Tengo una amiga, una excelente y honesta historiadora, que no le gusta nada el concepto de «memoria histórica», que para ella vendría a ser poco menos que un oxímoron. Si lo he entendido bien, piensa que una cosa es la historia o historiografía y otra muy diferente es la memoria, más tendente a la subjetividad por motivos obvios. No está nada mal dicha aclaración, dada la acaparación de ambas cosas por intereses políticos, pero me temo que los que lo hacen les interesan más bien poco las sutilezas (y, todavía menos, la honestidad). De hecho, la actual polarización ideológica (por llamarla de algún modo, ya que «ideas» más bien pocas) conduce a que unos, el bando progre, hinchen el pecho de orgullo al mencionar el vocablo memoria a veces etiquetada de algo grandilocuente, mientras que otros, el bando conservador-reaccionario, suele ser partidario de la amnesia colectiva (la derechita cobarde), en el mejor de los casos, o bien directamente de reivindicar la ignominia histórica en este inefable país (la derechista abiertamente ultra). Los anarquistas, aparentemente una minoría hoy en día, aunque muy enérgica, no lo tenemos fácil ante esto de la memoria y la historia. De hecho, dado el muy repulsivo facherío todavía muy vivo en este inefable país, podría resulta tentador adherirse (al menos, de forma crítica y condicional) a la campaña de este gobierno tan progresista, cuando se cumplen 50 años de la muerte del matarife dictador, justificado en lo que se quiere llamar nada menos que Memoria Democrática y con el lema, todavía más distorsionador, de «España en libertad. 50 años». ¿Se nos quiere hacer creer que el franquismo acabó hace medio siglo?. No ya que hubiera un proceso de Transacción (perdón, Transición), sino que con la muerte del cruel caudillo en la cama, nos llegó la libertad por generación espontánea. En fin, la manipulación tiene todavía una vuelta de tuerca. Claro que, como la derecha gobernará más temprano que tarde, muchos dirán que más vale que nos conformemos con esto, aunque la visión histórica sea de una puerilidad que tumba de espaldas.
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