Si, en otras ocasiones ya he aludido a una supuesta involución intelectual de la humanidad, al menos en estas sociedades que se dicen avanzadas. Inevitablemente, hoy tengo que continuar con la cantinela tratando de disipar las tinieblas de la mediocridad enmascaradas con luces navideñas (u otras el resto del año). Así, como parte lógica de ese proceso se encuentran diversos factores sintomáticos, entre ellos una especie de distorsión cognitiva alarmante, la ausencia de pensamiento crítico y la nula presencia de memoria histórica (o, al menos, aunque no sean del todo conciliables, de una memoria y visión histórica dignas). A poco que uno observe a su alrededor, encuentra todo tipo de evidencias sobre ello. Como razonable y razonada explicación, estoy muy de acuerdo con los (parece que pocos hoy los perspicaces) que sostienen que vivimos en una sociedad del espectáculo cada vez más exacerbada. Eso es, el permanente afán por mantenernos entretenidos mediante imágenes, cada vez más sofisticadas gracias a la tecnología, que nos impiden estar en contacto con la realidad. De hecho, mucho ha llovido desde que el bueno de Debord pronunció su lúcida teoría; ahora, es posible, que no solo una capa de imágenes enmascare la realidad, sino varias, unas sobre otras de la manera más estólida posibles. Sea como fuere, es tal vez mucho presuponer que algunos llamados cuestionablemente sapiens demanden estar en contacto con la realidad, o que al hacerlo tengan un comportamiento aceptablemente digno, pero perseveremos en nuestro voto de confianza en la humanidad. Dejaremos para otro momento disquisiciones filosóficas acerca de lo que es real, aunque tengamos claro lo que no lo es, al menos para millones de personas en el mundo que continúan viviendo en la indigencia.
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