Archivo de la categoría: Opinión

Sobre claudicaciones nefastas y actitudes irreductibles

Si, en otras ocasiones ya he aludido a una supuesta involución intelectual de la humanidad, al menos en estas sociedades que se dicen avanzadas. Inevitablemente, hoy tengo que continuar con la cantinela tratando de disipar las tinieblas de la mediocridad enmascaradas con luces navideñas (u otras el resto del año). Así, como parte lógica de ese proceso se encuentran diversos factores sintomáticos, entre ellos una especie de distorsión cognitiva alarmante, la ausencia de pensamiento crítico y la nula presencia de memoria histórica (o, al menos, aunque no sean del todo conciliables, de una memoria y visión histórica dignas). A poco que uno observe a su alrededor, encuentra todo tipo de evidencias sobre ello. Como razonable y razonada explicación, estoy muy de acuerdo con los (parece que pocos hoy los perspicaces) que sostienen que vivimos en una sociedad del espectáculo cada vez más exacerbada. Eso es, el permanente afán por mantenernos entretenidos mediante imágenes, cada vez más sofisticadas gracias a la tecnología, que nos impiden estar en contacto con la realidad. De hecho, mucho ha llovido desde que el bueno de Debord pronunció su lúcida teoría; ahora, es posible, que no solo una capa de imágenes enmascare la realidad, sino varias, unas sobre otras de la manera más estólida posibles. Sea como fuere, es tal vez mucho presuponer que algunos llamados cuestionablemente sapiens demanden estar en contacto con la realidad, o que al hacerlo tengan un comportamiento aceptablemente digno, pero perseveremos en nuestro voto de confianza en la humanidad. Dejaremos para otro momento disquisiciones filosóficas acerca de lo que es real, aunque tengamos claro lo que no lo es, al menos para millones de personas en el mundo que continúan viviendo en la indigencia.

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¿Quedan anarquistas en España?

Ya adelanto, al haber mencionado la palabra ideología, y así trato de hacérselo ver a todos estos especímenes que demandan tanto veredicto previo sobre una sociedad futura, que en absoluto considera el anarquismo (o, mejor, los anarquismos en plural) como una ideología, si es que por tal cosa entendemos un sistema cerrado de ideas acerca de cómo deben ser las cosas (esto resulta obvio, pero así hay que decirlo una y otra vez hasta el hastío). Pero, vayamos con la respuesta que da título a esta lúcida columna puesta negro sobre blanco en un medio agradeciblemente difuso. Efectivamente, con cierto desprecio apenas disimulado, algunos sapiens le sueltan a uno la pregunta de marras: “Ah, pero, ¿quedan todavía anarquistas?”. Cabe contestar que, de manera obvia, “¡Al menos delante tienes uno!” (eso, tratando de no añadir ningún calificativo, aunque dan ganas); además, no hay otra que reprimir el añadir que, no solo eso, que uno es en realidad un lúcido ácrata de tendencias nihilistas, algo que puede provocar no pocas explicaciones que uno no siempre tiene estómago para dar a según qué contertulio. Pero, es posible, que con semejante interrogante sobre la supuesta ausencia de anarquistas en este indescriptible país, donde una vez fueron mayoría, puede que haya algo más inquietante.

Me da la sensación de que lo que se pretende, efectivamente, son sentencias firmes sobre cómo un partido, movimiento, colectivo, o cómo diablos queramos llamarlo, puede llevarnos a una sociedad, al menos, algo mejor. Es decir, es la consecuencia de una mentalidad que no concibe otra posible respuesta que más de lo mismo, una organización de arriba abajo, sin cabida alguna para la autogestión social (concepto que cuando uno lo menciona provoca espasmos similares a los de la santa anarquía). De momento, si uno tiene tiempo y ganas para ello, hay que arrojar un poquito de luz a nuestro alrededor haciendo ver que, afortunadamente, claro que hay anarquistas, incluso organizados con todas las dificultades que se quiera (y, a veces, también no poca estupidez a la que los ácratas no son siempre inmunes, que dan lugar a esos irritantes e inexplicables conflictos inherentes a todo colectivo humano), Y no solo en el ámbito laboral existe la lucha libertaria, también en mucho otros donde trata de protegerse a los más desfavorecidos llevando a la práctica eso tan necesario que es la solidaridad (concepto clave); insisto, a poco que uno indague, puede observar todos estos proyecto y colectivos de tendencia autogestionaria, con sus altibajos, o sin necesariamente esa etiqueta implicados en movimientos sociales tratando de que se desarrollan de modo horizontal. También, puede tratar de explicarse que vivimos en una época posmoderna, donde las grandes respuestas no deberían tener cabida y donde todo, para bien y para mal, es mucho más difuso que pretender que un gran movimiento nos arrastre, sin demasiado esfuerzo por nuestra parte, hacia un mejor horizonte. Pero, me temo, es demasiado pedir hacia tantos no demasiado fortalecidos intelectual y moralmente. Y es lo dice un anarquista, realmente existente, con algún que otro tic nihilista.

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/12/21/quedan-anarquistas-en-espana/

Capitalismo, progreso y hambre

Los liberales, los más «puros» al menos, esos que aseguran que poco tienen que ver sus propuestas con el sistema globalizado que sufrimos, aseguran que la solución para la pobreza es que haya más y más riqueza (y, claro, ricos para que las migajas lleguen a otros). Hasta aseguraba tal cosa un (ex)ácrata como el inefable Antonio Escohotado, que dedicó tres volúmenes, creo que más a meterse con el comunismo (estatalista; terrible, claro), que a defender el comercio y el liberalismo. El caso es que esta gente, que en última o primera instancia defiende y apuntala el estado de las cosas, y asegura que la humanidad avanza en línea recta hacia el progreso, son incapaces de explicar cómo es posible que ya avanzado el siglo XXI siga habiendo, según los datos más optimistas, cerca de 1.000 millones de personas que padecen hambre en el mundo. No estoy hablando de necesidad de algún tipo, que también se da en todos los grados posibles, me refiero a Hambre con mayúsculas. No, no hay progreso líneal, los datos oscilan de un año a otro, hacia arriba o, lamentablemente, hacia abajo. Y no tenemos en cuenta las terribles crisis cíclicas que provoca ese mismo sistema tan alabado por ellos, y que como es evidente afectan fundamentalmente a los más humildes dentro de sociedades divididadas dramáticamente en clases (que es lo mismo que decir, señores «liberales», adalides de la sacra «propiedad privada»: gente que tiene y gente que no tiene).

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La teoría no transforma la realidad

Es muy frecuente escuchar lo ignorantes, simples y «cortos» que son los grupos, líderes y votantes de la extrema derecha (o fascismo, postfascismo o términos similares). No voy a entrar ahora en la cuestión conceptual sino en los calificativos aplicados a dicho sector político. Que los ignorantes y tontos coman la «tostada» a los listos e inteligentes es un misterio que se achaca siempre a los medios de comunicación, redes sociales y demás herramientas para «comer el tarro» a la masa acrítica y que no digo que no tenga su importancia.

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Losantos, Aznar y la iniquidad histórica, moral y política

Particularmente, como debe resultar obvio para quién tenga el cerebro bien oxigenado y me conozca, me interesa poco o nada lo que puedan decir personajes grotescamente mediáticos como Federico Jiménez Losantos. Sin embargo, lo que sí me inquieta, y dice muy poco de esta especie a menudo necia y perversa que es el homo sapiens, es la cantidad de españolitos que escuchan a semejante ser y se congratulan de las barbaridades, simplezas e insultos que vomita por su boca. Es por eso que acabo por enterarme de que, recientemente, el muy repulsivo, inicuo y no menos grotesco expresidente de este inefable Reino de España, José María Aznar, ha acudido a la radio de aquel para ser entrevistado. Se ha difundido que, en dicho encuentro en el que entrevistador afirma categóricamente cosas demenciales y pretende que el entrevistado sencillamente se las confirme, el también exfalangista Aznar se negó a condenar, según sus palabras, «algo en lo cual mi padre participó». Como puede suponerse, el susodicho ser se refería la guerra civil, provocada por un intento de golpe de Estado reaccionario a cargo de militares facciosos, que asoló este país durante casi tres años y dio lugar a una cruenta dictadura de casi cuarenta. Para el que no lo sepa, Manuel Aznar, padre del irrisorio y perverso exfalangista y expresidente, fue oficial del ejército franquista, jefe del partido fascista fundado por José Antonio Primo de Rivera y esforzado propagandista durante la contienda. Obviamente, nadie tiene la culpa de los pecados de su padre, pero es que en este caso muy probablemente los pecados del hijo hicieron casi bueno al progenitor (perdón por la terminología religiosa, cosas de este inefable país). Es natural que Aznar junior esté muy en contra de la llamada «memoria democrática», por otra parte a todas luces insuficiente y algo distorsionadora a ojos de este lúcido ácrata que suscribe, pero sigamos con la entrevista perpetrada por ese individuo de corta estatura moral que es Jiménez Losantos.

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¿Qué diablos es la derecha?

Que nadie me pregunté por qué estaba ahí, pero en mi casa, recientemente, ha aparecido un librito denominado ¿Qué era la derecha? ¿Qué es? Ahora hablo del autor, pero para que el pobre sufridor que lea esta líneas se haga una idea, se trataba de una colección donde los mismos interrogantes se aplicaban a diversos conceptos: ayuntamientos, capitalismo, nacionalismo, socialismo… Lo digo todo, si aclaro que dicha serie de cuentos, editados en los años 90, estaba dirigida por Rosa Regás y que el dedicado al ambiguo concepto político de izquierda estaba suscrito nada menos que por Felipe González. Para echarnos unas risas. El caso es que el ejemplar que ocupa estas líneas, dedicado a la derecha, fue escrito nada menos que por Aleix Vidal-Quadras. No, para los que conozcan este fulano, a día de hoy, no es un lapsus al escribir su nombre de pila. El hoy conocido como Alejo, al parecer, firmaba antaño con la forma catalana de su nombre. Tal vez, la explicación para semejantes variantes en la gracia personal estriba en las volubles y enajenantes identidades colectivas (y en sus obsesiones con la lengua). El caso es que no pude evitar echar un vistazo a lo que este tipo pudiera decir sobre la identidad de la derecha.

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El juego escondido del poder dentro del rol social

Reflexiones sobre la influencia social: el experimento de la cárcel de Stanford.

Somos seres sociales. Es memorable el escrito de Aristóteles de su obra Política en la que se expone que el hombre que puede vivir de espalda a su polis es una bestia o un dios. Forma parte de las hipótesis evolutivas el considerar que solamente hizo posible la supervivencia humana el vivir en sociedad. La influencia social es obvia en el individuo desde sus primeros años de vida y formación hasta que puede empezar a cuestionársela a partir de su adolescencia.

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De fundaciones (como la Juan March) y otras aberraciones

Los ácratas, especialmente los de condición lúcidamente nihilista como el que suscribe, somos poco o nada dados a algo parecido al culto a la personalidad. Seguramente, nos excedemos, lo reconozco, ya que hay figuras históricas que merecen todo el reconocimiento. A propósito de esto, por cierto, una pequeña reflexión sobre eso tan extendido de «no juzgar la historia con la mentalidad del presente» (o algo parecido): se trata de una soberana estupidez. Es decir, claro que podemos comprender que muchas personas eran, sin más o en gran medida, producto de la mentalidad de su tiempo. Sin embargo, otras sí fueron capaces de enfrentarse a los valores imperantes y se manifestaron con fuerza, por ejemplo, en contra de la esclavitud o a favor de los derechos de las mujeres; a esos seres humanos, verdaderos sapiens que fuera capaces de echar por tierra la moral dominante (ya digo, un poco de nihilismo, por favor), es a los que habría que reconocer de la forma que sea, precisamente, para seguir avanzando en la actualidad hacia algo un poquito mejor. Por otro lado, hay también que recordarlo, valientes personas en algunos aspectos en diferentes épocas del pasado, se mostraron incapaces de trascender otras formas de afrontar la existencia que hoy consideramos insuficientes o directamente injustas. Vamos, lo que es la humanidad (y habría que aceptar que parte de ella va ser tendente a lo conservador y/o, directamente, al papanatismo más lamentable). En cualquier caso, se trata inevitablemente de observar y juzgar la historia, a poco que uno tenga verdaderas inquietudes morales e intelectuales, y eso si tenemos la esperanza de ir construyendo una sociedad preferible a esta que sufrimos. Y es que los que argumentan ese pobre lugar común de «no juzgar el pasado», o bien son algo perezosos a nivel mental, o bien redomados hipócritas que pretenden asentar valores reaccionarios en forma de monumentos o fundaciones. Y a eso voy en este inefable país llamado Reino de España.

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Algunos razonamientos para no espolvorear la esvástica

Hay otra cosilla que quería comentar, ahora que el genocidio va más despacio, y es el uso que se ha hecho –a veces, pocas, pero sí– del uso de banderas del Tercer Reich junto a la bandera del Estado de Israel, equiparándolas. A mí me parece que es una malísima idea en ambientes de izquierda y libertarios. Puede que bienintencionada, pero no me gusta naaaaada. Y os enumero algunos motivos.

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Sobre OKDiario y otros medios inicuos

Recientemente, ha habido un evento que celebraba el décimo aniversario de un diario llamado OKDiario con la asistencia exclusiva de políticos, junto a otros elementos económicos y mediáticos de la misma calaña, de derecha y ultraderecha (ya se sabe, tan parecidas ambas en este inefable país). Alguien se preguntará cómo es posible que un homo sapiens sapiens tan lúcido como el que suscribe, un ácrata con cierta pulsión agradecidamente nihilista, puede atender a semejante acto inicuo y mundano, que para mayor casposidad se celebró en la madrileña Plaza de Toros de Las Ventas. Veamos si me explico (que ya adelanto que sí, que lo haré de manera harto brillante). Ha sido inevitable recibir cierta información sobre la celebración en cuestión, la mayoría mostrando su repugnancia y no poco jolgorio sobre la profunda ineficacia del presentador contratado, un tipo creo que conocido, pero cuyo nombre no me apetece ahora buscar en Google, y la nula capacidad de dicción del director del medio, así como la de la muy irrisoria presidenta de la Comunidad de la capital del Reino (ambos, al parecer, algo achispados por la euforia). El mensaje fundamental fue combatir y destronar a Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno agarrado al poder de forma desesperada, y a sus satélites a la izquierda (parlamentaria) para, claro, promover la alianza entre derecha y ultraderecha (que vienen a ser la misma cosa en este indescriptible país).

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