Esta obra, Alegato contra el cristianismo, del autor Michael Martin, que ya nos brindó otro impagable libro como es Introducción al ateísmo, está dedicada a la que es la religión actual con mayor número de seguidores. Obviamente, lo está de un modo devastador.
Martin considera que las doctrinas cristianas deberían estar basadas en razones epistemológicas, esto es, en lo que atañe al conocimiento al que tenemos acceso. Se descarta una adscripción por cuestiones meramente beneficiosas, tal vez con la excepción de casos muy extremos, ni por razones de fe. Naturalmente, para demostrar si lo que sostiene la religión es o no cierto necesitamos un examen riguroso y pruebas concluyentes.
El primer apartado de la obra alude a la misma historicidad de la figura de Jesús, siempre tan objeto de controversia. Martin, a través de los estudios de G.A. Wells, concluye que en los textos sagrados (las enseñanzas de Pablo, las cartas tempranas no paulinas, las cartas de Ignacio y las epístolas pastorales, así como en los propios evangelios), la principal fuente para afirmar la existencia de dicho personaje (el resto de fuentes es muy débil), no hay coherencia alguna en cuanto a la vida de Jesus y el tiempo en el que vivió, incluso produciéndose contradicciones insalvables entre los distintos documentos. Aunque la argumentación de Wells es sólida, obviamente no está muy aceptada, ya que la historicidad de Jesús resulta fundamental para mantener en pie el edificio cristiano.
Martin, por lo tanto, trata de partir en el resto del libro de que, efectivamente, existió un líder religioso llamado Jesús, y examina el resto de circunstancias en que se basa dicha religión. Una de ellas es la de la resurrección y existen buenas razones, históricas y lógicas, para pensar que no existen pruebas disponibles para creer en la afirmación de que Jesús volvió a la vida en torno al año 30 d. C. Naturalmente, aunque creyéramos que Jesús efectivamente resucitó, tampoco eso nos lleva necesariamente a la creencia en Dios, o en dioses del tipo que fuera, y nos introduce en otras cuestiones dignas de ser examinadas.
No hay que olvidas las semejanzas del cristianismo, tal y como ocurre siempre con cualquier religión, con creencias míticas anteriores. En el caso del cristianismo hay demasiadas cosas parecidas al culto mitraico, religión del mundo antiguo; una de ellas es que también Mitra nació con forma humana y terminó por ascender a los cielos.
El cristianismo ortodoxo se basa en doctrinas fundamentales, que Martin se encarga de verificar con datos sólidos. Si una de ellas es la de la resurrección, otras son las de que Jesús nació de una virgen, que retornará con gloria para juzgar a todo quisque, vivo o muerto, que realizó diversos milagros (incluso, se la considera una figura moralmente perfecta) y, todo ello, se utiliza para defender la supuesta verdad de la encarnación y que se trataba del hijo de Dios. Los datos disponibles nos dicen que hay buenas razones para rechazar todas esas creencias.
Ya hemos mencionado de pasada el tema de la moral, y Martin dedica todo un capítulo a la ética cristiana. Hay cuestiones muy reprobables en el comportamiento de Jesús que nos obligan a no considerarle moralmente perfecto: la sublimidad, la severidad, su exigencia de obediencia ciega y su comportamiento vengativo. Incluso, resulta cuestionable su concepción extrema de la pureza y de la humildad. Tampoco se le conoce una palabra en contra de la esclavitud, más bien una aprobación tácita, y demasiada ambigüedad sobre diversos males humanos (como es el caso de la pobreza). Lo más nombrado de las enseñanzas de Jesús, el amor al prójimo (que incluso Martin considera que tiene obviamente una visión profana), tiene además demasiadas interpretaciones y no elimina los obstáculos anteriormente mencionados.
¿Qué ocurre con la manida alusión a la llamada ‘salvación’ en el cristianismo? Pues que de nuevo nos encontramos con demasiados obstáculos y problemas para aceptar tal creencia. Para ello, tendríamos que pasar por el aro en todo lo anteriormente mencionado y, aunque pasáramos por alto la falta de datos verificables, ello nos introduce en un berenjenal notable. Además, se supone que un Dios todo bondad debería resultar incompatible con esto concepto tan farragoso de la salvación.
En su obra, Martin repasa con profundidad todas estas cuestiones que conducen a rechazar el cristianismo. Algunos cristianos han aceptado las incoherencias y han tratado de salvar la doctrina transformándola de tal modo, que ya resulta irreconocible. La realidad es que existen unos 1.600 millones de seguidores del cristianismo en el mundo, que no parecen ser conscientes de los problemas que plantea su fe; por los motivos que sean, deciden ser creyentes a pesar de todo. Martin no desea hacer ninguna recomendación a estas personas, pero ahí está su obra para, al menos, que empiecen a cuestionarse un poquito sus creencias.
Capi Vidal