Ante la duda del porqué de un manifiesto feminista ahora teniendo en cuenta todas las lecturas de compañeras que nos acontecen, entendemos que este manifiesto es un enlace, un punto de cohesión actualizado para las cuestiones del presente.
Si alguien tiene el buen gusto de leer mi columna, sabrá que hay un anarquista en Italia, Alfredo Cospito, que lleva desde el 20 de octubre de 2022 en huelga de hambre por la abolición del régimen de aislamiento en que se le mantiene, sin comunicaciones de ningún tipo. Este tipo de prisión fue creado en Italia para presos recalcitrantes y mafiosos.
Arranca el nuevo año y muchos tenemos la sensación de que la sociedad española ha pasado página en relación a la pandemia. Seguimos observando —con cierta estupefacción, eso sí— las noticias sobre los rebrotes del virus en China, pero ya sin dramatismos, ya sin el miedo incorporado a nuestro día a día… Llegados a este punto, aún queda, claro está, la sensación compartida de que hemos atravesado una crisis social sin precedentes, de carácter mundial, que se ha llevado por delante la vida de miles de personas; una crisis, la provocada por el COVID-19, que ha puesto el foco en la fragilidad de un sistema cuyas costuras se han vuelto visibles, evidenciando de manera trágica las consecuencias de una gobernanza neoliberal que ha precarizado nuestra existencia, debilitando los sistemas de salud y deteriorando en grado sumo las condiciones de trabajo de la mayor parte de los trabajadores y trabajadoras.
Es muy posible que el poder, como sostenía Foucault, sea poliédrico, que se produzca, no solo en el Estado o en las empresas capitalistas, también en cualquier otro ámbito humano, incluso en lo que vemos a diario en el mismo entorno urbano. Desde que nació como una de las corrientes modernas más radicalmente emancipadoras, el anarquismo y los anarquistas se han esforzado por combatir ese poder entendido como cualquier forma de dominación. No es necesario, por supuesto, conocer los grandes libros anarquistas, o de teoría política en general, ya que ese rebelarse contra la autoridad coercitiva se produce, tantas veces, de forma instintiva. Desgraciadamente, de forma paralela a esa condición rebelde y libertaria, en el ser humano se da todo contrario y acaba sucumbiendo a la tentación alienadora de la servidumbre voluntaria. Por supuesto, como no creemos que existe ninguna naturaleza o esencia humana, no pensamos que una condición u otra sean totalmente deterministas, las personas son más bien producto de cierto ambiente cultural, de unas determinadas prácticas sociales, por lo que los anarquistas han hecho bien en instalar y renovar en todo lo posible ese pensamiento radicalmente emancipador de rebelión contra todo tipo de dominación.
En el momento de escribir estas líneas, Alfredo Cospito cumple 80 días en huelga de hambre, iniciada el 19 de octubre de 2022, en protesta por su situación en prisión.
Alfredo es un anarquista insurreccionalista de Torino (norte de Italia), con décadas de militancia a sus espaldas, lo que le ha ocasionado sufrir la represión del Estado italiano desde muy joven, pasando por prisión en los ochenta cuando estuvo preso por declararse insumiso al servicio militar.
Algunas personas hemos leído más, otras hemos leído menos; cuando se cae en demasía en abstracciones intelectuales, privilegio de ciertos círculos de iniciados y la inmensa mayoría de la población ni siquiera barrunta lo que estamos hablando; cuando el anarquismo abandona la calle para refugiarse en interminables discusiones sobre el qué hacer, pregunta con inevitables reminiscencias leninistas; cuando el ostracismo mediático al que estamos sometidos, signo inequívoco de que el sistema todavía nos tiene miedo, es equivalente a una mordaza en la boca; cuando caemos en el desánimo porque nuestros argumentos son ignorados sistemáticamente, no ya por los medios de formación de masas, lo cual es natural pues si el anarquismo tuviera un papel, siquiera secundario, en la sociedad del espectáculo, ¿Qué clase de anarquismo sería?, sino por el pueblo al que van dirigidos; si no dejamos de mitificar al trabajador, que en las democracias occidentales está imbuido de los valores de esta sociedad, es decir, profundamente conservador al que le encanta el ficticio papel protagonista que le adjudican la izquierda y la derecha; y en fin, cuando la voluntad intenta inútilmente imponerse a la realidad, es que tenemos un problema serio.
Tres ministerios (Igualdad, Justicia e Interior) andan confusos, perplejos, frustrados y asombrados ante el aumento de asesinatos de mujeres en el mes de diciembre de 2022 (trece mujeres asesinadas y un caso más que todavía se está investigando) y en el de enero de 2023 (a día 11 debemos contabilizar cuatro mujeres asesinadas). Y es que desde el Estado se confía en que, con recursos, leyes, ministras feministas en Igualdad y labor policial se puede atajar la violencia de género.
Tomando como pretexto el libro de Tomás Ibáñez: Anarquismos en perspectiva. Conjugando el pensamiento libertario para disputar el presente, el autor nos convocó para establecer un diálogo en torno a tres cuestiones de carácter bastante general sobre las cuales intervendríamos unos cinco minutos.
Voy a recoger mi participación en el acto empezando por la primera pregunta:
1ª Nuestra valoración de los problemas, desajustes o insuficiencias de los anarquismos en el momento actual.
La sociedad política en la que vivimos está fundada en una serie de supuestos, que las personas deberían conocer si de verdad queremos jugar en igualdad de condiciones de cara a una alternativa transformadora; uno de ellos es el mito del Contrato Social, concepto de la modernidad justificador del Estado, pero que halla sus raíces muchos siglos atrás. Tratamos de conocer en el siguiente texto la visión anarquista al respecto.Seguir leyendo El anarquismo y el Contrato Social→
El material que hemos utilizado para hacer este debate ha sido el capítulo 1: «¿Qué es un trabajo de mierda?» (28 páginas) del libro de David Graeber (2018): Trabajos de mierda. Barcelona, Planeta.
Según algunas encuestas realizadas a partir de un artículo previo al libro y del libro mismo sobre los llamados «trabajos de mierda», el porcentaje de gente que afirma ocupar un puesto de trabajo de estas características es del orden del 40%. El autor entiende por un trabajo de mierda el «empleo tan carente de sentido, tan innecesario o tan pernicioso que ni siquiera el propio trabajador es capaz de justificar su existencia, a pesar de que, como parte de las condiciones de empleo, dicho trabajador se siente obligado fingir que no es así».
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general