Andan los más centralistas bastante alterados debido a que el vendepatrias Pedro Sánchez en aras de ser investido de nuevo presidente de este inefable país, supuestamente, ha pactado con los nacionalistas catalanes no sé muy bien qué, si el indulto del proceso aquel, la condonación de ingentes deudas o la definitiva ruptura de la sacrosanta nación. Claro, es muy raro que una fuerza política sea del pelaje que sea, para conservar el poder, pacte con dios o el diablo. Por supuesto, los subterfugios para defender esa indescriptible España, unidad de destino en lo universal, son diversos; el más divertido es decir que se desmantela el «Estado de Derecho» o que se trata de una cuestión de proteger la libertad y la democracia (contengamos las risas, viniendo de quién viene). Y es que sería solo hilarante, si no fuera tan peligroso, cómo esta fauna, que no puede apenas esconder su condición reaccionaria, alude a conceptos mistificadores más o menos asumibles por la masa y a figuras históricas, algo insondables para la gran mayoría, saltándose la inicua historia contemporánea de este inenarrable país. Sí, una vez más, recordaremos que, en plena modernidad, aquí ganó la reacción, una forma peculiar de fascismo luego «liberalizada». De aquellos polvos, estos lodos.
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