Archivo de la categoría: Opinión

De la independencia judicial y de los gases intestinales

Como tengo tanto tiempo libre me he apuntado al Club de Lectura de mi pueblo. Quince mujeres, incluyendo a la dirigente, y yo único varón. En los deberes propuestos, la novela Moby Dick. El día acordado aparecen las señoras, entre ellas una joven madre con su recién parido bebé. Grandes elogios al niño precioso y todo eso con voces aflautadas. Madre orgullosa y tal. La veo bastante desmejorada. Fin de las carantoñas.

Nos sentamos en semicírculo y antes de comenzar, pa que no moleste el crío, la madre le pone una grabación que le hizo una empresa de sonidos del vientre materno, «pa que no llore y esté tranquilo». Me tapo la cara con las manos, como si me relajase la vista.

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Papanatismo

Un vocablo que incluyo en mis lúcidos textos, a poco que tengo ocasión, es este de «papanatismo». Viene a ser como aquello del genial Berlanga y el imperio austro-hungaro. Para el que tenga curiosidad, repasad, repasad todo lo vertido aquí negro sobre blanco y puede que acabéis siendo algo más lúcidos e incluso, tampoco es descartable, mejores personas. El caso es que si acudimos a la (¿Real?) Academia de la Lengua, de este inefable reino de España, nos encontramos con la siguiente definición, bastante concisa, para el término de marras: «actitud que consiste en admirar algo o a alguien de manera excesiva, simple y poco crítica». Y es que uno cree que, desgraciadamente, el papanatismo es una actitud o disposición demasiado extendida, lo que explica con seguridad que el personal acabe creyendo toda suerte de estupideces. Ojo, que uno admite que puede que para otros, con un imaginario vital más que cuestionable, la propia creencia en la posibilidad de una sociedad anarquista puede ser también algo más bien necio. Allá ellos. Desde luego, mientras el papanatismo esté tan extendido trabajo no nos va a faltar para que este mundo sea algo un poco más digno.

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El Proceso electoral en el centenario de Kafka

No hay ni que hacer campaña por la abstención. La abstención electoral, hace su propia campaña. Y conste que no hemos dicho ni pío los/as anarquistas. No se nos puede acusar de nada.  Somos inocentes. Un aproximadamente 51% de abstencionistas en las elecciones europeas, con un avance de la derecha y la ultraderecha en la Unión Europea. Y la izquierda en babia, comida por sus propias contradicciones. Menciono –por ejemplo–, que están todo el día con la matraca de la unidad, y resulta que se fragmenta cada vez que pueden. 

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Europa y la contienda electoral

Hoy, al parecer, hay otra convocatoria electoral en este inefable país llamado Reino de España. Esta vez, creo, es para elegir representantes para las instituciones políticas de la vieja y mezquina Europa. Voy a ver si me entero bien, que ya me vale esto de ser un lúcido ácrata de tics nihilistas que anhela un mundo donde, al menos, no le empujen a uno a ser un patán y/o un miserable. Por lo que veo, derecha y ultraderecha (no observo tantas diferencias como para usar prefijo, pero bueno) están muy creciditas, la socialdemocracia (eso tan voluble) se mantiene, el centro nadie sabe lo que es y la santa izquierda tiende a menguarse. Fijémonos, como curiosidad antropológica, en la propaganda con la que nos han inundado los diversos partidos concurrentes. Diré, en primer lugar, que las principales fuerzas que cortan el bacalao, desde ambos polos del (supuesto) espectro ideológico, han enviado a cada hogar una escueta carta llena de buenas intenciones junto a la lista electoral que, según me han contado, hay que introducir en la urna (no sea que alguien no encuentre el papelito en el colegio al que acuda o se muestre indeciso, ¡vaya usted con la lista en la mano como el botarate que es!). Empiezo por la derecha oficial (o cobarde), que representa el Partido Popular, que manda una carta adornada con un marco en el que puede verse una manifestación con, por supuesto, banderas rojigualdas; no hace falta mucha materia gris, ni nociones de diseño gráfico, para comprobar que la fotografía no daba para mucho y han tenido que clonar, con suma torpeza y muy poco vergüenza, trozos de fotografía con enseñas y seres humanos para abarcar lo que ocupa un simple folio (no creemos que el electorado habitual de esta gente se haya percatado, es lo que tiene la alienación producida por las banderas nacionales).

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Realpolitik, ¡maldita seas!

Como casi todo concepto político, al menos en eso que queremos llamar Occidente, el de la llamada realpolitik quiere verse originado en la Antigua Grecia. De esa manera, se distinguiría entre la noción de política como un ideal, que puede ser visto como la acción colectiva para buscar el bien común dentro de una comunidad, y la condenada manera real en que se hace política según unas circunstancias determinadas. Esta última, claro, sería la realpolitik en nombre de la cual se realizan auténticas salvajadas. Por supuesto, como toda polarización dicotómica, la cosa es tremendamente cuestionable y reduccionista. Por supuesto, esa suerte de idealismo en política no es siempre benévola, ni mucho menos; por ejemplo, hay quien pone como ejemplo La República, de Platón, una suerte de utopía autoritaria que para él se la quede. Contrapuesto al idealismo platónico, se ha confrontado con la visión más realista y pragmática de Aristóteles, que también es otro para echarle de comer aparte. No diremos más que ambos filósofos vetustos eran profundamente contrarios a la an-arkhia, es decir partidarios del principio fundacional que hace que se subordine todo lo que venga después sin posibilidad alguna de concebir una comunidad política sin autoridad alguna.

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La internacional (ultra)derechista

Quién le iba a decir a este lúcido escribidor, hace bastantes meses, cuando puse negro sobre blanco aquella indignante mistificación libertaria que no parece tener fin a día de hoy, que alguien tan grotesco como Javier Milei iba a acabar convertido en presidente de la República Argentina. No solo eso, sino que ha sido la máxima estrella, en la capital de este inefable Reino de España, en esa misma donde prolifera la libertad a poco que uno se descuide, en esa reciente convocatoria por parte de Vox a lo más granado de la reacción internacional. ¡Y eso que, hace bien poquito, uno se preguntaba, con un tono no exento de sarcasmo, si de verdad existía eso que llaman ultraderecha! No creo que haga falta presentar a los peligrosos botarates que integran eso llamado Vox, una mera escisión del Partido Popular dentro de un indescriptible país donde derecha y extrema derecha se confunden. Valga solo recordar que este repulsivo evento, que acaba de tener lugar ante la mirada estupefacta de cualquiera con un mínimo de decencia, ha recibido la peculiar denominación de Europa Viva. Parece claro que con eso la ultradiestra hispana deja claro que desean sacar tajada, en la inminente convocatoria electoral, para ocupar poltrona en las instituciones del viejo y mezquino viejo continente.

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Vade Retro autoayuda

¿Cómo es posible que con acceso a la educación superior, alguien quiera creerse el timo de la Autoayuda? O sea, cójase a alguien con titulación e ínfulas de clase media –que esté de los nervios–, y dígasele que leyendo una serie de libros y yendo a una serie de cursillos, mejorarán sus sensaciones… 

A mí cuando me hablaron la primera vez de la autoayuda y del crecimiento personal, me llamó la atención que la llamada autoayuda siempre esté dirigida por otra persona que se dedica a dar consejos de pago. Sorprendente. 

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Cuestión de moralidad

Se me escapan las razones, y no dice mucho de gran parte del género humano, sobre por qué se acaba justificando lo intolerable y moralmente repulsivo en función de la pertenencia a una supuesta identidad política. Muchos derechistas se quejan que los de izquierdas se sientan «moralmente superiores», aseveración que me parece tan patética como significativa; demuestra tú mayor humanidad, botarate, y deja de acusar al vecino que no piensa como tú. Sobre el papel, parece cierto que cierto lado del espectro político parece más acrítico, apoyando a los suyos hagan lo que hagan, ya que en un remedo de razonamiento deben pensar que si lo hacen, buenas razones tendrán; es lo que tiene no pensar demasiado y abandonarse a los otros de la manera más lamentable. Pero, por supuesto, si de algo no pueden acusar al que suscribe es de caer en el maniqueísmo más atroz. No pocas personas he tratado también, muy preocupadas por lo social y humano, vamos a llamarlas progresistas, cuando gobiernan los suyos realizando una política no muy diferente a los del otro lado, son incapaces de adoptar el mismo enfoque crítico. Por otro lado, la historia nos pone no pocos ejemplos de feroces revolucionarios de izquierda que, en nombre de una humanidad con mayúsculas, acaban justificando lo injustificable por una sociedad mejor que, huelga decirlo a estas alturas, nunca llegó.

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¿Existe la ultraderecha?

He oído ya en diversas ocasiones, por parte de algunas voces interesadas o intelectualmente perezosas, que en realidad no existe la ultraderecha en este inefable país. Creo que uno de los responsables de que esto se repita es el pseudosabio, redundante en un maniqueísmo preescolar y con una pléyade de seguidores bastante acríticos, Antonio Escohotado (que en paz descanse, ojo, vaya por delante). Resulta patética esta aseveración, a la par que significativa, en un indescriptible país que sufrió un golpe reaccionario y cuatro décadas de dictadora ultranacionalista y ultraconservadora, es decir, de extrema derecha. Como dijo aquel, un día la clase política se acostó franquista (es decir, de ultraderecha) y al día siguiente se levantó tremendamente demócrata para repartirse porciones del pastel patrio. Es posible que todo esto sea síntoma del muy descerebrado fin de las ideologías, donde se quiere pasar porque ya no existen izquierdas y derechas, por lo que se entiende que mucho menos sus extremos. Pero, no nos pongamos ambiguos y abstractos, acorde con estos tiempos, concretemos y analicemos. Recordaremos que el Partido Popular, la derecha de este país (no sé si cobarde, pero derecha al fin y al cabo), es el heredero más evidente de aquel monstruo franquista ultraderechista y, de hecho, su fundador fue ministro de la dictadura; sí, un heredero que pasa ahora por ser entrañablemente demócrata y constitucional, pero heredero al fin y al cabo.

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La historia de la Humanidad se resume en la Historia de la Estupidez

Toda la historia de la especie humana, desde el big bang a la actualidad, es una historia de la estupidez humana. Por resumir, ese cretinismo se muestra en todo su esplendor, en la siguiente creencia: que realizando sacrificios humanos, mejoran las cosas. Es decir, coges a tres mujeres cualesquiera, les atas el cuello a las rodillas, las entierras vivas, y a continuación llueve. Las cosechas son abundantes, los hijos obedecen a los padres, las naciones son más prósperas. Eso es.

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