Se cumplen doce años desde que un pequeño pueblo de catorce mil habitantes y su comunidad indígena organizaran un grito de rabia en la meseta michoacana, México. El 15 de abril de 2011 pusieron fin a la violencia estatal, a las extorsiones, los secuestros, las violaciones y asesinatos. Y es que ya desde comienzos del siglo XXI, el pueblo indígena purépecha de ese territorio, tuvo que hacer frente al narcotráfico que comenzaba a controlar y dominar completamente la región, abriéndose un conflicto social con terribles consecuencias para el municipio de Cherán. Sometidos a una situación descontrolada de continuada extorsión, estos grupos narcotraficantes actuaban con la connivencia de las propias autoridades mexicanas.
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Protestas en el país vecino
Llevo años escuchando, por parte de vulgo, toda suerte de santas estupideces sobre los nacidos en tierras francesas. Así, «los gabachos esto…», «los gabachos lo otro…» y, especialmente en el terreno deportivo, hay quien se suele relamer patéticamente de gusto cuando algún fulano o grupo hispano derrota a otro del país vecino. Cuando escucho semejante argumentación, no puedo evitar torcer el gesto, maldecir sobre lo más sagrado, lamentarme del género humano y rememorar una vez más la deseada fraternidad que atraviese cualquier frontera artificial creada por el homo llamado sapiens. Cierto es que el llamado chovinismo parece tener un origen francés, y no dudo que haya no pocos galos que crean que ellos han aportado más luz al mundo, algo tan repulsivo en Francia como, sin ir más lejos, en este inefable país, llamado Reino de España, donde tanto reaccionario pretende hacernos creer que la tradición imperial hispana fue de lo más benévola. Lo cierto es que esa especie de patriotismo exacerbado (algo que, por otra parte considero un pleonasmo) me parece común a todo lugar que haya generado ese horror llamado nación-Estado, mistificación que somete a las personas en un territorio, concentrando las instituciones coercitivas en pocas y privilegiadas manos, y que impide la fraternidad universal. Pero, vayamos con lo que está ocurriendo ahora mismo en el país vecino.
Seguir leyendo Protestas en el país vecinoTomando nota: vejez, pandemia y movimiento libertario
Arranca el nuevo año y muchos tenemos la sensación de que la sociedad española ha pasado página en relación a la pandemia. Seguimos observando —con cierta estupefacción, eso sí— las noticias sobre los rebrotes del virus en China, pero ya sin dramatismos, ya sin el miedo incorporado a nuestro día a día… Llegados a este punto, aún queda, claro está, la sensación compartida de que hemos atravesado una crisis social sin precedentes, de carácter mundial, que se ha llevado por delante la vida de miles de personas; una crisis, la provocada por el COVID-19, que ha puesto el foco en la fragilidad de un sistema cuyas costuras se han vuelto visibles, evidenciando de manera trágica las consecuencias de una gobernanza neoliberal que ha precarizado nuestra existencia, debilitando los sistemas de salud y deteriorando en grado sumo las condiciones de trabajo de la mayor parte de los trabajadores y trabajadoras.
Seguir leyendo Tomando nota: vejez, pandemia y movimiento libertarioLa vanguardia y la retaguardia involuntarias
Algunas personas hemos leído más, otras hemos leído menos; cuando se cae en demasía en abstracciones intelectuales, privilegio de ciertos círculos de iniciados y la inmensa mayoría de la población ni siquiera barrunta lo que estamos hablando; cuando el anarquismo abandona la calle para refugiarse en interminables discusiones sobre el qué hacer, pregunta con inevitables reminiscencias leninistas; cuando el ostracismo mediático al que estamos sometidos, signo inequívoco de que el sistema todavía nos tiene miedo, es equivalente a una mordaza en la boca; cuando caemos en el desánimo porque nuestros argumentos son ignorados sistemáticamente, no ya por los medios de formación de masas, lo cual es natural pues si el anarquismo tuviera un papel, siquiera secundario, en la sociedad del espectáculo, ¿Qué clase de anarquismo sería?, sino por el pueblo al que van dirigidos; si no dejamos de mitificar al trabajador, que en las democracias occidentales está imbuido de los valores de esta sociedad, es decir, profundamente conservador al que le encanta el ficticio papel protagonista que le adjudican la izquierda y la derecha; y en fin, cuando la voluntad intenta inútilmente imponerse a la realidad, es que tenemos un problema serio.
Seguir leyendo La vanguardia y la retaguardia involuntariasEl fracaso de los anarquistas
En Italia triunfa electoralmente una reaccionaria coalición de partidos reaccionarios, y la izquierda real, la que se une por el futuro, se tira de los pelos. No os digo de qué pelos se trata, pero son de los más dolorosos. Ya no es solamente Hungría, Polonia y una docena de países de Occidente en los que la ultraderecha o bien es potente, o bien gobierna. Ahora son hermanos latinos de aquí al lado los que se pasan al lado oscuro, bien es cierto que en medio de un fuerte abstencionismo.
Seguir leyendo El fracaso de los anarquistasHuelga de inquilinos/nas
¿Acaso no flota en el ambiente algo del aire que respiraron quienes nos precedieron? ¿No hay en las voces a las que prestamos oídos un eco de voces ya acalladas?
Walter Benjamín, Sobre el concepto de historia
Participé en el Movimiento 15 M, a partir de 2011, desde el sector de enseñanza machacado por los recortes que aún hoy no se han revertido. Entre otras muchas cosas fue un movimiento transversal en el que participaban colectivos de la sanidad, de personas en paro y, especialmente, de personas desahuciadas a través de las PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). De aquellas asambleas que englobaban movimientos diversos solo subsisten hoy las PAHs que afrontan desahucios de personas que ahora incluyen a quienes no pueden pagar el alquiler.
Seguir leyendo Huelga de inquilinos/nasBreve elogio del anarquismo
«Me pregunto si podemos relacionarnos de otra manera con ese pasado, no como la “infancia” de la que hay que desprenderse si queremos crecer, sino como una potencia siempre actualizable. Hay algo de la experiencia de lo minoritario que puede tener siempre un valor: la creatividad, el desafío, la acción sin cálculo ni espera. Para que así, al “madurar”, no nos volvamos fríos y secos, en la mera aceptación del principio de realidad» – Amador Fernández-Savater (a propósito de las memorias de Íñigo Errejón, Con todo: de los años veloces y el futuro).
Desde que leí estas líneas he estado pensando en las velocidades de mi propio pasado político, su carácter minoritario y su no siempre reconocida potencia. La primera de esas reflexiones es tan subjetiva que carece de cualquier tipo de trascendencia, la segunda no consigue ir mucho más allá de la constatación de un mero hecho objetivo (ser pocos y pocas), pero la tercera creo que sí se merece desgranar unos pocos párrafos y expresar un afecto necesario.
Seguir leyendo Breve elogio del anarquismoUltraderecha en las urnas
El inefable Jorge Verstrynge, que empezó su carrera política en el fascismo (y no me refiero a Alianza Popular) y acabó en no sé muy bien qué híbrido totalitario, aseguró una vez que había no pocas similitudes programáticas, dejando aparte ciertos detalles sobre la inmigración, entre Podemos y el Frente Nacional de Le Pen. La expresión de Pablo Iglesias al escuchar esto, balbuceando algo así como que, por supuesto, había más diferencias, no tuvo precio. El excomunista Antonio Elorza ya insinuó en su momento que el auge del partido morado corría el riesgo de reunir las características de lo que se narraba en aquello de La ola como el nacimiento de un movimiento fascista: populismo ideológico, sumisión al líder, etc., etc. Ya se sabe que los conversos, no sé muy bien en base a qué mecanismo, tienden por lo general al despropósito. Aclarararé que no creo que Podemos haya supuesto, ni en un sentido, ni en el contrario, una fuerza que le haya hecho el más mínimo daño al sistema; más bien, una vez que han acariciado algo de poder, han derivado estrepitosamente hacia la más inofensiva socialdemocracia. Cabe preguntarse ahora si el partido de Le Pen, como es sabido con vínculos con Vox y con el mismísimo Putin, es verdaderamente un partido fascista.
Seguir leyendo Ultraderecha en las urnasLa extrema derecha en el sur de Europa y la creación de un ambiente prefascista en Francia
Vivimos unos tiempos en los que todavía denominarse fascista sigue teniendo una valoración peyorativa en la sociedad, lo cual es un límite convenientemente fijado en el imaginario social que no esté bien valorado etiquetarse como fascista. Sin embargo, más allá de ese aspecto puramente lingüístico y simbólico, no está en absoluto condenado ni siquiera está mal visto comportarse como un fascista. Afirmaciones como ‘no soy ni de izquierdas ni de derechas’, ‘solo soy un patriota que defiende a su país’ o ‘no podemos permitir el asalto de nuestras fronteras’, son algunas de los discursos más extendidos socialmente y están enmarcados en una corriente política estructural de signo fascista asumida por las sociedades europeas.
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No está de más hablar un poco de moda en estos tiempos tan revueltos, con presencia de fachas, seguratas, rompepiquetes, desocupas y en general uniformados de porra y nómina a porrillo, que disfrutan de una completa sensación de impunidad. Por supuesto que hay que hacerles ver que no estamos indefensos y que somos propensos a resistir todo tipo de arbitrariedades, y que por nuestra simple presencia, somos capaces de mostrar que sus actos, sus discursos y su propaganda tienen una respuesta con nuestros cuerpos. Porque nuestros cuerpos en movimiento son actos, discursos y fuerza allí donde estén. Y por mera potencia gravitatoria, impedimos que esa basura ideológica se extienda.
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