La disminución en la capacidad de legislar y ordenar del Estado, en beneficio del capitalismo financiero y especulativo internacional desregulado, junto con la atomización social, la disminución de las relaciones solidarias y la creación de masas de individuos, ha elevado la guerra cultural a ámbito exclusivo en la que se dirime el control del Estado. Mientras no se consiga reconducir la guerra cultural al debate polémico socio-económico, los rebeldes estarán en desventaja. El debate político convencional que se presenta ante el pueblo es totalmente arbitrario e inconsecuente. Ir a las causas socio-económicas del actual estado de las cosas, equivale a arrebatarle a la extrema derecha el monopolio del discurso de la guerra cultural y acabar con ella. Ante un Estado cada vez más vacío, pero no por ello menos represor -es más, su papel intimidador aumentará cuánto más vacío esté, para mantener el control y las apariencias de que rige la sociedad-.
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Anarquismos cavernícolas, retrógrados y autoritarios
Buscar chivos expiatorios para tapar las vergüenzas de los propios fracasos y de la propia impotencia es algo que ocurre con demasiada frecuencia para que merezca la pena señalarlo cada vez, y además eso es tanto más superfluo cuanto que ese tipo de procedimiento suele ser tan visible que resta toda credibilidad a quienes lo practican. Por eso he dudado mucho en salir al paso de las manifestaciones de ese tipo que se están produciendo en el ámbito anarquista confiando en que la mejor forma de encararlas consiste en no contribuir a darles relevancia y dejar que se hundan en la insignificancia.
Seguir leyendo Anarquismos cavernícolas, retrógrados y autoritariosMasacres diversas en el mundo que padecemos
Los despreciables elementos que, de una u otra manera, justifican el asesinato de miles de personas en Gaza suelen aducir que ese foco no se coloca en otras partes del mundo donde también se están produciendo matanzas y opresiones de todo tipo. Creo que el pueril e interesado argumento supuestamente moral lo debería decir todo por sí mismo, ya que es tan sencillo como que denunciar una cosa no quita no hacerlo con las otras, pero llevemos a cabo unas amplias reflexiones tratando de indagar en este mundo autoritario que padecemos. Hace poco me preguntaba, en este lúcido blog, por qué se mata tanto en nombre de religiones, que supuestamente tienen preceptos que lo prohíben. Algunos botarates fundamentalistas fueron incapaces de detectar que, de alguna manera, el interrogante podía tener incluso un sustrato religioso (por parte de mí, un furibundo y recalcitrante ateo y materialista), y se limitaron a señalar que otros asesinan más y mejor en nombre, supuestamente, de ideologías laicas. Es decir, no parece inquietar tanto que se mata en nombre de conceptos absolutos, y ahí es donde podemos esclarecer las muchas maldades que realiza esta peculiar y tantas veces repulsiva especie llamada sapiens. Y es que, aunque parezca a priori una paradoja, desde posiciones relativistas, y mi talante ácrata me empuja a tenerlas con todos los matices que se quiera (en eso consiste no ser un dogmático), nos pueden repugnar sincera y abiertamente cualquier atentado contra eso tan poco respetado que denominan derechos humanos. Pero, vayamos con el asunto con nos ocupa. En primer lugar, la mayoritaria indignación con el genocidio en Gaza estriba, no solo en la continua evidencia documentada que podemos tener sobre ello. Se trata de una injusticia con muchas décadas de existencia, en el que Estado de Israel tiene poderosos aliados que han sustentado no pocas falsedades sobre el asunto, por lo que solo alguien moralmente indolente, o bien a sueldo de la iniquidad, puede sostener lo contrario.
Seguir leyendo Masacres diversas en el mundo que padecemosA vueltas sobre los medios, los bulos y la libertad de prensa
Recuerdo, allá por la década de los 90 del baqueteado siglo XX, cuando la prensa se inundó de casos de corrupción política. No todos los medios, bien es cierto, algunos más que otros. El principal protagonista solía ser el Partido Socialista, que llevaba ya varias legislaturas gobernando, aplicando una política, según los paradigmas neoliberales implantados por otros países desde finales de los años 70, no muy diferente de la que hubiera aplicado cualquier otra fuerza política con posibilidades de gobernar. Como se suponía que el PSOE era un partido progresista, incluso con el término «socialismo» y «obrero» en sus siglas, gran parte de sus votantes hacían gala de una acrítica tranquilidad existencial y, algunos, en una muestra ya de abierto papanatismo negaban lo que estaba ocurriendo. Incluidos, claro, el terrorismo estatal y la sonada corrupción; llegué a escuchar por parte de los pertinaces sostenedores de las legislaturas encabezadas por Felipe González, aludiendo a la prensa, algo así como: «¡Claro, como pueden publicar lo que quieran!». Aquello, me dejaba sumido en la perplejidad; y no porque aceptara que todo lo publicado en los medios fuera cierto, o que no estuviera convenientemente magnificado en algunos casos. Mi estupefacción estribaba en no ser capaz de comprender la negación acrítica sobre asuntos que, obviamente, podrían tener algún asomo de verdad. No quiero insistir, por otra parte, en lo que parecían esconder aquellas palabras sobre la libertad de prensa; ¿hay que crear estructuras de poder para evitar que se difunda cierta información, aunque se demuestre falsa? Por supuesto, mi nada humilde perspectiva libertaria hace que la respuesta ante los problemas no sea la represión, solución válida exclusivamente para los partidarios de conquistar el poder.
Seguir leyendo A vueltas sobre los medios, los bulos y la libertad de prensaManipulación y papanatismo por doquier
Me llega un artículo, del medio digital Público, en el que un trabajador de Telemadrid denuncia la instrumentalización de la cadena por parte de ese esperpento inicuo que preside la Comunidad de Madrid. Claro, ya aquel grotesco y perverso elemento político llamado Esperanza Aguirre, que hoy defiende abiertamente el franquismo al estar ya libre en su dañina carrera política, convirtió al canal público en una herramienta al servicio de sus intereses. Lo que ocurre, al parecer, es que ahora es mucho peor con todo tipo de bulos e insultos y sin que ya nadie les haga frente dentro de la Redacción. No puedo hablar de los entresijos del medio, pero es que tampoco demasiado de lo que emite Telemadrid, ni tampoco de ningún canal en general, ya que hace muchos años que no presto atención a la caja tonta. Cierto es que, gracias a ese aparato móvil al que prestamos a veces demasiada atención, algún extracto llega de ciertos programas para consumo excesivamente rápido. Lo que ya rebosa el vaso, reflejado según dicho texto en las crónicas de Telemadrid, es que la inefable y ridícula Ayuso, junto a la plana mayor de esta maléfica derecha que padecemos en este indescriptible país, siguen negando que haya un genocidio en Gaza. Esto lo realizan por intereses que, afortunadamente, ya se han denunciado para quien quiera verlo. Es posible que lo del PP ya se pase de castaño oscuro cuando gobierna, ya que hay que recordar que el repulsivo Aznar puso directamente a un tipo del partido al frente de RTVE, aunque ahora él, sin asomo de desvergüenza, se esfuerce en denunciar la manipulación de Pedro Sánchez en la televisión pública. Dicho esto, mi lúcida condición ácrata me hace preguntarme si no hay algún gobierno que no haya usado los medios públicos para sus propios intereses. Es más, resulta francamente complicado que el poder dé voz a un discurso que lo cuestione, máxime en una sociedad jerarquizada, solo de apariencia plural y liberal, con continuos intereses políticos y económicos.
Seguir leyendo Manipulación y papanatismo por doquierMalismo o la maldad ya no se esconde
Hace tiempo que venía pensando en lanzar unas cuantas reflexiones, de esas tan lúcidas que me caracterizan, sobre el uso reiterado de algunos botarates reaccionarios, de esos que tanto proliferan en este inefable país, sobre el uso despectivo del término buenismo. Es cierto que podría hacerse denunciando cierta hipocresía e iniquidad de aquellos que se revisten de supuestas buenas intenciones para lograr propósitos que nada tienen que ver con ellos. Pero no, no se trata de nada tan profundo y moralmente apreciable, al menos no de un tiempo a esta parte. Sencillamente, no me cabe ya ninguna duda, hablamos de auténticos bastardos malintencionados, así como de aquellos papanatas que los siguen el juego. Me refiero a los que señalan a los supuestos buenistas por algo tan sano como, de forma sincera, tratar de mejorar las cosas. El caso es que ahora cae en mis manos un libro de Mauro Entrialgo, habitual humorista gráfico (aunque, cierto es, polifacético), llamado precisamente Malismo y subtitulado La ostentación del mal como propaganda. Interesante, muy interesante. Antes de abordarlo, una pequeña crítica, sobre cierto maniqueísmo en la dicotomía izquierda/derecha, que puede que adorne la obra de Entrialgo (la cual, conozco en gran parte y la aprecio, en gran medida, por su lucidez y mirada crítica). Y resulta algo difícil decir esto, incluso para un ácrata de tics nihiistas como el que suscribe, dada la derecha y ultraderecha, tan parecidas ellas, que sufrimos en este indescriptible Reino de España. Conozco de las polémicas de Entrialgo con anarquistas, por eso de votar o no votar, algo que refleja a veces en su obra humorística y que, ideologías e imaginarios políticos al margen, me parece incidir en lugares comunes que requieren un poco más de hondura que elegir entre lo malo y lo peor. De hecho, en Malismo denuncia exclusivamente las prácticas que realiza solo una parte del espectro político, que muy probablemente lo hace de manera más clara y abundante, solo insinuando que en ocasiones también lo hace la otra. Creo que hubiera sido una obra más completa si hubiera reflejado de manera clara que ciertas maniobras malévolas y maquiávelicas no son solo exclusivas de conservadores y reaccionarios, así como de la hipocresía, en no pocas ocasiones, de los supuestos progresistas.
Seguir leyendo Malismo o la maldad ya no se escondeEl Efecto Estado y la destrucción del Anillo Único
Los Estados vuelven a estar de moda, y quiero explicar qué es el «Efecto Estado». Pero antes un recordatorio. Este es el programa de la Izquierda ya sea electoral, ya sea revolucionaria: La izquierda pretende fundar un modelo de sociedad en el que todos sus miembros puedan tener un papel activo y constante en la toma de decisiones. En esta sociedad la población decidiría en igualdad de condiciones, no solo en el ámbito político, sino que dispondría de mecanismos de participación en el conjunto de aspectos de la vida social, garantizando derechos, eliminando desigualdades, incluyendo a sectores históricamente marginados, sin distinción de edad, raza, género o nacionalidad. Diríase que la izquierda concibe la democracia como un proceso colectivo, solidario y en permanente construcción, que camina hacia una sociedad sin clases sociales, sin dominación, y en último término, posiblemente sin Estado.
Seguir leyendo El Efecto Estado y la destrucción del Anillo ÚnicoUna vez más, las creencias
Hay quien me acusa, no sin cierta razón, de utilizar un tono visceral en los escritos plasmados en este blog. Qué le vamos a hacer, coherentemente, la actualidad política le revuelve a uno las tripas, se produce cierta actividad de regurgitación y las consecuencias son obvias. También se me espeta, con cierto tono admonitorio, que soy excesivamente destructivo, que yo creo que viene a significar que me excedo con la crítica (lo cual, dicho sea de paso, para mí es todo un elogio). Cierto es que el que suscribe se pasa en su enjuiciamento de la realidad y, muy probablemente, uno quiera compensar, reconozco que con una dosis de soberbia y ambición nada desdeñables, la más que lamentable ausencia de pensamiento crítico de gran parte del personal. Y es que la especie humana, junto a la consecución de algunas cosas memorables, todo hay que decirlo, tiene una irritante tendencia hacia el borreguismo y, consecuentemente, a la creencia en cualquier majadería. Sobre la actitud borreguil, poco hay que opinar, desgraciadamente está demostrado que si la mayoría del rebaño realiza cierta actividad, por poco sentido que tenga, un gran porcentaje va a realizar lo mismo (por no sé qué narices de miedo al rechazo social, creo que dice la disciplina esa de la psicología social). No desesperemos, tal vez a los miembros de algún grupo les dé por respetar su propia individualidad, pensar por sí mismos, y el resto del rebaño, aunque sea por mímesis, lo acabe haciendo también.
Seguir leyendo Una vez más, las creenciasHablemos de rebeldía (y actuemos)
Cada vez que aparece el menor asomo de crisis existencial en mi vida (caldo de cultivo para las creencias más disparatadas), cada vez que se produce la mínima tentación idealista, autoritaria o alienante (¿no es todo algo muy similar?), cada vez que asoma la amenaza de alguna estúpida abstracción supuestamente liberadora, corro raudo a releer al bueno de Albert Camus. Y, especialmente, uno de los grandes libros del Siglo XX, El hombre rebelde. Hoy, tiempos confusos, en que los más inicuos reaccionarios fundamentalistas se presentan como «auténticos» rebeldes y defensores del individuo, bien es verdad que justificados en parte en cierta izquierda empecinada una y otra vez en medidas coactivas en nombre de un supuesto bien común, es más necesario que nunca oxigenar el cerebro y pasar a la acción. Ello, en nombre de un espíritu verdaderamente libertario con, por supuesto, algunos tics nihilistas que nos empujen a rechazar tanta superchería en todos los ámbitos de la vida de esta especie peculiar llamada sapiens. Son tiempos de reivindicar una auténtica rebeldía, en nombre de un extenso comportamiento ético, para combatir el sufrimiento de tantas personas en tantos lugares del mundo. Puede parecer paradójico que eso se haga en nombre de cierto nihilismo, pero es que precisamente los detentadores de una perversa moral (hay quien lo llama política haciendo distinciones) son los que apuntalan el mundo tal y como los sufrimos. Una moral instituida en nombre de algún fundamentalismo (llámese Dios, Estado, Nación, Democracia… incluso en ocasiones se invoca el horror en nombre de algo llamado Humanidad).
Seguir leyendo Hablemos de rebeldía (y actuemos)¿Un partido antiestatista?
Leo en cierto medio alternativo de izquierdas, por llamarlo de algún modo para que nos entendamos, una columna que aboga por la creación de un partido antiestatista (eso sí, matizando a continuación que «…o anticapitalista»). Para fortalecer su propuesta, acude a la historia mencionando el Partido Sindicalista, que fundó el bueno de Ángel Pestaña y que creo que tuvo una breve continuidad en los años de la llamada Transacción (perdón, «Transición» quería decir). Para los que no lo sepan, Pestaña fue un anarcosindicalista que en sus años en la CNT, junto a otros militantes, criticaba toda «aventurismo revolucionario» y consideraba que era necesaria una preparación durante un tiempo antes de llegar al comunismo libertario. Puede decirse que su decisión final de crear un partido, con el que él mismo llegó a ser diputado, suponía una continuación de su visión con la participación abierta en el sistema parlamentario y, a priori, sin renunciar a la revolución social. Algunos dirán que esto no le diferenciaba gran cosa de socialistas o comunistas, con el fracaso reiterado de la vía estatista para transformar la sociedad, y habrá que darles la razón. Pero, volvamos a esa propuesta actual de crear un partido antiestatista. De entrada, de algún modo se agradece el lanzar una crítica al Estado (al autoritarismo) en unos tiempos en que la izquierda en su conjunto lo identifica una y otra vez de manera pueril con los servicios públicos (y, llamémosle por su nombre, con el asistencialismo). Para otro espacio, dejaremos la profundización en unos servicios «públicos», autogestionados por los propios trabajadores (expertos en la materia) al servicio del conjunto de la sociedad, que no se equiparan a servicios estatales (burocratizados, centralizados y jerarquizados, cuya ineptitud estamos viendo una y otra vez en las diversas crisis sistémicas, este infernal verano son los malditos incendios).
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