En este país es imposible beberse un litro de cubalibre tranquilo, sin que algún alcohólico en la mesa de al lado hable a grito pelado, manifestando claramente que él está allí, que existe, que lo que dice es importante, y que tiene sensación de impunidad. Esta mañana el discurso de un pelagatos de esos, iba de que está harto de confinamiento, que es una cabronada que el Gobierno nos limite de este modo, que no poder salir, ni reunirse, ni pasarlo en el bar hasta las tantas le está afectando sicológicamente (¡JA!). Y no me pude resistir. Porque este mismo tipo es de los que va diciendo que las cárceles españolas son hoteles de lujo en donde los presos tienen bibliotecas, piscinas, gimnasios, terapeutas y siquiatras a su disposición las 24 horas del día. Inicié el diálogo diciéndole «tú lo que eres es imbécil y un cretino pedazo de cabrón de mierda» y se puso como loco siendo imposible llevar a cabo un intercambio sereno de opiniones. Eso es lo que pasa con los fanáticos, que es imposible hablar con ellos, y que te lanzan escupitajos víricos.
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