En una asamblea de este periódico del mes de abril, alguien comenta: “Pues en mayo tenemos elecciones, algo habrá que escribir”.
La respuesta es unánime: «¿Otra vez? Si ya hemos escrito mil veces”
Después de la asamblea, un compañero envía un texto visto por twitter que anima el debate: “Sigo pensando que una conclusión valiente a esta década de experimentos políticos que nos ha tocado vivir es reconocer que “NO se pudo”. O más concretamente, que la política institucional es un camino que sin movimientos sociales y sindicatos independientes, es estéril”.
En tan solo ocho días, Grecia vivió, durante la primera quincena del pasado mes de marzo, dos huelgas generales. ¿El motivo? El martes 28 de febrero dos trenes chocaron en Tempe, provocando 57 muertes. Se trata de la mayor tragedia ferroviaria de la historia del país y ha puesto de relieve el precario estado de los servicios públicos helenos. Pese a que el Gobierno conservador de Kyriakos Mitsotakis (de Nueva Democracia) achaca la causa a “patologías crónicas”, los sindicatos del país aseguran que el deterioro se debe a más de una década de políticas de austeridad.
Se cumplen doce años desde que un pequeño pueblo de catorce mil habitantes y su comunidad indígena organizaran un grito de rabia en la meseta michoacana, México. El 15 de abril de 2011 pusieron fin a la violencia estatal, a las extorsiones, los secuestros, las violaciones y asesinatos. Y es que ya desde comienzos del siglo XXI, el pueblo indígena purépecha de ese territorio, tuvo que hacer frente al narcotráfico que comenzaba a controlar y dominar completamente la región, abriéndose un conflicto social con terribles consecuencias para el municipio de Cherán. Sometidos a una situación descontrolada de continuada extorsión, estos grupos narcotraficantes actuaban con la connivencia de las propias autoridades mexicanas.
El dicho poético “de Madrid al cielo” tiene un origen incierto y difuso. Hay diferentes ideas entre las cuales parece enraizar esta prosaica expresión clerical, aunque para algunos la que más peso pueda adquirir al parecer es la que se asienta sobre unos versos de Quiñones de Benavente. Pero no investigaremos aquí cuál es su génesis, más bien su contrario, desbrozaremos muy someramente porqué Madrid no conduce al cielo, sino al infierno.
A lo largo de los últimos dos meses, cientos de miles de personas en el Reino Unido y Francia se han unido a las huelgas convocadas, han paralizado la economía y han tomado las calles. Lo hacen para protestar contra la carestía de la vida, para mostrar su rechazo al retraso de la edad de jubilación y reivindicar subidas salariales. Y con ello nos han mostrado que, ante los recortes en derechos laborales, debemos plantar cara y pararlo todo o, de lo contrario, nadie nos escuchará. Y es que la huelga y la movilización son las herramientas de las que dispone la clase obrera. Prueba de ello son todos los derechos sociales y laborales que poseemos, los cuales son el fruto de la lucha y la autoorganización.
Recuperamos unos textos sobre un autor, tan incómodo, como fascinante: Max Stirner y su espectacular obra El único y su propiedad; los anarquistas, de forma lúcida en nuestra opinión, han reivindicado a un pensador que nunca se consideró como tal, y que incluso en algunos aspectos puede considarársele opuesto a algunas de las propuestas libertarias, pero que apostó por algo muy valioso: el máximo desarrollo personal, criticando toda abstracción que lo entorpeciera.
Hace dos años, la Editorial Virus publicó Yo soy frontera, autoetnografía de un viajero ilegal, escrito por Shahram Khosravi, una importantísima contribución a la reflexión sobre “los regímenes fronterizos actuales y las múltiples formas de violencia institucional, social, simbólica o psicológica que estos descargan sobre las personas migrantes”. Sin lugar a dudas, un libro muy necesario en el que, no solo a través de su propia experiencia migratoria sino de las reflexiones y vivencias compartidas con muchas otras personas con las que se cruza en el viaje, hace una “reconstrucción íntegra de las trayectorias migratorias” y también confronta aquellas categorías insertas en Occidente compartidas por el Estado y su estructura represiva y por una parte relevante del conglomerado de organizaciones humanitarias, partidos políticos de izquierda y medios progresistas, categorías aceptadas en su esencia vertebradora aunque se planteen desde diferentes enfoques.
«El anarquismo es, ante todo, una ética y, como tal, se ha mantenido intacta. El mundo ha cambiado, no así el concepto libertario, el desafío frente a todos los poderes. Gracias a eso, he logrado zafarme del falso problema de la celebridad. Ser un fotógrafo conocido es una forma de poder y yo no la deseo». Henri Cartier-Bresson (1998).
La tarea de repensar el sur, es una asignatura pendiente aún en nuestra latitud que, por supuesto, no realizarán los poderes gubernamentales, pero que tampoco hay indicios de abordarla próximamente las sociedades de esta vieja Europa. Siempre que se acerca la fecha del 12 de octubre de nuestro calendario, se renueva el neocolonialismo con un discurso rancio y ultranacionalista. Esa herencia colonial sigue viva a través de la explotación y el extractivismo del territorio Latinoamericano en el siglo XXI. Y no solamente está viva en la cuestión material, que sin duda es la más sangrante de todas, sino también en los imaginarios y las narrativas triunfalistas que celebran la conquista del continente americano defendiendo esa brutalidad como la única civilización posible.
Hace unos meses, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso anunció que ordenaría a los inspectores de Educación de la Comunidad de Madrid retirar los libros de texto que contuvieran material “sectario” (porque ella, a diferencia del resto, es objetiva y está por encima del bien y del mal). Más adelante, su consejero de Educación, Enrique Ossorio, profundizó en el mensaje de su khaleesi, aclarando que el Gobierno autonómico no compraría libros que contuvieran expresiones como “emergencia climática”, “resiliencia” o “discriminación por razón de género”[1].
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general