Hace unos años, un libro resultó muy vendido (vamos a presuponer que, también, muy leído) con ese pretencioso título, Sapiens. De animales a dioses. El autor era un tipo israelí, creo que historiador, Yuval Noah Harari. El caso es que, recientemente, alguien que me aprecia me regaló la obra y uno, a pesar de la desconfianza manifiesta hacia todo best-seller en la sociedad del consumo fácil, tiene la sana costumbre devorar toda lectura que cae en sus manos. Veamos. La tesis central del libro es que el homo sapiens acabó dominando el mundo gracias a su capacidad para crear grandes ficciones (léase mitos como los dioses, las naciones o incluso el dinero) y hacer que gran número de personas crean en ellas para crear estructuras sociales de todo tipo. No todas esas estructuras nos gustan, por supuesto, pero podríamos interpretar que cualquier sociedad es posible si nos empeñamos en que lo que mueva al mundo sea algo medianamente decente (no es el caso actual). Hay también en la obra de Harari algunos lugares comunes, como el hecho de que el llamado homo sapiens ha acabado devastando a su paso a otras especies en el momento en que llegó la agricultura, los asentamientos y se reprodujo de manera indiscriminada. Uno se pregunta cómo es posible que fanáticos en la actualidad adviertan sobre los peligros de la falta de natalidad, sustentada principalmente en esa estupidez de la puesta en peligro de la familia tradicional, cuando sobra gente por todos lados y no todo el mundo tiene unas condiciones dignas de existencia. Se trata de que los que estamos vivamos mejor, no de que sigamos trayendo desgraciados a este cuestionable mundo. Pero, volvamos con la obra en cuestión.
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