Hay personas que confunden la crítica, en mi caso, tan feroz como razonada, con una suerte de censura, motivos ocultos, manía antialgo e incluso, abundaremos en ello más adelante, con una persecución represiva y violenta. Voy a dedicar mi (sobradamente) lúcida columna de hoy, como se ve en el título, a una cuestión religiosa muy concreta, pero extiendo el razonamiento a cualquier otro ámbito. Insisto, cuando uno se muestra razonable y radicalmente crítico, algo que me parece indispensable para el avance hacia alguna parte (vamos a presuponer que es hacia adelante), gran parte del personal tuerce el morro y se queda observando el dedo que señala sin atender a argumentos sólidos ni profundización alguna. Es una tendencia obvia, del ser humano, el acomodo intelectual (y moral), y la clase dirigente siempre se aprovechará de ello con discursos básicos, vacuos o manidos, si no directamente falacias. Es más, creo que el autoritarismo y la violencia están tan arraigados en el vulgo que, como ya insinué al principio, si uno se declara sin ambages anticlerical inmediatamente muchos lo identifican con comerse a los curas y quemar iglesias. En otras palabras, que si te muestras contrario a una determinada organización, y a la clase mediadora (por lo tanto, autoritaria) que la sustenta, seguro que eres un elemento violento.
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Sobre una tal Teresa de Calcuta
Escucho que a un cretino de Vox se le llevan los demonios porque alguien ha llamado «mal bicho» a la muy alabada, y también criticada, Teresa de Calcuta. Es lo que tiene ser un facha acrítico (valgo el pleonasmo). Resulta curioso que este personaje haya quedado en el imaginario popular, e incluso en el lenguaje, como sinónimo de realizar «buenas obras», incluso de manera exacerbada. Es decir, que si te muestras excesivamente genero o altruista, viene alguien a decir que eres «una Teresa de Calcuta». Veamos si podemos aportar algo de lucidez a toda esta distorsión moral a la que es tan proclive, en ocasiones, la bendita humanidad. Hay que recordar, y tal vez venga al caso, que la India es un país con un tremendo e irritante apego por las creencias sobrenaturales. De hecho, tengo unos vecinos originarios de aquellas tierras, gente tremendamente modesta, y hay que ver en las pelotudeces en las que creen. Tal vez, el viejo Marx, tan equivocado en otros terrenos, no andaba desencaminado cuando señaló que las creencias religiosas eran un consuelo del sufrimiento de los humildes en el mundo terrenal (el famoso «opio», tan malentendido por otra parte). Mis conocidos hindúes adoran a no sé qué deidad con forma de elefante y alguien dirá que no hacen daño a nadie y así nos echamos unas risas, pero me permito dudarlo, aunque solo sea por el tiempo que se pierde en tonterías.
Seguir leyendo Sobre una tal Teresa de CalcutaAdios a Dios (y a cualquier otro concepto absoluto)
Como creo que ya he manifestado en alguna de estas magníficas columnas que pongo negro sobre blanco, tengo la (no siempre) sana costumbre de leer y escuchar a gente de todo pelaje. Sé que es una botarate tendencia del ser humano la de solo atender a lo que pueda confirmar sus creencias, pero no es mi caso. Precisamente, como uno es un lúcido ácrata de tendencias nihilistas, se deja guiar por su curiosidad, escepticismo, crítica e incredulidad para ir dando forma a un pensamiento exento de dogmas, ya que el compromiso con los valores, quizá de forma solo aparentemente paradójica, se muestra más sólido desde posiciones no absolutistas y enarbolando una pequeña bandera (figurada, of course!) nihilista. Y, por mucha tabarra que nos den algunos, la historia y el pensamiento ayudan sobremanera a llegar a estas conclusiones. El caso que los intelectuales reaccionarios (valga el oxímoron), vertiente católica, son muy, muy pesaditos nombrando hasta el hastío al escritor y filósofo Chesterton. A este fulano se la atribuye una frase, que sus seguidores fundamentalistas no dejan de repetir hasta la saciedad con orgullo algo estólido; algo así como que, si el ser humano deja de creer en Dios, acaba creyendo en cualquier cosa.
Seguir leyendo Adios a Dios (y a cualquier otro concepto absoluto)El materialismo de Bakunin o el verdadero idealismo
¿Cómo entendía Bakunin el materialismo? Es habitual en la historia considerar a Marx el pensador materialista por antonomasia. Pero, ¿dónde reside la originalidad en el pensamiento del ruso respecto a un término acaparado por el poderoso teórico alemán?
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El ateísmo de Emma Goldman
En un breve ensayo, recopilado por Christopher Hitchens en el libro Dios no existe (The Portable Atheist), Emma Goldman nos habla de su filosofía del ateísmo. Echemos un vistazo a las magníficas píldoras contra la religión, la creencia teísta y contra todo absolutismo que contiene el texto.
El espejismo de Dios
Richard Dawkins es un reconocido científico, el cual se considera ateo, humanista y escéptico. Una de sus más conocidas obras, y conscientemente controvertida, es El espejismo de Dios (The God Delusion), publicada en 2006, en la que afirma la irracionalidad de la creencia en deidad alguna y el gran daño que la religión produce a la sociedad. Es un libro, en palabras de su autor, escrito para todas aquellas personas educadas Seguir leyendo El espejismo de Dios
«Adios, Chueca», el activismo y la memoria de Shangay Lily
Shangay Lily, desgraciadamente desaparecido de forma temprana en 2016, fue una de las figuras más relevantes del mundo gay, tanto a nivel artístico como político y reivindicativo. Este libro, Adios, Chueca. Memorias del gaypitalismo: la creación de la «marca gay», es un legado de su activismo social, de su ausencia de acomodo y de conservadurismo, así como de su profunda disidencia frente al devenir del mundo gay de los últimos años.
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«Diccionario de ateos», de Sylvain Maréchal
Sylvain Maréchal:
Diccionario de ateos
(Laetoli, Pamplona 2013). 365 páginas.
Sylvain Maréchal (1750-1803) fue un periodista, ensayista, filósofo, poeta y activista en una época tumultuosa marcada por la Revolución francesa; se le ha considerado un precursor del socialismo y del anarquismo Seguir leyendo «Diccionario de ateos», de Sylvain Maréchal
Reflexiones sobre el librepensamiento
Si el librepensamiento, en sus orígenes, consistía en el cuestionamiento de una serie de creencias preestablecidas, así como de todo tipo de autoridad espiritual, hoy esta definición podría ser similar, pero hay que extenderla de modo amplio. Es decir, no se puede simplemente alabar al librepensador de hace siglos, pretender ser como él en la actualidad, y no tardar en inaugurar nuevos dogmas y doctrinas establecidas. Para ser librepensador, o para tratar de serlo (mucho mejor dicho, ya que es tal vez una aspiración y tendencia más que una realidad firme) hay que cuestionar toda afirmación instituida, buscar la verificación, indagar mediante una actitud racional, dejar atrás la tradición y la autoridad, abandonar la abstracción para enfrentarnos a una realidad concreta. Por supuesto, la herramienta imprescindible a priori es la duda; no se trata de un escepticismo también dogmático impuesto sobre todo lo que se nos ponga delante, sino una duda que abra la puerta a la crítica de toda afirmación y posibilite un cambio amplio para el conocimiento.
Seguir leyendo Reflexiones sobre el librepensamientoLos idolos no tienen ocaso
En el mundo —dice Federico Nietzsche en el prólogo del libro El Ocaso de los Ídolos— hay más ídolos que realidades. ¡Cuánta verdad, que digo, belicosidad hay en esta frase! Me atrevo a decir que quizás esto sea lo más sensato que se ha dicho en occidente. Por lo general lo más importante, lo más valioso, es lo que menos atención recibe del ser humano. Me asalta de repente esta cuestión: ¿Habrá algo más valioso que la vida?
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