La organización, elemento siempre considerado en la filosofía anarquista como imprescindible para la revolución, ha tenido también su contraparte en quienes piensan que todo tipo de organización afecta la libertad del individuo haciendo de él un ente que no cuenta en la organización. No ha sido poca la tinta que ha corrido al respecto, intentando unos defender la estructura organizativa y otros negándola.
El rechazo a la organización podría explicarse en cuanto a las organizaciones estatales o con dirigentes, en las que efectivamente el individuo es un elemento sin apenas voz ni voto, donde el dirigente es el que decide por encima de las mayorías. Pero lo que sucede en las organizaciones con dirigentes no es aplicable a las organizaciones anarquistas, en las que bien es sabido que no existen los dirigentes. Esto no quita que existan quienes consideren aún así cierta autoridad de la organización sobre el individuo.
Malatesta atribuye este rechazo a la experiencia funesta de la Internacional, en la que se vio cómo los marxistas manipulaban la organización para pasar por encima de los individuos e imponer la autoridad de Karl Marx. Esto dio como resultado que algunos anarquistas mostraran cierto rechazo hacia la organización, y que posteriormente y sobre todo durante la década de los 80’s del siglo XIX se diera un abierto rechazo hacia la creación de grupos o asociaciones anarquistas. Pero este contexto, aunque mal formulado pues no estaba dirigido hacia los que hicieron de la organización un escalón para sus aspiraciones personales sino hacia la organización en sí, se trasladó en el tiempo hasta ser retomado por los individualistas y tomado, poco a poco, como un principio de alegato de la libertad. Pero desde un punto de vista personal considero que, lejos de ser un alegato en favor de la libertad, la negación de la necesidad de la organización apela y da todas las herramientas a la autoridad.
Varios son los alegatos contra la organización:
-La organización neutraliza al individuo
-La organización es un principio de autoridad
-La organización crea dirigentes que hacen de la organización lo que mejor conviene a sus intereses
Estas entre las más conocidas.
Pero nada hay más irreal que esto, porque es precisamente la desorganización la que neutraliza al individuo: falto de compañeros con los cuales organizarse y hacer frente a la autoridad, el individuo queda aislado, presa fácil de sus victimarios. Organizados, ellos sí, para aplastar la libertad, los capitalistas, estatistas y clérigos toman al individuo desorganizado y lo aplastan fácilmente o lo vuelven a la impotencia. La impotencia, porque negándose a organizarse, solo es un mero espectador en la lucha de las organizaciones a las que niega su concurso, y con ello debilita a esta, favoreciendo la actividad de los enemigos de la libertad.
El individuo encuentra en la organización no la neutralización de su personalidad, sino el reflejo en sus compañeros, con quienes su voluntad se fortalece y engrandece, no solamente por la multiplicidad de esfuerzos, sino porque esta le da la fuerza suficiente para hacer realidad sus aspiraciones de libertad. Estando organizado el individuo es parte del organismo que lucha contra la autoridad, y mediante su pensamiento e influencia puede hacer de la organización precisamente lo contrario de aquello a lo que tanto teme: la autoridad. Su pensamiento no se ve neutralizado, sino engrandecido.
Vaya por delante dejar en claro que el individuo organizado no debe esperar de los demás la solución de todos los males. Es preciso que el individuo tome cartas en el asunto, que deje de lado la apatía y la desidia, que deje de esperar del trabajo de los demás lo que solamente depende de su propia actividad. Si el individuo espera de la organización la solución de todos los males como por arte de magia, sin cuidarse de tomar parte activa en la solución de los males, entonces el individuo se pone a sí mismo en la condición de necesitar una autoridad que lo dirija, que lo mande. Se convierte en aquello que dice negar: una persona necesitada de que lo dirijan.
Individuos conscientes y voluntaristas, no necesitamos la autoridad, porque sabemos que sólo de nosotros depende el mejoramiento de las condiciones, el tener una organización fuerte y libre y la revolución misma. El individuo debe tener una voluntad de acero, no esperando que la organización por sí misma solucione todos los problemas de la vida. Porque la organización por sí misma no tiene ningún impulso que no le den los individuos que la componen. No es un ente vivo por sí misma, sino que precisa de la actividad de los individuos que la forman, necesita que estos la nutran de movimiento, de voluntad y le den una dirección en sentido a la libertad.
El individuo que comprende esto nutre a la organización de su pensamiento, imprimiendo a ella una dirección contraria a la autoridad, y entonces no es un componente pasivo de una organización, es una parte activa de la misma, y esta actividad es precisamente el mejor antídoto contra la autoridad. Ahora bien, si la organización fuese un principio de autoridad entenderíamos que se rechazara la misma, porque buscando la libertad no se puede hacer militancia en una organización contraria a la misma. Pero la autoridad se da precisamente cuando se deja en manos ajenas a las nuestras la solución de los problemas. La delegación de nuestros asuntos o la falta de voluntad para intervenir en la solución de los problemas, como es el caso de las organizaciones con dirigentes, crea la tan temida autoridad de la que se habla. Así, para neutralizar la autoridad que se teme no hay más que un remedio: la organización de las voluntades hará un muro infranqueable a la autoridad.
Es principio del anarquismo la aspiración a una sociedad anarquista, organizada de manera libre. Eso es algo bastante conocido. Los anarquistas opinan que es posible organizarse sin autoridad y por ello la rechazamos; los autoritarios afirman que una organización, una sociedad cualquiera, debe tener quien mande y quien obedezca.
A nuestro parecer la anarquía no es, después de todo, más que la organización de la sociedad sin autoridad. Así, la organización que lucha contra el Estado es también posible, porque si no es posible una organización sin autoridad, entonces tampoco es posible (y su mayor tamaño incrementa el argumento) una sociedad sin autoridad. Y si una sociedad anarquista no es posible porque en ella la autoridad seguiría existiendo, entonces se niega el anarquismo. En otras palabras, dejamos de ser anarquistas para reconocer que solamente la autoridad es capaz de organizar la sociedad.
Nosotros rechazamos la necesidad de la autoridad, y en nombre de la libertad reivindicamos que la organización anarquista para la lucha y la sociedad anarquista a la que aspiramos son precisamente lo contrario a la autoridad. Consideramos que la autoridad no sirve más que para dañar las colectividades, sean estas una organización o una sociedad cualquiera, y por nuestro concurso voluntarista rechazamos cualquier forma de autoridad.
Tenemos entonces las cosas claras: o es posible organizarse sin autoridad, en una organización, federación y sociedad entera y entonces somos anarquistas, o afirmamos que toda organización es autoritaria, que no es posible organizarse sin autoridad, y por lo tanto que la organización, la federación y la sociedad solo pueden ser organizadas mediante la autoridad, y entonces dejamos de ser anarquistas. En lo que a nosotros respecta afirmamos que la organización, la federación y la sociedad pueden y deben ser organizadas sin autoridad alguna, y afirmamos así nuestro férreo carácter de anarquistas.
Erick Benítez
Publicado originalmente en el periódico Tierra y Libertad # 364, Madrid, noviembre 2018