Archivo de la categoría: Opinión

Sobre OKDiario y otros medios inicuos

Recientemente, ha habido un evento que celebraba el décimo aniversario de un diario llamado OKDiario con la asistencia exclusiva de políticos, junto a otros elementos económicos y mediáticos de la misma calaña, de derecha y ultraderecha (ya se sabe, tan parecidas ambas en este inefable país). Alguien se preguntará cómo es posible que un homo sapiens sapiens tan lúcido como el que suscribe, un ácrata con cierta pulsión agradecidamente nihilista, puede atender a semejante acto inicuo y mundano, que para mayor casposidad se celebró en la madrileña Plaza de Toros de Las Ventas. Veamos si me explico (que ya adelanto que sí, que lo haré de manera harto brillante). Ha sido inevitable recibir cierta información sobre la celebración en cuestión, la mayoría mostrando su repugnancia y no poco jolgorio sobre la profunda ineficacia del presentador contratado, un tipo creo que conocido, pero cuyo nombre no me apetece ahora buscar en Google, y la nula capacidad de dicción del director del medio, así como la de la muy irrisoria presidenta de la Comunidad de la capital del Reino (ambos, al parecer, algo achispados por la euforia). El mensaje fundamental fue combatir y destronar a Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno agarrado al poder de forma desesperada, y a sus satélites a la izquierda (parlamentaria) para, claro, promover la alianza entre derecha y ultraderecha (que vienen a ser la misma cosa en este indescriptible país).

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Condenadas creencias

No sé qué fulano dijo en cierta ocasión que el ser humano, si dejaba creer en esa abstracción absoluta supuestamente idealizada que denominan Dios, acababa creyendo en cualquier cosa. Lo que no se tuvo en cuenta, con semejante aseveración nada imparcial, es que la misma creencia en un ser omnipotente, infalible y, presuntamente, magnánimo sin fisuras es el mayor despropósito al que nos podemos enfrentar los seres humanos. Que nadie se ofenda, todos creemos en cosas que a los ojos de otros, seguramente, resultan disparatadas. Yo mismo, mi fe inquebrantable en que algún día podamos fundar una sociedad mínimamente digna se contradice con la cantidad de estulticia, mediocridad y papanatismo con el que nos enfrentamos a diario. Exagero, por supuesto, hay gente haciendo cosas loables, pero los inicuos, los que fomentan la subordinación y creencias de la gente, hacen mucho daño y la masa gris parece seguirles a pies juntillas. Pero, volvamos a las creencias. ¿Puede evitarse que la gente crea en abiertas majaderías y actúe de forma aceptablemente racional?

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Sobre homenajes (y afirmaciones) históricos

Me entero de que hay un grupo de personas que van a realizar un homenaje a la Columna Durruti y, para ello, van a llevar a cabo una marcha recordando lo que fue la defensa de Madrid en 1936. Para los que no la conozcan en este caso, hagamos un poco de historia para oxigenar el cerebro. En noviembre de 1936, el frente nacional (mezcla de tradicionalistas, fascistas y reaccionarios varios, sublevados contra un régimen democrático liberal homologable a cualquiera de la época) cruzaba el río Manzanares a la altura del Puente de los Franceses, avanzaba por la Ciudad Universitaria hacia el Hospital Clínico y, desgraciadamente, la caída de Madrid parecía un hecho inminente. Fue entonces cuando el gobierno de la República reclamó la ayuda de la Columna, que recibía el nombre del carismático anarquista leonés, para que dejara el Frente de Aragón y viniera a la capital a reforzar su defensa. Conviene recordar que para esa fecha varios ácratas habían entrado, sorprendentemente, en el gobierno republicano; más tarde, haré algún subjetivo comentario, seguramente no exento de lucidez, sobre este hecho. El caso es que los milicianos de la Columna Durruti, a mediados de noviembre, llegaron a Principie Pío, tomaron puntos clave de lo que entonces era el Cuartel de la Montaña (hoy es el Templo de Debod), de Argüelles, del Parque del Oeste, la antigua Cárcel Modelo (en la actualidad, del Cuartel General del Ejército del Aire), así como del ya mencionado Hospital Clínico hasta tomar posiciones en las Facultades de Medicina y Filosofía. El avance de los rebeldes (la palabra da lugar a equívoco, recordad, los facciosos) fue contenido, pero no antes de cruentos enfrentamientos con, no lo olvidemos en cualquier conflicto bélico, innumerables víctimas. Vaya por delante que, particularmente, no soy nada amigo de homenajes históricos (ni, seguramente, de ningún otro tipo, al menos no con ese nombre). ¿Me excedo?; muy probablemente, sí, pero mi condición algo nihilista me puede, lo lamento.

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De imaginarios, ideologías y doctrinas varias

Por mecanismos que me son ajenos, las personas, con diferentes grados, pueden dividirse entre aquellos que desean mejorar las cosas y otros que, sencillamente, piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles. ¿Progresistas y conservadores? Se me dirá que, hay que ver, que si el maniqueísmo, que si una visión simplista del mundo, y bla, bla, bla. Una vez, se equivoca esa gente de medio a medio y yo, por supuesto, me encuentro cargado de razón como demostraré ipso facto. En primer lugar, y sin ánimo alguno de claudicar, hay que aceptar que una gran parte de la población es, y es posible que lo fuera en cualquier otro modelo de sociedad, sencillamente conservadora. Esto es, en mi nada humilde opinión, que se limita, no solo a considerar que la sociedad es como es, sino que apuntala el sistema de manera obvia y consciente. Es cierto que apuntalar, apuntalamos todos en mayor o menor medida, en caso contrario, habría que mostrarse desobediente e insumiso en cada aspecto de nuestra vida: no pagar impuestos, buscar alternativas al consumo, etc., etc. Ya adelanto que el que suscribe no es ningún modelo al respecto y acepto, falsamente contrito, todas las críticas que se me puedan hacer al respecto. Sin embargo, una cosa es esa, que uno se vea más o menos obligado a vivir o sobrevivir en una sociedad que no le gusta, con arranques de valentía solo esporádicos, y otra muy distinta es ser un papanatas sin remedio. Seguir leyendo De imaginarios, ideologías y doctrinas varias

¿Es posible la resistencia?

No es que sea una novedad, pero hoy, más que nunca, es necesaria la desconfianza, incluso preventiva hacia el poder y sus detentadores (sí, también respecto al llamado Gobierno progresista). Esta generalización requeriría matizaciones, concreciones y detalles, pero sobre todo necesita pensar qué pasa hoy en un mundo en el que la extrema derecha parece avanzar imparable, mientras quienes tratamos de evitarlo parecemos instalados en la confusión y, muchas veces, en la frustración y el desánimo.

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Loas simbólicas y ‘artísticas’ al horror

Está en marcha, no sé muy bien cuándo es la inauguración, ni si existe ya una ubicación definitiva en la capital de este inefable Reino de España, un nuevo proyecto reaccionario en forma de estatua. Por cierto, no es casualidad la familiaridad de las palabras (estatua, estatista, estatutario…), creo que eso lo dice todo para quien tenga la lucidez suficiente para entender. El caso es que esta vez se pretende rendir homenaje a los Tercios de Flandes, que ayudaron a que el glorioso Imperio español dominara durante siglos y que en su territorio el astro rey permaneciera siempre álgido (o alguna sentencia similar, no soy muy dado a recordar de manera literal las estupideces inicuas). Ojo, no es que semejante monumento, u otros similares, rinda tributo a todos esos pobres desgraciados que sirvieron de carne de cañón a intereses de la clase dominante, no nos engañemos, sus autores lo dejan bien claro sin subterfugios (para comprender quien tenga bien oxigenado el cerebro y la conciencia, por supuesto). Para quien no lo sepa, los Tercios fueron unidades militares de infantería, pertenecientes al Ejército español durante los siglos XVI y XVII, las cuales emprendieron continuas batallas en nombre del imperio hispano por toda Europa, especialmente en lo que hoy son los Países Bajos; por cierto, su bandera, con una cruz roja sobre fondo blanco, representaba al ejército de este glorioso país, ya que la rojigualda no llegaría hasta siglos después. Por cierto, dicho estandarte es todavía usada hoy por simpáticos elementos nacionalistas, cuyos lemas están plagados de valores memorables como honor y gloria, de ideas que solo los malévolos pueden considerar reaccionarias y retrógradas (valga el pleonasmo). En fin. Hay quien asegura que estos proyectos son meros tributos a la historia y, de hecho, creo que sus autores afirman con orgullo carecer de ideología alguna y solo estar al servicio de la misma. En el cinismo e hipocresía de esto último, tal vez profundicemos más adelante. Pero. hablemos un poquito de historia, la cual ya es un lugar común afirmar que la escriben siempre los vencedores.

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La guerrilla cultural

La disminución en la capacidad de legislar y ordenar del Estado, en beneficio del capitalismo financiero y especulativo internacional desregulado, junto con la atomización social, la disminución de las relaciones solidarias y la creación de masas de individuos, ha elevado la guerra cultural a ámbito exclusivo en la que se dirime el control del Estado. Mientras no se consiga reconducir la guerra cultural al debate polémico socio-económico, los rebeldes estarán en desventaja. El debate político convencional que se presenta ante el pueblo es totalmente arbitrario e inconsecuente. Ir a las causas socio-económicas del actual estado de las cosas, equivale a arrebatarle a la extrema derecha el monopolio del discurso de la guerra cultural  y acabar con ella. Ante un Estado cada vez más vacío, pero no por ello menos represor -es más, su papel intimidador aumentará cuánto más vacío esté, para mantener el control y las apariencias de que rige la sociedad-.

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Anarquismos cavernícolas, retrógrados y autoritarios

Buscar chivos expiatorios para tapar las vergüenzas de los propios fracasos y de la propia impotencia es algo que ocurre con demasiada frecuencia para que merezca la pena señalarlo cada vez, y además eso es tanto más superfluo cuanto que ese tipo de procedimiento suele ser tan visible que resta toda credibilidad a quienes lo practican. Por eso he dudado mucho en salir al paso de las manifestaciones de ese tipo que se están produciendo en el ámbito anarquista confiando en que la mejor forma de encararlas consiste en no contribuir a darles relevancia y dejar que se hundan en la insignificancia.

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Masacres diversas en el mundo que padecemos

Los despreciables elementos que, de una u otra manera, justifican el asesinato de miles de personas en Gaza suelen aducir que ese foco no se coloca en otras partes del mundo donde también se están produciendo matanzas y opresiones de todo tipo. Creo que el pueril e interesado argumento supuestamente moral lo debería decir todo por sí mismo, ya que es tan sencillo como que denunciar una cosa no quita no hacerlo con las otras, pero llevemos a cabo unas amplias reflexiones tratando de indagar en este mundo autoritario que padecemos. Hace poco me preguntaba, en este lúcido blog, por qué se mata tanto en nombre de religiones, que supuestamente tienen preceptos que lo prohíben. Algunos botarates fundamentalistas fueron incapaces de detectar que, de alguna manera, el interrogante podía tener incluso un sustrato religioso (por parte de mí, un furibundo y recalcitrante ateo y materialista), y se limitaron a señalar que otros asesinan más y mejor en nombre, supuestamente, de ideologías laicas. Es decir, no parece inquietar tanto que se mata en nombre de conceptos absolutos, y ahí es donde podemos esclarecer las muchas maldades que realiza esta peculiar y tantas veces repulsiva especie llamada sapiens. Y es que, aunque parezca a priori una paradoja, desde posiciones relativistas, y mi talante ácrata me empuja a tenerlas con todos los matices que se quiera (en eso consiste no ser un dogmático), nos pueden repugnar sincera y abiertamente cualquier atentado contra eso tan poco respetado que denominan derechos humanos. Pero, vayamos con el asunto con nos ocupa. En primer lugar, la mayoritaria indignación con el genocidio en Gaza estriba, no solo en la continua evidencia documentada que podemos tener sobre ello. Se trata de una injusticia con muchas décadas de existencia, en el que Estado de Israel tiene poderosos aliados que han sustentado no pocas falsedades sobre el asunto, por lo que solo alguien moralmente indolente, o bien a sueldo de la iniquidad, puede sostener lo contrario.

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A vueltas sobre los medios, los bulos y la libertad de prensa

Recuerdo, allá por la década de los 90 del baqueteado siglo XX, cuando la prensa se inundó de casos de corrupción política. No todos los medios, bien es cierto, algunos más que otros. El principal protagonista solía ser el Partido Socialista, que llevaba ya varias legislaturas gobernando, aplicando una política, según los paradigmas neoliberales implantados por otros países desde finales de los años 70, no muy diferente de la que hubiera aplicado cualquier otra fuerza política con posibilidades de gobernar. Como se suponía que el PSOE era un partido progresista, incluso con el término «socialismo» y «obrero» en sus siglas, gran parte de sus votantes hacían gala de una acrítica tranquilidad existencial y, algunos, en una muestra ya de abierto papanatismo negaban lo que estaba ocurriendo. Incluidos, claro, el terrorismo estatal y la sonada corrupción; llegué a escuchar por parte de los pertinaces sostenedores de las legislaturas encabezadas por Felipe González, aludiendo a la prensa, algo así como: «¡Claro, como pueden publicar lo que quieran!». Aquello, me dejaba sumido en la perplejidad; y no porque aceptara que todo lo publicado en los medios fuera cierto, o que no estuviera convenientemente magnificado en algunos casos. Mi estupefacción estribaba en no ser capaz de comprender la negación acrítica sobre asuntos que, obviamente, podrían tener algún asomo de verdad. No quiero insistir, por otra parte, en lo que parecían esconder aquellas palabras sobre la libertad de prensa; ¿hay que crear estructuras de poder para evitar que se difunda cierta información, aunque se demuestre falsa? Por supuesto, mi nada humilde perspectiva libertaria hace que la respuesta ante los problemas no sea la represión, solución válida exclusivamente para los partidarios de conquistar el poder.

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