Vamos a repasar en el siguiente texto la visión moral, y las consecuentes propuestas éticas, que han propuesto los grandes pensadores ácratas; junto a ellos, algún autor no explícitamente anarquista, pero reivindicado por la tradición libertaria. Si el desarrollo moderno de la política ha tratado de desvincular radicalmente la ética de la política, encontramos en el anarquismo propuestas abiertamente diferentes, muy necesarias en el mundo que vivimos en la actualidad.
Se dice que cuando un acontecimiento da lugar a un efecto de extrañeza la inteligencia produce mecanismos de defensa con afán de anularlo, desde la simple negación hasta incluso la exclusión. Naturalmente, a este esfuerzo de la inteligencia puede seguir el trabajo de la reflexión, sopesando con ecuanimidad y distanciamiento los argumentos tratando de acercarse a los hechos con una mirada más abierta, desinteresada y comprensiva.
Si no reflexionamos de modo amplio sobre lo que llamamos conciencia, sin dogmas, rigidez ni determinismo alguno, difícilmente podemos ampliar el horizonte de nuestra existencia, cambiar nuestra condición, individual y social, ni dar un sentido a nuestros propios actos.
Anomia significa, etimológicamente, ausencia de ley. Anómico tiene el sentido de «alegal», y no hay que confundirlo con algo «ilegal» (contrario a la ley). Parece ser que la palabra «anomia» (o «anomía», como aparece en algunas ocasiones) se forma por analogía con otras en las que interviene la misma formación originaria del griego: «autonomía» (ley propia), «heteronomía» (ley ajena), «teonomía» (ley divina), «eleuteronomía» (ley de la libertad)…
Introducimos en el siguiente texto a uno de los precedentes inmediatos del anarquismo, el movimiento trascendentalista en la primera mitad del siglo XIX en los Estados Unidos de América, junto a sus dos máximos representantes: Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau.
Entre muchas otras cosas el anarquismo es también un antídoto contra la uniformidad. Promueve y defiende las diferencias, siempre que estas no impliquen desigualdad, claro está.
Si el anarquismo valora la diversidad, no puede sorprendernos que sea plural, diverso, polimorfo, y lo es hasta tal punto que resulta mucho más apropiado hablar de “los anarquismos” que del Seguir leyendo Anarquismo existencial→
A lo largo de la historia, creo que puede decirse así, ha habido una tensión permanente entre una actitud racional y otra, digamos, apasionada. La primera podría corresponder a la ciencia y la segunda, aunque obviamente no solo, a la religión; por supuesto, la cosa necesita de matices en ambos polos.
Después de la Primera Guerra Mundial, Benjamin descubrirá, como tantos intelectuales judíos, el marxismo. No obstante, una fuerte veta anarquista permanecerá en su pensamiento, gracias a su empeño porque ambas corrientes llegaran a complementarse.
Se conoce como pragmatismo, dejando a un lado sus precedentes históricos (que, seguramente, forman toda una escuela o corriente principal dentro del pensamiento), a un movimiento filosófico desarrollado sobre todo en el mundo anglosajón, aunque con repercusión en otros países y con otras denominaciones (como son las llamadas corrientes anti-intelectualistas).
El anarquista es un escéptico o incrédulo. Hay quien afirma que (casi) toda la historia de la filosofía política ha sido un esfuerzo para justificar la «autoridad de la coacción legítima». La mayoría de las personas creen en el Estado sin cuestionarse de donde mana la obligación de obedecer la ley.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general