Es ya un lugar común decir que la historia la escriben los vencedores. En el caso de la Revolución rusa, durante mucho tiempo se nos contó de manera simplista que un grupo de revolucionarios, comandados por Lenin, tomó el Palacio de Invierno para dar lugar al primer gran régimen socialista. Ahora, con otro tipo de historiografía oficial dominante, difícilmente se va a dar protagonismo en la historia a las masas y la defensa de sus organizaciones autónomas frente al poder.
Leyendo los textos de una figura marxista como Rosa Luxemburgo (1871-1919) se puede apreciar en qué medida se oponen al espíritu totalitario que caracterizó el comunismo nacido en la Revolución rusa de 1917. Una crítica lúcida al desarrollo del socialismo de Estado no puede limitarse a Stalin, como tantas veces se hace, sino comenzar con Lenin y Trotski. El militarismo prusiano asesinó de forma canalla, en la noche del 15 de enero de 1919, tanto a Luxemburgo como a su compañero Karl Liebknecht, dos destacadas figuras del movimiento socialista alemán de comienzos del siglo XX.
«Con la decisión de destruir a los marineros de Kronstadt y con la acción a sangre fría del gobierno para hacerlo, los líderes comunistas habían cambiado el movimiento del socialismo benevolente al fascismo maligno» Whittaker Chambers, escritor estadounidense, antiguo espía soviético y ex-militante del Partido Comunista de Estados Unidos
El día 21 de diciembre de 1920 el anarquista ruso Piotr Kropotkin, retornado a Rusia desde su exilio londinense después de la caída de la autocracia zarista, escribió la presente carta a Vladimir Ilich Ulianov Lenin, líder de partido bolchevique y principal dirigente del nuevo Estado soviético. En su misiva, el viejo revolucionario pedía a los comunistas un trato justo y respetuoso para los prisioneros políticos, convencido de que traicionar la coherencia entre fines y medios, clave en el ideario libertario, arrastraría a la revolución soviética a caer en los mismos abusos que Kropotkin y Lenin habían sufrido bajo el reinado de Nicolás II. La guerra que por entonces enfrentaba a los milicianos anarquistas ucranianos de Nestor Majno y a los soldados del ejército blanco de Piotr Wrangel no impedía a Kropotkin pedir un trato humano, y por lo tanto revolucionario, para sus más feroces enemigos
Tras la Revolución rusa de octubre de 1917, un manto de silencio cayó sobre Occidente. Las noticias eran escasas y siempre manipuladas por los portavoces de una burguesía que veía peligrar sus privilegios. Desde su exilio londinense, el anarquista italiano Errico Malatesta (1853-1932) analiza lo que sucederá en Rusia si la revolución sigue orientada por los parámetros autoritarios del partido bolchevique. Lo expresa en una carta dirigida a su compañero y amigo Luigi Fabbri (1877-1935). Como en otras ocasiones, las palabras de Malatesta resultan proféticas
Alexander Berkman: El mito bolchevique
(LaMalatesta Editorial – Tierra de fuego – Madrid 2013). 300 páginas.
Alexander Berkman es un personaje primordial en la historia del anarquismo, además de un escritor brillante del primer tercio del siglo XX. Su obra no es muy conocida en castellano, aunque afortunadamente es algo que se está solucionando en los últimos años. Si la editorial Melusina publicó hace unos años otra parte importante de sus memorias, como es Memorias de un anarquista en prisión, la propia editorial LaMalatesta hizo lo propio en 2012 con la que es probablemente la obra más sencilla y concisa sobre cuáles pueden ser las bases ideológicas y los medios de una posible revolución anarquista: El ABC del comunismo libertario. Seguir leyendo El mito bolchevique→
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