Enmiendas a la ley de memoria democrática. La última oportunidad…

Más allá de si la enmienda, a la Ley de Memoria Democrática propuesta por los socios del gobierno de coalición progresista para conseguir el apoyo o la a abstención de ERC, es solo “humo” -como lo afirma Xavier Rufián- o “la vía más clara para conseguirlo” -como lo pretende Enrique Santiago, secretario de Estado- lo único que ha quedado claro es que esta enmienda, calificada de “ultima oportunidad para hacer justicia en España” por uno de sus promotores (1), “no cambia nada”, como acaba de precisarlo el ministro de Presidencia, Relaciones con las Cortes y de Memoria Democrática Félix Bolaños (2).

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Rosa Luxemburgo, el comienzo del marxismo heterodoxo

Leyendo los textos de una figura marxista como Rosa Luxemburgo (1871-1919) se puede apreciar en qué medida se oponen al espíritu totalitario que caracterizó el comunismo nacido en la Revolución rusa de 1917. Una crítica lúcida al desarrollo del socialismo de Estado no puede limitarse a Stalin, como tantas veces se hace, sino comenzar con Lenin y Trotski. El militarismo prusiano asesinó de forma canalla, en la noche del 15 de enero de 1919, tanto a Luxemburgo como a su compañero Karl Liebknecht, dos destacadas figuras del movimiento socialista alemán de comienzos del siglo XX.

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Escohotado y los adversarios del comercio

Hace escasos días, falleció el filósofo Antonio Escohotado, un autor que me causa sentimientos (muy) enfrentados. Antes de nada, aclarar que a nivel vital pienso que no podía estar más distante de lo que este hombre le gustaba proclamar sobre él mismo; dicho esto, estaba muy de acuerdo con él en según qué cosas, como su visión sobre lo necesario de la despenalización de las drogas y la necesidad de la máxima información sobre sus efectos para, precisamente, combatir su adicción aceptando que su uso está muy extendido. Y es que una de las obras más reconocidas de Escohotado es, precisamente, Historia general de las drogas; él mismo, presumía de haberlas probado todas y haber anotado todos y cada uno de sus efectos sin ayuda alguna de la comunidad médica, algo que a priori tampoco es que me resulte digno de alabanza. Como dije, por cosas como esta y por muchas otras, un enorme trecho vital me separa de según que actitudes de Escohotado, a pesar de la fascinación que ejercía sobre algunas personas; y, por supuesto, no poseo moralismo alguno sobre la alteración de la conciencia con el uso de ciertas sustancias y, por otra parte, dadas las conciencias que a veces se observan, no diría yo que no será mejor alterarlas por el medio que fuere. Bromas aparte, apuntemos sobre la que consideraba Escohotado, finalmente, la obra de su vida, que no es otra que la voluminosa trilogía de Los enemigos del comercio. De momento, no pondremos la sospecha al comprobar que las alabanzas, algo papanatas, al genio de Escohotado se producen principalmente por personajes «liberales» recalcitrantes y, tal vez, poco críticos y demasiado propensos a barrer para casa.

Antes de nada, hay que partir de que una de las referencias intelectuales del autor que nos trata es, nada menos, que Hegel; la influencia de este filósofo es, obviamente, enorme, aunque tengo la sensación de que no siempre positiva. Es más, es posible que no puedan explicarse los regímenes totalitarios del siglo XX sin el idealismo hegeliano y sus loas al Estado; frente a ello, desde mi nada pobre, ni humilde, y algo prejuiciosa perspectiva, prefiero al bueno de Kant bien filtrado por Bakunin y el anarquismo posterior, donde se prima la ética frente a cualquier concepción política impuesta en esa abstracción llamada «bien común». Otra aseveración de Escohotado es reiterar que él no es «antinada», lo cual me parece una necedad impropia de alguien al que se le presupone cierta altura intelectual. A mí mismo, en no pocas ocasiones, se me he acusado de ser demasiado «anti»; uno piensa que solo alguien manifiestamente plano y acrítico, es decir, alguien que ha dejado de pensar, puede no ser contrario a tantas cosas. Pero, vayamos con las cientos de páginas vertidas en los tres libros de Los enemigos del comercio, que parecen esforzarse en alabar, de modo algo simplista y lineal, al comercio y en defenestrar a sus supuestos refractarios (principalmente, el comunismo de raíz marxista).

Y es que Los enemigos del comercio parece una obra, fundamentalmente, anticomunista y me parece que esto ya traicionaría esa autoimpuesta condición de Escohotado como «no contrario a nada»; está claro que tiene una especial inquina a Marx, intelectual y también personal, y hacia todos aquellos que edificaron sistemas autoritarios en su nombre. Me remito a la entrada anterior, donde mencionaba un supuesto paradigma anticomunista que es posible que sea aplicable a la obra que nos trata: se trata de exagerar los muertos producidos por un lado y obviar los acaecidos por el otro (léase, el capitalismo, aunque Escohotado no lo llame así). Pero, no voy a entrar en una guerra de cifras, algo que por otra parte es aplicable a regímenes autoritarios de todo tipo y, si no, que se lo digan a los defensores, desgraciadamente bastantes en este inefable país, de ese esperpento asesino que fue Franco y la dictadura que encabezó perpetuada en el tiempo. Si estamos de acuerdo con Escohotado en su aversión teórica por todo mesianismo y por todo autoritarismo, conceptos muy vinculados, no podemos estarlo en su lectura simplista de que el liberalismo, léase libertad de comercio a nivel económico y democracia parlamentaria en el campo político, es sinónimo de civilización, progreso y prosperidad. Y no lo podemos estar, aceptando por supuesto lo benévolo de ciertos presupuestos liberales, porque el sufrimiento y los excluidos, en un mundo político y económico que se parece mucho al que apologiza nuestro recién desaparecido autor, siguen siendo demasiados. Y ello a pesar de, o tal vez por, la alabada creación de riqueza, que aseguran acabará algún día con la pobreza. Parafraseando al clásico, no es que seamos enemigos del comercio y la propiedad, es que la propiedad y el comercio nos considera enemigos.

Juan Cáspar

¿Paradigma anticomunista?

Desde que tengo uso de razón, y aunque de (más) joven no era el portento intelectual ácrata que escribe estas líneas, no recuerdo haber justificado jamás, al menos no de manera incondicional, ninguna praxis comunista. De hecho, apenas había alcanzado la mayoría de edad, cuando recuerdo una manifestación del Primero de Mayo en la que el líder de Comisiones Obreras pidió libertad para el pueblo cubano; el que suscribe era tan entrañablemente ingenuo, que dibujó una amplia sonrisa en su rostro congratulándose de tan estupenda crítica a la tiranía en que había desembocado la Revolución cubana. No, aquel fulano se refería única y exclusivamente al bloqueo criminal del imperialismo yanki; tan perverso, como lo es el que sufren los cubanos por parte de sus dirigentes. No obstante, y a pesar de ese espíritu libertario avant la lettre, uno pensaba todavía que el viejo Marx podía tener bastante razón a nivel político, pero la ideas se habían traicionado en la práctica de manera pertinaz una y otra vez. Sí, un cliché no muy original, con una buena dosis de sinsentido, pero qué queréis, uno era un zagal de lo más candoroso. No sé si hace falta remontarse a los tiempos de la Primera Internacional, cuando los socialistas antiautoritarios acabaron rompiendo con los partidarios de conquistar el poder.

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La extrema derecha en el sur de Europa y la creación de un ambiente prefascista en Francia

Vivimos unos tiempos en los que todavía denominarse fascista sigue teniendo una valoración peyorativa en la sociedad, lo cual es un límite convenientemente fijado en el imaginario social que no esté bien valorado etiquetarse como fascista. Sin embargo, más allá de ese aspecto puramente lingüístico y simbólico, no está en absoluto condenado ni siquiera está mal visto comportarse como un fascista. Afirmaciones como ‘no soy ni de izquierdas ni de derechas’, ‘solo soy un patriota que defiende a su país’ o ‘no podemos permitir el asalto de nuestras fronteras’, son algunas de los discursos más extendidos socialmente y están enmarcados en una corriente política estructural de signo fascista asumida por las sociedades europeas.

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Sobre “Datos necesarios para la Memoria Histórica” 

Para “centrar el debate parlamentario entre los actuales herederos del centro derecha de UCD, y los del PSOE y PCE, siglas estas subsumidas en una coalición”, el catedrático emérito de Historia en la Universidad de Castilla-La Mancha, Juan Sisinio Pérez Garzón, ha publicado -en la sección Opinión de EL PAIS del 31 de octubre- un articulo, “Datos necesarios para la memoria histórica” (1), en el que pretende “refrescar datos”, sobre “el ya largo proceso de resarcimiento y dignificación de los republicanos fusilados y de los perseguidos por la dictadura”; pues, según él, esos datos son “políticamente necesarios para abordar las tareas pendientes con un conocimiento preciso de lo realizado hasta el momento, por más que sea incompleto”

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Fronteras

Unos de los rasgos más característicos del repulsivo mundo político y económico que sufrimos supone la creación de fronteras de todo tipo. Cuando decimos fronteras, algunas de las cuales son casi invisibles en nuestras llamadas sociedades desarrolladas, también podríamos hablar de muros físicamente explícitos que impiden el acceso a tantos desposeídos hacia lo que creen algo mejor. Aunque esta situación es continua, y usualmente cerramos miserablemebte los ojos ante ella cuando no la justificamos, en los últimos días ha saltado a la palestra la situación de miles de migrantes atrapados y muriendo en la fronteras de Polonia con Bielorrusia. Los gobiernos, malditos ellos, se culpan unos a otros de forzar a todas estas personas, que huyen de conflictos y calamidades de todo tipo en África y Oriente Medio, a pasar un territorio a otro mientras perecen en el empeño. Resulta estremecedor que, mientras escribo estas líneas, tantas personas se encuentran en esa terrorífica situación permitida por la vieja y cruel Europa. En la frontera, policías, soldados y bandas nacionalistas, gentuza de la peor especie, van a la caza y saqueo de los migrantes, que ya son víctimas previas de contrabandistas sin ningún escrúpulo o, directamente, no tardan en ser deportados. Un nuevo horror en tierra polaca, donde ya se produjo un holocausto hace no tanto tiempo; mientras resultaba fácil poner nombre y rostro a los culpables de aquello, ahora hay que señalar a los muchos culpables de esta permanente crisis humanitaria que estamos permitiendo.

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La tensión entre racionalidad y apasionamiento

A lo largo de la historia, creo que puede decirse así, ha habido una tensión permanente entre una actitud racional y otra, digamos, apasionada. La primera podría corresponder a la ciencia y la segunda, aunque obviamente no solo, a la religión; por supuesto, la cosa necesita de matices en ambos polos.

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Moda en tiempos de crisis

No está de más hablar un poco de moda en estos tiempos tan revueltos, con presencia de fachas, seguratas, rompepiquetes, desocupas y en general uniformados de porra y nómina a porrillo, que disfrutan de una completa sensación de impunidad. Por supuesto que hay que hacerles ver que no estamos indefensos y que somos propensos a resistir todo tipo de arbitrariedades, y que por nuestra simple presencia, somos capaces de mostrar que sus actos, sus discursos y su propaganda tienen una respuesta con nuestros cuerpos. Porque nuestros cuerpos en movimiento son actos, discursos y fuerza allí donde estén. Y por mera potencia gravitatoria, impedimos que esa basura ideológica se extienda.

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Fernando Fernán Gómez. Centenario del nacimiento del director ácrata del cine español

Este año se cumple el centenario del nacimiento del director de cine Fernando Fernán Gómez, un personaje que va unido al arte cinematográfico español. Nacido según su historia familiar en Lima (Perú), aunque en su partida de nacimiento reflejara Buenos Aires (Argentina), debido a que su madre, que era la actriz Carola Fernán Gómez, se encontraba de gira artística por América Latina. No reconocido jamás por su padre, el también actor Fernando Díaz de Mendoza, fue criado por su madre y su abuela en España. Comenzó a estudiar Filosofía y Letras justo antes de estallar la Guerra Civil española, por lo que tuvo que dejar sus estudios universitarios y se inició en su verdadera vocación profesional como actor de teatro. Se inició junto a otros futuros profesionales como Manuel Aleixandre recibiendo clases en la Escuela de Actores creada por la CNT en Madrid durante los años del conflicto bélico, y de hecho en su archivo personal aún se conserva su carnet de anarcosindicalista en aquella época. Se estrenó como profesional del teatro en 1938 en la compañía de Laura Pinillos; donde lo descubrió Enrique Jardiel Poncela, quien le dio su primera oportunidad en una de sus obras como actor de reparto dos años después en 1940. Ese dramaturgo adaptó para él un papel, el de Peter el Pelirrojo, en la obra Los ladrones somos gente honrada, estrenada en el Teatro Calderón de Madrid en 1941.

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Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general