandonar sus posiciones logicistas.


En cuestiones históricas, políticas y sociales, Russell fue igualmente una persona sujeta a una evolución constante, pero sin perder de vista un horizonte progresista. Era un hombre de indudable talante liberal, preocupado por las propuestas socialistas y muy crítico con todo totalitarismo. También hay que recordar que Russell era un profundo pacifista, que se opuso a la Primera Guerra Mundial, sufriendo cárcel por ello, y que solo acepto combatir los evidentes peligros del fascismo en la Segunda Guerra. En 1918, escribió Los caminos de la libertad, libro en el que trató de dar una explicación acerca del socialismo, el anarquismo y el sindicalismo. En el prefacio que escribió en 1948 para esta obra, ya en un momento muy diferente y siendo totalmente consciente de lo que era la Unión Soviética, reivindicó los postulados defendidos en Los caminos de la libertad para buscar formas socialistas menos autoritarias. Justo es decir que después de la Segunda Guerra Mundial mostraba una tendencia menos proclive al anarquismo, ya que consideraba necesaria una ley severa para combatir la pobreza imperante; él mismo se describía a sí mismo de una forma muy pesimista tras las crueldades de los sistema totalitarios nazi y soviético. Consideraba que, desgraciadamente, el hombre tenía un impulso tiránico que, al menos en ese momento, era necesario controlar. No obstante, creemos que puede decirse que nunca abandonó sus esperanzas socialistas, siempre considerando que era necesario salvaguardar toda la libertad posible en ese sistema.

Tal y como lo entendía Russell en Los caminos de la libertad, el anarquismo se oponía al Estado, a las fuerzas policiales y a las leyes penales, por ser los medios por los que una parte de la comunidad fuerza a la otra. Muy interesante, en su descripción, es el hecho de que el anarquismo no rechaza la idea de gobierno, siempre y cuando no sea expresión de una mayoría y sí de la totalidad. Heleno Saña señala, en Atlas del pensamiento del universal, y tal vez de forma descontextualizada, que Russell  consideró los peligros de una situación de ausencia de Estado y de gobierno en la que se produciría una hegemonía de los fuertes sobre los débiles, algo que parece apartarle definitivamente del anarquismo. Nos gustaría matizar estas palabras en función de la descripción anterior de anarquismo, ¿qué consideramos gobierno y qué consideramos dominación? El Estado parece, por definición, ya alguna forma de dominación y el anarquismo propone diversas formas de organización en la que el poder queda diluido. Comprendiendo los temores de Russell, hay que entender también las propuestas de un socialismo antiautoritario que pretenda salvaguardar el máximo de libertad individual, algo muy cercano a las ideas libertarias (que nunca habría que observar de forma absolutista). De igual manera, hay que recordar que la manera amplia de entender la libertad del anarquismo es vinculándola estrechamente con lo social. Son los problemas de pretender dar una definición estricta y definitiva de un concepto o de una ideología. Russell consideró, en cualquier caso, que un gobierno de la mayoría podría ser tan despótico como uno de una minoría. Pensar que las mayorías poseen una especie de derecho divino es un dogma tan alejado de la verdad absoluta como cualquier otro.

Como el mismo Russell reflejó en sus memorias, la parte más abstracta de la filosofía cada vez le interesó menos y los problemas de la humanidad le absorbieron cada vez más. A pesar de todo, consideró hasta el final que la humanidad resurgiría, gracias al pensamiento claro y a un sentimiento benévolo, y fundaría una sociedad en la que se daría la tolerancia mutua, que él ya no estaba viviendo, y en la que se desterraría toda violencia. Recordó siempre que la mera acumulación de conocimiento práctico no es mucho sin el incremento de la sabiduría y el constante aprendizaje de lecciones nuevas. Las enseñanzas morales y las intelectuales deberían ser indisociables para siempre. Personalmente, hemos encontrado cada obra de Russell de una gran valía a todos los niveles. Para quien tenga serios problemas vitales, no hay un mejor texto que el de La conquista de la felicidad. Los que estén reñidos con el hedonismo y todavía arrastren la imposición jerárquica de que «el trabajo es una virtud», tienen que leer Elogio de la ociosidad. Pensamos que una alternativa saludable a la religión en las escuelas es la lectura de Porque no soy cristiano. Innumerables obras que nos sumergen en el conocimiento y amplían nuestro horizonte racional y moral.

Capi Vidal

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