Intervención de Salvo Vaccaro en el debate con Catherine Malabou, celebrado en el Instituto Francés de Milán en febrero 2024, con ocasión de la publicación de la versión italiana de su libro: Au voleur! Anarchisme et philosophie(1) por la editorial libertaria Eleuthéra. Salvo Vaccaro es profesor en la Universidad de Palermo. Ha dedicado varios de sus libros al pensamiento anarquista.
Es fácil pensar en el anarquismo como una teoría política surgida en la irrupción moderna de la ilustración racional contra la oscuridad de los dogmas religiosos, de la teología política que inspiraba la teoría y la práctica de la soberanía absoluta, primero, y constitucional, después. Una forma extrema de la carga política de la Ilustración respecto de otras teorías políticas contemporáneas, como el liberalismo y el socialismo, primero utópico y luego marxiano. Y como tal, a más de un par de siglos de distancia, destinada a verse desgastada por el tiempo, a la anulación posmoderna con la que se pretenden liquidar las certezas de una razón ciega e hiperpoderosa ya denunciada en su aporía constitutiva por Adorno y Horkheimer.
Intervención de Tomas Ibáñez en el debate con Catherine Malabou, celebrado en el Instituto Francés de Milán en febrero 2024, con ocasión de la publicación de la versión italiana de su libro: Au voleur! Anarchisme et philosophie[1] por la editorial libertaria Eleuthéra.
La importancia de su libro para esclarecer la relación que mantiene la filosofía crítica con la anarquía, y también para ayudarnos a repensar el anarquismo, queda sobradamente evidenciada por la enorme repercusión mediática que ha tenido y, sobre todo, por la cantidad de reseñas, citas, comentarios y debates que ha suscitado en los medios libertarios y fuera de estos.
Le adelanto que soy una de las personas a las que su libro ha seducido, sin duda porque me siento en sintonía con sus argumentos, aunque me preocupan algunos aspectos que mencionaré al final de este comentario.
El inefable Mario Vargas Llosa, en la que era entonces su amplia tribuna en el diario El País de España, publica un artículo infame(1) a propósito del libro de Rafael Uzcátegui La rebeldía más allá de la izquierda(2). El prestigioso escritor, y disparatado analista político, aprovecha la obra y la figura de Uzcátegui, sociólogo, libertario y conocido defensor de los derechos humanos en Venezuela, para despacharse a gusto con el anarquismo queriendo vincularlo, cómo no, con la violencia. Escribir, sin ningún asomo de vergüenza, que los anarquistas recurrieron desde el principio a la bomba y al asesinato es, sencillamente, ser un ignorante o, me temo que es el caso, algo aún peor. Donde cae patéticamente el premio Nobel en el ridículo es al evidenciar su profundo desconocimiento de la acción directa anarquista, es decir, la búsqueda de una organización social en la que las personas puedan intervenir y decidir sobre los asuntos que les afectan, que Vargas quiere identificar patéticamente con alguna suerte de acción violenta.
Tomás Ibáñez, en su nuevo libro, sigue en gran medida a Michel Foucault y considera que lo que denomina anarquismo no fundacional cuestiona que cualquier elemento social existente en la actualidad provenga de algo que estaba contenido, o en ciernes, en un elemento originario cuyo desarrollo terminaría por concretarse en la forma actual de dicho elemento. De ese modo, no tiene sentido indagar en los orígenes de esos elementos sociales, ya que obedecen a una concatenación de circunstancias que bien podrían haber sido diferentes de lo que fueron y podrían haber desembocado, por lo tanto, en algo diferente a lo que hoy existe. Es por eso que resulta tan importante investigar, no en el principio de algo, sino en las prácticas contingentes y los contextos singulares que dan lugar a lo que existe hoy en día. Y es que Tomás considera que es la fuerza que tiene en nuestra cultura la ilusión teleológica, esto es, la búsqueda de una finalidad en la historia, la que a veces nos empuja a buscar los orígenes de algo, sin que tampoco haya escapado el anarquismo en ese empeño, en tiempos remotos. La concepción teleológica observa la historia con unos supuestos esencialistas, como si algo tuviera ya una preexistencia al margen de la experiencia y estuviera esperando que alguien le diera vida. La anarquía y el anarquismo, aunque tuvieran precedentes en pensamientos y prácticas parecidas en el pasado, se originan tal y como los conocemos hoy en un conjunto de prácticas histórica y socialmente situadas. En otras palabras, todo fenómeno social, incluido el que representa el anarquismo, no presenta un carácter de necesidad y, muy al contrario, es plenamente contingente.
El pasado 2 de febrero, Catherine Malabou, filósofa y feminista francesa, presentó en el Centro studi libertari la edición italiana – Al ladro! Anarchismo e filosofía, Elèuthera, 2024- de Au voleur!: Anarchisme et philosophie (PUF, 2022). En la presentación del libro le acompañaron Tomás Ibáñez, activista y pensador anarquista, Salvo Vaccaro, filósofo y pensador anarquista, y Donatella Di Cesare, filósofa, ensayista y columnista.
Redes Libertarias os irá ofreciendo semanalmente las distintas intervenciones en la presentación del libro, comenzando, como es lógico, con la intervención de Catherine Malabou, a la que seguirán las intervenciones de Tomás Ibáñez, Salvo Vaccaro y Donatella Di Cesare, que no pudo participar presencialmente en el acto de presentación.
Cada vez que me flaquean las piernas y me entra la lejana tentación de creer en alguna estupidez abstracta, me siento a releer El único y su propiedad, aquella obra tan reivindicable del bueno de Max Stirner publicada en el lejano 1845 y, sin embargo, más actual que nunca en la tercera década ya del siglo XXI. Recordaremos que para esa fecha solo habían pasado unos escasos años desde que Proudhon le diera un significación positiva al término anarquía y todavía quedaba bastante para que pudiera hablarse, como tal, del movimiento anarquista. Y, ojo, Stirner nunca se llamó a sí mismo anarquista, ni seguramente le podamos considerar específicamente como tal, pero los que más le han reivindicado, reeditando una y otra vez su obra, han sido precisamente los ácratas; al menos, parte de ellos, ya que otros libertarios no lo han visto con tan buenos ojos. Y, en un primer vistazo, no resulta extraño ese rechazo, ya que hablamos de un tipo que abandera una suerte de nihilismo, según el cual cada ser humano debe abandonar toda causa general en beneficio de su propia personalidad. Pero, veamos, por qué me resulta tan atractivo su pensamiento y por qué debería gustar a todo libertario con algún tic nihilista (no sea que asome, sin pretenderlo, la sombra del dogma).
[….] ¿Qué ruptura? La ruptura con el poder y, como consecuencia, con la noción de poder, y, en consecuencia, en cualquier lugar en que predomine un poder. [….] Afirmar radicalmente la ruptura: esto equivale a decir —es el primer sentido— que estamos en estado de guerra contra lo que es, en todos lados y en todo momento, que no tenemos relación sino con una ley que no reconocemos, con una sociedad cuyos valores, verdades, ideal y privilegios nos son extraños, que nos las tenemos que haber con un enemigo tanto más temible cuanto más complaciente, con el cual debe quedar claro que, bajo ninguna forma, ni siquiera por razones tácticas, pactaremos jamás. Producir la ruptura no es solo apartar o intentar apartar de su integración en la sociedad establecida a las fuerzas que tienden a la ruptura; es hacer de tal forma que, cada vez que se lleva a cabo y sin dejar de ser rechazo efectivo, el rechazo no sea un momento solamente negativo. Ahí se encuentra, política y filosóficamente, uno de los rasgos más fuertes del movimiento. En este sentido, el rechazo radical, tal como este lo produce y tal como también nosotros debemos producirlo, supera con mucho la simple negatividad, por más que sea negación incluso de lo que todavía no ha sido propuesto y afirmado. Poner en claro el rasgo singular de este rechazo es una de las tareas teóricas del nuevo pensamiento político. Lo teórico no consiste evidentemente en elaborar un programa, una plataforma, sino, al contrario, en mantener, al margen de todo proyecto programático e incluso de todo proyecto, un rechazo que afirma, en liberar o mantener una afirmación que no ordena, sino que desordena y se desordena, pues guarda relación con el trastorno y el desasosiego, o incluso con lo no estructurable [….] Maurice Blanchot, Afirmar la ruptura, 1968(1)
Al postanarquismo se lo podría considerar un intento de revisión de la teoría anarquista, en sus líneas no esencialistas y no dialécticas, mediante la aplicación y desarrollo de insights a partir del postestructuralismo/análisis del discurso. Y esto, a fin de discernir qué es lo innovador y qué lo fundante en el anarquismo; lo cual, precisamente, son la teorización de la autonomía y de la Seguir leyendo La problemática postanarquista→
Fue el bueno de Fernando Fernán Gómez, reconocido ácrata, el que aseveró algo así como que, dado el fracaso de todas las políticas gubernamentales él apostaba por una sociedad en la que no mandara nadie. Bien por Fernando. Y es que el anarquismo ha sido objeto de tanta distorsión y marginación, que nosotros seguiremos insistiendo en estos tiempos tan aparentemente malos para la lírica que son los posmodernos. Para muestra, la continua afirmación interesada sobre que el desarrollo de la modernidad ha quedado marcado por dos corrientes políticas y filosóficas: socialismo y liberalismo. Sin embargo, contradiciendo esa simplificación, el sociólogo Christian Ferrer asegura que podrían ser tres las ideas de aspiración emancipatoria: liberalismo, marxismo y anarquismo. El que suscribe considera que es mucha la distancia que separa la filosofía libertaria de la doctrina marxista, mientras que en su comparación con las ideas liberales los anarquistas no podían aceptar bajo ningún concepto que la libertad política y la justicia económica fueran irreconciliables. A menudo, se consideró al anarquismo la rama liberal del socialismo, pero particularmente considero que ha ido, y obviamente seguirá yendo, mucho más allá de ser una corriente socialista. Uno de los motivos por los que aposté por el anarquismo es por, además de buscar la emancipación colectiva, tener una fe inquebrantable en la autonomía individual, así como en el criterio y la responsabilidad de cada persona en un contexto libre y solidario.
El camino fácil, y de consecuencias terribles de forma reiterada, para cualquier otra opción política es la conquista del poder. El reto para el movimiento anarquista es propagar en las personas un deseo de libertad, entendida como negación de toda estructura jerárquica y de dominación, los vínculos sociales deben ser fundamentalmente éticos, el apoyo mutuo y la solidaridad.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general