Archivo de la categoría: Opinión

El anarquismo y la maledicencia «liberal» de Vargas Llosa

Uno posee la insana costumbre, extrañamente irrefrenable, de echar un vistazo cada vez que un infame diario generalista cae en sus manos. Normalmente, mi reacción emocional oscila entre el hastío y la repulsa, pero recientemente el cabreo ha adquirido proporciones gigantescas. Es sabido que el inefable Marío Vargas Llosa posee una tribuna privilegiada en el increíblemente progre periódico El País y ayer domingo este fulano, adalid de la peor cara del liberalismo, se explayó a gusto sobre el anarquismo. Así, Vargas empieza su artículo sorprendiéndose, apenas escondiendo un sarcasmo de baja intensidad, de la buena salud de los ácratas y aseguró, incluso, haber leído un libro llamado La rebeldía más allá de la izquierda, sobre el que se muestra condescendiente; a su autor, el venezolano Rafael Uzcátegui, parece alabar engañosamente. No tarda demasiado el escritor de La ciudad y los perros, cayendo en un territorio vulgarmente trillado, en vincular el anarquismo con la más pura violencia y asegurar, por ello, que fue «una ideología equivocada». Es todavía más indignante que afirme que, como anarquistas, «Uzcátegui y sus amigos son menos violentos que sus mayores de la generación anterior». Sabrá este cretino cómo es este sociólogo y escritor anarquista, al que conozco desde hace años, gran defensor de los derechos humanos en su país; por ello, ha recibido las críticas de infinidad de inicuos botarates defensores de ese fraude llamado revolución bolivariana.

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Sobre las prisiones democráticas, faltaría más.

Siguiendo con el tema de prisiones, y por noticias aparecidas en prensa por las que se quejan los funcionarios de las agresiones que reciben por parte de presos, algunos datos más. Comentaba en el anterior articulillo, que en 2009 se había producido una masificación de las prisiones (78.000 presos), llegando a un punto que obligó a los poderes públicos a legislar de una forma menos carcelaria, y ello a pesar de la campaña histérica y podríamos decir fascista de los medios de comunicación, que ejercen un terrorismo informativo de cara a crear pánico en la población, mostrando el país como un criadero de delincuentes que en cualquier momento te pueden entrar en casa, cortarte el cuello y robarte la vajilla de Navidad… Conviene recordar que la criminalidad de España es baja. Pero no de ahora: ha sido baja siempre, desde el siglo XIX a la actualidad. Comparándola con otros países de Europa con fama de avanzados y progresistas, España es un país muy seguro, aunque a muchos tertulianos y vocingleros les gustaría que esto fuese una distopía con el Juez Dreed dando hostias.

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¡OTAN y, sobre todo, militarismo no!

Se acaban de cumplir tres meses del comienzo de la agresión del ejecutivo ruso contra la población ucrania. Aunque las noticias sobre la guerra no ocupen ya tanto espacio en los medios desinformación generalizados, se sigue dando una leve insistencia ideológica, que no debería engañar a nadie, en que hay que defender la democracia; sabemos, sin duda, qué bando inició la agresión en este caso, lo que desconocemos es ese posicionamiento tan nítido en cuanto a valores morales. No dejaremos de insistir en que lo que parece que está en un cruento juego es el afán imperialista y el interés económico entre diferentes poderes oligárquicos, a cual más detestable. Una contienda la de Rusia y Ucrania que parece ya cronificada y donde hasta gente poco sospechosa de izquierdismo asegura que la paz pasa por algún acuerdo con Putin y sus secuaces, seguramente cediendo a Rusia parte del territorio de Ucrania. El presidente este país, Zelensky, por su parte, realizando una analogía (¡como no!) con la lucha contra el nazismo ha asegurado que no piensa capitular y exige que se le envíen más armas pesadas (quedémonos con este dato). Mientras tanto, la población sigue sufriendo y muriendo. No se me ocurre más lucha contra la guerra que la de combatir el repulsivo militarismo, aunque determinadas circunstancias empujen a veces a la defensa a través de las armas; no, no soy ningún ingenuo pacifista.

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¿Libertad?

Lo más espeluznante de estas sociedades posmodernas, que sufrimos, para bien o para mal, resulta en la pobre o nula consciencia acerca del concepto de libertad que podemos observar en el común de los mortales. Así, bajo la apariencia de una sociedad libre (liberal, dicen), basada en el consumo más atroz y en el sálvese quien pueda, es difícil comprender que tan pocos seres humanos sean conscientes de lo frágiles y determinados que somos. El libre albedrío, a poco que hagamos el esfuerzo de indagar, aparece como una fantasía reduccionista fruto de una tradición religiosa que deberíamos relegar a los museos de historia. Necio es el que no comprenda que la libertad humana es algo, tan complejo, como apasionante, y que la vida social está sujeta a excesivos condicionantes, máxime en una sociedad que, a pesar de los que aseguren lo contrario, sigue estando jerarquizada y sujeta a demasiados intereses de unos pocos. El que no ponga en cuestión sus actos y creencias, el que elija la vía de alienación del tipo que fuere y adopte la solución fácil del consuelo y la creencia, resulta en alguien más bien papanatas, intelectualmente pobre e indubitablemente determinado.

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Indultos, penados y presos

Una reflexión sobre el Reino en que vivimos. En 1995 se reformó el Código Penal, para –en resumen– endurecer las penas alargando más la permanencia en prisión (1). Fue durante el Gobierno de José María Aznar que se llevó a cabo el cambio legislativo, en medio de una histeria  de tertulianos y periodistas que vendían este país de bendiciones, como el lugar en el que los delincuentes comunes y los terroristas mataban a una vieja, se la comían, entraban en comisaría y salían al cabo de un minuto. Así la derecha fomentó la prisión como alternativa necesaria y de ahí se pasó de la cifra de 18.000 presos de 1980, a la de 76.000 en 2009. Los problemas que generó esta locura presidiaria hicieron que el legislador optase en 2010 por ablandar un poquitín el castigo, y al rebajar las penas por delitos como el tráfico de drogas, la población reclusa es en la actualidad –más o menos– de 42.741 hombres y 3.312 mujeres. 46.000 personas encerradas en un confinamiento que ríete del COVID…

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Derrotados, pero nunca olvidados

En la entrada anterior, incidía en los que pretender apuntalar la historia negra del anarquismo, que describe a sus integrantes como una suerte de bestias sedientas de sangre. Justo es decir que, de manera muy localizada en tiempos muy convulsos y represivos, en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, hubo ciertas figuras que decidieron adoptar en el movimiento libertario la vía de la violencia; igualmente honesto es recordar que fueron decisiones de individuos aislados, que no pertenecían a organización alguna, por lo que no resulta significativa su historia como para estigmatizar a todo un movimiento. La inmensa mayoría de los anarquistas han rechazado el uso del asesinato, con seguridad la suprema forma de poder de un ser humano sobre otro; no obstante, igualmente justo es contextualizar, por lo que también podemos recordar que algunos comprenderán estos actos en su momento, fundados en el deseo de justicia y consecuencia a veces de la represión gubernamental, e incluso elevarán a la condición de mártires a sus responsables conmovidos por su sinceridad. Tal y como el historiador del anarquismo George Woodcock afirmó, por mucho que condenemos estos actos, a nivel moral y político, no se puede calificar a sus protagonistas de meros intrusos y forman también parte de la historia del anarquismo, aunque sea de forma puntual y decididamente trágica. No obstante, la realidad es que los anarquistas se han esforzado, precisamente, en erradicar toda forma de coerción y violencia en la vida social y política; así, hay siempre que precisarlo, junto a aquello de buscar siempre la coherencia entre medios y fines, por lo que ciertas vías deberían ser repugnantes al objetivo.

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Sobre historiadores y academicismos

Una de las cuestiones que resulta en volverse tarumba, en el contexto de este inefable país, son las diversas visiones contrapuestas sobre la historia contemporánea y, más en concreto, sobre el hecho convulso de una Guerra Civil provocada por el golpe de Estado del criminal Franco y sus secuaces. Así, y aunque la derecha política y mediática no apoye de forma explícita ya, aunque lo hiciera hace no tanto, a historiadores que justifican plenamente el alzamiento reaccionario, sí pretende establecerse un terreno ambiguo sobre el conflicto con el subterfugio de evitar un nuevo enfrentamiento fraticida, cuyas causas no tiene una explicación social y política, sino que escapan al común de los mortales. Esta imbecilidad, que ya fue agitada durante la llamada Transición con el fin de agitar el miedo y evitar la verdadera ruptura con la cruenta dictadura, no debería ser aceptada por nadie que tenga el cerebro mínimante oxigenado. Uno se pregunta cómo puede sostenerse, al día de hoy, este discurso si no es entre una población convenientemente aborregada hasta el mayor hastío banal y consumista. A poco que uno tenga algo de inquietud intelectual, está obligado a indagar en la historia y sacar una serie de conclusiones, y esto con la dosis suficiente de honestidad y dejando al margen, de forma algo razonable, las simpatías ideológicas que podamos tener. Uno de los libros que me hizo fascinarme por las ideas libertarias, allá por una temprana juventud intelectual, fue La ideología política del anarquismo español (1868-1910), de José Álvarez Junco, el cual nos da una idea de la complejidad y de lo avanzado de lo que pensaban los ácratas, nada que ver con las idioteces y falsedades sembradas a diestra y siniestra.

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¿Puede el voto impedir el crecimiento del fascismo en Europa?

Aquí en el Reino, se ha manifestado de manera contundente una y otra vez, que la extrema derecha ha crecido, aparecido, o que nunca se fue, porque no se depuró al franquismo. Los fachas –dicen los expertos– han seguido mandando en empresas, en el Estado, en el Ejército y en la Policía. Vale. Esto lo he escuchado montones de veces en época de elecciones, cuando se nos incita a votar para parar al fascismo. Y resulta que cuanto más se vota… Más fascismo aparece. ¿No es divertido?

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Ultraderecha en las urnas

El inefable Jorge Verstrynge, que empezó su carrera política en el fascismo (y no me refiero a Alianza Popular) y acabó en no sé muy bien qué híbrido totalitario, aseguró una vez que había no pocas similitudes programáticas, dejando aparte ciertos detalles sobre la inmigración, entre Podemos y el Frente Nacional de Le Pen. La expresión de Pablo Iglesias al escuchar esto, balbuceando algo así como que, por supuesto, había más diferencias, no tuvo precio. El excomunista Antonio Elorza ya insinuó en su momento que el auge del partido morado corría el riesgo de reunir las características de lo que se narraba en aquello de La ola como el nacimiento de un movimiento fascista: populismo ideológico, sumisión al líder, etc., etc. Ya se sabe que los conversos, no sé muy bien en base a qué mecanismo, tienden por lo general al despropósito. Aclarararé que no creo que Podemos haya supuesto, ni en un sentido, ni en el contrario, una fuerza que le haya hecho el más mínimo daño al sistema; más bien, una vez que han acariciado algo de poder, han derivado estrepitosamente hacia la más inofensiva socialdemocracia. Cabe preguntarse ahora si el partido de Le Pen, como es sabido con vínculos con Vox y con el mismísimo Putin, es verdaderamente un partido fascista.

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Malnacidos comisionistas

Gracias a los dioses, o a quien se tercie, uno no tiene nada que ver con ese campo abonado para la enajenación, que es el deporte balompédico. Sin embargo, resulta inevitable no empaparse, dentro de esta cultura de la comisión y corrupción moral que nos invade, de lo acaecido recientemente al desvelarse ciertos audios sobre no sé qué leches de torneo deportivo español celebrado en Arabia Saudí. De entrada, a uno le puede sorprender que un evento futbolístico, de este inefable país que sufrimos, se celebre en tierras lejanas; si vamos un poco más allá, y vemos que en dicho lugar impera un repúlsivo régimen que vulnera todos y cada uno de los derechos humanos, el asco ya se manifiesta sin pudor. Por supuesto, la cosa tiene su explicación crematística si comprendemos que el negocio está por encima de cualquier atisbo moral. Así, de la conversación ahora hecha pública se desprende que un miembro de un todopoderoso club deportivo y el presidente de algo así como la Federación balompédica deciden negociar comisiones millonarias a cambio de celebrar la competición en un país dictatorial, que de paso queda convenientemente blanqueado de cara a la opinión pública.

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