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Muerte y desesperación en Gaza (y en tantos lugares)

No me preguntéis por qué le presto atención a semejante cosa, pero acabo viendo parte de un debate en el que, entre otras cosas, se habla de los asesinatos masivos en Gaza por parte del Estado de Israel. El caso es que dos sujetos se niegan a posicionarse con el argumento de que las cifras de muertos están manipuladas. Para entonces, va en aumento, se hablaba de más de 40.000 fallecidos por el ataque israelí. Me pregunto qué cifra de asesinados es aceptable para que semejantes elementos, de ideología predecible, condenen lo humanamente intolerable o, tal vez, es que consideran que es falso que se esté cometiendo una masacre en Gaza. Uno de ellos, que dice estar al frente de algo llamado Partido Libertario, un evidente oxímoron para cualquiera que tenga bien oxigenado el cerebro, alega además que no se ha dado a conocer de verdad los crímenes cometidos por Hamas sobre los israelís en octubre del año pasado. Claro, es de una lógica aplastante, lo perpetrado por unos pocos justifica castigar a miles de inocentes. Y eso lo afirma un pseudolibertario, que dice ser crítico con cualquier abstracción llamada Estado y su feroz maquinaria bélica (bueno, esto seguro que no le molesta tanto). En fin. Uno se pregunta qué cruel y extraño mecanismo opera en el cerebro de algunos para, en función de sus simpatías ideologías, no condenar un crimen estatal. Y, desgraciadamente, no pasa solo a un lado del espectro ideológico.

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La estrecha relación entre el sionismo y la extrema derecha europea

El pasado 28 de mayo Pedro Sánchez anunció al mundo, de manera solemne, que el Reino de España (al igual que lo hacían ese día Irlanda y Noruega) pasaba a reconocer el Estado palestino, aclarando que este gesto (pues eso es lo que es, un simple gesto) no supone un ataque contra Israel. Aunque escuchando al Presidente parecería que con este hito él solito ha resuelto el conflicto palestino-israelí, en realidad España no es pionera en el reconocimiento de Palestina como país propio, pues actualmente son 145 los Estados miembros de los 193 que componen Naciones Unidas los que lo hacen, incluyendo varios europeos como Islandia, Suecia, Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Grecia, Macedonia, Bosnia, Montenegro y Albania.

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El discurso de los derechos humanos ha fracasado en detener el genocidio en Gaza

Los meses pasan y el genocidio en Gaza continúa. Ante esta situación nos parece imprescindible seguir hablando sobre ello, no dejar que el tiempo normalice esta masacre. En esta ocasión, compartimos un artículo escrito por Jonathan Pollack, anarquista de Jaffa y antiguo militante del colectivo Anarquistas contra el Muro y de otras iniciativas de solidaridad anticolonial, y publicado originalmente en la web del colectivo Crimethinc en el mes de febrero.

Llevamos ya más de 120 días de un ataque israelí sin precedentes contra Gaza. Sus terribles repercusiones y nuestra incapacidad para ponerle fin deberían obligarnos a reevaluar nuestra perspectiva sobre el poder, nuestra forma de entenderlo y, lo que es más importante, lo que tenemos que hacer para combatirlo.

En medio de la sangre derramada, los interminables días de muerte y destrucción, la insoportable escasez, el hambre, la sed y la desesperación, las incesantes noches de fuego y azufre y fósforo blanco lloviendo indiscriminadamente del cielo, debemos enfrentarnos a la cruda realidad y remodelar nuestras estrategias.

Las víctimas mortales registradas oficialmente -además de las muchas personas palestinas que permanecen sepultadas bajo los escombros y que aún no figuran en el recuento oficial- suponen ya la aniquilación de casi el 1,5% de toda la vida humana en la Franja de Gaza. A medida que Israel intensifica sus ataques contra Rafah, parece que no hay final a la vista. Pronto se habrá extinguido la vida de uno de cada cincuenta habitantes de Gaza.

El ejército israelí está infligiendo un número sin precedentes de sufrimiento y muerte a los 2,3 millones de habitantes de Gaza, superando cualquier cosa jamás presenciada en Palestina -o en cualquier otro lugar- durante el siglo XXI. Sin embargo, estas asombrosas cifras no han penetrado en las gruesas capas de disociación y desconexión que caracterizan a la sociedad israelí y a los aliados occidentales de Israel. En todo caso, la reducción de esta tragedia a estadísticas parece dificultar más que mejorar nuestra comprensión. Presenta un todo que oscurece lo específico: las cifras ocultan la personalidad de los innumerables individuos que han sufrido muertes dolorosas y particulares.

Al mismo tiempo, la insondable magnitud de la masacre de Gaza hace imposible comprenderla a través de las historias de las víctimas individuales. Periodistas, barrenderos, poetas, amas de casa, trabajadores de la construcción, madres, médicos y niños, una multitud demasiado vasta para ser narrada. Nos quedan figuras anónimas sin rostro. Entre ellos hay más de 12.000 niños. Probablemente muchos más.

Por favor, hagan una pausa y digan esto en voz alta, palabra por palabra: más de doce mil niños y niñas. Asesinadas. ¿Hay alguna forma de que podamos asimilarlo y superar el ámbito de las estadísticas para comprender la horrible realidad?

Las frías y contundentes cifras también ocultan cientos de familias aniquiladas, muchas de ellas completamente borradas -a veces tres, incluso cuatro generaciones, borradas de la faz de la tierra.

Estas cifras eclipsan a las más de 67.000 personas que han resultado heridas, miles de las cuales quedarán paralizadas para el resto de sus vidas. El sistema médico de Gaza ha sido destruido casi por completo; se están llevando a cabo amputaciones vitales sin anestesia. El grado de destrucción de las infraestructuras en Gaza supera al de los bombardeos de Dresde al final de la Segunda Guerra Mundial. Casi dos millones de personas -aproximadamente el 85% de la población de la Franja de Gaza- se han visto desplazadas, con sus vidas destrozadas por los bombardeos israelíes mientras se refugian en el sur de la Franja, peligrosamente superpoblada, que el gobierno israelí declaró falsamente “segura”, pero que sigue bombardeando con cientos de bombas de 2000 libras. El hambre en Gaza, creado por la política estatal israelí incluso antes de la guerra, es tan grave que equivale a una hambruna. En su desesperación, la gente ha recurrido a comer forraje, pero ahora incluso eso se está acabando.

Hace aproximadamente un mes, un conocido mío que huyó a Rafah desde la ciudad de Gaza después de que bombardearan su casa allí me dijo que él y su familia ya se habían visto obligados a trasladarse de un refugio temporal a otro seis veces diferentes en sus intentos de escapar de las bombas. Desesperado, me dijo: “No hay comida, ni agua, ni un lugar donde dormir. Estamos constantemente sedientos, hambrientos y mojados. Ya he tenido que sacar a mis hijos de debajo de los escombros dos veces: una en Gaza y otra aquí en Rafah”.

Estos ríos de sangre deben romper los muros de nuestra apatía. Ojalá el tiempo se detuviera lo suficiente para que todos pudiéramos procesar nuestro dolor. Pero no lo hará. Sigue pasando mientras caen más bombas sobre Gaza.

Décadas de injusticia han allanado el camino para esto. Han pasado 75 años desde la Nakba, 75 años de colonialismo israelí, y sus defensores siguen negando los hechos. Incluso después de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) afirmara que hay motivos para temer que se esté cometiendo un genocidio en Gaza, Estados Unidos y muchos de los demás aliados occidentales de Israel han guardado silencio.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó la mera disposición del tribunal a debatir el caso de “una vergüenza que no se borrará en generaciones”. Efectivamente, la sentencia es una vergüenza. A pesar de que todo quedó a la vista, el tribunal no ordenó a Israel que cesara el fuego. Es una vergüenza para el propio tribunal y para la idea misma de que el derecho internacional debe proteger las vidas y los derechos de las personas que son aplastadas por la fuerza militar de las naciones.

Se dirá sin duda que el derecho, por naturaleza, es meticuloso y que considera el bosque no como un todo sino como árboles individuales. A eso debemos responder que la realidad, los hechos, el sentido común deben estar por encima de la ley, no por debajo de ella. Israel dedica considerables recursos a un legalismo del campo de batalla, destinado a dar cobertura a sus actos asesinos. Este enfoque consiste en trocear la realidad en finas lonchas de observaciones y acciones independientes aprobadas legalmente. En el bloque X había un objetivo militar, lo que justifica la muerte de más de dos docenas de civiles no implicados; el bloque Y era el hogar de un bombero empleado por Hamás, lo que legitima, según el principio de proporcionalidad, la decisión de aniquilar a tres familias vecinas. Pero esta práctica no puede convertir el agua genocida en vino legítimo. Se trata de una luz de gas legal que desmenuza la realidad para ocultar un patrón de asesinato masivo indiscriminado.

Si la matanza del 1,5% de la población en cuatro meses no es genocidio; si los actos de Israel no se consideran lo suficientemente graves como para que un tribunal ordene el cese inmediato de la matanza, ni siquiera a la luz de la incitación abierta al exterminio de los palestinos por parte de destacados políticos israelíes y miembros de la prensa, por no mencionar al presidente y al primer ministro de Israel; cuando se acepta la falta de castigo por tales incitaciones y tales actos en lugar de calificarlos de genocidio en los términos más sencillos, entonces las palabras que utilizamos para describir la realidad han perdido todo su significado y necesitamos urgentemente un nuevo lenguaje que vaya más allá de los confines de la jerga jurídica.

Dejar el cuchillo del carnicero en la mano del carnicero -dejar a Israel sin trabas ni obstáculos- significa permitir que continúe la matanza en Gaza. Este es el fracaso absoluto y continuo del derecho internacional y de las instituciones encargadas de mantenerlo.

Este fracaso traspasa la responsabilidad de forzar el fin de la catástrofe en curso, para que recaiga sobre los hombros de la sociedad civil. Esto debería obligarnos a superar los vacíos paradigmas liberales de los derechos humanos, que han sustituido a la liberación como discurso dominante en la política de izquierdas.

El camino a seguir

El discurso de los derechos humanos que ha secuestrado a la izquierda política en las últimas décadas nos ha alejado de un marco de liberación y acción eficaz. Ahora está claro que debemos desviarnos del pensamiento liberal para restablecer estrategias que desarmen y deconstruyan el poder. La complicidad moral con los crímenes de Israel que representa la negativa de la CIJ a ordenar un alto el fuego inmediato nos obliga a ello. Ofrece un argumento convincente de que todos debemos romper con el actual sistema fracasado.

Por otra parte, la realidad no esperará a que resolvamos las cosas. No podemos simplemente tomarnos nuestro tiempo y esperar a pasar a la acción hasta que hayamos desarrollado y popularizado nuevas narrativas y marcos conceptuales. Tenemos que utilizar todos los medios a nuestro alcance para actuar ahora mismo.

¿Nos ofrece la CIJ alguna herramienta que podamos utilizar? la CIJ está considerada la más alta instancia del derecho internacional. Aunque no dispone de mecanismos de aplicación independientes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sus sentencias y jurisprudencia se consideran la base de la jurisprudencia del derecho internacional, y a menudo se incorporan a las sentencias de los tribunales nacionales sobre estos asuntos. A pesar de haber ordenado muy pocas medidas contra Israel o el genocidio en curso que se está llevando a cabo, el tribunal sí determinó que hay motivos considerables para creer que se está produciendo un genocidio.

Dado que el tribunal no adoptó ninguna medida real contra Israel, debería ser evidente que la responsabilidad de actuar recae sobre nosotras y nuestros movimientos. Afortunadamente, la sentencia también podría darnos algunas herramientas para utilizar aquí y ahora mientras desarrollamos nuevos marcos de liberación. Un ejemplo de ello es una reciente demanda ante un tribunal federal de California que pretendía ordenar a la administración estadounidense que pusiera fin al apoyo militar a Israel. El caso fue desestimado alegando que la política exterior estadounidense está fuera de la jurisdicción del tribunal, pero éste determinó que es plausible que Israel esté cometiendo genocidio en Gaza basándose en la sentencia de la CIJ.

El argumento jurídico de que los gobiernos deben abstenerse de complicidad en el genocidio no carece de fundamento en la legislación estadounidense, así como en muchos otros países. Un tribunal holandés ha ordenado recientemente al gobierno de los Países Bajos que detenga la entrega de piezas para los aviones de combate F-35 que Israel está utilizando para bombardear la Franja de Gaza. Ahora podría ser plausible obligar a más gobiernos a imponer embargos de armas, sanciones u otras medidas a través de los tribunales nacionales.

Sin embargo, tales estrategias nos siguen reduciendo a confiar en supuestos expertos; no nos ayudarán a construir movimientos. El genocidio no se detendrá desde dentro de la sociedad israelí. La presión para hacerlo debe venir de fuera. Ha llegado el momento de la acción directa y de los esfuerzos de abajo arriba, como los boicots impulsados por las comunidades a los productos israelíes, a los vendedores que comercian con ellos, a las exportaciones culturales y propagandísticas israelíes y cualquier otra cosa que alimente el movimiento mundial de boicot, desinversión y sanciones. El bloqueo del puerto de Tacoma o las acciones de los trabajadores portuarios de todo el mundo que se niegan a cargar barcos y mercancías israelíes y a transportar armas a Israel son ejemplos de cómo podríamos avanzar, construyendo hacia un movimiento de base proactivo.

Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para detener el genocidio que se está produciendo ahora, pero es importante que abordemos el hecho de hacerlo como un paso hacia la promoción de la liberación palestina y el desmantelamiento del colonialismo de los colonos israelíes. La descripción del pueblo palestino como poco más que víctimas a merced de la represión israelí es a veces bien intencionada, pero borra su personalidad y su capacidad de acción. Mientras nos esforzamos por poner fin a la maquinaria bélica de Israel, debemos articular que esto forma parte de la lucha para acabar con el colonialismo israelí, y centrar a los y las palestinas como protagonistas de esa historia.

Las raíces del problema

Desde antes de la creación del Estado israelí, Israel ha sido una sociedad racista y colonialista, basada en la idea de que los israelíes son fundamentalmente superiores a los palestinos. Esta es la corriente principal del pensamiento político israelí, tanto en su ala derecha como en la llamada izquierda. Este es el pensamiento que motivó la desposesión masiva de familias palestinas que precedió a la formación del Estado, la limpieza étnica de la Nakba en 1948, y diversas formas de apartheid y gobierno militar desde entonces. De hecho, sólo ha habido un año en la historia de Israel -1966- en el que no impusiera un régimen de dictadura militar sobre al menos parte de su población palestina.

Desde mucho antes del actual asalto a Gaza, la realidad cotidiana de la existencia palestina bajo el dominio israelí ha sido un terror continuo y permanente en medio de la violencia y la incertidumbre. Ser palestino significa pasar por un puesto de control sin saber si te sacarán y te detendrán; significa la violencia de las turbas de colonos; significa que te metan en la cárcel bajo detención administrativa, sin saber para qué ni durante cuánto tiempo; significa una redada militar en mitad de la noche. Son todas estas cosas y otras peores, día tras día, a lo largo de toda una vida, a lo largo de generaciones. Una de las muchas cosas que ocurrieron el 7 de octubre fue que, durante un breve periodo de tiempo, también los israelíes, como sociedad, experimentaron ese tipo de terror existencial, esa inquietante incertidumbre y falta de seguridad.

Los sucesos del 7 de octubre han tenido tal impacto en la sociedad israelí que, incluso hoy, la mayoría de la ciudadanía israelí sigue centrándose en sí misma como principal víctima de la narración. Uno de los efectos de esto es la obsesión israelí por contextualizar el genocidio de Gaza en relación con la violencia del 7 de octubre. Una queja común sobre la decisión de la CIJ entre los israelíes es que el tribunal no mencionó el 7 de octubre en su decisión (de hecho, sí lo mencionó). Al mismo tiempo, esta exigencia de contexto pretende suprimir el contexto más amplio. Muchas personas, incluso de la llamada izquierda, expresan su indignación cuando la situación actual se pone en el contexto de la Nakba, la ocupación de 1967 o el asedio en curso. Según esta lógica al revés, proporcionar ese contexto se percibe como un genocidio contra los israelíes.

El racismo israelí era frecuente antes, pero desde el 7 de octubre, el discurso genocida no disimulado y los llamamientos abiertos al genocidio real se han convertido en la norma. Dentro de la sociedad israelí no existe ningún movimiento realmente significativo contra el genocidio. Los movimientos de protesta que existen tienen un tamaño y una influencia insignificantes, o se dedican principalmente a exigir un acuerdo de intercambio de rehenes, o se centran en cuestiones internas israelíes, reminiscencias del movimiento pro-judicial de antes del 7 de octubre.

Los minúsculos islotes aislados de resistencia al asalto a Gaza y a los aspectos más generales del dominio israelí son tan pequeños que deben entenderse como un error de redondeo, no como una fuerza real. La idea de que existe un movimiento contra el colonialismo y por la liberación palestina dentro de la sociedad israelí es una ilusión. Para desempeñar un papel a la hora de labrar un camino hacia un futuro de verdadera libertad, quienes proceden de esta sociedad de colonos tendrán que rechazar de raíz el colonialismo israelí. Debemos tener en cuenta que, por mucho que queramos ser parte de la solución, también seguiremos siendo inherentemente parte del problema.

Al abordar el futuro posterior al genocidio, debemos preguntarnos cómo sobrevivirán las ideas igualitarias en una realidad asolada por la guerra, la muerte y la destrucción. No está claro cómo podemos prever y crear un futuro que pueda trascender el trauma del pasado reciente, sobre todo teniendo en cuenta que, aunque la ruina y la violencia podrían disminuir una vez que haya cesado el asalto, la represión israelí continuará.

Todavía no hay nada claro sobre el futuro posterior al genocidio, incluidos los giros que tomará el movimiento palestino de liberación. Eso sólo lo puede decidir los y las palestinas. Lo que es obvio -y debería haber estado claro mucho antes- es que quienes se oponen al colonialismo no deben regodearse en los privilegios que éste otorga. Los detalles exactos del camino hacia la liberación son inciertos, pero es innegable que quienes quieran contribuir a allanarlo sólo pueden desempeñar un papel en ello dentro del movimiento palestino. La responsabilidad de encontrar formas de hacerlo, de transgredir los límites de la identidad nacional forzada que existen precisamente para impedirlo, recae en quienes desean apoyar al pueblo palestino y romper los confines del colonialismo.

Todo por hacer
https://www.todoporhacer.org/derechos-humanos-genocidio-gaza/

Palestina, transformar el dolor en lucha

“Esto es lo que nuestra clase gobernante ha decidido que será lo normal” – Aaron Bushnell (RIP 25/02/2024)

Se van a cumplir, o se han cumplido ya, 5 meses desde que el Estado israelí recrudeciera las acciones militares contra la población palestina. Todas conocemos las brutales consecuencias de las operaciones del ejército invasor llevada a cabo durante este tiempo. Todas estamos enteradas de la cifra de asesinatos totales, todas hemos visto las imágenes de ciudades enteras arrasadas, todas hemos leído alguna de las múltiples denuncias sobre la situación alarmante de hambre, sed, proliferación de enfermedades, falta de recursos y atención sanitaria, etc. Todas sabemos lo que hay, todas sabemos que la situación es incomparable a ninguna otra.

Estamos presenciando la comisión de un genocidio, ampliamente documentada en medios y redes sociales. Ninguna otra operación de exterminio está dejando tanto testimonio directo, pero, aún así, ni la llamada comunidad internacional, ni tribunales u otros organismos de intercesión en situaciones de conflicto, han dado ningún paso con efectos palpables, se han limitado a declaraciones con simple valor simbólico, a una teatralización de la indignación.

El caso del Estado español es también sangrante, mientras el Gobierno ha continuado autorizando la venta de armas a Israel durante todos estos meses, como ha quedado suficientemente acreditado, la acción gubernamental se ha basado en elevar un poco el tono de voz en alguna rueda de prensa o conferencia, para, posteriormente, retractarse en cuanto la representación diplomática israelí exigía explicaciones. Mientras todo esto ocurría, ministros y ministras del Gobierno del ala izquierda acudían a manifestaciones o se pronunciaban por redes sociales, evidenciando, más si cabe, la incapacidad y la farsa de la socialdemocracia.

Ya nos recordaban las organizaciones revolucionarias pro-palestinas que, a la lucha por la liberación, en nada podía contribuir la intervención de estos organismos internacionales, que los tribunales de justicia creados por las potencias coloniales que sostienen a Israel, nunca serán parte de la solución, por ello, es en el seno de nuestra clase donde debemos crear complicidades solidarias con el pueblo palestino, enarbolando, una vez más, la bandera del internacionalismo.

Pero estamos en una situación difícil, nuestras organizaciones no están en su mejor momento, no contamos, por ejemplo, con un gran sindicato, decidido, firme, que pueda paralizar puertos, fábricas enteras, etc. Además, andamos desconcertadas, con un gran sentimiento de impotencia, desbordadas por las imágenes tan duras que nos llegan, luchando contra el dolor, yendo de una a otra manifestación sin mucha esperanza en el alcance que puedan tener, por ello, nos preguntamos, una y otra vez, qué hacer, sabiendo que es necesaria una intervención directa, en el presente, pero, también, a su vez, que el recorrido es largo, que tenemos mucho trabajo por delante para recomponer un tejido político radical que pueda ser una herramienta útil de solidaridad internacional.

Antes de todo esto, habíamos leído libros que se preguntaban qué estaba haciendo la humanidad ante otras situaciones terroríficas, que reflexionaban sobre cómo es posible que ocurrieran ante la pasividad o complicidad del resto, ahora nos ha tocado a nosotros y todo lo que habíamos leído ha saltado por los aires, parece que no nos sirve para casi nada.

Así que volvemos al inicio, a la eterna pregunta, qué hacer. Pues, de momento, seguir. Que el pueblo palestino no caiga en el olvido, que el silencio no les termine de enterrar, que esté presente siempre, en nuestras conversaciones y en nuestras calles. Que la bandera palestina llene nuestros balcones, nuestros muros, etc. Que, en nuestros colectivos, ocupe el lugar prioritario que merece.

Pero esto no es suficiente. Vivimos en el corazón del poder colonial, en la UE, algo más se puede hacer. Necesitamos una militancia internacionalista. Las compañeras de Catalunya, UK o de otros diferentes lugares, nos han mostrado diferentes alternativas como la ocupación de intereses económicos israelíes, bloqueo de fábricas de armamento, tecnología militar, etc., campañas de boicot a quienes colaboran con el Estado sionista, jornadas de huelgas, generales o en sectores concretos, etc., es decir, contestar en el terreno económico, arremeter contra sus intereses productivos, impedir que la dinámica de producción y consumo continúe con total normalidad, sobre todo, en aquellos sectores con vinculación directa con la maquinaria de guerra sionista.

Pero no es solo la única vía, también es necesario construir nuestro propio discurso que, entre otras cosas, defienda el derecho a la resistencia del pueblo palestino y se oponga al relato de la socialdemocracia que plantea la posibilidad de una armonía pacífica, obviando los diferentes conflictos e intereses presentes, defendiendo la solución de los dos Estados, sin criticar en sí al propio Estado israelí, asumiendo que su dinámica actual es fruto de los excesos de una clase dirigente concreta y no parte intrínseca de su naturaleza. Además, otra vez, dictando planes desde la lejanía, eliminando cualquier posibilidad de agencia a la población palestina. Más allá de la necesaria crítica libertaria al proyecto estatal, no hay posibilidad de convivencia alguna con un poder colonial.

Seguir teniendo presente lo que está ocurriendo, apoyar materialmente a la resistencia palestina y a las organizaciones que están trabajando en el terreno, ir más allá de la manifestación como forma de presión, forjar discurso y crítica radical, etc., pueden ser parte del plan de lucha que tenemos que crear, rompiendo con la inercia de los caminos ya recorridos una y otra vez, reflexionando en colectivo para poder actuar aquí y ahora, a la vez que reconstruimos nuestras bases para afrontar los conflictos futuros.

Todo por hacer
https://www.todoporhacer.org/palestina-dolor-lucha/

Israel asesina periodistas mientras Europa los encarcela

“Solíamos tener grandes sueños, pero ahora el único sueño que nos queda es que, cuando nos maten, nuestro cuerpo no se rompa en pedazos para que nos puedan identificar”. Estas palabras las profirió la periodista y podcaster palestina Ayat Khaddoura, en un vídeo de Instagram que tituló “Mi último mensaje al mundo”, publicado el pasado 6 de noviembre. Una semana después, un ataque aéreo israelí acabó con su vida.

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Voces desde la línea del frente contra la ocupación: Entrevista con anarquistas palestinas

La siguiente entrevista ha sido realizada por la federación anarquista norteamericana Black Rose / Rosa Negra (BRRN) al grupo anarquista palestino Fauda. Las compañeras de Heura Negra la han traducido al castellano y al català.

En esta nueva fase, aún más aterradora, de los 75 años de ocupación de Palestina por parte de Israel, es importante dar voz a las personas palestinas luchando contra la limpieza étnica.

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Películas de miedo

Estaba mirando vídeos del ejército israelí. Sale una chica en uniforme explicando que el ejército israelí se basa en un principio fundamental: ama al prójimo como a ti mismo. Os lo juro. Lo dice tal cual. La chica es joven, de rostro amable y simpático. Podría estar vendiendo chocos tranquilamente en un puesto del mercado de Triana. Pero no, ahí está comentando que por eso del amor al prójimo, su ejército, el israelita, tras un ataque canallesco de Hamás, procura hacer el menor número de bajas posibles tanto a ellos mismos, como a la población civil. El problema con que se encuentran es que a los terroristas eso del amor les importa un rábano, y emplean a la población inocente como escudos. No obstante Israel resistirá y existirá. Que no os quepa duda porque lo dice en hebreo. Subtitulado en español.

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Reflexiones sobre Palestina e Israel (y algún punto de vista libertario)

Sobre el conflicto entre Israel y Palestina, por llamarlo así, tengo la sensación de que los análisis entran a menudo dentro de cierta lógica reduccionista, bien la étnica hablando de judíos contra árabes, bien la estatal afirmando que el Estado de Israel tiene derecho a defenderse (obviando los desmanes injustificables), bien presuponiendo que el problema es que Palestina no tiene un Estado formal.

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Vergüenza para la humanidad

El reciente ataque de Hamas a los asentamientos israelíes próximos a esa cárcel en la que han convertido Gaza, con una cifra de muertes en torno a las 1.400 personas, supuso la excusa para una cruel respuesta por parte del Estado hebreo declarando la guerra abierta a la zona palestina y bloqueando toda ayuda humanitaria. Hoy, más de dos semanas después, se habla ya de 5.000 víctimas de los bombardeos de Israel, al menos un par de miles de ellas pueden ser críos, con la amenaza permanente de la invasión terrestre. La mitad de la población gazatí se ha desplazado, no se sabe muy bien a dónde, ya que los refugios de emergencia de la ONU se encuentran saturados. Un conflicto que dura ya décadas, con el ahogamiento continuo del pueblo palestino y con el desenlace en una nueva guerra abierta, que hace que uno se avergüence de pertenecer a la humanidad. Y es que, desgraciadamente, la historia de eso que llamamos sin asomo de vergüenza homo sapiens es la de los poderosos aplastando a los que no lo son tanto, por lo que maldigo en estos momentos a los que hablen de maniqueísmo, matices y equidistancia.

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Una voz desde la Galilea de Palestina

En las últimas semanas, el ejército israelí ha matado a unas 3.000 personas y desplazado a más de un millón, en un capítulo más de su larga historia de colonialismo y opresión. Para sorpresa de nadie, los medios de comunicación occidentales se han puesto del lado israelí y relatan los hechos desde su perspectiva. Las compañeras de Crimethinc entienden que es importante escuchar directamente a personas palestinas, pero de momento no han conseguido comunicarse con la gente de Gaza, debido a los ataques aéreos israelíes dirigidos contra la infraestructura de comunicaciones. Por ahora, presentan la perspectiva de un palestino que vive en el norte de la región, que habla sobre diferentes aspectos de la vida bajo la colonización y sobre la lucha por la liberación a través de la organización de base y la solidaridad. Copiamos a continuación su relato, extraído de la web de Crimethinc.

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