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¿Sirven todavía los archivos y bibliotecas?

Los próximos 9 y 10 de abril, la extraña especie de los “anarcobibliotecarios” se ha dado cita en Bolonia. En el Círculo Berneri se celebrará el XVII encuentro de la FICEDL (Federación Internacional de Centros de Estudios y Documentación Libertarios). Está prevista la presencia de delegaciones de Austria, Francia, Grecia, Portugal, España, Suiza, Italia y probablemente otros países, con el fin de dar vida a dos jornadas intensas de comparación en intercambio, de convivencia y de profundización más o menos técnica.

Entre otras cosas se hablará del catálogo colectivo REBAL (red de bibliotecas y archivos libertarios, www.rebal.info), que desde hace un año proporciona un único punto de acceso a las fuentes documentales puestas a disposición de una multitud de centros de estudio y que ha sido pensado como el primer eslabón de cooperación entre instituciones especializadas en el ámbito libertario, todavía por construir. Cooperación que no es solo defensiva (mantener una biblioteca tiene un coste y encontrar recursos no es fácil) sino que es una oportunidad de crecimiento ya que ninguna biblioteca, y menos en un sector especializado como el del anarquismo y la cultura libertaria, puede considerarse autosuficiente.
En la jornada del domingo se celebrarán talleres técnicos sobre los diversos programas y proyectos informáticos, mientras que la tarde del sábado será la ocasión para un debate internacional a varias voces sobre condiciones y perspectivas de los movimientos anarquistas.

Surge la pregunta: en la era de la información digital ¿sirven todavía los archivos y bibliotecas? La pregunta es retórica pero, sobre todo, está mal planteada. De hecho, siempre son necesarios los archiveros y bibliotecarios, también entre los anarquistas. Paradójicamente, entre una habitación llena de libros y de accesos a internet y otra vacía con un solo bibliotecario, la segunda es la que más se identifica por lo general con el concepto de “biblioteca”.
Bibliotecas y archivos libertarios, si quieren sobrevivir, deben desempolvarse, ensayar formas de gestión idóneas y contar con la contribución de quien pueda hacer apreciar al mundo exterior su existencia.

En los documentos de archivo está la historia de las generaciones que nos han precedido, a las que mirar para afrontar el presente con mayor conocimiento de causa; en los libros de las bibliotecas se encuentra la elaboración cultural que alimenta la tensión al cambio. Las colecciones son importantes, pero todavía son más importantes las conexiones entre las personas que utilizan esas colecciones, y en este sentido el bibliotecario debe saber estimular, alimentar y difundir las conversaciones que animan instrumentalmente los recursos documentales que gestiona, ya sean en papel o digitales.

Si conocer es el punto de partida para cambiar el mundo, nuestros centros deberán implicar a compañeros y simpatizantes en el trabajo constante de crecimiento cultural, de crítica social y de búsqueda de alternativas libertarias. Pero es algo más. La esperanza está en que estos archivos y bibliotecas sepan abrirse no solo a un estrecho círculo de anarquistas, sino que sean públicos en el sentido amplio de la palabra, es decir, utilizables por todo el mundo porque las condiciones de vida de esta miserable sociedad abarcan a todos y cada vez hay más necesidad de buenas ideas libertarias que apoyen las consiguientes acciones. El desafío está en saber interceptar las exigencias de conocimiento de nuestra comunidad de referencia, no permaneciendo cerradas esperando a que alguien llame a la puerta o que algún internauta perdido tropiece en nuestro blog.

Es el momento de plantear una reflexión sobre “quiénes somos y qué estamos haciendo”, incluso en el seno de la FICEDL.
No es que no sea agradable charlar sobre cuántos libros hemos añadido a los anaqueles, sobre las últimas donaciones recibidas, sobre proyectos de digitalización, sobre la reestructuración de los locales o, incluso, sobre las dificultades económicas que nos agobian. Pero más allá de estas cuestiones, ¿qué papel pensamos desempeñar?
¿Qué contribución podemos ofrecer al crecimiento de los movimientos libertarios?
¿Cómo se nos percibe y qué reconocimiento recibimos de estos mismos movimientos, de los que también nosotros formamos parte?
Seguramente, solo de esta forma, es decir, demostrando en la práctica que los “anarcobibliotecarios” no coleccionan libros sino que promueven el crecimiento de ideas de libertad, se podrá salvar la especie.

Luigi

Publicado en Tierra y libertad núm.333 (abril de 2016)

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