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ISRAEL OCUPACIÓN PALESTINA

Israel siembra muerte en la Palestina ocupada: La ocupación que no importa a la comunidad internacional

Hace dos meses, cuando Vladimir Putin anunció la invasión de Ucrania, la comunidad internacional, de manera casi unánime, se escandalizó. Y con razón. Desde entonces, el ejército ruso controla distintos territorios del Este y Sur de Ucrania, ha provocado centenares de muertes de civiles y el desplazamiento – interno y exterior – de millones de personas. De la noche a la mañana, las ucranianas se han visto sometidas por una fuerza extranjera, que mata a quienes se le resistan y anexiona sus tierras a un Estado del que no se consideran propios.

Esta situación, sin duda, es terrible. Y, por una vez, parece que hay una mayoría de personas en el mundo que así lo entienden. Gobiernos de todos los colores han hecho declaraciones contra Putin y han impuesto duras sanciones contra el pueblo ruso; Estados tanto liberales, como autoritarios e incluso otros con elementos socialistas han condenado la invasión; anarquistas, pacifistas y activistas de todo el mundo se han manifestado contra la guerra de Putin; y organizaciones indígenas como el EZLN han publicado comunicados condenando al ejército ruso.

Sin embargo, si hablamos de la ocupación del Estado de Israel sobre el territorio palestino e intentamos trazar una analogía con lo que sucede en Ucrania, el discurso cambia por completo. Pese a que Israel no respeta la legalidad internacional y ha desobedecido cualquier resolución de la ONU sobre los asentamientos ilegales desde 1967, la comunidad internacional enmudece ante una ocupación que se lleva produciendo desde 1948(1).

Lejos de destensarse la situación en Palestina con el paso de los años, la cosa va empeorando. En el mes de mayo de 2021, según un informe de la ONU de 25 de marzo de 2022, el ejército israelí mató a 261 palestinos – al menos 130 eran civiles y 67 eran niños – en Gaza y aplicó castigos colectivos en Jerusalén Este(2). Asimismo, la policía israelí acabó con la vida de 74 personas – 17 de ellos niños – y tildó de “organizaciones terroristas” a seis prominentes ONGs palestinas.

Un año después, el mes de abril de 2022 ha sido otro de extraordinaria violencia en la Palestina ocupada. Según la Oficina de la ONU para la coordinación de Asuntos Humanitarios, en la primera quincena de abril murieron 18 palestinos, después de que el primer ministro israelí, Naftali Bennett, diera la orden al ejército de librar una guerra contra el “terrorismo”. También ha coincidido con la publicación de un informe de Amnistía Internacional que detalla “cómo Israel impone un sistema de opresión y dominación a la población palestina en los lugares donde tiene el control de los derechos de ésta” y, por primera vez, define el régimen israelí como uno de Apartheid. Esto abarca a los palestinos y palestinas que viven en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados y también a la población refugiada desplazada en otros países, según la ONG.

Descarga del Informe de Amnistía Internacional en PDF.

Estos datos se traducen en que, al cierre de esta edición, el número de palestinos muertos en lo que va de 2022 asciende a 48cinco veces más que en el mismo periodo de tiempo en 2021, antes de las matanzas que se produjeron en mayo –. Entre las víctimas de los últimos días se encuentra Ghada Ibrahim Sabatien, madre de seis criaturas que fue disparada pese a encontrarse desarmada por acercarse a soldados, o Muhammad Assaf, un abogado que llevaba a su sobrino al colegio y que se llevó un tiro en el cuello por pararse a observar una intervención militar. Decenas de nombres, tras los cuales se encuentran personas a las que les han arrebatado la vida, que no caben en estas páginas.

Frente a las acciones del régimen israelí, grupos activistas como la campaña BDS (boicot, desinversiones y sanciones) proponen forzar el cambio mediante la presión popular internacional al Estado de Israel. Y es aquí donde los distintos Estados del mundo nos muestran su tremenda hipocresía: la propuesta es la misma que los países de la UE y EEUU están implementando actualmente contra Rusia (las sanciones), pero se niegan a obligar a Israel a acatar la legalidad internacional con ellas porque “no es justo” para el pueblo israelí (como si fuera justo que el pueblo ruso sufra las sanciones por lo que hace su Estado), o porque “no son efectivas”. Y, de esta manera, el régimen de Apartheid israelí se perpetua.

Y es que, como apunta una declaración del Comité Palestino BDS, «la cálida bienvenida de los países del Occidente a las persona ucranianas, contrasta fuertemente con la forma en que estos países han tratado a las personas morenas y negras que llegan a sus costas y fronteras pidiendo asilo. Por el contrario, son tratadas con racismo y bloqueadas con muros para evitar su ingreso, mueren ahogadas en los duros trayectos, y se ven forzadas a separarse de sus familias. Esta misma intolerancia y  maltrato han tenido que experimentar las personas no blancas de Ucrania que buscan refugio. Este doble estándar de los países del Occidente es doloroso, irritante y humillante para los pueblos del Sur Global, incluido el pueblo palestino. Después de todo, el régimen de apartheid, ocupación militar y colonialismo que Israel ha ejercido por décadas contra la población palestina, es armado, financiado, protegido y mantenido impune por los mismos países del Occidente-particularmente Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea-que hoy promueven sanciones contra Rusia y acogen con los brazos abiertos a las personas refugiadas de Ucrania.  

Insistiendo en la igualdad del valor de todos los seres humanos y de sus derechos inalienables, el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), realiza campañas para terminar con la complicidad con el régimen de opresión de Israel que niega la libertad, la justicia y la igualdad a la sociedad civil palestina. El reverendo Martin Luther King Jr. describió una vez los boicots por la justicia racial como «retirar… la cooperación con un sistema malvado». De hecho, el BDS está presionando a los Estados, a las empresas y a las instituciones para que pongan fin a su cooperación directa e indirecta con el régimen de Israel, que está matando, limpiando étnicamente, negando derecho a regresar a casa de miles de personas palestinas refugiadas, encarcelando, robando tierras tierra, asfixiando en bantustanes cada vez más pequeños y asediando a dos millones de personas palestinas en el campo de prisioneros al aire libre de Gaza. Claramente la Nakba aún no termina. 

Como movimiento antirracista y no violento, que defiende los Derechos Humanos, el BDS ha generado sistemáticamente campañas de boicot a las empresas e instituciones por su complicidad, no por su identidad. El BDS no se dirige a individuos ordinarios, incluso si están afiliados a instituciones cómplices. 

Los actuales boicots occidentales, que se imponen a Rusia, que se basa en su identidad o en sus opiniones políticas son, por tanto, antitéticos ante los principios éticos del movimiento de BDS. Los principales medios de comunicación occidentales, incluido un artículo sorprendentemente justo del New York Times, han comenzado a develar este hecho, comparando favorablemente el boicot «mucho más sofisticado», institucional y basado en la complicidad que ejerce el movimiento BDS a Israel, con los boicots alarmantemente xenófobos, basados en la identidad y macartistas que hoy los Estados del Occidente están ejerciendo contra la sociedad Rusa. 

Estas medidas, fomentadas por unos medios de comunicación Occidentales profundamente racistas, chovinistas y tendenciosos, han incluido el boicot a las películas rusas, a las figuras culturales (incluidos Tchaikovsky y Dostoevsky, ¡que murieron a finales del siglo XIX!), a los académicos (excepto a los que denuncian públicamente la invasión) e incluso a los gatos rusos. Un profesor de «ética» médica de Nueva York instó a las empresas farmacéuticas a dejar de vender medicamentos a Rusia diciendo: «Hay que pellizcar al pueblo ruso… con productos que utilizan para mantener su bienestar. La guerra es así de cruel». Un hospital de Alemania -un Estado que defiende el apartheid israelí, que se caracteriza por un racismo anti-palestino y por macartismo anti-BDS-ha anunciado que dejará de recibir pacientes rusos, en una vergonzosa violación del juramento hipocrático

La hipocresía Occidental ha infectado a las instituciones internacionales dominadas por el mismo Occidente. La FIFA, el Comité Olímpico Internacional, la UEFA, Eurovisión, el masivo programa de investigación académica de la UE, Horizon, entre otros, han rechazado durante años las demandas del BDS de excluir al apartheid israelí, bajo el fundamento de que «el deporte está por encima de la política», «la investigación académica está por encima de la política» y «el arte está ciertamente por encima de la política». Más aún, atletas que han solidarizado públicamente con la sociedad civil palestina, han sido fuertemente multados e incluso desplazados durante muchos años, mientras que atletas y equipos nacionales que boicotean a Rusia en solidaridad con Ucrania han sido activamente alentados y recompensados por los mismos organismos deportivos. Ante esta realidad, algunos reconocidos deportistas árabes han comenzado a denunciar valientemente esta hipocresía y doble estándar. 

La Corte Penal Internacional (CPI) desperdició años de disputas antes de abrir finalmente una investigación (que aún no ha dado ningún paso concreto) sobre los crímenes israelíes contra el pueblo palestino, incluida la masacre de Israel en Gaza en 2014, que mató en pocas semanas a más de 500 niños y niñas palestinas. Sorprendentemente-y por el contrario de las acciones de la CPI ante los vejámenes que vive la población palestina- días después de la invasión rusa, la CPI rápidamente comenzó un proceso para abrir una investigación.

La hipocresía y la rapidez con la que todas las entidades dominadas por Occidente boicotearon, expulsaron y sancionaron de uno u otro modo a Rusia y a la ciudadanía rusa, envían un mensaje claramente racista a los palestinos, yemeníes, iraquíes, afganos y muchos otros, de que sus vidas y derechos como personas de color no cuentan. Irónicamente, estos hechos y declaraciones que los justifican, desvalidan los argumentos anti-BDS que por 17 años Israel y los países del Occidente han propagado con el objetivo frustrar las campañas en búsqueda de justicia. 

A pesar de que la justificación para no realizar BDS a Israel ha sido por décadas que «los negocios están por encima de la política», hoy vemos que de repente cientos de empresas occidentales han puesto fin a todos los negocios en Rusia para protestar por la invasión de Ucrania, pero ninguna de ellas ha condenado las salvajes y mortíferas invasiones estadounidenses de Iraq y Afganistán. Por ejemplo, McDonald’s mantiene una sucursal en la Bahía de Guantánamo, el campo de tortura más grande del mundo. Otras de estas empresas, como HP, Hyundai, Caterpillar, General Mills y Puma, han estado bajo la mira del movimiento BDS por su apoyo activo a la ocupación militar y el régimen de apartheid israelí. Airbnb, que se retiró de Rusia a los pocos días de iniciarse la invasión, sigue promoviendo anuncios en asentamientos ilegales israelíes construidos en tierras palestinas robadas, lo que constituye un crimen de guerra. 

También es fundamental aclarar la legalidad y la moralidad de las sanciones. Los Estados y las organizaciones interestatales pueden imponer sanciones con la condición de que éstas tengan por objeto poner fin a violaciones graves del derecho internacional, como la agresión, la anexión, la dominación colonial, o el apartheid, sin discernir entre los Estados perpetradores. Para ser legales, las sanciones deben respetar los Derechos Humanos fundamentales y las obligaciones humanitarias, y ser proporcionales a la gravedad de la violación. Sin embargo, las sanciones impuestas por Estados Unidos se han aplicado de forma selectiva para favorecer los intereses geopolíticos y, cuando se dirigen a Estados del Sur Global en particular, han sido diseñadas en su mayoría para devastar a la gente corriente con el fin de lograr, en última instancia, un «cambio de régimen». En algunos casos, como el de Irak, estas sanciones han tenido resultados genocidas. 

Por el contrario, el BDS, y con él la sociedad civil palestina, pide sanciones selectivas, proporcionales y legales que tengan como objetivo acabar con el sistema opresivo de apartheid, colonialismo y ocupación de Israel, sin perjudicar a la gente corriente. Esto incluye un amplio embargo militar y de seguridad, cortar los vínculos financieros con los bancos que financian el apartheid y los asentamientos, y expulsar al apartheid israelí de los Juegos Olímpicos, la FIFA, Horizonte y otros organismos internacionales. Por otro lado, cortar el suministro de alimentos, medicinas y otros bienes básicos, como suelen hacer las sanciones de Estados Unidos, nunca puede justificarse moral o legalmente«.

Todo por hacer

1.-Para más información sobre la historia de la ocupación israelí de Palestina, nos remitimos a nuestro artículo “Crónicas del Apartheid y de la Guerra”.
2.-Sobre las brutales matanzas perpetradas por Israel en Jerusalén Este y Gaza en mayo de 2021, recomendamos nuestro artículo “Limpieza étnica en Sheikh Jarrah y bombardeos israelíes sobre Gaza”.

El mundo al borde del abismo: Causas de la invasión rusa a Ucrania que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial

Empecemos dejando clara una obviedad: la invasión de Ucrania a manos de Rusia es una agresión imperialista, infame e injustificada, como lo fue la invasión de Estados Unidos de Irak y Afganistán, como lo es la ocupación israelí de Palestina o la marroquí del Sáhara Occidental.

Ahora bien, el hecho de que esta guerra carezca de justificación, no quiere decir que la explicación de sus causas sea sencilla. Los medios occidentales se limitan a atribuirla a la maldad innata de Vladimir Putin, pero de sobra sabemos que estos análisis simplistas que rezuman a propaganda, lejos de acercarnos a la verdad, nos confunden y alejan de ella. Y es que, como siempre, la realidad es compleja, llena de matices y difícil de condensar.

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Aprendizaje-Racionalidad-Inteligencia-Librepensamiento-Acracia

El mito del libre albedrío

En este blog, ya hemos abordado el concepto del libre albedrío, basado en una supuesta voluntad libre del individuo, que ya señalamos como una fantasía y un concepto reduccionista proveniente de la tradición religiosa; la libertad humana es algo comlejo y apasionante, pero la vida social está sujeta a tantos condicionantes, máxime en una sociedad jerarquizada y muy mediática, con tantos intereses, que quien no ponga en cuestión sus actos y creencias resulta alguien más bien pobre y determinado.

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Estrategias y luchas anarquistas contra la guerra en Ucrania y Rusia

El pasado 24 de febrero, el gobierno ruso de Vladimir Putin decidió invadir Ucrania. De esta manera, cumplió con las nada veladas amenazas que contenía su discurso del día 21 de febrero, el cual, rebosante de anticomunismo, culpó a Lenin y a los bolcheviques de los males de Rusia, de la reducción de su territorio y de su poder y les acusó de crear artificialmente Ucrania como entidad separada. En consonancia con la tradicional narrativa nacionalista-imperialista de la Gran Rusia, el comunismo supuso la destrucción de la nación rusa, en palabras de Putin. Y esto justificaría, décadas después, una invasión al país vecino, el cual no tiene derecho a existir.

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RUSIA UCRANIA GUERRA

La OTAN, Rusia y Ucrania: una glosa impertinente

Mucho me hubiera gustado que estas líneas viesen la luz en alguno de esos periódicos que, en Madrid o en Barcelona, tiempo atrás me hacían algún hueco. No es así –entiendo yo- porque nuestro panorama mediático se ha ido cerrando de tal manera que impide considerar determinadas materias y defender determinadas posiciones. De resultas, y en relación con lo que ocurre en Ucrania en estas horas, televisiones, radios y periódicos, con la inestimable colaboración de esa plaga contemporánea que son nuestros tertulianos, prefieren reproducir una vez más ese cuento de hadas que nos habla del coraje de unas potencias, las occidentales, que habrían acudido en socorro de un pequeño país para hacer frente a la barbarie moscovita.

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Europa al borde del abismo: De la Nueva Guerra Fría a un paso de la Tercera Guerra Mundial entre la OTAN, Ucrania y Rusia

«La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran» – Paul Valéry

No resulta fácil hablar del conflicto que se ha dado en las últimas semanas en la frontera ruso-ucraniana, dado que se trata de una región de la que, en pocas ocasiones, nos llegan noticias y de la que no se nos enseña, en profundidad, su historia. Los medios occidentales, como siempre, achacan todos los problemas a la maldad innata de Vladimir Putin, no dejándole más remedio a la OTAN que intervenir, pero de sobra sabemos que estos análisis simplistas que rezuman a propaganda, lejos de acercarnos a la verdad, nos confunden y alejan de ella.

Breve historia de Ucrania y Rusia

Para entender el origen del conflicto, Pere Ortega (Centre Delàs d’Estudis per la Pau) propone en un artículo de El Salto analizar las turbulencias históricas que ha atravesado Ucrania en su historia. No debemos olvidar que Ucrania y Rusia son dos países que se han encontrado unidos desde su creación[1], si bien Ortega no se remonta tanto y comienza su análisis con las hambrunas de 1932 –producidas después de que Stalin confiscara las cosechas ucranianas, matando de hambre a millones de personas y deportando a diversas minorías– como origen del gran resentimiento entre la población ucraniana hacia Rusia. Esto desencadenó, durante la Segunda Guerra Mundial, un colaboracionismo entre grupos nacionalistas ucranianos con los ejércitos de la Alemania nazi para exterminar a millones de prorrusos. Finalizada la contienda, la población tártara de Crimea fue desplazada por colaborar con el nazismo y la zona fue repoblada por población rusa, que a día de hoy permanece allí, manteniendo intactas sus tradiciones. Unos años después, en 1954, Nikita Jrushchov decidió regalar de forma arbitraria Crimea a Ucrania, sin pensar que algún día la URSS podía colapsar y desintegrarse y que Ucrania se convertiría en una república independiente.

La expansión de la OTAN hacia el Este

Desde la caída de la URSS, la obsesión de Estados Unidos siempre ha sido expandirse hacia el Este europeo. Una maniobra que, si ocurriera en su patio trasero, jamás la toleraría[2]. El periodista John Wojcik explica en un artículo en People’s World que en 1999, la OTAN—contraviniendo las promesas realizadas tras el fin de la Guerra Fría—inició su propia “invasión”, expandiéndose a Polonia y la República Checa. Rusia, hundida económicamente, no pudo reaccionar. Esta debilidad propició que en 2004 vieran vía libre para asentarse en las repúblicas bálticas de Estonia, Lituania y Letonia (antiguas repúblicas soviéticas).

El hecho de que muchos de estos gobiernos no respetan los derechos humanos, han ilegalizado a sus Partidos Comunistas y prohibido enseñar el papel que sus Estados mantuvieron durante el Holocausto –lo cual es absolutamente ilegal, de acuerdo con la legislación de la UE– no parece importar a Occidente.

En abril de 2008 se celebró la Cumbre de Bucarest, en la cual la OTAN inició conversaciones para que Ucrania y Georgia formaran parte de la alianza en un futuro no muy lejano. Unos meses después, en agosto de 2008, un envalentonado Saakashvili, presidente nacionalista de Georgia, se lanzó a conquistar el enclave de Osetia del Sur, independiente de facto desde 1992, y a reclamarlo como propio. El senador estadounidense John McCain viajó hasta Georgia para apoyarle. La operación militar se tradujo en la muerte de unos 2.000 civiles y en el desplazamiento de 158.000 refugiados. El ejército ruso intervino y frenó el intento de invasión –matando a unos 3.000 militares georgianos y unos 180 civiles– entendiendo que se trataba de una maniobra de Occidente para aislar a su país y tomar control de una región estratégica rica en materias primas.

Países europeos de la OTAN (extraído de NPR)

El Euromaidán (2013-2014)

De aquí damos un paso de gigante a los años 2013 y 2014, cuando se producen las protestas del Euromaidán –la denominada Revolución de la Dignidad–, impulsadas por Estados Unidos, la Unión Europea, el grupo ultra-nacionalista de ultraderecha Pravy Sektor, el partido fascista Svoboda y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Dichas movilizaciones comenzaron en noviembre de 2013, en la Plaza del Maidán[3], después de que el presidente prorruso Yanukóvich suspendiera el Acuerdo de Libre Comercio con la UE. La diferencia en los apoyos brindados a los manifestantes nos muestra la profunda división de la sociedad ucraniana: en Kiev y el oeste de Ucrania más del 75% de la población estaba de acuerdo con integrarse con la UE, mientras que en el este y en Crimea las partidarias de esta idea no llegaban ni al 20%, pues preferían crear una unión aduanera con Rusia.

En diciembre de 2013, de nuevo, el senador estadounidense John McCain viajó a la Plaza del Maidán para mostrar su apoyo a los manifestantes y pedirles que no cesaran en sus esfuerzos por aislar a Rusia y abrazar a Occidente. Y así lo hicieron, con protestas cada vez más violentas, tras una escalada de agresividad que comenzó en enero de 2014, que terminaron por saldarse con 82 manifestantes y 7 policías muertos (la mayoría en el mes de febrero) y unos 140 encarcelados. A finales de febrero, Yanukóvich y la oposición llegan a un acuerdo, con la mediación de tres ministros de Exteriores de la UE (Radosław Sikorski, de Polonia, Laurent Fabius de Francia y Frank-Walter Steinmeier de Alemania) para formar un gobierno de coalición, elecciones anticipadas y volver a la Constitución de 2004 para frenar la violencia. Sin embargo, Yanukóvich no ratificó los acuerdos y huyó del país.

El Euromaidán terminó por forzar la destitución de Yanukóvich, el establecimiento de un gobierno interino de extrema derecha y, tras la celebración de unas elecciones que fueron boicoteadas en las regiones prorrusas, comenzó la presidencia del millonario Poroshenko, quien dio pasos para acercarse a la UE y a EEUU –el entonces vicepresidente Joe Biden viajó a Kiev para apoyarle–. Según el periódico anarquista ucraniano Assembly, “el nuevo régimen no inició reformas anti-sociales, sino que profundizó en las que habían comenzado tiempo antes. Aumentó la desigualdad entre clases sociales y términos como “capitalismo”, “neoliberalismo” y “nacionalismo” han cobrado una nueva importancia en Ucrania”.

El cambio de gobierno, asimismo, conllevó la ilegalización del Partido Comunista de Ucrania y otras formaciones de izquierdas, así como la pérdida de la cooficialidad del idioma ruso, afectando a un 40% de rusoparlantes en el país, así como a las minorías húngaras y rumanas.

La anexión de Crimea y la Guerra del Donbás

Rusia no se quedó de brazos cruzados durante el Euromaidán, sobre todo teniendo en cuenta que la región oriental del Donbás (Luganks y Donnetsk) y el sur de Ucrania, junto a Crimea, son de población mayoritaria rusa. Además, en Crimea, Rusia tiene en Sebastopol una base militar vital para los intereses de su armada desde donde tiene acceso al Mediterráneo. Por ello, en marzo de 2014 Rusia decidió “anexarse” Crimea (donde el 90% de la población es rusa), lo cual no requirió una invasión, sino únicamente bloquear las fronteras y establecer checkpoints.

Esta anexión supuso una violación del Memorándum de Budapest, en el que en 1994 el presidente ruso Yeltsin se comprometió a respetar la soberanía ucraniana a cambio de su desnuclearización. Pero se debe recordar que la OTAN hizo lo mismo en Kosovo y EEUU en Iraq. Por tanto, es de un enorme cinismo acusar a Rusia de violar la legalidad cuando EEUU lo ha hecho en innumerables ocasiones en el pasado.

Por su parte, en las regiones del Donbás, las manifestantes contra el nuevo gobierno fueron en aumento, con invasiones de edificios oficiales para retirar banderas ucranianas e izar la rusa. A principios de abril de 2014 se proclamaron las Repúblicas Populares de Donetsk y Járkov. El ejército ucraniano respondió mediante el uso de la fuerza y poco después estalló una guerra entre milicias prorrusas y el ejército regular ucraniano, del cual numerosas unidades se encuentran bajo el control de grupos fascistas y neonazis, como lo es el Batallón Azov.

Neonazis del Batallón Azov, integrados en el ejército ucraniano

Dicha guerra no ha terminado a día de hoy, si bien en el momento en el que escribimos estas líneas se encuentra en un alto el fuego. Se calcula que en la misma han intervenido 64.000 soldados del ejército ucraniano –de los cuales han fallecido o resultado heridos unos 4.150– y unos 45.000 milicianos de las Repúblicas Populares de Luganks y Donnetsk, así como del pseudoestado conocido como Nueva Rusia –con unas 5.700 bajas–.

Por tanto, afirmar que en Ucrania «podría estallar una guerra» supone ignorar el hecho de que la región lleva en guerra desde hace más de 7 años. La amenaza actual consistiría, así, en la escalada del conflicto y/o la entrada de nuevos actores internacionales.

Los acercamientos de Ucrania a la OTAN

En el año 2017, Ucrania volvió a solicitar formalmente entrar en la OTAN. Y, después de que en 2019 ganara las elecciones el derechista Zelensky –de familia rusoparlante, pero ferviente nacionalista ucranio– sus esfuerzos por formar parte de la alianza han ido en aumento.

Pero esto, desde luego, no se ve con buenos ojos por parte de Putin. Al fin y al cabo, no es lo mismo que las pequeñas repúblicas bálticas se unan a la OTAN, a que lo haga un país con el que comparte 2.300 kilómetros de frontera y en el que buena parte de sus habitantes son cultural e idiomáticamente rusos. Y esto es algo que, curiosamente, han entendido Francia y Alemania, que nunca han estado de acuerdo con que Ucrania se incorporara a la alianza, precisamente para no inquietar a Rusia.

Explica Miguel Vázquez Liñán en El Salto sobre los miedos de Putin que «para el Kremlin, la Federación Rusa se encuentra rodeada de enemigos que trabajan con ahínco para conseguir desmembrar el país, enemigos que temen a una Rusia fuerte y unida (el nombre del partido de Putin, Rusia Unida, no es casual) que juegue un papel de liderazgo en las relaciones internacionales. Desde esta perspectiva, la oposición política no sería más que la prolongación de esos enemigos en el interior del territorio ruso: la quinta columna; el caballo de Troya “occidental”. Este criterio ha servido eficazmente al Kremlin para condenar, por ejemplo, a Pussy Riot, al opositor Alexéi Navalny, a grupos de jóvenes anarquistas o a organizaciones memorialistas y de derechos humanos como Memorial: para el Kremlin son acciones orientadas a luchar contra la influencia externa (occidental), convertida así en la justificación de cualquier cosa que sirva para el objetivo político más evidente que parece tener el líder ruso: perpetuarse en el poder». A este listado le añadiríamos la persecución de personas LGTBiQ y de periodistas críticos con el régimen.

La reacción rusa y los tambores de guerra en Occidente

En el año 2021 Putin ordenó el despliegue de 100.000 soldados rusos a la frontera ucraniana. Una forma sutil de reclamar que no se amenacen sus fronteras. En una conferencia que dio el pasado mes de diciembre, recordó que “Occidente había roto desvergonzadamente la promesa que hizo en la década de los 90 de no expandirse hacia el Este”. Posteriormente, le envió dos borradores de acuerdo a EEUU en los que Moscú exige detener la expansión de la OTAN hacia Europa del Este (incluyendo Ucrania y Georgia), devolver a las fuerzas armadas de la Alianza al lugar donde estaban estacionadas en 1997 y el compromiso de que ni EE UU ni Rusia desplieguen misiles de corto o medio alcances fuera de sus territorios. Tanto para Washington como para la OTAN, las demandas rusas son “inaceptables”.

Convoy del ejército ruso en Crimea, en enero de 2022

Y es con esta situación con la que, a comienzos de 2022, las potencias occidentales –principalmente Estados Unidos y Reino Unido– empiezan a alertar que las provocaciones rusas nos pueden conducir a una guerra. Un conflicto bélico que, en definitiva, viene provocado por la UE, que ha actuado con manifiesta mala fe, intentando que Ucrania se incorporara a su bloque económico; por el imperialismo de Estados Unidos, que deseaba su entrada en la OTAN; y por el empeño de Rusia, que no piensa abandonar unos territorios que considera por historia suyos.

Por su parte, el gobierno español, que no olvidemos que es el más progresista de la historia del universo, anunció que ayudaría a Ucrania, a EEUU y al Reino Unido en caso de guerra y mandó unos aviones Eurofighters a Bulgaria y la incorporación de la fragata Blas de Lezo a la flota de la OTAN que navegará por el mar Negro. Unas declaraciones inquietantes por parte del Ejecutivo español que, en vez de seguir la línea más prudente de Francia y Alemania, ha escogido la beligerencia estadounidense de la Administración Biden. Y es que, en lugar de reconocer y compensar los errores cometidos en el camino, la arrogante incapacidad de los líderes de EE UU y la OTAN para reconocer las preocupaciones de seguridad rusas ha precipitado la crisis de Ucrania. Para más críticas al gobierno, nos remitimos al artículo «A nuestros políticos les gusta la guerra: ridículos, serviles, provocadores e irresponsables», publicado por Pedro Costa en El Salto.

Por otro lado, en Europa, la extrema derecha se encuentra absolutamente dividida con esta cuestión. Algunos de sus líderes apoyan a Rusia, otros a la OTAN. Explica Antonio Maestre en un artículo en La Marea que el ultraderechista húngaro «Viktor Orban, a pesar de que Hungría esté en la OTAN, es un aliado de Vladimir Putin. Es su máximo aliado para vetar la posible incorporación de Ucrania a la Alianza Atlántica aludiendo a la represión que, en palabras de Orban, sufre la minoría húngara en Ucrania obligada a escolarizarse en ucraniano. También por los intereses comerciales, ya que Hungría es competidor directo de Kiev como país de tránsito del gas ruso al tener perspectivas de conectarse al gasoducto Turks Stream que unirá Rusia con Europa eludiendo Ucrania. Por otro lado, Mateusz Morawiecki sufre las acometidas de Rusia en sus fronteras con Bielorrusia, con ataques de guerra híbrida y el aumento de la crisis migratoria intencional que Lukashenko provocó para presionar a Varsovia. No son las únicas posiciones antagónicas que laten en los posfascistas, ya que Marine Le Pen apoyó la anexión de Crimea a Rusia. La incoherencia que late en VOX tiene un difícil sistema de contrapesos reflejo de las herencias políticas del pastiche que anida en la formación posfascista. Atlantistas y prorrusos viven en el partido en aparente placidez, pero hay mucho más. La pulsión entre goblalismo y soberanismo es la que lleva a un sector del partido a defender el nacionalismo ruso como parte indispensable de sus postulados teóricos».

Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases

Pese a los tremendos fiascos que supusieron las invasiones militares de Iraq (2003) y Afganistán (2001) –la destrucción de países enteros, la desestabilización de la región y la pérdida de credibilidad del imperio estadounidense– dos décadas después nos vemos con una situación parecida a la de la foto de las Azores. La alianza de Bush, Blair y Aznar ahora es de Biden, Johnson y Sánchez.

Estamos ante un caso de expansionismo militar, que no se ahorra un discurso chulesco e imperialista, que fuerza una crisis para acorralar y humillar al contrario. Esperemos que todo se quede en una bravuconada imprudente de Biden, Johnson y Sánchez (los tres en horas bajas en lo que a su popularidad se refiere) y no en el inicio de un conflicto bélico de dimensiones increíbles.

Quién sabe, quizás dentro de poco nos veamos a salir a las calles, como ya hicimos hace 19 años ante la Guerra de Iraq, a decir “no a la guerra”.

Más información
«OTAN y sus huestes europeas (al rescate de la Ucrania nazi)» (Kaos en la Red)
«Assembly, a Ukranian Anarchist Magazine, on Politics and a possible Russo-Ukranian war» (The Commoner)
«Claves del conflicto ruso-ucraniano: posibles escenarios futuros y propuestas para la desescalada» (El Salto)
«Ucrania: los dirigentes de las grandes potencias juegan con fuego» (Al Quds)
«Reducir la militarización del conflicto ucraniano para evitar la guerra» (Centre Delàs per la Pau)
«Fuera las manos de Rusia, EEUU y la OTAN de Ucrania» (UIT)
«Noam Chomsky: la anticuada política de EEUU de la Guerra Fría empeora la situación en Ucrania y Rusia» (Sin Permiso)
«Explaining NATO and Ukraine: how a 30-year-old debate still drives Putin today» (NPR)
«The West, not Russia, is responsable for the war danger in Ukraine» (People’s World)
«How the US and NATO could settle dispute over Ukraine without war» (Common Dreams, traducido al castellano por El Salto)
• «La guerra de Ucrania no ha tenido lugar» (El Salto)
«Estados Unidos podría estar entrenando a neonazis en Ucrania» (El Salto)

[1] El Estado ruso, de hecho, nació en Kiev. Y tan unidas se encuentran las historias de ambos países que en el verano de 2021, Putin publicó una disertación en la que explicaba que ambas naciones constituyen un único pueblo.
[2] Desde el siglo XIX se encuentra instaurada la Doctrina Monroe, por la cual EEUU no tolera la interferencia de ninguna potencia europea en el continente americano. Únicamente los países americanos, capitaneados por EEUU, pueden actuar en él.
[3] Escenario de la Revolución Naranja de 2004 y 2005.

Todo por hacer

Cambiarlo todo para no cambiar nada: Podemos, el liberalismo y la inmutabilidad de las leyes

“Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”– El Gatopardo, Giuseppe Tomasi de Lampedusa (1958)

El 1 de julio de 2015 entraba en vigor la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana –conocida como Ley Mordaza– aprobada por la mayoría absoluta con la que contaba entonces el gobierno de Rajoy. Todos los grupos de la oposición recurrieron la norma ante el Tribunal Constitucional, el cual en noviembre de 2020 dictó sentencia diciendo que la mordaza del PP era perfectamente válida, salvo por un punto: el artículo que prohibía grabar imágenes de la policía era inconstitucional, pues suponía una censura previa.

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La historia interminable del capitalismo: conflictos bélicos internacionales en el año 2021

En un mundo que necesita de una mirada global y un actuar local, finalizando este año 2021 queremos echar un vistazo y situar sobre el mapa algunos de los conflictos abiertos en el mundo, golpes de Estado y represión hacia civiles, un viaje a los límites de la periferia. En solo doce meses suceden demasiadas violencias contra la población mundial, vidas humanas quedan quebradas o se profundizan algunas brechas políticas y sociales. En un sistema capitalista que nos acostumbra a vivir en perpetuo conflicto, este sistema criminal genera violencias continuadas, la mayoría de ellas relacionadas con aspectos de clase social o de etnia cultural y migraciones, materializadas en ocupaciones militares, exterminios o asesinatos selectivos de comunidades humanas en el mundo.

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La extrema derecha en el sur de Europa y la creación de un ambiente prefascista en Francia

Vivimos unos tiempos en los que todavía denominarse fascista sigue teniendo una valoración peyorativa en la sociedad, lo cual es un límite convenientemente fijado en el imaginario social que no esté bien valorado etiquetarse como fascista. Sin embargo, más allá de ese aspecto puramente lingüístico y simbólico, no está en absoluto condenado ni siquiera está mal visto comportarse como un fascista. Afirmaciones como ‘no soy ni de izquierdas ni de derechas’, ‘solo soy un patriota que defiende a su país’ o ‘no podemos permitir el asalto de nuestras fronteras’, son algunas de los discursos más extendidos socialmente y están enmarcados en una corriente política estructural de signo fascista asumida por las sociedades europeas.

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Las banderas de los ácratas: vexilología desde la perspectiva libertaria

Hay un pensamiento erróneo muy extendido que dice que el anarquismo no entiende de banderas ni estandartes, que a los libertarios no les representan y se muestra rechazo hacia esos « trapos ». Sin embargo, esa afirmación no puede estar más alejada de la realidad y en este artículo se pretende exponer la idea contraria para enfocar un poco la luz sobre ese asunto. En la historia de los dominadores, las banderas han servido para identificar a nobles, monarcas, imperios, estados-nación; pero también han enarbolado banderas los territorios sin estado, los pueblos indígenas, las comunidades disidentes, movimientos populares… En general, cualquier agrupación de individuos que se organizan y tienen reivindicaciones comunes que quieren dar a conocer a la masa social, adopta unos símbolos de identidad, y muchas veces estos símbolos son en forma de bandera.

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