Las próximas elecciones presidenciales ya se vislumbran en el futuro de Turquía. Quedan seis meses y las previsiones de reelección de Recep Erdogan no están nada claras. La situación económica y política de Turquía no andan en su mejor momento. Así que, si la coyuntura no ayuda, modifiquémosla. Si las condiciones de vida empeoran, si la libertad brilla por su ausencia cada vez más, habrá que jugar al patriotismo, eso siempre sirve. Y para el gobierno turco, jugar a inflamar el nacionalismo es apuntar a kurdos y a Grecia. Y así llevamos un tiempo. Hacia el oeste, las tensiones con Grecia llevan subiendo de tono desde hace meses. Disputas por las aguas territoriales, amenazas por el control de las islas del Egeo y una dantesca carrera en qué gobierno trata de forma más inhumana a los migrantes que intentan llegar a Europa. Tanto Erdogan como Mitsotakis (el derechista primer ministro griego) han visto un filón en estas tensiones. Que la cuerda no se tense demasiado es algo que no está claro que suceda.
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