Nos lamentamos mucho las y los anarquistas, de manera quizá pertinazmente reiterada, pero la mayor parte de las veces con razón, de las muchas falsedades que se han vertido sobre nuestras ideas y prácticas. De hecho, la Real Academia Española, por decirlo con delicadeza, no resulta muy afortunada en su definición de anarquismo. Dejaremos a un lado la segunda acepción, una suerte de pleonasmo que plasma un absurdo como «Movimiento social inspirado por el anarquismo», y nos centraremos en la primera. En la misma, se asegura lo siguiente: «Doctrina que propugna la supresión del Estado y del poder gubernativo en defensa de la libertad absoluta del individuo». Resulta imposible en la insigne institución lingüística mayor imprecisión, por no hablar de mera mistificación, con tan escasas palabras. No queda clara la sociedad a la que aspiran los anarquistas, hubiera sido tan sencillo como aclarar que desean «una sociedad exenta de cualquier forma de dominación» (por lo tanto, no se oponen solo al Estado y sus instituciones coactivas), ni podemos subscribir desde ninguna perspectiva libertaria, incluso yo diría que tampoco desde la tradición más ferozmente individualista, ese despropósito filosófico de una «libertad absoluta del individuo». Nos sirve la errada e irritante acepción de la RAE, al menos, para profundizar en unos cuantos conceptos libertarios en la actualidad, más que nunca, extremadamente confusos.
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Pueblo y Estado, un antagonismo permanente
La ineptitud y la negligencia de que han hecho gala la mayoría de administraciones públicas frente a la DANA del 29 de octubre (en realidad solo se podría excluir parcialmente a algunos ayuntamientos que, teniendo pocas responsabilidades en el tema de alarmas y menos medios para responder a ellas, han actuado mucho mejor que los gobiernos de Valencia y Madrid) en contraposición con la generosidad y espontaneidad con que la ciudadanía ha reaccionado desde las primeras horas de la tragedia ha provocado que el viejo y casi olvidado lema de «solo el pueblo salva al pueblo» se recupere en manifestaciones y pintadas callejeras.
Seguir leyendo Pueblo y Estado, un antagonismo permanenteSobre ese participio que alude al poder político
Sí, con ese magnífico titular no me refiero a otra cosa que al Estado. ¿Por qué diablos nos oponemos los lúcidos ácratas a esa tan «necesaria» institución? Y es que el Estado, supongo que en su forma moderna, liberal y democrática, ha logrado impregnar el imaginario de gran parte del personal observándolo como algo, no sé si del todo bueno, pero entendido principalmente como necesario. Ya los anarquistas clásicos, tremebundos por un lado en la crítica a la institución estatal, aclaraban no obstante que se referían principalmente a todo gobierno, es decir, al hecho de que decidan unos pocos, estén o no legitimados democráticamente, sobre el resto. El objetivo era, lo expresaré con bellas palabras, abolir toda autoridad e institución coactivas para fundar una sociedad de libres e iguales y satisfacer, sobre la armonía de los intereses diversos y el concurso voluntario de todo quisque, las necesidades sociales. Esto será todo lo «utópico» que se quiera, pero si alguno de los numerosos experimentos estatales que las historia nos ha deparado se ha acercado a dicha «sociedad de libres e iguales» que venga Bakunin y lo vea. Y, por supuesto, tampoco el capitalismo, a pesar de lo que sostengan algunos mitómanos actuales, sumamente simplistas e interesados, por no decir abiertamente mistificadores. Pero, centrémonos en el Estado.
Seguir leyendo Sobre ese participio que alude al poder políticoEl anarquismo en Democracia o en Dictadura
La razón de este texto es aportar algunas reflexiones sobre el posicionamiento de los anarquistas en los conflictos políticos actuales.
Comenzaré por recordar que el ideal y el objetivo del anarquismo es hacer posible la emergencia de una sociedad de libertad; igualdad y fraternidad/sororidad funcionando horizontalmente y practicando el apoyo mutuo con una perspectiva internacionalista. Ideal y objetivo que no deben ser impuestos sino libremente asumidos por voluntad propia, para que esa sociedad sea el resultado de las decisiones y acciones de todos y todas.
Seguir leyendo El anarquismo en Democracia o en DictaduraBanal o no, maldad al fin y al cabo
Como es sabido, y si no ya lo explico yo, Hannad Arendt cubrió durante cuatro años (1861-1964), para The New Yorker, el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann, uno de los responsables de la deportación y exterminio de infinidad de personas, que había sido secuestrado y encarcelado por el Estado de Israel. El libro resultante de aquello, Eichmann en Israel. Informe sobre la banalidad del mal, llevó a un considerable revuelo hasta el punto de que aquella valiente mujer fuera atacada, considerada enemiga de los judios (perteneciendo ella misma a dicha etnia, tiene bemoles) y etiquetada poco menos que de filonazi. Veamos qué quiso expresar esta importante filósofa con dicha obra y tratemos de encontrar una explicación, aunque sea estremecedora, para los muchos horrores que perviven bien entrado el siglo XXI. Arendt no encontró en Eichmann ninguna encarnación del mal con mayúsculas, sino un tipo mediocre, un burócrata incapaz de pensar que cumplía órdenes, y por lo tanto alguien que había acabado renunciando a su condición de ser humano. El concepto que desarrolló Arendt debería ser considerado hoy en día primordial para juzgar, no solo los sistemas totalitarios, también cualquier forma de dominación, entender cómo tanta gente se muestra igualmente incapaz de pensar y acaban convertidos en una suerte de discapacitados intelectuales que se dedican a repetir lo que dicen otros o, en el peor de los casos, a llevar a cabo acciones terribles.
Seguir leyendo Banal o no, maldad al fin y al caboSobre derivas autoritarias y autoritarismo
Ese concepto, el de «deriva autoritaria», gusta mucho a opinadores políticos de toda índole, de esos que proliferan como las setas en otoño. Así, a diestra y siniestra, según sean las simpatías del sujeto en cuestión, se aplica a uno u otro gobierno, mientras que uno, más bien sobrado de lucidez, se pregunta si en realidad el autoritarismo no es sencillamente inherente a todos aquellos que conquistan el poder manteniendo un Estado cada vez más fuerte. Cierto es que algunos gobiernos parecen respetar, al menos, un mínimo de libertades formales e, incluso, si no vociferas demasiado, toleran que uno se queje del sistema y el poder instituido. Se establece aquí una maldita paradoja y es que, principalmente, los anarquistas que somos los que estamos ahítos de tanta injusticia y estupidez, principalmente podemos crecer y desarrollarnos en esas sociedades donde el poder, seguramente por interés y de manera coyuntural, afloja y tolera ciertas críticas. Seguramente, conceptos como «democracia constitucional» o «Estado de derecho» son meras concesiones liberales de las élites políticas y económicas, por lo que lo dejaré claro. No estoy defendiendo sistema instituido alguno, lo que mantengo es que son necesarias al menos ciertas libertades, algo que la historia nos ha enseñado a poco que uno se esfuerce en mirarla bien, partir de ello para tratar de ir conquistando un mayor horizonte de una libertad inequívocamente unida a la solidaridad (es decir, a la de todos).
Seguir leyendo Sobre derivas autoritarias y autoritarismoJames C. Scott, el pensador de la sociedad sin Estado, ha muerto
Reproduzco -traducido del francés- el artículo de Jade Lindgaard en Mediapart sobre la muerte del influyente antropólogo universitario norteamericano, especialista de la historia de los pueblos que vivieron sin Estado e inclusive contra él, que ha dejado una valiosa obra sobre las mil formas de resistencia al poder.
Octavio Alberola
Muere James C. Scott, el pensador de la sociedad sin Estado
Un gran investigador, autor y pensador de las sociedades sin Estado acaba de de desaparecer. James C. Scott, antropólogo norteamericano, ha muerto el 19 de julio, a la edad de 88 años. Las redes sociales se han llenado enseguida de mensajes en recuerdo del profesor comprensivo, del universitario curioso y atento, del colega simpático que siempre fue para todas y todos los que lo frecuentaron en las facultades donde trabajo, en particular en Yale, donde era un miembro célebre del departamento de ciencias políticas.
Seguir leyendo James C. Scott, el pensador de la sociedad sin Estado, ha muertoDe la independencia judicial y de los gases intestinales
Como tengo tanto tiempo libre me he apuntado al Club de Lectura de mi pueblo. Quince mujeres, incluyendo a la dirigente, y yo único varón. En los deberes propuestos, la novela Moby Dick. El día acordado aparecen las señoras, entre ellas una joven madre con su recién parido bebé. Grandes elogios al niño precioso y todo eso con voces aflautadas. Madre orgullosa y tal. La veo bastante desmejorada. Fin de las carantoñas.
Nos sentamos en semicírculo y antes de comenzar, pa que no moleste el crío, la madre le pone una grabación que le hizo una empresa de sonidos del vientre materno, «pa que no llore y esté tranquilo». Me tapo la cara con las manos, como si me relajase la vista.
Seguir leyendo De la independencia judicial y de los gases intestinalesRealpolitik, ¡maldita seas!
Como casi todo concepto político, al menos en eso que queremos llamar Occidente, el de la llamada realpolitik quiere verse originado en la Antigua Grecia. De esa manera, se distinguiría entre la noción de política como un ideal, que puede ser visto como la acción colectiva para buscar el bien común dentro de una comunidad, y la condenada manera real en que se hace política según unas circunstancias determinadas. Esta última, claro, sería la realpolitik en nombre de la cual se realizan auténticas salvajadas. Por supuesto, como toda polarización dicotómica, la cosa es tremendamente cuestionable y reduccionista. Por supuesto, esa suerte de idealismo en política no es siempre benévola, ni mucho menos; por ejemplo, hay quien pone como ejemplo La República, de Platón, una suerte de utopía autoritaria que para él se la quede. Contrapuesto al idealismo platónico, se ha confrontado con la visión más realista y pragmática de Aristóteles, que también es otro para echarle de comer aparte. No diremos más que ambos filósofos vetustos eran profundamente contrarios a la an-arkhia, es decir partidarios del principio fundacional que hace que se subordine todo lo que venga después sin posibilidad alguna de concebir una comunidad política sin autoridad alguna.
Seguir leyendo Realpolitik, ¡maldita seas!La historia de la Humanidad se resume en la Historia de la Estupidez
Toda la historia de la especie humana, desde el big bang a la actualidad, es una historia de la estupidez humana. Por resumir, ese cretinismo se muestra en todo su esplendor, en la siguiente creencia: que realizando sacrificios humanos, mejoran las cosas. Es decir, coges a tres mujeres cualesquiera, les atas el cuello a las rodillas, las entierras vivas, y a continuación llueve. Las cosechas son abundantes, los hijos obedecen a los padres, las naciones son más prósperas. Eso es.
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