«Yo digo: todas las criaturas son un ser». (Maestro Eckhart El fruto de la nada. Editorial Siruela, Madrid 1998. Sermon 5: El anillo del ser, pág. 58).
«El tiempo de la tierra desobedece al tiempo humano, derroca al tiempo muerto, que ha recorrido un camino de desgaste y muerte y ha impulsado solo páramos y podredumbres». (Mu-san Baek El tiempo humano. Editorial: Bajo la luna. Buenos Aires 2013).
Dibujo anónimo Plaza de España, Madrid
Nuestro sentido común está encriptado por el poder, embozado por milenios de un tradicional pensamiento jerárquico: ¿Por qué considerarnos superiores a los demás seres? ¿Por qué nuestra existencia se ha privilegiado jerárquicamente considerándola por encima de la de un elefante, un río, una montaña, un árbol o un edificio? Para responder a esta pregunta tendremos que acudir a la ontología, la disciplina que estudia el ente en cuanto ente, y diferenciar entre una ontología an-arquica de las que no lo son.
John Locke afirmó: “El grande y principal fin que lleva a los hombres a unirse en Estados y a ponerse bajo un gobierno es la preservación de su propiedad”. La propiedad privada, para el liberalismo, es un derecho sagrado, pero nos preguntamos si su concepción de la misma no deja de estar directamente vinculada a la desposesión de gran parte de la sociedad. De hecho, Proudhon, al que se atribuye con ¿Qué es la propiedad? (1840) haber realizado el primer estudio científico en el ámbito de la economía política, pivotará toda su obra en torno a esta pregunta. Si Locke estableció los principios del liberalismo en vincular la propiedad privada a la libertad, Proudhon quebrará el altar sobre el que se colocó ese ídolo y, como es sabido, concluirá que se trata de una apropiación indebida. Pero el filósofo francés no pretendía ser lapidario en su conclusión, ni demonizar sin más el concepto, sino profundizar en algo que consideraba contradictorio. Con su oxímoron, pretendía señalar que la propiedad es una institución que se niega a sí misma, fundada en la contradicción y símbolo de la desigualdad social y política. Gaston Leval afirmará al respecto: “Proudhon negaba el derecho romano de la propiedad, la forma que permite a unos hombres usufructuar indebidamente el trabajo ajeno. Pero la consideraba indispensable en su forma generalizada”. Eso es algo que hay que poner delante de los liberales y su sacralización del concepto de propiedad, la gran premisa moral del anarquismo es su negación de la explotación, de “usufructuar indebidamente el trabajo ajeno”, por lo que está muy claro lo que quiso señalar el francés.
Este texto surge de la reflexión impulsada por la Escuela de las periferias, un colectivo de autoformación política y discusión del centro social La Villana de Vallekas. El texto se formó en varios tiempos: primero, un debate interno entre sus participantes, de donde surgió una redacción inicial que, más adelante, fue puesta en común con las compañeras de La Villana que se sintieron apeladas por el tema. Ambos pasos suceden dentro de nuestro centro social y, por este motivo, la reflexión no hace sino recoger nuestro actuar político, nuestros conflictos, nuestros proyectos de resistencia, nuestros horizontes de emancipación y, sobre todo, nuestras preocupaciones en torno a los cuidados.
«y si cuidar no fuera capricho moral fuera pura condición vital» María Arnal y Marcel Bagués
(Aviso urgente para los recién llegados, notas para los caducos y besos para las perennes…)
1 El CEDALL, es un centro de documentación destinado principalmente a la difusión de la historia del movimiento libertario y antiautoritario del estado español. Quien nos conoce desde hace cierto tiempo o quizás nos consulte en un futuro es consciente de los materiales de información histórica que ofrecemos a los curiosos e interesados en la extensa historia del anarquismo ibérico español durante los siglos XIX y XX.
Un mes antes de la destrucción generada por una DANA en varios municipios de la Comunidad Valenciana, Andalucía y Castilla-La Mancha, el paso del huracán Helene y su choque con otra tormenta en las montañas del sur de los Apalaches, en Estados Unidos, generó varios días de lluvias torrenciales que derivaron en una catástrofe que arrasó toda la región: movimientos de tierras, cientos de sistemas municipales de agua y alcantarillados dañados, miles de kilómetros de carreteras intransitables, miles de casas destruidas y cientos de muertos en seis estados diferentes. Un escenario que nos resulta familiar, que nos trae de vuelta imágenes de una tragedia más cercana espacialmente, pero igual de desoladora. En este sentido, creemos que las aportaciones realizadas por diversos colectivos e individualidades sobre cómo afrontaron desde la base la catástrofe que acompañó al huracán Helene pueden ser muy enriquecedoras, pues cómo señalan desde el colectivo editorial de CrimethInc, que publican uno de estos textos, ‘en un momento en que la desinformación, el aumento del autoritarismo y las catástrofes exacerbadas por el cambio climático producido industrialmente están creando un bucle de retroalimentación de crisis cada vez mayores, es crucial entender la respuesta a las catástrofes como una parte integral de la defensa de la comunidad y elaborar estrategias sobre cómo esto puede desempeñar un papel en los movimientos de liberación’.
Resulta curioso que, si bien existe una manera de observar la historia del anarquismo en la que está claro que es una corriente socialista, los primeros anarquistas no dudaban en hacer suyos a autores que, tal vez, hoy consideraríamos más cerca del liberalismo (si bien, su crítica furibunda al Estado y a cualquier forma de dominación o, lo que es lo mismo, su naturaleza antiautoritaria se hace muy atractiva). Hay que considerar al anarquismo mucho más que un tipo de socialismo o colectivismo, una especie de filosofía vital que busca la emancipación en todos los ámbitos de la vida y el desarrollo de los valores más nobles del ser humano; por su propia idiosincrasia hace que tenga necesariamente que apostar por un modelo social y económico cooperativo y por dar predominancia a la solidaridad por enciman de cualquier otro valor.
El Estado se presenta a sí mismo como un ente neutral, el soporte básico que ordena el desarrollo y las manifestaciones de la coexistencia social. Estos dos rasgos, neutralidad y omnipresencia, caracterizan el totalitarismo del Estado. Su neutralidad no puede ser rebatida y su omnipresencia no puede ser delimitada más que por otros Estados con sus propias peculiaridades, sus mitos fundacionales y nacionales formando, en conjunto un Estado continuo segmentado por clases dirigentes autóctonas. Todo el orbe está organizado de forma estatal y capitalista, luego el caos y la guerra es su expresión absoluta. El neoliberalismo es el Estado mínimo sólo en apariencia, pues lo que se entiende como libertad en él es exclusivamente la libertad de hacer negocios y la expansión impune de la propiedad privada lo que requiere un Estado fuertemente represor para contener a las masas desahuciadas y asegurar un marco legal que regule y reafirme la extensión tanto nacional como internacional de la imposición capitalista. Con este fin, existen instituciones económicas de todoas conocidas como el FMI, el Banco Mundial, la OMC y los acuerdos regionales de libre comercio. La izquierda, por su parte, pretende normativizar todos los aspectos de la existencia humana a cambio de engrandecer el asistencialismo del Estado, y no es extraño que desde sus filas haya surgido la idea de crear un dispositivo electrónico que unifique las funciones de teléfono, documento nacional de identidad, tarjeta de pago en comercios, número de la cartilla sanitaria y clave de la cuenta corriente. Con los avances tecnológicos, este futuro de control es cada día más cercano. China es el Estado que, conjugando gobierno de partido único, control social y economía de mercado sirve actualmente de referencia y ejemplo -con quinientos millones de cámaras escrutando calles y rostros- del porvenir que se nos depara.
El gusto por la verdad no impide la toma de partido Albert Camus
Las imágenes que los medios de información nacionales e internacionales nos transmiten casi diariamente, de multitudes felices paseando por festivales y ferias o llenando salas de conciertos, teatros, cines, estadios y playas de los cinco continentes, incitan a creer que la humanidad está viviendo momentos de gran bonanza y paz. Sin embargo, nunca ha estado su supervivencia tan amenazada como lo está hoy. No solo por la locura de la guerra que, además de continuar sembrando muerte y desolación, puede acabar provocando un apocalipsis nuclear, sino también por las pandemias virales de más en más mortíferas y el cambio climático que puede hacer de la Tierra un planeta inhabitable.
Un concepto clave de la modernidad política es, sin duda, el de la libertad y, más en concreto, el de una libertad individual que ha sido objeto de preocupación, tanto para la filosofía liberal, como para la libertaria. Karl Polanyi, autor de una obra primordial que critica el desarrollo del liberalismo económico en la modernidad, La gran transformación; curiosamente, publicada en el mismo año 1944 que otra obra con conclusiones opuestas, Camino de servidumbre, de Hayek. Polanyi consideraba dos lados contradictorios de la libertad en las sociedades complejas; una negativa, que explotaba a los supuestos iguales, buscaba ganancias ilimitadas sin contrapartidas sociales e impedía los beneficios públicos gracias a la innovación tecnológica, y otra positiva concretada en libertades elementales (de conciencia, expresión, asociación, libre elección…), pero consideradas subproducto del mismo sistema económico que producía las libertades perversas.
Conocí a Claire Auzias en 2017 cuando me llegó por casualidad su reseña sobre el libro Mujeres Libertarias de Zaragoza en A Contretemps.1 No hablamos mucho, pero lo suficiente para darme cuenta de que estaba ante una compañera que pensaba por sí misma y que transmitía calidez y afecto. Después la entrevisté en 2019 tomando como excusa su estupendo libro: Gitanas.2 Durante varios meses estuvimos intercambiando correos y hablando de muchas cosas que no tuvieron espacio en los dos textos que fueron publicados.3 Hicimos planes para vernos en Barcelona, ciudad a la que viajaba, me dijo, con cierta frecuencia. Luego vino la pandemia y todo quedó suspendido. Me llegó la triste noticia de su muerte acaecida el 6 de agosto de 2024 y fue inevitable retornar a los folios en que tenía la información de aquellas conversaciones. Sirva este texto para recordarla y para homenajearla.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general