Howard Zinn, fallecido en 2010 a los 87 años, fue un historiador social y un radical próximo al anarquismo. Una de sus grandes obras fue A People’s History of the United States (edición en castellano con el título La otra historia de los Estados Unidos). Fue, además, autor de infinidad de conferencias y artículos, así como un dramaturgo con obras como Marx en el Soho (reciente versión en Madrid con el título de Marx en Lavapiés) o Emma, que recoge hechos de la vida real de Emma Goldman.
El Grupo Libertario Vía Libre es una organización política que actúa en Bogotá, Colombia, fundada el 20 de junio de 2010. Hereda y hace parte de la tradición del anarquismo social y organizado a nivel mundial y de la rica y diversa historia de las luchas populares en Colombia, Latinoamérica y el mundo.
Actualmente, Vía Libre actúa en diferentes frentes sociales y busca agrupar anarquistas bajo unos principios y un programa político común. Vía Libre desarrolla su práctica política en sectores como el estudiantil, las mujeres, las disidencias sexuales, el campesinado y las trabajadoras urbanas. Además, proyecta, impulsa y participa en procesos ligados a la educación popular, el trabajo territorial, el anti-especismo y el ecologismo, los derechos humanos, el arte urbano y la solidaridad con otras luchas a nivel local y mundial.
Las primeras movilizaciones que comenzaron el pasado 28 de abril, exigían la eliminación del proyecto de Ley de Solidaridad Sostenible. ¿En qué consiste dicha Ley y por qué ha podido ser el detonante de protestas masivas?
El proyecto de ley presentado por el gobierno de Iván Duque del Centro Democrático suponía una política de ajuste económico neoliberal en medio de la profunda crisis económica desatada por la pandemia y que supuso una disminución del PIB para 2020 en -6.8%. Este proyecto, la tercera reforma tributaria patronal presentada por la administración uribista en tres años de mandato, buscaba reducir el déficit fiscal calculado en 35 billones de pesos colombianos, mediante el aumento de los impuestos directos e indirectos sobre la población trabajadora, manteniendo el modelo general de grandes exenciones tributarias sobre las empresas y la burguesía.
El trasfondo de este programa patronal era la crisis histórica de salud pública y una crisis económica similar a la 1929, que ha aumentado la desigualdad, la pobreza que llega al 42% de la población, el desempleo que golpea al 15% y el trabajo precario que lleva al 88% de los trabajadores a ganar menos de dos salarios mínimos.
El proyecto de ley pronto contó con un amplio rechazo de la población trabajadora, y el movimiento del 28 de abril, el séptimo movimiento de paro general contra el gobierno, logró catalizar en parte por un importante trabajo de agitación, el fuerte rechazo contra el gobierno. Finalmente, por la presión de la calle el gobierno se vio en minoría en el parlamento, lo traicionó la dirección de su propio partido, y el 4 de mayo se vio obligado a retirar el proyecto y aceptar el día 5 del mismo mes la renuncia del ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, uno de los hombres fuertes de la coalición uribista, conservadora y evangélica en el poder.
El origen de la protesta fue superado desde el primer momento, sumándose desde la exigencia del fin del feminicidio, la oposición de proyectos de megaminería o fracking, respeto por los pueblos indígenas o demandas estudiantiles. ¿Cuáles son las exigencias que sostiene el movimiento?
Lo cierto es que la demanda inicial general de rechazo a la reforma tributaria, se articuló de forma temprana con un conjunto más abierto, diverso y desarticulado de demandas sociales como las que mencionan, además por ejemplo del proyecto de reforma neoliberal a la salud que también fue retirado el pasado 19 de mayo. Además, pronto los grandes niveles de represión policial y parapolicial desplegados contra el movimiento pusieron en el centro la reivindicación de las victimas de violencia policial y el rechazo a la violencia estatal y paraestatal, que se ligan con demandas históricas como el desmonte del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) de la Policía Nacional o el fin del asesinato contra líderes y lideresas sociales.
En paralelo, durante las jornadas de protesta nacional de noviembre-diciembre de 2019 el Comité Nacional de Paro, un organismo burocrático principalmente dinamizado por los sindicatos mayoritarios, elaboró un programa que luego fue ampliado durante la crisis de 2020 y las protestas de ese año. Si bien se ha planteado que la movilización obedece a este programa, que puede contener reivindicaciones importantes, esto es impreciso pues el mismo es en general desconocido por la mayoría de manifestantes y su elaboración y puesta en común fue absolutamente reducida.
Por otra parte se ha sumado en esta coyuntura la lucha previa de las maestras estatales contra el retorno a clases presenciales sin condiciones sanitarias, de las estudiantes universitarias por gratuidad en la matrícula, de las trabajadoras estatales por un pliego nacional estatal, de comunidades indígenas, negras y campesinas por políticas de apoyo agrario.
Una de las demandas es la dimisión del derechista Iván Duque. ¿Este rechazo al Gobierno está siendo capitalizado por la oposición de Gustavo Petro? ¿O las protestas se encuentran alejadas de partidos políticos?
Hay una gran oposición contra el gobierno Duque y desde el paro nacional del 21 de noviembre de 2019 se generalizó la consigna de fuera Duque. Sin embargo, la demanda de salida del gobierno no ha logrado instalarse lo suficiente y este es un elemento que no se contempla en las reivindicaciones más concretas por lo menos en lo inmediato.
Por un lado, se encuentran los sectores centristas de la llamada Coalición de la Esperanza, que han buscado sin éxito representar un movimiento que habían condenado y reprimido desde los gobiernos locales. Por otro lado, se halla el liderazgo socialdemócrata de Gustavo Petro y el movimiento electoral Colombia Humana. Son populares entre muchos manifestantes, tanto entre entre las organizaciones sindicales y sociales, como entre la juventud popular que está haciendo su primera experiencia política. Sin embargo, aunque tienen un cierto papel mediático, no han jugado un papel relevante en la organización y el desarrollo de la protesta. El propio Petro, que ha sido llamado por senadores uribistas el “mayor anarquista del país”, solo participó de una movilización tras 20 días de protesta y sus partidarios buscan una canalización electoral de esta dinámica en miras a las elecciones presidenciales de 2022.
Los partidos políticos de izquierda han jugado un papel en esta coyuntura especialmente en el marco de la actividad sindical o estudiantil, pero no han conducido un movimiento tan explosivo e inorgánico. Aunque se actúa sobre un trasfondo de muchos años de actividad y organización comunitaria, en muchas actividades locales las barras de futbol o los grupos de amigos de los barrios, han jugado un papel más importante que las organizaciones sociales tradicionales.
Vemos imágenes y leemos relatos de barrios alzados, con gran nivel de movilización y en los que incluso se han expulsado a las fuerzas policiales. ¿Cómo se están organizando estos lugares? ¿se han creado nuevas estructuras que permitan la autoorganización barrial o ya existían con anterioridad?
Estas situaciones resultan muy interesantes, pero hasta ahora son cortas y fragmentarias. Sí existe un elemento claro de rechazo por parte de importantes sectores de jóvenes populares a la Policía, que se expresa en los ataques contra instalaciones policiales como los Comandos de Atención Inmediata (CAI), retomando elementos de la revuelta contra la brutalidad policial del 9 y el 10 de septiembre de 2020, tras el cruel asesinato de Javier Ordoñez, movimiento cuya represión se saldó con al menos 13 muertos. El nivel de movilización varía mucho a nivel regional y local, destacándose sobre todo la situación del departamento del Valle del Cauca en Cali o Yumbo por los llamados puntos de resistencia con bloqueos más o menos continuos de calles. También sectores de trabajadores y empresarias del transporte como camioneros o taxistas realizaron bloqueos en carreteras en la segunda semana de movilización, con sus propias reivindicaciones de corte más corporativo. En general prima la idea de actividad espontánea y la práctica de la movilización permanente, aunque las formas de organización propia son aún débiles. Frente a la protesta de 2019 donde se desarrollaron de forma embrionaria asamblea populares locales luego disueltas, los niveles de autoorganización comunitaria parecen más débiles en esta coyuntura, aunque sí se han desarrollado experiencias en ese sentido en Cali, algunos barrios populares y universidades públicas.
En sitios como en Cali, hemos podido ver a pueblos indígenas acudiendo a la ciudad para unirse a las marchas. ¿Cuáles son sus exigencias y cómo es su participación en las protestas?
Los pueblos indígenas han tenido una participación diversa en la coyuntura y han recibido en general una respuesta racista de parte de la prensa empresarial y los sectores conservadores que los retratan como incivilizados. Por un lado, sectores del pueblo misak organizados en Autoridades Indígenas del Sur Occidente (AISO) han desarrollado acciones simbólicas centradas en el debate de la memoria histórica, como el derribo de estatuas de conquistadores coloniales como Sebastián de Belalcázar en Cali o Gonzalo Jiménez de Quezada en Bogotá. Por otro lado, pueblos indígenas de la región del amazonas, el caribe y el centro del país han participado de diversas movilizaciones en las grandes capitales nacionales y liderado algunas actividades propias de protesta.
En paralelo, un sector indígena mayoritariamente nasa del departamento del Cauca organizado en el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) venía desarrollando desde mediados de abril una lucha por la recuperación de tierras en manos de hacendados y empresas que llamo “Minga hacia adentro”. Desde principios de mayo la Minga hacia adentro se desdoblo hacia afuera, y empezaron a realizar bloqueos de la carretera panamericana en conjunto con organizaciones campesinas y de comunidades negras, en parte por las demandas nacionales, pero también exigiendo el cumplimiento de acuerdos previos del gobierno nacional con los sectores rurales. En este mismo periodo un grupo del CRIC se trasladó hacia Cali, como lo había hecho en la segunda mitad de 2020, para participar de la protesta y eventualmente de los bloqueos, hechos donde sufrieron una fuerte y racista represión policial y parapolicial, así como intentos de masacre.
Si bien las protestas tienen un marco ideológico muy amplio, vemos una fuerte participación de colectivos anarquistas ¿Qué papel está teniendo el anarquismo en las movilizaciones?
Sí existe una presencia anarquista en el estallido social, aunque aún es muy débil y marginal. Mientras que en noviembre de 2019 logramos un liderazgo momentáneo en algunos barrios populares como el barrio Guacamayas de Bogotá y en el movimiento estudiantil de 2018 hicimos lo propio en algunas carreras de humanidades en universidades públicas, pensamos que ahora nuestra incidencia es menos clara.
Sin embargo, desde hace una década se ha vuelto un poco más común la presencia de banderas rojinegras, moradas y negras y negras en marchas sindicales, estudiantiles y barriales, aunque muchas veces nos hallamos en relativa soledad. También hay presencia de cantos como arribas las que luchan y pintas, y la actividad constante de muchas compañeras en diversos sectores sociales y protestas.
Pensamos que las anarquistas organizadas tenemos la tarea de seguir impulsando que este movimiento popular con interesantes elementos libertarios, justamente fortalezca sus elementos anárquicos, de auto organización democrática, deliberante y directa, de fortalecer los elementos socialistas libertarias de las demandas y las reflexiones políticas y el espíritu y el simbolismo internacionalista, interseccional y revolucionario.
Las fuerzas de seguridad colombianas tienen un largo historial de represión y vulneración de derechos humanos. ¿Cómo está siendo la represión del Gobierno?
La represión contra la protesta, especialmente contra los bloqueos de vías, pronto combinó los elementos “legales” de uso de la fuerza policial con los elementos irregulares e ilegales tan propios del Estado colombiano. Así por un lado tenemos la acción antidisturbios de la fuerza disponible, la policía nacional y el ESMAD, aplicada con un nivel extraordinariamente alto de sevicia, que ha sido reforzado con el llamado de ayuda militar anunciada por el gobierno nacional desde el pasado 1 de mayo y la presencia de tropas del Ejército en zonas como el Valle o el Atlántico y en diversos bloqueos de carreteras.
Por otro tenemos la presencia de agentes civiles sin identificar y los disparos, incluidas ráfagas de ametralladora, efectuados contra los manifestantes por la propia Policía en las situaciones de desborde en los barrios de Bogotá o Cali, de los que se tiene 133 casos documentados. Y además tenemos la acción de fuerzas parapoliciales y paramilitares, con disparos realizados contra manifestantes en Cali, Pereira o Medellín, efectuados desde carros o edificios.
Según registros de Indepaz para el 20 de mayo hay 47 víctimas mortales de la represión policial y parapolicial. Además, registraba Temblores e Indepaz para el 16 de mayo 30 víctimas de violencia ocular, 1.055 detenciones irregulares, al menos 362 heridos, se contabilizan en total unos 2.110 casos de violencia ejercida por la fuerza pública y la Defensoría del Pueblo registraba 548 reportes de desaparición de personas para el 9 de mayo. Además, se ha denunciado la aplicación de procedimientos ilegales para alargar las detenciones, la ocurrencia de allanamiento sobre hogares sin orden judicial, el lanzamiento de gases lacrimógenos sobre viviendas, la aplicación de tratos crueles y torturas contra los detenidos, cortes intermitentes del servicio de luz sobre áreas afectadas por la represión.
Leemos innumerables denuncias de abuso y violencia sexual contra mujeres. ¿Es una práctica común entre las fuerzas de seguridad?
Sí, lamentablemente lo es. Las Fuerzas de Seguridad del Estado, policiales y militares están compuestas por abrumadora mayoría por hombres con valores machistas, la alta jerarquía policial y militar es exclusivamente masculina, los integrantes de estos organismos viven dentro de cuerpo patriarcal violento y acosador y sus relaciones con los civiles están marcados también por todo tipo de expresiones de dominación masculina.
En la represión policial es común la violencia de género y los actos contra las mujeres y disidencias sexuales, y son reiteradas las denuncias de abuso en las estaciones de Policía, camiones y unidades de detención. La actividad militar es incluso peor, porque se utiliza el terror sobre las mujeres como un arma más de la lucha contra insurgente, como estrategia de la guerra.
En la actual coyuntura se han registrado al menos 16 casos de violencia sexual ejercida contra manifestantes mujeres y 3 casos abiertos de violencia de género.
Desde fuera de Colombia se están produciendo manifestaciones y otras muestras de solidaridad internacional. ¿Os llegan estas noticias? ¿Qué podemos hacer desde el extranjero para apoyar vuestra lucha?
Estas noticias reconfortan y nos muestran la grandeza y la belleza de la solidaridad internacionalista. Si bien muchas de estas manifestaciones han sido convocadas por colombianos en el exterior, ya estudiantes o exiliados políticos, ha habido siempre una importante participación de personas de las más diversas procedencias y geografías en respaldo a la lucha social en la región y denunciando la represión gubernamental.
Las labores internacionales de difusión de información, denuncia de la represión, discusión sobre la situación nacional en diferentes ámbitos, acompañamiento simbólico y logístico a las víctimas, apoyo financiero a las campañas de compra de implementos y alimentos, presión a los medios y los políticos para que esclarezcan su posición sobre esta grave situación, así como acciones de presión sobre el Estado colombiano ante embajadas y delegaciones, son muy valiosas.
Nuestra situación es difícil, pero esfuerzos internacionalistas más amplios, continuos y sostenidos son vitales porque también es dramática la situación de las luchas populares en Myanmar, Kurdistán, Sahara Occidental o Palestina. Sin embargo, también es importante que la lucha social en Colombia alimente las diversas luchas populares locales, y lo mejor de nuestra experiencia de movilización permita fortalecer las organizaciones y movimientos sociales y populares del mundo tal como lo hicieron hace una década los indignados y el movimiento del 15 de mayo.
Hace ya una década de aquel 15 de mayo, en el que una manifestación convocada por algo llamado Democracia Real Ya, desembocó en todo un movimiento de rebeldía contra el sistema. No soy nada amigo de elevar a los altares según qué eventos, aunque he de reconocer que aquello entusiasmó y todavía hoy ando en contacto con la madrileña Asamblea de Carabanchel, ya que lo que fueron ocupaciones y campamentos de protestas evolucionó, como no podía ser de otra manera, en la descentralización por barrios de las grandes ciudades. A menudo, y no solo por parte de los más reaccionarios, se considera que la inefable organización política Podemos fue la consecuencia electoralista de aquel movimiento, lo cual hace por supuesto que se nos lleven los demonios a los más ácratas. Pero, ¿qué supuso en realidad del 15M? Hay que decir, por supuesto, que los acontecimientos de aspiración transformadora no surgen de la nada. Por un lado, infinidad de movimientos sociales, a pesar del conformismo de gran parte de la población y de la ignorancia por parte de los medios, llevan trabajando durante años con el espíritu, claramente libertario, que inspiró al llamado 15M.
Se cumplen diez años de la irrupción en la escena política y social del Estado español de un movimiento que ocupó las plazas de ciudades, barrios y pueblos; una oleada de indignados con el sistema económico y el régimen político que está estrechamente vinculada al nacimiento pocos meses antes y consolidación de nuestro periódico. En este texto queremos reivindicar que ha de reconocerse al pueblo lo que es del pueblo. Es nuestra historia de esta década, pero también queremos y debemos contribuir a una crítica y desromantizar necesariamente el movimiento 15M.
En las últimas semanas, tres hechos o escenarios se han planteado para demostrarnos que hay distintas posturas entre quienes creemos, con más o menos entusiasmo, que a esta gentuza hay que eliminarla del espacio público y que su discurso de odio debe ser silenciado. Nos referimos a la polémica acerca de qué hay que hacer cuando visitan nuestros barrios a esparcir su basura y a la difusión o no de sus actos de provocación como los tan conocidos carteles en la estación de Cercanías de Sol.
También a lo sucedido en el debate en la Cadena SER, cuando Pablo Iglesias (el que inició la carrera política en el fango de Intereconomía y ha pasado más horas debatiendo con Inda que nosotras repartiendo este periódico) se negó a participar en el debate cuando la despreciable Rocío Monasterio no condenó las amenazas recibidas por éste. En esto último, no nos meteremos, les dejamos la interpretación a los que viven de la política y de opinar (pero, que Gabilondo se levante antes de la mesa que Mónica García…).
Por qué hay que silenciarles
Por autodefensa y por solidaridad.
Por autodefensa, porque todas somos sus objetivos y su victoria, no solo electoral, sino en la normalización de sus ideas nos harán la vida, por lo menos, un poco más complicada.
Pero también por solidaridad: si bien, como decíamos a todas nos afecta, no es en la misma intensidad. Nacidos en España, con trabajo más o menos precario, no podemos compararnos con lo que va a sufrir un chaval recién llegado de Marruecos si estas bestias no solo pueblan las fuerzas de policía sino que también las dirigen.
Por eso, y partiendo de que hay tantas situaciones como personas amenazadas, llamar a combatirles solo mediante el voto, deja fuera de la respuesta a una gran parte de sus afectados. Personas migrantes sin derecho al voto (o sin las herramientas para saber cómo ejercerlo), menores, currantes que ni de coña van a poder faltar a su trabajo un martes (y no, no todo el mundo conoce ni sabe ejercer el voto por correo) o las que, como anarquistas o anticapitalistas coherentes se niegan/negamos a legitimar este sistema y apoyar una lista creada por la cooptación de los movimientos sociales.
De la visita a Vallecas…
No creemos necesario entrar al detalle de lo qué pasó en Vallecas la tarde del 7 de abril. Un breve resumen: Abascal y Monasterio vinieron a la plaza Roja a dar un mitin rodeados de señores con fachaleco venidos de otros lugares. El barrio respondió y la policía, después de que la gente de Vox rompiera el cordón de seguridad, cargó contra las vecinas. Después, lo de siempre, brutalidad policial y detenciones tanto en el lugar de los hechos como en los domicilios días después.
Lo que nos interesa, a efectos de las reflexiones de este artículo, son las distintas posturas sostenidas en los momentos posteriores a conocer que la extrema derecha nos visitaba. Como es lógico, y siguiendo la tradición antifascista del barrio (no en vano, de aquí salieron Vicente Cuervo y Carlos Palomino cuando fueron asesinados por protestar contra el fascismo), enseguida se hicieron llamamientos a salir a la calle e impedir el acto de provocación.
También desde el principio, comenzaron los discursos que llamaban a ignorar el acto para restarle repercusión y que el boicot no fuera utilizado para que la extrema derecha recibiera más atención en los medios de comunicación.
Desde aquí creemos que el tiempo de no hacerles caso, si es que en algún momento fue útil, ya pasó. Ahora copan las televisiones, tienen concejalías y, lo que es peor, su discurso se ha normalizado y hay gente que cree que es tolerable ser un despreciable racista. Si las vecinas de Vallecas no hubieran impedido que el acto se desarrollara con normalidad, la noticia que hubiera trascendido es que “los vecinos de Vallecas reciben a la formación de Santiago Abascal con los brazos abiertos y acuden a escuchar sus ideas” y ese vecino o comerciante “un poco facha” que todos tenemos cerca, hubiera visto normal acercarse a la plaza y confraternizar con especímenes como él. Y eso no puede ser porque, aunque nos repitamos, ser un racista, un homófobo, un machista… no puede ni debe ser respetado.
Pero no solo Vox buscaba sacar rédito electoral de esa convocatoria. Hay que hacer mención que los partidos del Gobierno (PSOE y Podemos) y Más Madrid sacaron un comunicado horas antes de la cita pidiendo no acudir porque “a la ultraderecha se la combate social y electoralmente con la movilización electoral”. Poco después, su policía (sí, los antidisturbios son dirigidos por Delegación de Gobierno) abría cabezas y detenía aleatoriamente a quienes habían desobedecido las llamadas a la pasividad.
La unanimidad entre los opinadores profesionales y políticos que defendían “no hacerles el juego” y que nos quedáramos en casa, fue rota por un artículo de Antonio Maestre (sí, otro que ha pasado más tiempo con Inda que con su familia) que expresaba con bastante claridad las dudas que surgen con estos actos pero que, entendemos, daba en el clavo al dejar la responsabilidad y la iniciativa a las afectadas: las vecinas vallecanas “Hagan lo que hagan habrá un coste, porque no hay una manera ideal de afrontar una provocación de este tipo y confrontar a la extrema derecha. Si algo se merece Vallecas es el derecho propio a elegir la manera en que decide recibir al fascismo en su propia casa”.
… a los carteles de Sol
El otro ejemplo que adelantábamos era el vomitivo cartel de Vox de la estación de Sol y que rápidamente fue replicado en las redes sociales y en todos los platós de televisión. Los mismos que nos decían que no podíamos caer en su trampa y “darles lo que ellos querían” lograron que nadie se quedara sin ver esas ilustraciones y que solo se hablara de si chavales extranjeros recibían o no demasiados cuidados. Recogidas de firmas, declaraciones políticas, denuncias de la Fiscalía… fueron menos efectivas que las decenas de manos anónimas que no hacían cálculos electorales y que, poco a poco, taparon el cartel con pegatinas y arrancaron trozos hasta que éste solo existía en las bocas de quienes no querían hacerles “casito”.
La ubicación geográfica de Canarias la coloca de forma natural en las rutas migratorias habituales para salir del continente. Su situación en el Atlántico la ha convertido también en un punto de conexión tricontinental, un lugar de paso histórico en la travesía de Europa a América. El volumen de emigración canaria fue enorme desde el siglo XVI hasta el XX y aún hoy mantiene diásporas destacables en países como Cuba, Puerto Rico o Venezuela (llamada durante mucho tiempo en Canarias “la octava isla”). La afirmación de que habían más canarios viviendo fuera de las islas que en ellas fue un lugar común a principios del siglo pasado.
RadioAlmaina, La Onda Invisible de Granada, es una radio libre o emisora autónoma que no depende de ninguna empresa, subvención pública o ideología, sino que funciona y elabora sus parrillas de programación colectivamente en asamblea, y se abre a movimientos sociales, a iniciativas culturales críticas y a toda inquietud que transite sobre el adoquinado de Granada.
Sin duda alguna el 8M de 2021 será una jornada diferente a la de los últimos años. Por lo menos dos circunstancias nos hacen prever que será así. En primer lugar será imposible que haya manifestaciones multitudinarias debido a la pandemia que pone limitaciones a grandes concentraciones de personas. La situación de crisis económica que ha desencadenado la emergencia sanitaria hará difícil que la palabra «huelga» se pueda conjugar con cierta solvencia.
Reseñamos este libro, por un lado para comprender la oposición libertaria a la cruel Dictadura de Franco en los años 60 y 70, por otro, para aprender de la historia sobre posibles tácticas y estrategias transformadoras, en las que el anarquismo debe tener mucho que decir, huyendo de toda tentativa dogmática e inmovilista.
El fin de la Segunda Guerra Mundial, todavía con la esperanza de una intervención de las potencias occidentales para acabar con la Dictadura franquista, llevó a las organizaciones clásicas del anarquismo a cierta espera e inmovilismo renunciando a la acción revolucionaria. La situación parecía que iba a ser muy diferente con el Congreso de la CNT en Limoges, en 1961, que supondrá la reunificación de la CNT. Como Luis Andrés Edo aclara en el prólogo, la base de este libro está en un Dictamen elaborado en dicho Congreso, que promulga la creación de un organismo conspirativo que iba a recibir el nombre de Defensa Interior (D-I); se pretendía romper con el inmovilismo y fomentar la acción directa radical contra la Dictadura de Franco.
Este Dictamen contemplaba la participación, no solo de la Confederación Nacional del Trabajo, también de la Federación Anarquista Ibérica y de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias. En el Congreso de CNT de 1963, en Toulouse, se inicia un proceso orgánico de disolución del D-I, que culminará dos años más tarde en el Congreso de Montpellier. Se denuncia que este proceso «oficial» de disolución del D-I, que no aceptará la FIJL, y continuará respaldado además por sectores de base de la CNT, iniciado además después de un momento clave como es la ejecución de Granado y Delgado, crea una falsa polémica sobre la «ilegalidad orgánica» de la organización de Defensa Interior. Sea como fuere, estamos hablando del testimonio clave de dos personas, protagonistas históricos, firmantes de un libro, que ya conoció una primera edición en 1975.
El Movimiento Libertario sufrió en España, tras la Guerra Civil, una ruptura generacional provocada por la cruel represión y por el forzado exilio de cientos de miles de militantes; a ello se une el trágico suceso de la Segunda Guerra Mundial, que supondrá la muerte de unos cien millones de personas. El anarquismo necesitaría, ya en la segunda mitad del siglo XX, una reactualización urgente. El contexto será, en los años 50, el del nacimiento de la Guerra Fría con el temor constante de un tercer conflicto mundial; ese miedo llevará al paralizamiento de la actividad política y sindical de los partidos y organizaciones clásicos produciéndose un profundo inmovilismo, ello a pesar de que continúen produciéndose situaciones conflictivas cuyos protagonistas serán ya otros.
Este inmolivismo tendrá una especie de «mar de fondo» en Occidente protagonizado por una juventud de diferente calado ideológico (marxistas, comunistas, cristianos…); el anarquismo, como no podía ser de otra manera, también será protagonista en gran medida a través de la la llamada Internacional Situacionista. Sin embargo, habría una organización española en el exilio, la FIJL, que no romperá con la estructura del movimiento clásico, pero sí con su estrategia inmovilizadora. Será la FIJL, siempre dispuesta a colaborar en acciones radicales contra la Dictadura, la que promueva la creación de ese organismo conspirativo que recibirá el nombre de Defensa Interior. Del seno de la FIJL nacerá el Grupo Primero de Mayo que, con el apoyo de algunas figuras experimentadas en el movimiento libertario, llevarán el anarquismo a las luchas obreras y estudiantiles producidas en el país.
El discurso central del libro es que la D-I supondrá, no solo una ruptura con el inmovilismo imperante en la organizaciones clásicas, también una impugnación ideológica a cualquier forma de dogmatismo que pudiera producirse en el movimiento anarquista; por supuesto, es un antidogmatismo que no adopta la forma de ningún tipo de posibilismo, sino la acción directa y radical contra el autoritarismo de la Dictadura y del capitalismo. No se trataba de entronizar la violencia, es más, se otorgó dignidad a las actividades al no producir ni una sola víctima mortal. Los autores del libro consideran que ha faltado objetividad crítica sobre la actividad del activismo anarquista, en los años que abarca la obra. Esa impugnación que un movimiento anarquista renovado, gracias en gran medida al ímpetu de la juventud, realiza al enclaustramiento de gran parte de las organizaciones clásicas supuso un cambio notable en los planteamientos y estrategias de las diversas corrientes revolucionarias.
Ese activismo anarquista contra la dictadura, en los años 60 y 70, recibirá a su vez la influencia de otros grupos revolucionarios surgidos en Occidente, poniendo así evidencia la crueldad de la Dictadura franquista aliada con las democracias occidentales. Si en América Latina ya estaba pronunciándose una juventud rebelde en los años 60 cuya máxima era «La revolución es obra de todos los revolucionarios», será la condición indudablemente antiautoritaria de Mayo del 68 junto al activismo revolucionario anarquista en Europa la que lleve la situación a su máximo apogeo. El fracaso de todas estas tentativas revolucionarias, resultado de diversos factores, es digno de análisis; el orden autoritario irá perfeccionando sus formas de manipulación y su nivel de eficacia. Para el futuro, quedará la estrategia anarquista de adecuación de medios a fines bien lejos de ese «terrorismo» de quienes tienen como objetivo conquistar el poder y no tardan en convertirse ellos mismos en represores.
Hoy, bien entrado el siglo XXI, cuando el orden autoritario adopta forma más sutiles y perfeccionadas, pero no menos alienantes, irracionales y también violentas, es más necesaria que nunca una nueva renovación de las tácticas y acciones verdaderamente transformadoras en el movimiento anarquista. Al margen de la forma que adopte ese movimiento, hoy sin una gran organización de masas, no cabe duda del importante legado de unas ideas libertarias que han impregnado la acción auténticamente revolucionaria de las últimas décadas: crítica a la familia, a la escuela, a la empresa capitalista, al Estado; negación de todo paternalismo, de la burocracia, el nacionalismo o el militarismo; reclamación de espacios autogestionarios, profundización democrática, solidaridad comunitaria…
Octavio Alberola y Ariane Gransac terminan su libro a mediados de los años 70, en un momento en que el orden autoritario tenía dos caras, la liberal y la dictatorial; la tesis de su obra es que lo que condujo, en cierta medida, a una sociedad más libre e igualitaria no fue una izquierda tradicional subordinada al juego político, finalmente en España integrada en el sistema dentro de esa farsa que fue la Transición democrática, sino la actividad revolucionaria de una juventud decididamente revolucionaria y antidogmática. La revolución auténticamente emancipadora, aquella que elimine la alienación y la explotación, y funde una sociedad libre y fraterna, es un objetivo por el que los anarquistas en el siglo XXI deben trabajar, influyendo en los movimientos sociales y en el conjunto de la sociedad, huyendo de nuevo de todo sectarismo.
En palabras de los propios Gransac y Alberola como colofón a su libro:
Para los anarquistas, lo esencial no es reconquistar un lugar entre las organizaciones sindicales o los movimientos políticos, sino reforzar y radicalizar todas las formas de «contestación» antijerárquica y de afirmación de la solidaridad revolucionaria en el seno de las sociedades en que viven y en el mundo.
Esa es la lección que hemos aprendido a lo largo de este testimonio.
Tras la irrupción de una turba de Mossos d’Esquadra en la Universitat de Lleida el pasado martes 16 de febrero y la posterior detención del rapero Pablo Hasél, una ola de solidaridad inundó las calles de ciudades y pueblos del Estado Español. Las manifestaciones en contra del encarcelamiento y a favor de lalibertad de expresión se extendieron desde ese mismo día, y con ellas la represión y los altercados.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general