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Francisco Ferrer, el anarquismo y la Escuela Moderna

Francisco Ferrer. «¡Viva la Escuela Moderna!” es una obra de teatro escrita por el belga Jean-Claude Idée y puede que no sorprenda, dado el desconocimiento que todavía hay de la figura y la obra del pedagogo asesinado por el Estado en 1909 en España, que sea un prestigioso dramaturgo de fuera quien se haya encargado de recordarlo recientemente1 de modo emotivo y trágico, en el escenario. De hecho, muy recientemente, del 13 noviembre al 7 de diciembre de este año 2025, se ha tenido oportunidad de disfrutar de un montaje extraordinario de dicho drama teatral dirigido por José Luis Gómez y muy notablemente interpretado por Ernesto Arias, Lidia Otón, David Luque y Jesús Barranco. No son buenos tiempos para el pensamiento crítico y la resistencia intelectual, por lo que valga esta obra para recordarnos que hubo un tiempo, frustrado tras el triunfo del oscurantismo, en el que se confiaba en que la educación podía cambiar el mundo. Y es que hace ya más de un siglo, desde aquel 13 de octubre, en el que Francisco Ferrer fue ignominiosamente ejecutado; la Iglesia y la burguesía, atemorizadas por los hechos de la Semana Trágica, le señalaron como responsable y el poder político cumplió la sentencia tras un juicio sin las mínimas garantías procesales, tal y como nos muestra el texto de Jean-Claude Idée.

Su gran crimen sería ser un fomentador del pensamiento libre, iniciador en España de la enseñanza no confesional y un precursor del anarquismo moderno. La obra, de forma muy inteligente, comienza ya con la detención de Ferrer y el personaje inicial que habla de él en retrospectiva es su primera esposa, alguien muy conservador que le describe como un demonio, representando tal vez a la prensa burguesa del momento; más adelante, otras mujeres, entre la que se encuentra su hija Sol Ferrer, van dando lugar a una imagen más adecuada a la realidad del pedagogo y revolucionario. Emotiva es también la relación de Ferrer con su abogado, un militar católico y monárquico, que sin embargo logra comprender la obra e intenciones de alguien tan distinto a él y pone todo sus esfuerzos en la defensa en un juicio cuya sentencia ya había sido dictada de antemano. Pero, ¿qué labor educativa llevó a cabo este hombre para convertirse en el terror de la Iglesia, el Estado y la burguesía?

La Escuela Moderna fundada por Ferrer se convertiría en un verdadero centro intelectual a principios del siglo XX. Antes de ello, hubo precursores en España como demuestra que en 1889, en el Congreso Internacional de Librepensamiento, hubiera más de sesenta sociedades españolas. Odón de Buen, otra figura muy reivindicable de la España contemporánea en este país con tantos problemas con la memoria, llegaría a decir que el principal objetivo del librepensamiento en España debía ser el desarrollo y la protección de una educación libre. Por lo tanto, la creación de la Escuela Moderna en 1901 se haría en un clima de cierto apoyo laico y librepensador, pero la reacción de la Iglesia y de los partidos sumisos al Estado no tardaría en llegar. Ferrer se esforzaría por recoger y unificar todos los intentos previos y tratar de dar un impulso más sólido y coherente, con programas más claros y estudios rigurosos. Tal y como él mismo diría: «Educar al niño de modo que se desarrolle sin coacciones ideológicas, y publicar también los manuales escolares susceptibles de alcanzar este fin», por lo que también crearía una editorial como complemento a la escuela. Puede decirse que Ferrer tuvo dos grandes objetivos: otorgar a los críos una educación libre de todo prejuicio racial y clasista, y también desarrollar el espíritu racionalista de los ya adultos. Como se desprende de su obra, el pedagogo no se limitaría a señalar los efectos devastadores de la desigualdad social, sino que dedicaría sus esfuerzos educativos y divulgadores a indagar en sus causas y combatirla de raíz, por lo que su pensamiento político y social hay que verlo como inseparable de su obra pedagógica.

Los boletines de la Escuela Moderna aparecieron en dos periodos: de octubre de 1901 a junio de 1906, interrumpidos por el encarcelamiento de Ferrer y el cierre de la Escuela, y de mayo de 1908  a julio 1909, de nuevo cortados por la entrada en prisión del fundador. La colección completa de estos boletines desapareció de las librerías y de las bibliotecas públicas. Sol Ferrer2 relata que, después de muchos años de búsqueda infructuosa, apareció finalmente gracias al hijo de un antiguo colaborador. En los boletines del primero periodo puede verse la preocupación de Ferrer por adaptarse, en el orden material e intelectual, a las exigencias de los progresos científicos (España era un país tremendamente atrasado en muchos aspectos): se resumen la actividades de la Escuela, sus progresos acompañados de estadísticas, las mejoras que se introdujeron, las conferencias para padres, adultos y alumnos, las reseñas de excursiones, los textos de composición de los alumnos (indicadores del espíritu de la escuela) y, finalmente, la correspondencia con alumnos de otros centros similares. Puede apreciarse en estos boletines la gran preocupación por la ciencia, como son las cuestiones de la evolución animal, el origen del mundo y de la vida o la formación de la tierra, sin pretender nunca dar respuestas definitivas para estar abierto a nuevas indagaciones.

Las composiciones de los alumnos indican la orientación educativa que reciben, según la cual se llama a reflexionar sobre las cuestiones tradicionales para ampliar el horizonte sobre todos los problemas humanos y sociales. El propio Ferrer, en su introducción a Principios de Moral científica (dirigido al profesorado), explica cómo quería desarrollar el espíritu de observación y de crítica en sus alumnos, haciendo visibles ciertos hechos de orden social que habitualmente se pasaban por alto. Las cuestiones sociales son, como es evidente, primordiales en la Escuela Moderna, por lo que se denuncia la falta de calidad en la enseñanza pública, el hecho de que las clases humildes se vean empujados por ello a una educación de sus hijos que desaprueban y se conciencia fuertemente sobre la necesidad de reivindicar también las necesidades intelectuales. Curiosamente, algo que da una idea de lo avanzado y audaz de su pensamiento, en el Boletín del 28 de febrero de 1905 Ferrer responde al presidente de la Comisión en pro de la supresión de las corridas de toros, partiendo igualmente de lo inadmisible de la llamada «fiesta nacional»: «Pero, dice, es más bárbaro y más salvaje aún admitir y defender a un régimen basado en la explotación del hombre por el hombre, que hace tan poco caso de la vida humana».

En 1907, Ferrer escribió La Escuela Moderna3, publicado después de su muerte, libro donde confirma y precisa su pensamiento, además de mostrar lo que era y lo que se proponía con su escuela. Era necesario pensar de nuevo la educación, imbuir a las personas del pensamiento racional y científico para evitar que sigan encadenados a un orden social perverso. Tal y como estaba concebida en la sociedad, la educación era un instrumento adoctrinador por parte del Estado y anulador del espíritu crítico, de ahí que toda reforma estuviera condenada al fracaso. El objetivo de la Escuela Moderna será formar hombres aptos para evolucionar sin fin, capaces de renovar la sociedad y a ellos mismos. Por supuesto, como opuesta a la educación tradicional, la Escuela de Ferrer es atea y se inspira en un racionalismo científico que confía en el progreso y en un conocimiento sólido; puede decirse que la fe es substituida por confianza en el porvenir. La base de la educación es ejercitar en primer lugar el razonamiento y el pensamiento del niño, a lo que se añadirá posteriormente la formación de su personalidad; en ello, tomará parte importante la iniciativa del educando para desarrollar su sentido moral.

De esta manera comienza el programa educativo de la Escuela Moderna: hacer de los niños personas veraces, justas y libres de cualquier prejuicio. Para ello, se insiste en dos medidas auténticamente revolucionarias para la época: en primer lugar, la coeducación de los sexos, algo necesario para acabar con los prejuicios entre hombres y mujeres, para fomentar la toma de conciencia mutua de los caracteres que distinguen o complementan a unos u otros y para acabar con la herencia irracional de la Iglesia transmitida de generación a generación; en segundo lugar, a ojos de Ferrer resulta igualmente necesaria la coeducación entre clases sociales para atacar de raíz los prejuicios en ese sentido y preparar así el porvenir de unas nuevas generaciones, las cuales aprenderán en la escuela el valor y dignidad de la persona al margen de su condición. Al respecto de esta última medida, hay que decir que el proyecto de Ferrer no niega la lucha de clases, pero muy sabiamente no pretende resolverlas inmediatamente y se propone en primer lugar eliminar todo prejuicio necio al respecto.

Hay que recalcar continuamente la importancia de este aspecto en el proyecto pedagógico fundado por Francisco Ferrer. La perversidad histórica ha conducido a que, en la actualidad, se identifique la (supuesta) ausencia de adoctrinamiento con la erradicación de aspectos sociales y políticos en la educación. La Escuela Moderna no pretende formar anarquistas ni rebeldes contra el Estado, y mucho menos en el sentido que le quisieron dar sus acusadores. Precisamente, rasgos como la coeducación de clases pretendían acabar con la violencia y el odio que la discriminación y desigualdad conllevan. En su libro La Escuela Moderna, aparecen las siguientes palabras de Ferrer: «Los oprimidos, los expoliados, los explotados han de ser rebeldes, porque han de recabar sus derechos hasta lograr su completa y perfecta participación en el patrimonio universal. Pero… la Escuela Moderna… no quiere atribuir una responsabilidad sin haber dotado la conciencia de las condiciones que han de constituir su fundamento: Aprendan los niños a ser hombres, y cuando lo sean declárense en buena hora en rebeldía». Por lo tanto, al igual que en el anarquismo, la educación es la condición previa necesaria para toda transformación política y social. Veamos también el discurso de Anselmo Lorenzo, que explica de forma tan nítida como razonable, en la fundación de la Escuela Moderna: «Ahí estáis vosotros para destruir atavismos, enseñar verdades, formar caracteres, impedir la formación de masas sectarias e inconscientes y hacer de cada hombre y de cada mujer un ser presente y activo, de positivo y de idéntico valor, sobre el cual no pueda sostenerse falso prestigio ni autoridad indebida, de modo que la justicia en las relaciones humanas sea un resultado sencillo y práctico de las costumbres».

La obra de Ferrer quedó plenamente asumida por el anarquismo y su insistencia en el valor intrínseco del individuo como base de una sociedad que acepta libremente los vínculos sociales, pero no se trata, por supuesto, de una escuela ácrata en el sentido que quisieron darle sus detractores como equiparable al terrorismo. Vienen al caso unas palabras de Charles Albert en un texto llamado «Educación y propaganda» (Temps Nouveaux, 11/5/1900): «Los anarquistas son los únicos en haber comprendido que la sociedad mejor del futuro no puede ser la conquista de un partido o de una táctica, sino la síntesis de todos los esfuerzos humanos sinceros y osados en todos los ámbitos de la actividad». La evolución ideológica de Ferrer le condujo a las ideas libertarias y ya se ha mencionado que su concepción pedagógica coincide con la anarquista, según la cual la educación es el medio para establecer una nueva sociedad y lograr la emancipación. No obstante, la política no está ausente en las inquietudes de Ferrer, pero considera con buen criterio que ese ámbito depende de la capacidad de comprensión de las personas. El pedagogo, evidentemente, era muy consciente de lo que representaba en su época el progreso científico y en él confía para la realización de una sociedad mejor. No obstante, algunos aspectos de ese progreso le inquietaban, así como las consecuencias que podrían reportar al ser humano. Así, en otro aspecto de indudable actualidad, le espantaba el lugar primordial que iba adquiriendo la técnica y la economía en la vida social del hombre. Por supuesto, su obra no rechaza en absoluto la técnica, pero teme que la misma prevalezca sobre el pensamiento. La solución pasa por la afirmación de una cultura crítica que libere al hombre de toda atadura política o divina acabando con toda tentación rutinaria y todo prejuicio producto de siglos de tradición conservadora.

Para lograr la emancipación es preciso desarrollar la personalidad en todos los sentidos, aceptando las limitaciones humanas, por lo que nunca se convertirá el ser humano en una especie de nueva divinidad. Se observa cada individuo como original e insustituible y se subrayan al mismo tiempo los valores más solidarios e igualitaristas, por lo que no tiene cabida ninguna solución autoritaria o colectivista a los problemas sociales. Tal y como lo observa Ferrer, la igualdad social es un producto de la moral superior de la razón, garantía de los derechos y de los deberes del individuo y, al mismo tiempo, un factor primordial del progreso. Lo que puede parecer una dualidad en el pensamiento, como ocurre en general con las ideas libertarias, es en realidad complementario y enriquecedor: un individualismo solidario que no pierde nunca de vista los problemas sociales. Los aspectos morales y racionales, estrechamente vinculados como se ve, son primordiales en la obra de Ferrer, pero sin que se caiga en la mera abstracción. Por ejemplo, uno de los males señalados es la falta de diálogo, la negación del discurso del otro, por lo que se apuesta por la comunicación para avanzar en la tolerancia y vencer al fanatismo.

Los grandes males provienen de la infalibilidad, de aquellos que proponen verdades con mayúsculas, algo sobre lo que advierte Ferrer y a lo que somete su propio criterio permanentemente mediante un «control racional, ético y positivo». Aunque hablamos de una visión ilustrada radical, que confía en el progreso, la ciencia y el trabajo como medidas emancipadoras, algo que puede resultar debatible en una época posmoderna, las propuestas de Ferrer fueron también enormemente pragmáticas y adelantadas a su época: preconizó un salario mínimo que asegurase la dignidad del trabajador y su familia; pidió una organización más racional del trabajo para que cada uno acceda al lugar al que le dan derecho sus aptitudes profesionales; recordó siempre que los valores del trabajo deben ir acompañados del derecho al bienestar, y a pesar de su crítica al poder político exigió al Estado que prestara atención a las cuestiones sociales. En definitiva, es casi imposible separar las concepciones filosóficas y morales de Ferrer de su pensamiento político, puede decirse que se complementan y forman un todo armónico que pretende aportar una comprensión global del hombre.

Hemos visto, de forma somera, la importante labor pedagógica que trató de llevar a cabo Francisco Ferrer, plenamente asumida por los anarquistas posteriormente, el verdadero motivo por el que fue ejecutado por un sistema indigno anclado en el pasado y esforzado en la represión de los que buscaban una sociedad mejor. Hoy, de una u otra manera, la memoria de Ferrer debe ser recordada y las y los libertarios seguimos confiando en la educación como base para un horizonte más justo y racional.

Capi Vidal

  1. Durante la Segunda República, se recuperó la pedagogía de Ferrer, especialmente, por los anarquistas y hubo intentos de restaurar su memoria, finalmente truncado por motivos obvios tras la victoria reaccionaria en la guerra civil; de 1931, es el drama teatro El proceso Ferrer, escrito por Eduardo Borrás, del que desconozco si Idée tenía constancia. ↩︎
  2. Sol Ferrer: Vida y obra de Francisco Ferrer; Luis Caralt, Barcelona, 1980. ↩︎
  3. https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Ferrer%20Guardia%20-%20La%20escuela%20moderna.pdf ↩︎

El anarquismo como teoría de organización

Se podría pensar al describir el anarquismo como una teoría de organización que estoy postulando una paradoja deliberada: anarquía podría usted considerar que es, por definición, el opuesto a la organización. En realidad, sin embargo, anarquía significa ausencia de gobierno, ausencia de autoridad. ¿Puede haber organización social sin autoridad, sin gobierno? Los anarquistas afirman que Seguir leyendo El anarquismo como teoría de organización

Recordando a Colin Ward

F.C. / Semi sotto la neve

Este año Colin Ward habría cumplido cien años. Nacido el 14 de agosto de 1924 y fallecido el 11 de febrero de 2010, el anarquista inglés es la principal inspiración de esta revista. Lo reseñamos en la columna «Raíces» del número 2 de junio de 2022, a la que nos remitimos para una introducción preliminar a su vida y pensamiento.

Sus reflexiones, al igual que sus artículos y libros, son una fuente constante de inspiración para el equipo editorial de Semi sotto la neve y una inspiración siempre presente para quienes, como nosotros, buscan, modesta pero tenazmente, vivir un ideal libertario de una manera nueva y proactiva.

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La original visión dialéctica de Proudhon

«Sin contrarios, no hay progreso; atracción y repulsión, razón y energía, amor y odio, son igualmente necesarios a la existencia humana».
William Blake
«Como la mayoría de los anarquistas, Proudhon vivió más para la lucha que para la victoria.»
George Woodcock

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Howard Zinn: «el problema es la obediencia civil»

Howard Zinn, fallecido en 2010 a los 87 años, fue un historiador social y un radical próximo al anarquismo. Una de sus grandes obras fue A People’s History of the United States (edición en castellano con el título La otra historia de los Estados Unidos). Fue, además, autor de infinidad de conferencias y artículos, así como un dramaturgo con obras como Marx en el Soho (reciente versión en Madrid con el título de Marx en Lavapiés) o Emma, que recoge hechos de la vida real de Emma Goldman.

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Albert Camus, prácticas y experiencias políticas de juventud

Albert Camus nació en 1913 en la comuna de Dréan, en la zona oriental de Argelia, durante el dominio colonial francés. Era un pied-noir, descendiente de colonos europeos, en su mayoría franceses, aunque también había familias de origen español, como la de su madre, Catherine Helena Sintes, una mujer humilde y analfabeta. Su padre, Lucien Camus, trabajaba como vendedor de vino en la zona. El matrimonio tuvo dos hijos, Lucien Jean Étienne, nacido en 1910, y Albert, quien llegó al mundo en 1913. Sin embargo, la felicidad familiar duró poco, ya que Lucien fue movilizado en septiembre de 1914 en el contexto de la Primera Guerra Mundial y murió poco después a causa de las heridas de guerra en octubre de ese mismo año, cuando Albert tenía solo un año de edad. Este hecho marcó profundamente la vida y la obra de Camus, quien siempre mantuvo una relación compleja y dolorosa con la figura paterna ausente y con la guerra en general.

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Socialismo e individualismo en Oscar Wilde

Que Oscar Wilde es un gran escritor no creo que lo dude nadie, pero que no es tan conocido su pensamiento tan cercano al anarquismo parece también un hecho. En su texto El alma del hombre bajo el socialismo comienza realizando una declaración de intenciones en contra de la explotación del trabajo ajeno («esa sórdida necesidad de vivir para los demás», lo expresa Wilde con retórica propia). Pero el atrevimiento del irlandés va más allá, y resulta de plena actualidad su análisis, denunciando una sociedad en la que no solo se permite la pobreza, sino que se la mantiene viva con supuestos actos Seguir leyendo Socialismo e individualismo en Oscar Wilde

La filosofía de Nietzsche y el anarquismo

La filosofía de Friedrich Nietzsche, tal vez por su modo aforístico de escritura, así como por su carácter poético y personal, ha sufrido múltiples interpretaciones. El autor alemán fue un devastador crítico de los valores de su tiempo, que veía encarnados en el cristianismo, pero también de forma políticamente más polémica en el socialismo y la democracia. Apostaba por una superación de dichos valores mediante un punto de vista más allá del bien y del mal, donde se manifestaría lo que denominaba la voluntad de vivir, vinculada también a la voluntad de poder, y se erigiría su concepto de superhombre, caracterizado por haberse desprendido de una cultura decadente, por renunciar a lo que el filósofo denominaba moral del esclavo (sentencia tan controvertida como la propia obra de Nietzsche) y hacer de su existencia un esfuerzo y una lucha. Como es natural, no han sido pocas las críticas que se han hecho, desde diversos puntos de vista, a estos conceptos nietzscheanos no siempre plasmados de forma claramente comprensible y dando lugar a un amplio margen de interpretación. Más adelante, volveremos a ellos y trataremos de dar algunos puntos de vistas libertarios. Además, se considera a este filósofo alemán como uno de los precursores de la posmodernidad, con su crítica a la confianza exacerbada en la razón y el progreso, así como a todas las promesas emancipatorias que la etapa moderna llevaba en su seno, por lo que aumenta todavía más el interés en la obra de Nietzsche.

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Marx y los anarquistas

El anarquismo, aunque tenga una extensa prehistoria, nace en la primera mitad del siglo XIX; por lo tanto, al igual que el marxismo, es consecuencia de la Revolución francesa, del triunfo de la burguesía, de la formación de la clase obrera y del desarrollo del capitalismo industrial. Por muchos precedentes que podamos señalar, no podemos hablar de anarquismo explícito antes de Proudhon; dejaremos para más adelante, la primera y significativa controversia que tuvo este autor con Marx.

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Eugène Lanti y el movimiento anacionalista

Eugène Lanti (1879-1947), pseudónimo de Eugène Adam, fue un anarquista, nacido en Normandía, vinculado al movimiento obrero esperantista y al concepto del anacionalismo, en el que profundizaremos en el siguiente texto.

Hay que decir que Lanti, término que deriva del apodo francés «L’anti tout» (el anti-todo), no es una figura demasiado conocida en la historia del anarquismo; del mismo modo, el movimiento político llamado «anacionalismo», que aspiraba a eliminar el concepto de nación (criticando con ello, incluso, al Internacionalismo obrero) no es recordado ni siquiera mencionado en las principales obras sobre cuestión nacional. Es por eso que hay que agradecer a Bernat Castany Prado, cuyos artículos seguimos para elaborar esta entrada, el dar a conocer a Lanti y sus ideas. Este autor, vinculado en un inicio al Partido Comunista Francés, no tardará en comprender que el comunismo soviético no era más que un capitalismo de Estado y un monstruo burocrático controlado por una nueva elite. Será después de la Primera Guerra Mundial cuando Lanti se una al movimiento esperantista, al considerar que esta lengua universal podría superar el concepto de nación, y llegará a fundar la Asociación Anacional Mundial (SAT, según sus siglas en esperanto: Sennacieca Asocio Tutmonda). Seguir leyendo Eugène Lanti y el movimiento anacionalista