El pasado 2 de febrero, Catherine Malabou, filósofa y feminista francesa, presentó en el Centro studi libertari la edición italiana – Al ladro! Anarchismo e filosofía, Elèuthera, 2024- de Au voleur!: Anarchisme et philosophie (PUF, 2022). En la presentación del libro le acompañaron Tomás Ibáñez, activista y pensador anarquista, Salvo Vaccaro, filósofo y pensador anarquista, y Donatella Di Cesare, filósofa, ensayista y columnista.
Redes Libertarias os irá ofreciendo semanalmente las distintas intervenciones en la presentación del libro, comenzando, como es lógico, con la intervención de Catherine Malabou, a la que seguirán las intervenciones de Tomás Ibáñez, Salvo Vaccaro y Donatella Di Cesare, que no pudo participar presencialmente en el acto de presentación.
Cada vez que me flaquean las piernas y me entra la lejana tentación de creer en alguna estupidez abstracta, me siento a releer El único y su propiedad, aquella obra tan reivindicable del bueno de Max Stirner publicada en el lejano 1845 y, sin embargo, más actual que nunca en la tercera década ya del siglo XXI. Recordaremos que para esa fecha solo habían pasado unos escasos años desde que Proudhon le diera un significación positiva al término anarquía y todavía quedaba bastante para que pudiera hablarse, como tal, del movimiento anarquista. Y, ojo, Stirner nunca se llamó a sí mismo anarquista, ni seguramente le podamos considerar específicamente como tal, pero los que más le han reivindicado, reeditando una y otra vez su obra, han sido precisamente los ácratas; al menos, parte de ellos, ya que otros libertarios no lo han visto con tan buenos ojos. Y, en un primer vistazo, no resulta extraño ese rechazo, ya que hablamos de un tipo que abandera una suerte de nihilismo, según el cual cada ser humano debe abandonar toda causa general en beneficio de su propia personalidad. Pero, veamos, por qué me resulta tan atractivo su pensamiento y por qué debería gustar a todo libertario con algún tic nihilista (no sea que asome, sin pretenderlo, la sombra del dogma).
[….] ¿Qué ruptura? La ruptura con el poder y, como consecuencia, con la noción de poder, y, en consecuencia, en cualquier lugar en que predomine un poder. [….] Afirmar radicalmente la ruptura: esto equivale a decir —es el primer sentido— que estamos en estado de guerra contra lo que es, en todos lados y en todo momento, que no tenemos relación sino con una ley que no reconocemos, con una sociedad cuyos valores, verdades, ideal y privilegios nos son extraños, que nos las tenemos que haber con un enemigo tanto más temible cuanto más complaciente, con el cual debe quedar claro que, bajo ninguna forma, ni siquiera por razones tácticas, pactaremos jamás. Producir la ruptura no es solo apartar o intentar apartar de su integración en la sociedad establecida a las fuerzas que tienden a la ruptura; es hacer de tal forma que, cada vez que se lleva a cabo y sin dejar de ser rechazo efectivo, el rechazo no sea un momento solamente negativo. Ahí se encuentra, política y filosóficamente, uno de los rasgos más fuertes del movimiento. En este sentido, el rechazo radical, tal como este lo produce y tal como también nosotros debemos producirlo, supera con mucho la simple negatividad, por más que sea negación incluso de lo que todavía no ha sido propuesto y afirmado. Poner en claro el rasgo singular de este rechazo es una de las tareas teóricas del nuevo pensamiento político. Lo teórico no consiste evidentemente en elaborar un programa, una plataforma, sino, al contrario, en mantener, al margen de todo proyecto programático e incluso de todo proyecto, un rechazo que afirma, en liberar o mantener una afirmación que no ordena, sino que desordena y se desordena, pues guarda relación con el trastorno y el desasosiego, o incluso con lo no estructurable [….] Maurice Blanchot, Afirmar la ruptura, 1968(1)
Al postanarquismo se lo podría considerar un intento de revisión de la teoría anarquista, en sus líneas no esencialistas y no dialécticas, mediante la aplicación y desarrollo de insights a partir del postestructuralismo/análisis del discurso. Y esto, a fin de discernir qué es lo innovador y qué lo fundante en el anarquismo; lo cual, precisamente, son la teorización de la autonomía y de la Seguir leyendo La problemática postanarquista→
Fue el bueno de Fernando Fernán Gómez, reconocido ácrata, el que aseveró algo así como que, dado el fracaso de todas las políticas gubernamentales él apostaba por una sociedad en la que no mandara nadie. Bien por Fernando. Y es que el anarquismo ha sido objeto de tanta distorsión y marginación, que nosotros seguiremos insistiendo en estos tiempos tan aparentemente malos para la lírica que son los posmodernos. Para muestra, la continua afirmación interesada sobre que el desarrollo de la modernidad ha quedado marcado por dos corrientes políticas y filosóficas: socialismo y liberalismo. Sin embargo, contradiciendo esa simplificación, el sociólogo Christian Ferrer asegura que podrían ser tres las ideas de aspiración emancipatoria: liberalismo, marxismo y anarquismo. El que suscribe considera que es mucha la distancia que separa la filosofía libertaria de la doctrina marxista, mientras que en su comparación con las ideas liberales los anarquistas no podían aceptar bajo ningún concepto que la libertad política y la justicia económica fueran irreconciliables. A menudo, se consideró al anarquismo la rama liberal del socialismo, pero particularmente considero que ha ido, y obviamente seguirá yendo, mucho más allá de ser una corriente socialista. Uno de los motivos por los que aposté por el anarquismo es por, además de buscar la emancipación colectiva, tener una fe inquebrantable en la autonomía individual, así como en el criterio y la responsabilidad de cada persona en un contexto libre y solidario.
El camino fácil, y de consecuencias terribles de forma reiterada, para cualquier otra opción política es la conquista del poder. El reto para el movimiento anarquista es propagar en las personas un deseo de libertad, entendida como negación de toda estructura jerárquica y de dominación, los vínculos sociales deben ser fundamentalmente éticos, el apoyo mutuo y la solidaridad.
Individuo, como la propia etimología de la palabra indica, alude a lo indiviso e indivisible. Porfirio, con una visión muy influyente en la época medieval, dio una definición de individuo como entidad singular e irrepetible, que posee unos atributos propios. En la era moderna, ha habido visiones más dispares sobre la noción de individuo, pero en general ha existido la tendencia a considerarlo como algo singular. Por ejemplo, Leibniz destacó la singularidad de cada individuo de forma extrema, aunque encontramos otra visión en Spinoza al querer ver que los entes singulares son modos de una sustancia única.
Resulta curioso que los anarquistas, o al menos gran parte de ellos, a pesar de su repulsa a toda dominación, hayan analizado que la llamada «voluntad de poder» es uno de los estímulos más fuertes en el desenvolvimiento de la sociedad humana. A pesar de su importancia, y de ser de alguna manera la esencia del socialismo, se critica la rígida visión de Marx, según la cual todo acontecimiento político y social es únicamente el resultado de las condiciones económicas.
El éxito de Javier Milei, un peculiar economista reconvertido en político, en las elecciones argentinas ha traído a la actualidad, y exacerbado, algo que solo puede enervar a alguien con un mínimo de conocimiento político y sensibilidad social. Esto es, la apropiación por parte de vulgares ultraliberales del término libertario(1) y su reproducción, totalmente acrítica, por parte de los medios generalistas en su sentido fraudulento con, desgraciadamente, notable calado en un imaginario popular no siempre sobrado de bagaje moral e intelectual(2). Aunque no pocas veces podamos usar en el lenguaje lo libertario como sinónimo de anarquista, puede venir al caso la distinción que Carlos Taibo ha realizado en ciertas ocasiones y con la que podemos estar muy de acuerdo. Así, aunque, efectivamente, en nuestro idioma libertario y anarquista resultan prácticamente sinónimos, podemos considerar anarquista a alguien que conoce bien las ideas y las prácticas históricas adscritas a dicha filosofía (término que me resulta francamente preferible a los de doctrina o ideología), mientras que aquellas personas esforzadas en organizar la sociedad desde abajo, trabajando por la autogestión y el apoyo mutuo, podemos tenerlas, conozcan o no a los grandes pensadores ácratas, como inequívocamente libertarias. Realizando esta aclaración tan precisa, no podemos menos que preguntarnos cómo es posible, no ya solo esa indignante mistificación de la condición libertaria, también que se presenten como abanderados del concepto más amplio de libertad los partidarios de un capitalismo sin barreras, tantas veces asociados con la derecha más reaccionaria. Es más, la apropiación libertaria llega hasta el punto de usar una retórica con nociones como gestión por parte de la sociedad civil, libre contrato o cooperación social, además de no tener ningún problema en considerarse como auténticos rebeldes(3) ante la opresión estatal, aunque su intención sea de forma obvia cambiar una dominación por otra de carácter privado. Y es que esta gente, que a partir de ahora para entendernos vamos a llamar pseudolibertarios, no tarda mucho en colar el sacrosanto respeto a la propiedad privada, por encima de cualquier consideración moral, e identificar su idea de libertad casi de manera exclusiva con la práctica capitalista. Esto nos da una idea de lo que se quiere vender a infinidad de personas, que parecen dispuestas a comprar el mezquino discurso del individuo emprendedor capaz de acumular riqueza, aunque la triste realidad para la mayoría de la población sea estar condenado a vender su fuerza de trabajo en el “libre” mercado. No parece ser de otro modo, la aparente seducción de discursos como el de Milei hacia un público despistado, cuando una reciente entrevista en Twitter al economista argentino, obviamente muy preparada por un comentarista ultraconservador llamado Tucker Carlson para vender en Estados Unidos a un tipo ahora reconvertido en político, ha sido la más visitada en la historia de la red social; nos preguntamos lo que puede pasar por la cabeza de esos cientos de millones que han escuchado un discurso plagado de simplezas, comentarios grotescos y análisis de trazo grueso(4).
Tomás Ibáñez es un veterano libertario, con infinidad de textos escritos y unos cuantos libros a sus espaldas. Entre ellos, se encuentran: Contra la dominación, que versa sobre el relativismo, un concepto que veremos que se repite en su obra, y sobre cuatro autores: Cornelius Castoriadis, Michel Foucault, Richard Rorty y Michel Serres; y Municiones para disidentes. Realidad-Verdad-Política, donde se abordan temas cruciales para la posmodernidad como, de nuevo, el relativismo enfrentado al absolutismo o el controvertido tema de qué entendemos por la realidad.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general