Mientras el mundo civilizado se rearma, preparándose para la paz, las crisis de todo tipo se suceden en las mal llamadas sociedades avanzadas. Sin ir más lejos, hace escasos días un apagón eléctrico inundó la Península ibérica (sí, nuestros hermanos portugueses incluidos) y, mientras las teorías conspirativas se sucedían, la lógica más alarmante nos decía que se trataba de meros fallos dentro de un sistema basado en los beneficios económicos más depravados. Tal vez, solo acariciamos ese día lo que tantas personas viven cotidianamente en gran parte del planeta, mientras en el conocido como primer mundo, supuestamente con un aceptable nivel de vida para casi todos sus integrantes, se suceden crisis para dar y tomar. Y, si no se producen por las evidentes fallas sistémicas, ya se encargarán de fabricarlas, quizá es eso que denominan capitalismo del shock, para mantenernos bien asustaditos confiando en la autoridad de turno. De acuerdo, una considerable parte de la humanidad, algo esperanzador, parece darse cuenta en esas circunstancias en que todo parece tambalearse, que la única solución pasa por cuidarnos unos a otros, en procurar que la solidaridad impere frente a tanto malnacido que solo busca su propio beneficio, en buscar el reconocimiento al otro y el consenso con todos para las soluciones más justas y eficaces. No, nadie dijo que fuera fácil.
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La tierra que se subleva de broma
Revuelta espectáculo en Cataluña
La teatralización de la protesta y su consiguiente trivialización es la característica más común de las movidas en la sociedad del espectáculo, aquella en la que todas las experiencias vividas se desvanecen en una representación. Donde el activismo se funde con el entretenimiento y el espectador ejerce de figurante. El hecho de que “la gente” de nuestra época prefiera la imagen a la cosa, la ilusión a la verdad y el sucedáneo a la autenticidad -o sea, el espectáculo- se debe a que esa “gente” es otra, radicalmente opuesta a la que contaba en la época precedente. Tengamos presente que la pérdida de centralidad del proletariado industrial en las luchas sociales fue seguida -en los países donde reinan las condiciones posmodernas de producción capitalista- por un proceso de desclasamiento que desembocó en el desarrollo de algo que llaman “ciudadanía” y que nosotros podríamos denominar clases medias asalariadas. Dichas clases, sentadas entre dos sillas, la burguesa y la popular, pueden llegar a sentirse e incluso declararse antagónicas con la clase dominante, pero nunca manifiestan en la práctica tal antagonismo. El común denominador de las demostraciones mesocráticas como las anti-globalización, contra la guerra, el 15-M o las Marchas de la Dignidad, ha sido siempre la voluntad de no alterar el orden ni subvertir las reglas de juego del poder. En realidad, la revuelta fake de los estratos sociales intermedios que pasan de pelear, no obedece a una toma de conciencia antitética, esto es, a una nueva conciencia de clase antisistema, sino que se somete al principio hegemónico regulador de la vida en la sociedad de consumo: la moda. Eso explica no solo el aspecto frívolo y el poder de atracción del movimentismo ciudadanista, sino su carácter efímero, seudolúdico y ostensiblemente efectista. Lo peor es que las redes sociales han reforzado los cimientos de la irrealidad, dando un golpe de muerte a lo que quedaba de comunicación autónoma y sentido comunitario en la sociedad civil. Al desplazarse la mayor parte de la contestación hacia el espacio virtual, donde las imágenes y los cuentos valen más que las palabras, el espectáculo de la revuelta-red puede sustituir cómodamente a las prosaicas luchas reales.
Seguir leyendo La tierra que se subleva de broma“Esto era algo inimaginable”: La expresión de los expertos para hablar del apagón
El apagón de ayer nos tomó por sorpresa. Pero la sorpresa solo es posible si sistemáticamente se niega y se distorsiona cualquier información en cuanto a la situación de crisis en que nos encontramos. Mejor pensar que nada sucede mientras avanza la degradación del medio ambiente, la emergencia climática, la crisis de combustibles fósiles y la entelequia de las renovables. No es viable continuar a este ritmo desenfrenado al que nos ha abocado el capitalismo. A las personas expertas que dedican todo su tiempo a explicar, alertar e informar científicamente de la situación existente, pocas personas las escuchan. O cambiamos o sucumbimos.
Seguir leyendo “Esto era algo inimaginable”: La expresión de los expertos para hablar del apagónCómo dejar de ser víctimas de la espera. Acerca de Las sublevaciones de la tierra
El gesto radical, situado y multiplicado, se transforma en acción directa y de masas. Se trata de “Golpear fuerte y dónde haga daño”, aseguran en su manifiesto.
Estamos a la espera. Día y noche. Los acontecimientos se suceden unos a otros, y los deglutimos sin apenas protestar. Pandemia del covid, guerra de Ucrania, genocidio de Palestina, catástrofes naturales que asolan la Tierra… Tragamos todo lo que nos echen, incapaces de vomitar, encadenados a una impotencia de la que no conseguimos deshacernos. Lo posible distrae durante unos instantes y, finalmente, siempre ahoga. Lo imposible no es más que esta realidad despótica que, poco a poco, se ha impuesto. Estamos a la espera. Depositamos una esperanza absurda en un colapso final. Nos hundimos en una noche teñida de melancolía. El mundo se ha cerrado sobre sí mismo, y los inquilinos de la casa nos conocemos muy bien. Los fantoches neofascistas han cerrado la puerta de salida, mientras se apresuran a dividir la tierra en zonas de influencia.
Seguir leyendo Cómo dejar de ser víctimas de la espera. Acerca de Las sublevaciones de la tierraPaul Goodman y los males de la civilización tecnológica
Paul Goodman insistía en las condiciones «deshumanizadoras» de la sociedad moderna, ya que la presión social y tecnológica acaba determinando nuestra conducta; es lo que denominaba un proceso (negativo, claro está) de socialización. Si la ciencia social se ocupa de la tensión entre la condición humana y las instituciones, esforzándose por lo tanto en ser siempre práctica y política, en la sociedad ideal existirá poca ciencia social, ya que las instituciones realizarán y promoverán las facultades humanas.
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La urgencia existencial de nuestros tiempos
El gusto por la verdad no impide la toma de partido
Albert Camus
Las imágenes que los medios de información nacionales e internacionales nos transmiten casi diariamente, de multitudes felices paseando por festivales y ferias o llenando salas de conciertos, teatros, cines, estadios y playas de los cinco continentes, incitan a creer que la humanidad está viviendo momentos de gran bonanza y paz. Sin embargo, nunca ha estado su supervivencia tan amenazada como lo está hoy. No solo por la locura de la guerra que, además de continuar sembrando muerte y desolación, puede acabar provocando un apocalipsis nuclear, sino también por las pandemias virales de más en más mortíferas y el cambio climático que puede hacer de la Tierra un planeta inhabitable.
Seguir leyendo La urgencia existencial de nuestros tiempos¡Enajenados!
Uno de los subterfugios habituales, de los optimistas antropológicos, y no digo que yo me aleje siempre de semejante condición, es pensar que hoy existe más enajenación que nunca. Esto es, creo, cuando el personal se siente extraño a sí mismo, sus actos ya no le pertenecen y los mismos pasan a convertirse en dueños de la persona, la misma acaba subordinándose a ellos e, incluso, los termina por idolatrar. Si lo queremos expresar de otro modo, podemos poner sobre la mesa factores de toda índole para excusar que la gente se comporte como auténticos gilipollas. De esa manera, el común de los mortales estaría dominado por determinadas fuerzas externas, que le empujan a situarse en una realidad ajena, desgraciadamente, bastante imbécil, que le empuja a realizar una estupidez tras otra. Autores sesudos aseguran que esta situación de produce con el desarrollo del capitalismo y de la sociedad de consumo, y no decimos de entrada que no sea así, aunque se nos antoja un poco abstruso el discurso. El principal problema que observo con este análisis es que, si consideramos que el ser humano tiende a realizar una conducta digamos «desviada«, no propia del ser humano, es porque debería existir un comportamiento «correcto». Mucho suponer. Ojalá sea así, de ahí mi inevitable y ocasional optimismo, aunque es inevitable pensar que, al margen de que exista la más mínima posibilidad para un comportamiento extendidamente racional en la especie humana, no hay duda de que también existen condiciones inherentes para que, al menos una mayoría, se comporte como una manada de borregos.
Seguir leyendo ¡Enajenados!Masa gris (que no materia)
No puedo estar más de acuerdo con los que sostienen que el desarrollo del capitalismo y de la sociedad de consumo ha hecho de nosotros una panda de borregos sin remedio. Algunos, consecuentemente, atribuyen dicha situación a una falta notable de valores «espirituales», a un desinterés e indolencia por los asuntos que cultivan el «alma». Dejando a un lado toda la deleznable terminología religiosa, muy matizable en su significado, algo en lo que abundaremos más adelante, tampoco estoy seguro de que la cosa sea así. Y no lo estoy porque, si bien no estoy totalmente de acuerdo con el (muy) viejo Marx acerca de que las condiciones económicas determinan toda nuestra cultura, sí es un factor a tener muy en cuenta. Es decir, ni más ni menos, es el capitalismo y la sociedad de consumo los que, en gran medida, ocasionan está situación en la que, supuestamente, se produce una falta de valores. Además, no estoy de acuerdo en que no exista interés por lo «espiritual», más bien lo que habría observar es una profunda distorsión al respecto. A la, saludable, crisis de los valores religiosos tradicionales, encabezados por ese monoteísmo capaz de arrasar con todo asomo de pluralidad y pensamiento crítico, se une ahora una búsqueda de caminos espirituales, tan irritantes como vacuos.
Seguir leyendo Masa gris (que no materia)Los fondos de inversión y la revolución
Para entender, si es que ello es posible, la evolución del precio de viviendas y alquileres (1), hay que irse al franquismo, porque los informes que cada década sacan sobre el estado de la juventud, mencionan «la herencia cultural». Por nombrar un inicio: el Plan Nacional de la Vivienda del año 54. El ministro de Vivienda, José Luis Arrese (falangista) y algunos más pensaron que si conseguían que los trabajadores tuviesen una casita propia, acciones en las empresas y deudas alargadas, no desearían sublevarse más contra sus patrones.
Seguir leyendo Los fondos de inversión y la revoluciónEl precio de la vivienda y sus devaneos en el Reino
Un 10% de nuestro cerebro dicen que usamos. O sea, que si nos extirpan el 90% que no usamos, nos quedamos talicomo. Y que la mente es muy poderosa. Y que tenemos el Subconsciente por ahí dentro, dando por saco. Y una cantidad de tonterías como el superyó, que no es capaz ni de atravesar una pared, como haría Diana de Themyscira, princesa de las Amazonas.
¿De dónde sacan todas esas chorradas? Eso del Subconsciente es como lo del Alma: que no se puede ver, tocar o analizar. Nadie sabe dónde está, cómo se almacena en los sesos, y por qué es capaz de absorber como una esponja algún hecho negativo, dejando a un lado miles de cosas positivas… O sea, que si con catorce años te dio por pensar que podrías follarte a tu madre o a tu padre, sin llegar a hacerlo… ¡Ahí está la causa de que te mees en la cama con sesenta años!
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