Una conversación reciente con mi sobrina, bendita sea, acerca del precepto judeocristiano «No matarás», y en general sobre las tres religiones del libro con un mismo origen, me inspira unas cuantas reflexiones no exentas de lucidez. La lógica estribaba, bendita ingenuidad, en que si se trata de un mandamiento divino el no acabar con la vida del prójimo, cómo es posible llamar verdaderos judíos (no en el sentido étnico, claro, sino referido a los que profesan el judaísmo), o cristianos, o musulmanes, a todos aquellos que han asesinado, y siguen haciéndolo, por doquier. Se trata de una cuestión nada baladí, ya que por un lado nos invita a indagar en los orígenes de la moral humana, que mi condición ácrata quiere pensar obviamente que se trata de algo mucho más complejo de que una autoridad, sobrenatural o muy terrenal, dictamine la prohibición de algo. Por otra parte, el asunto también nos empuja a reflexionar una vez más, para congratulación de todos aquellos amantes del librepensamiento, sobre lo pernicioso o no de las creencias religiosas. Vamos allá, con notable entusiasmo, y en primer lugar aclararemos algo. Es habitual que, en la actualidad, cuando se perpetra un sangriento atentado en nombre del Islam, alguien asegure que, a diferencia de los cristianos, los musulmanes y otras creencias sí matan. Uf, no hace falta aclarar la interesada estupidez, en nombre de las tres religiones del libro se ha asesinado muchísimo sin que haga falta aclarar cuál de ellas lo ha hecho con más ahínco en nombre un nocivo concepto absoluto y alienante (sí, Dios). Claro, esto no contesta a la pregunta que nos ocupa, pero sí evidencia y explica que otros preceptos, u obligaciones, deben prevalecer en las creencias frente a aquel de no arrebatar la vida del vecino, por no pensar o creer lo mismo que tú. No hace falta que nos remontemos a las Cruzadas o la inquisición, en época contemporánea un muy cristiano dictador, en este inefable país llamado Reino de España, provocó una sangrienta guerra civil junto a una posterior y cruenta dictadura durante gran parte del siglo XX con la pérdida, directa o indirecta, de innumerables vidas por su causa. Por cierto, al alzamiento genocida de todos aquellos generales facciosos la muy cristiana Iglesia Católica lo llamó también Cruzada, lo cual nos hace ver dónde queda el quinto mandamiento en su muy flexible moralidad.
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