Archivo de la etiqueta: Estado

Nacionalismo y cultura

Esta obra de Rudolf Rocker debería haber aparecido, en Berlín, en otoño de 1933. No es necesario explicar qué gran catástrofe impidió que viera la luz, el nazismo puso punto final a todo discusión libre de los problemas sociales. Precisamente, Rocker trata en el libro del totalitarismo estatal, del peligro de que la maquinaria política absorba toda expresión de la vida intelectual y social. El desarrollo económico y estatal de principios de siglo XX, con la gran guerra mundial y sus terribles consecuencias, suponen para Rocker la aceleración de ese proceso de anestesia y devastación del sentimiento social.

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Antimilitarismo

«Sin ejércitos, no habría guerras», aseveración que puede parecer pueril en principio, pero que en realidad se trata de una perogrullada como un castillo. Es decir, hablamos de una organización armada, ferozmente jerarquizada, que sirve a los intereses de un nación, que es lo mismo que decir de un Estado, que viene a ser el poder político, que a su vez lo forma principalmente una oligarquía sujeta a determinados intereses, que no suelen coincidir en lo más mínimo con la sociedad de la que forman parte. Es decir, incluso a estas alturas, puede haber tarambanas que se crean esa mistificación inicua llamada «patriotismo», pero la realidad que no quieren ver ante sus ojos es que, si los conducen a la guerra, obedecen a los intereses de una clase dirigente. Así de sencillo. Alguien puede identificar un ejército, meramente, con la defensa armada de un pueblo o de una comunidad, pero seamos serios y usemos la semántica de forma mínimamente decente.

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Apuntes sobre derecho y anarquismo

Entrar en la visión anarquista sobre el derecho, usualmente de rechazo al considerarse solo legitimado en el poder político (el Estado), es un esfuerzo necesario para revitalizar las ideas libertarias. Si acudimos al anarquismo clásico, al mismo Bakunin, observamos ya un antagonismo entre el derecho jurídico (o positivo), en forma de autoridad externa al individuo, y el derecho natural (o humano).

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Burocracias infernales para 2022

Estos días atrás una amiga, maestra, licenciada en Historia, me pidió que la ayudase a cambiar los datos administrativos de su tarjeta sanitaria porque se mudaba de piso. Y me decía que no daba pie con bola. Como soy muy bondadoso entré en la página de la Consejería de Sanidad, llegando al apartado de trámites administrativos y cambios de residencias, me dice que tengo que o bien disponer de un certificado digital, o registrarme en clave. Y la muchacha opta por el registro en clave. Llevamos a cabo el registro sin grandes problemas y que ya mandarán una carta con un número con el que podremos completar el registro, o recibir un pin, o algo así. Al cabo de unos días recibimos la carta con un número más largo que un día sin pan. Hacemos el registro, ponemos el número, descargamos la app, recibimos un mensaje diciendo que podemos solicitar el pin. Y cuando lo hacemos, nos dice que la operación de cambio de domicilio tiene que hacerse personándose el o la interesada en las oficinas de no sé dónde en horario laboral. Y mi amiga se tiraba de los pelos aunque yo la instaba a beber cerveza. Si eso le pasa a una licenciada en Historia, que se quiera o no algo de burocracia sabe, imagínense a alguien que no tenga internet, ni teléfono móvil, ni vivienda ni trabajo estable, ni cuenta corriente, y quiera pedir el bono social para comprar un cuchillo marca Ernesto y cortarse las venas. Eso es España: un laberinto de papeleo en el que se ahoga cualquier mindundi.

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Los inacabables conflictos bélicos

«Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases» es la máxima esgrimida, desde algunos movimientos sociales, frente a cualquier conflicto bélico. Bueno, frente a cualquiera tal vez no, ya que en algunos casos se mezclan los conceptos, como es el caso de la Guerra Civil en este bendito país, que muchos califican en realidad de guerra entre clases. Por supuesto, el facherío patrio y lo que no es el facherío se esfuerzan en calificarlo de conflicto fraticida negando la brecha social e insistiendo en esa simpleza reduccionista de las dos Españas. Pero, reflexionemos en el texto de hoy, con indisimulable lucidez y visible agudeza, sobre las guerras, el pacifismo y el antimilitarismo. Particularmente, y dejando de momento mayor profundización en lo moral e ideológico, desde que uno tiene uso de razón ha vinculado el militarismo con el, efectivamente, enfrentamiento cruento entre pueblos; por muchas vueltas, o justificaciones históricas que se le quiera dar, me resultan repulsivamente indiferentes al dolor ajeno los que, abiertamente reaccionarios, lanzan loas a las hazañas bélicas en nombre de la patria en cualquier momento histórico. Léase el concepto de patria, por mucho que se le quiera dar otra acepción más ambigua aludiendo incluso a la fraternidad, como comunidad humana férreamente unida y jerarquizada en torno a un Estado-nación, cuyo brazo armado es precisamente el ejército. De forma quizás menos paradójica de lo que pueda parecer, y al menos en este indescriptible país, este tipo de humanos patriotas, amantes de lo castrense, suelen ser también fervorosamente religiosos; insistamos de nuevo en lo evidente, patriotismo (¿nacionalismo?) y religión, los conceptos que han abierto mayores brechas entre los seres humanos, algunas de las cuales en forma de ríos de sangre. Aclararemos que la fraternidad solo puede tener aspiraciones universales y no solo entre miembros hermanados por el mismo accidente geográfico empujados al enfrentamiento con otros nacidos en tierra extraña.

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En defensa del anarquismo, o la falta de legitimación del Estado

El anarquista es un escéptico o incrédulo. Hay quien afirma que (casi) toda la historia de la filosofía política ha sido un esfuerzo para justificar la «autoridad de la coacción legítima». La mayoría de las personas creen en el Estado sin cuestionarse de donde mana la obligación de obedecer la ley.

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Cuba: la economía cambia, el Estado autoritario sigue…

En respuesta a las últimas manifestaciones pacíficas de disidencia de finales de 2020 y de comienzos de 2021, el régimen ha anunciado la ampliación de la normativa sobre medidas de seguridad, prohibiendo las concentraciones en los barrios habaneros donde habitualmente vive y trabaja la poderosa élite cubana: las zonas de ministerios de Estado y edificios gubernamentales, así como de tiendas para turistas.

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Canarias, la cárcel más grande del Estado

La ubicación geográfica de Canarias la coloca de forma natural en las rutas migratorias habituales para salir del continente. Su situación en el Atlántico la ha convertido también en un punto de conexión tricontinental, un lugar de paso histórico en la travesía de Europa a América. El volumen de emigración canaria fue enorme desde el siglo XVI hasta el XX y aún hoy mantiene diásporas destacables en países como Cuba, Puerto Rico o Venezuela (llamada durante mucho tiempo en Canarias “la octava isla”). La afirmación de que habían más canarios viviendo fuera de las islas que en ellas fue un lugar común a principios del siglo pasado.

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Un juicio

En unas semanas seré enjuiciado y también, indudablemente, condenado. Se me acusa de un delito de «atentado a la autoridad» (poético, para un anarquista) y se me pide un mínimo de 1 año y 6 meses de prisión y 770 pavos de multa. Todo esto por supuestamente haber dado en 2015 una patada a un guardia civil en el cuartelillo donde se me retenía y torturaba con la finalidad de intimidarme y desestabilizar el proyecto autogestionario de vivienda de la Comunidad «La Esperanza», ubicada en el municipio grancanario de Guía.

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Corrupción

El titulo alude, no a la corrupción moral, que ahí entramos ya en otro terreno no menos interesante, sino a la corrupción en la que pensamos todo inmediatamente al oír la palabreja. Se dice que la corrupción es un mal que afecta especialmente a las democracias, sin embargo, aunque se supone que en regímenes menos autoritarios hay mayor transparencia, yo trataría de enfocarlo como un problema de poder puro y duro. Sea democrático, o no, que parece que porque lo sea es menos perverso. En primer lugar, los poderosos ya tienen una vida de puta madre sin mucha necesidad de saltarse una ley hecha a su gusto, por lo que tiene que haber alguna explicación psicológica, que seguramente nos hará avergonzarnos de pertenecer a la especie humana, para que que quieran más y más. Por otra parte, cosas que hoy están mal vistas, aunque se sigan practicando de una u otra manera, que son las regalías a los que forman parte de una administración, no hace tanto era algo más que habitual. Yendo un paso más allá, creo que donde las cifras ya aterran es en las corruptelas producidas en la adjudicación de contratos de todo tipo, que creo que ha afectado a todos los partidos políticos que han acariciado poder. Si, en primer lugar, el problema radica en una sociedad jerquizada, hay que tener en cuenta la cantidad de asesores y picapleitos que los poderosos pueden pagarse para no ser pillados. A eso le unimos una justicia, en la que presumiremos que la mayoría de las personas no son corruptas, que tal vez es mucho presumir, de una lentitud exasperante. Va a ser entonces, digo yo, el sistema, que tiende a la corrupción y protege a los corruptos.

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