La razón de este texto es aportar algunas reflexiones sobre el posicionamiento de los anarquistas en los conflictos políticos actuales.
Comenzaré por recordar que el ideal y el objetivo del anarquismo es hacer posible la emergencia de una sociedad de libertad; igualdad y fraternidad/sororidad funcionando horizontalmente y practicando el apoyo mutuo con una perspectiva internacionalista. Ideal y objetivo que no deben ser impuestos sino libremente asumidos por voluntad propia, para que esa sociedad sea el resultado de las decisiones y acciones de todos y todas.
En España, sabemos mucho sobre la falta de memoria (mejor dicho, sobre la perversión de la memoria) y sobre las justificaciones a golpes de Estado y, de manera directa o indirecta, también a una dictadura. Argentina hoy está gobernada por gente inicua, encabezada por ese esperpento que es Javier Milei, que como ocurre también aquí con algunos elementos, de manera más clara si se quiere, justifican en aquel caso el régimen dictatorial de Videla, demonizando a toda izquierda, y negando la represión. Y aclararé que esto no va de disputas ideológicas (resulta agotadora esa estúpida polarización), en el caso de cierta izquierda es muy reprobable que no condene, o que también justifique, regímenes dictatoriales construidos en nombre del socialismo; esta vez nos referimos al caso de la derecha, y dentro de la misma yo solo respeto a aquellos que condenan los golpes y las dictaduras de Franco, de Pinochet o de Videla como atentados contra los derechos humanos. Tan sencillo como eso y, desgraciadamente, no se da muy a menudo.
Como es sabido, y si no ya lo explico yo, Hannad Arendt cubrió durante cuatro años (1861-1964), para The New Yorker, el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann, uno de los responsables de la deportación y exterminio de infinidad de personas, que había sido secuestrado y encarcelado por el Estado de Israel. El libro resultante de aquello, Eichmann en Israel. Informe sobre la banalidad del mal, llevó a un considerable revuelo hasta el punto de que aquella valiente mujer fuera atacada, considerada enemiga de los judios (perteneciendo ella misma a dicha etnia, tiene bemoles) y etiquetada poco menos que de filonazi. Veamos qué quiso expresar esta importante filósofa con dicha obra y tratemos de encontrar una explicación, aunque sea estremecedora, para los muchos horrores que perviven bien entrado el siglo XXI. Arendt no encontró en Eichmann ninguna encarnación del mal con mayúsculas, sino un tipo mediocre, un burócrata incapaz de pensar que cumplía órdenes, y por lo tanto alguien que había acabado renunciando a su condición de ser humano. El concepto que desarrolló Arendt debería ser considerado hoy en día primordial para juzgar, no solo los sistemas totalitarios, también cualquier forma de dominación, entender cómo tanta gente se muestra igualmente incapaz de pensar y acaban convertidos en una suerte de discapacitados intelectuales que se dedican a repetir lo que dicen otros o, en el peor de los casos, a llevar a cabo acciones terribles.
Con permiso de Antonio López Campillo y Juan Ignacio Ferreras, autores del libro con el mismo título, sintetizamos algunas ideas presentas en él con las que no podemos estar más de acuerdo.
Todo gran filósofo puede ser interpretado de diversas maneras, su legado es tan rico, complejo y profundo, que reducirlo a una sola ideología, siempre será cercenarlo. Desde luego hay pensadores adscritos a un movimiento y nadie dudaría de que Kropotkin o Bakunin fuesen anarquistas o que Marx fuese marxista, aunque en una ocasión dijese no serlo al ver lo que se hacía en su nombre.
Los expertos de la ONU advierten que el cambio climático es «una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta» y que la «ventana de oportunidad» que la humanidad tiene para asegurarse «un futuro habitable y sostenible para todos» se «cierra rápidamente».
Una de las mayores falacias sobre el anarquismo, que continúa bien extendida, es considerar que tiene un excesivo optimismo sobre la condición humana. En cierta tesis sobre pensamiento anarquista, a la que tuve oportunidad de acudir, se escuchó por parte de un miembro del tribunal aludir a que el anarquismo estaría muy bien si todos los seres humanos actuaran de forma correcta. Y, en ese caso, estamos hablando de supuestas eminencias en materia «humanística». Echemos un vistazo a las auténticas reflexiones que han realizado los anarquistas sobre la «naturaleza» humana.
No me preguntéis por qué le presto atención a semejante cosa, pero acabo viendo parte de un debate en el que, entre otras cosas, se habla de los asesinatos masivos en Gaza por parte del Estado de Israel. El caso es que dos sujetos se niegan a posicionarse con el argumento de que las cifras de muertos están manipuladas. Para entonces, va en aumento, se hablaba de más de 40.000 fallecidos por el ataque israelí. Me pregunto qué cifra de asesinados es aceptable para que semejantes elementos, de ideología predecible, condenen lo humanamente intolerable o, tal vez, es que consideran que es falso que se esté cometiendo una masacre en Gaza. Uno de ellos, que dice estar al frente de algo llamado Partido Libertario, un evidente oxímoron para cualquiera que tenga bien oxigenado el cerebro, alega además que no se ha dado a conocer de verdad los crímenes cometidos por Hamas sobre los israelís en octubre del año pasado. Claro, es de una lógica aplastante, lo perpetrado por unos pocos justifica castigar a miles de inocentes. Y eso lo afirma un pseudolibertario, que dice ser crítico con cualquier abstracción llamada Estado y su feroz maquinaria bélica (bueno, esto seguro que no le molesta tanto). En fin. Uno se pregunta qué cruel y extraño mecanismo opera en el cerebro de algunos para, en función de sus simpatías ideologías, no condenar un crimen estatal. Y, desgraciadamente, no pasa solo a un lado del espectro ideológico.
Hace años, cuando se estaban produciendo numerosas manifestaciones ciudadanas en Venezuela junto a una intolerable represión estatal, mandé una carta a un conocido periódico izquierdista presumiblemente alternativo, en cuya cabecera rezaba la frase “actualidad crítica”, el cual estaba manteniendo un inquietante silencio sobre lo ocurrido en aquel país. No solo jamás publicaron mi texto, encabezado por la frase “¿Qué está ocurriendo en Venezuela”?, sino que sacaron enseguida otro con un título calcado en el que se hacía una pertinaz defensa del chavismo culpando, claro, de los disturbios a la derecha. Ya comenté en su momento la práctica imposibilidad del debate sobre la llamada revolución bolivariana, como todavía ocurría con la Cuba castrista décadas después de un régimen obviamente fracasado con una intolerable represión de las libertades, y que dicha polarización obligaba a sospechar de ambos lados a poco que se tuviera algo de espíritu crítico. Antes de ver lo que está ocurriendo este año 2024, para los que piensen en alguna verdadera transformación social en el régimen que una vez encabezó Hugo Chávez, remitiré al libro de Rafael Uzcátegui Venezuela: la revolución como espectáculo, subtitulado Una crítica anarquista al gobierno bolivariano. La hipótesis de aquel libro, publicado en 2010, era que la revolución bolivariana había devenido en, efectivamente, un espectáculo tal y como desarrolló Guy Debord dicho concepto, pero sin mejoras reales a nivel estructural en la vida cotidiana de la gente y con meros cambios de actores en las transacciones capitalistas (a pesar de llenarse la boca el chavismo de socialismo). Aquel libro, tal y como yo lo veo, y a pesar de la obvias dificultades de distribución, fue un punto importante en la siempre necesaria reflexión crítica, desde una perspectiva verdaderamente transformadora a nivel social, ante el silencio y mirada acrítica de gran parte de la izquierda internacional.
¡Arriba Hazaña! es una curiosa película española de 1978, que siempre he considerado muy reivindicable, basada en la estupenda novela de José María Vaz de Soto El infierno y la brisa. Debido a la estructura de libro, basada en pequeños textos con diferentes puntos de vista de los diversos personajes, la película toma unos derroteros muy diferentes, con una narración que se puede describir como más lineal, más directa y con un desarrollo y un desenlace evidentes, y muy efectivos.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general