Archivo de la etiqueta: Posmodernidad

Modernidad y posmodernidad, la tensión libertaria

Hace ya varias décadas que viene hablándose de una época posmoderna. ¿Es verdaderamente así? ¿Son disquisiciones de los filósofos o puede hablarse de una nueva era en que la que se han producido cambios radicales? Personalmente, es algo que me trae de cabeza desde hace tiempo y la respuesta no es sencilla. Por un lado, considero que las premisas de la modernidad siguen vigentes, por otro, es cierto que el mundo se ha transformado ferozmente en muchos aspectos y merece la pena, al menos, que reflexionemos sobre el asunto.

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El anarquismo y la renovación de sus propuestas emancipadoras

El anarquismo es enemigo de todo dogma y propulsor de un auténtico pensamiento libre; por ello, está obligado a revisar y renovar sus planteamientos emancipadores, máxime en un escenario tan diferente al que vivieron los militantes clásicos. Seguir leyendo El anarquismo y la renovación de sus propuestas emancipadoras

Anarquismo y post-anarquismo. Similitudes y diferencias

«El post-anarquismo puede ser visto, entonces, como una serie de estrategias político-éticas contra la dominación, sin garantías esencialistas y las estructuras maniqueas que condicionan y restringen al anarquismo clásico. Se podría afirmar la contingencia de los valores e identidades, incluidas las propias, y afirmar, en lugar de negar, la voluntad de poder. Sería, en otras palabras, un anarquismo sin resentimiento.»
El anarquismo y la política del resentimiento, Saul Newman

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Vías filosóficas (y vitales) ácratas

En una ocasión, escuché a cierto «intelectual», que antaño escribió una interesante tesis sobre el pensamiento libertario en España y que, hogaño, se encuentra bien apoltronado en el mundo académico soltando una sandez tras otra, que si bien en su juventud se sintió apasionado por la filosofía anarquista, luego comprendió que poco había aportado en realidad. Hasta su interlocutor en ese momento, otra figura poco sospechosa de afanes transgresores y revolucionarios, intervino rápidamente aclarando que le parecía una somera injusticia lo que estaba oyendo. Veamos, sin ánimo alguno de ser imparcial ni objetivo, pero con todas las intenciones de penetrar hasta el fondo y zaherir la insondable estupidez humana. Cierto es que los «clásicos», leáse Proudhon, Bakunin o Kropotkin, todos ellos con nombre en la historia del pensamiento por derecho propio, son a veces nombrados hasta el hastío en el mundo libertario y que da la sensación, a menudo, de no haberse revitalizado y revisado sus propuestas. No diré yo que el dogmatismo (algo que siempre he considerado vinculado a alguna suerte de papanatismo) sea siempre algo ajeno al mundo libertario, donde la autocrítica y capacidad de renovación deberían estar constantemente activadas, pero matizaremos. En primer lugar, hay aspectos de esos «padres fundadores» que sencillamente se dejan a un lado, siendo el caso más evidente el de Proudhon y su visión arcaica sobre la mujer, algo superado de manera inmediata por el anarquismo posterior, aunque con dificultades para llevar a la práctica una verdadera igualdad entre sexos.

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Lo mismo soy rabiosamente posmoderno

Cuando uno, con su impagable lucidez, observa a tanto bodoque quejándose del «pensamiento posmoderno» no puede por menos que casi simpatizar con esta confusa época que vivimos por, al menos, ser un posible punto de partida para un mejor horizonte. Y es que esos «intelectuales» que se lamentan del feminismo «radical», de lo queer, de lo woke, del animalismo, de la insistencia en el cambio climático o del lenguaje inclusivo, como si todo ello constituyera una «filosofía» de la posmodernidad y no meros síntomas, lo único que hacen es poner en evidencia su supina ignorancia y su abierta idiocia. No es nada casual que todo esos quejumbrosos iluminados sean en realidad dogmáticos y/o reaccionarios que siguen defendiendo postulados del pasado (es decir, en algún caso «modernos» en el peor de los sentidos). No, adelanto que ni soy posmoderno, ni dejo de serlo, ya que lo que esos dañinos botarates no comprenden es que hablamos, obviamente, de una determinada época donde sencillamente hay que poner en cuestión las promesas de la modernidad con sus sueños de progreso y liberación. Sí, es posible que hoy en día esto no se exprese de tal modo, pero creo que en el fondo es lo que subyace a pesar da las continuas crisis de toda índole; y, subyace, bajo los parámetros del sistema que vivimos y sufrimos, léase, el Estado-nación liberal y democrático, en su forma política, y el maldito capitalismo, en el campo económico. Pero, maticemos sobre modernidad y posmodernidad.

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Bookchin, la historia y la civilización

No se andaba con rodeos Murray Bookchin y lanzó en más de una ocasión un ataque furibundo contra los que denomina «intelectuales posmodernistas» y las convenciones culturales creadas por ellos, derivadas de un relativismo social, político y moral. Abunda Bookchin en epítetos sobre las características de este conjunto relativista, aunque el que subscribe no desea reproducirlos sin más, por requerir de las debidas matizaciones. Los autores posmodernos critican una visión teleológica de la Historia, mientras que Bookchin sigue reclamando un sentido histórico (lo cual, no supone una reivindicación de ningún proceso) en aras de una sociedad racional.

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Pensamientos y prácticas radicalmente emancipadoras

Es muy posible que el poder, como sostenía Foucault, sea poliédrico, que se produzca, no solo en el Estado o en las empresas capitalistas, también en cualquier otro ámbito humano, incluso en lo que vemos a diario en el mismo entorno urbano. Desde que nació como una de las corrientes modernas más radicalmente emancipadoras, el anarquismo y los anarquistas se han esforzado por combatir ese poder entendido como cualquier forma de dominación. No es necesario, por supuesto, conocer los grandes libros anarquistas, o de teoría política en general, ya que ese rebelarse contra la autoridad coercitiva se produce, tantas veces, de forma instintiva. Desgraciadamente, de forma paralela a esa condición rebelde y libertaria, en el ser humano se da todo contrario y acaba sucumbiendo a la tentación alienadora de la servidumbre voluntaria. Por supuesto, como no creemos que existe ninguna naturaleza o esencia humana, no pensamos que una condición u otra sean totalmente deterministas, las personas son más bien producto de cierto ambiente cultural, de unas determinadas prácticas sociales, por lo que los anarquistas han hecho bien en instalar y renovar en todo lo posible ese pensamiento radicalmente emancipador de rebelión contra todo tipo de dominación.

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Perspectivas sobre los anarquismos (I)

Tomando como pretexto el libro de Tomás Ibáñez: Anarquismos en perspectiva. Conjugando el pensamiento libertario para disputar el presente, el autor nos convocó para establecer un diálogo en torno a tres cuestiones de carácter bastante general sobre las cuales intervendríamos unos cinco minutos.

Voy a recoger mi participación en el acto empezando por la primera pregunta: 

1ª Nuestra valoración de los problemas, desajustes o insuficiencias de los anarquismos en el momento actual.

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Las ideas antiautoritarias en la posmodernidad, desterrar el absolutismo

Se ha dicho que Nietzsche fue el primero en golpear mortalmente cualquier principio trascendente; aunque se insiste en que se inspiró en gran medida en Stirner, dejaremos la controversia para otro momento. Otros autores, precursores de lo que ahora se conoce como posmodernidad, como Heidegger y Foucault, continuaron la labor del autor de Más allá del bien y del mal. El principio trascendente, concretado en el terreno religioso en la figura religiosa de un dios todopoderoso, es algo rechazable para el anarquismo, también para otras corrientes de izquierda surgidas de la Ilustración. Gracias a los pensadores de la Ilustración, con el optimismo que suponía la confianza en la llamada razón científica, se dejó a un lado aparentemente la superstición y el oscurantismo religioso socavando los cimientos sobre los que se había edificado la antigua concepción del poder. Se substituyó la verdad sustentada en la divinidad por una nueva verdad que lo hacía en la razón. Gracias a ello, existía una fe en el progreso y en el advenimiento de una nueva era en la que se construiría el paraíso terrenal.

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El progreso y los anarquistas

A propósito de ciertas tendencias, en la actualidad, de devastadora crítica al progreso, y a otros conceptos propios del proyecto de la modernidad como es el de «revolución», resulta importante y revitalizador revisar el pensamiento de autores libertarios al respecto.

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