Archivo de la categoría: Anarquismo en la actualidad

La voluntad del pueblo

Somos críticos con toda visión teleológica, y aun suponiendo que la historia tenga algún sentido, tal como se manifiesta en el prefacio de La voluntad del pueblo, las personas que componen los movimientos sociales pueden cambiar esa orientación gracias a las ideas y a la consecuente acción transformadora.

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Actualidad del anarquismo

Cuando miramos lo que queda del glorioso y espectacular movimiento anarquista cuya plenitud podemos situar entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX nos adviene la tristeza y la nostalgia, pues no está de actualidad. Esos 100 años de anarquismo vieron las obras teóricas de Bakunin, Kropotkin, Proudhon o Malatesta, junto a obras prácticas como la Comuna de Paris o las comunidades anarquistas en la España de la guerra civil en Cataluña y Aragón. Produce pena que hoy no haya pensadores como aquellos ni gestas como aquellas, pero, precisamente, el anclaje del anarquismo en esos pensadores y hechos, son los que impiden que ahora haya otros semejantes.

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SEXTO ANIVERSARIO DEL GRUPO REDES (2 NOVIEMBRE 2024)

El grupo REDES de Cordialidad, cumple seis años de existencia este 2 de noviembre de 2024. El grupo va cumpliendo años y eso es motivo de alegría, aunque no está resultando fácil.

Estos tiempos no son propicios al pensamiento, al debate y a la reflexión lenta, son más bien tiempos de rapidez, de confrontación y de pocas ideas reposadas. Quizás por eso, se nos ocurrió recoger esta idea del KIT DE SUPERVIVENCIA: «TEXTOS DE COMPAÑÍA».

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¿Anarquismo post-izquierda?

Sigue existiendo un gran número de anarquistas que continúan identificándose estrechamente con la izquierda política de una forma u otra, pero cada vez hay más sujetos dispuestos a abandonar gran parte del peso muerto asociado con la tradición de izquierda. Las páginas de este texto están dedicadas a comenzar una nueva exploración de lo que está en juego al considerar si se tiene algún Seguir leyendo ¿Anarquismo post-izquierda?

¿Ni de izquierdas, ni de derechas?

Cuando alguien asegura no ser de izquierdas ni de derechas, ya lo dijo el clásico, ya sabemos que es de derechas. Siento la broma facilona, pero algo de verdad puede haber en eso. Hay que recordar que esa denominación de un lado u otro del espectro polìtico tiene su origen en la Asamblea Constituyente después de la Revolución francesa; a la derecha del presidente, se aposentaron los partidarios del Antiguo Régimen y, a su izquierda, los del nuevo. En la actualidad, con una gran cantidad de personas que se consideran «de centro», sea lo que sea lo que significa eso, esas categorías simplistas parecen en franca decadencia. Diré en primer lugar que, efectivamente, calificarse de manera tibia como centrista esconde, según mi nada modesta opinión, una actitud ambigua más bien conservadora. Ya nos advierte la Biblia acerca de esto: «Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». Y me remito a la experiencia personal, ya que uno tiende mucho a la regurgitación política. Es cierto que se ha abusado de manera maniquea y simplista de ambos términos, aunque si echamos un vistazo al lenguaje la cosa es aún peor: lo diestro alude a algo correcto y positivo, mientras que lo siniestro evoca lo perverso y diabólico. Eso sí, si lo correcto es la mediocridad imperante, hace que uno simpatice aún más con la izquierda, qué queréis que os diga.

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El anarquismo justo antes, durante, y después de Venecia 84: un breve repaso

Voy a hacer una brevísima reseña del anarquismo poco tiempo antes, durante, y después de Venecia 84. Pero en estas jornadas, las de 2024, que constituyen una suerte de retorno al presente de Venecia 84, resulta ineludible mencionar a los organizadores y las organizadoras del evento de hace cuarenta años porque, incluso antes de que este tuviera lugar, su iniciativa y su acción ya estaban en plena consonancia con lo que iban a ser las características y el significado del propio evento.

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Haz lo que te dé la gana

Son las necesidades revolucionarias las que crean organizaciones revolucionarias y no al revés. El tejido social existe per se y no puede crearse ex profeso -a no ser que con tejido social no se pretenda más que designar lo que toda la vida se ha denominado como simpatizantes-. No es ni más ni menos que las imbricaciones sociales en las que todas las personas estamos inmersas y lo que pretendemos es liberar esta imbricación de cualquier forma de violencia y dominación, empezando por la estructura autoritaria y jerárquica. Si la sociedad es abrumadoramente conservadora -lo es en apariencia- si está enmohecida, producirá moho y poca gente escapará a este destino. La minoría crítica se encontrará aislada. El anarquismo se debate entre un crecimiento cuantitativo improbable y una violencia disociada del apoyo popular al menos si nos ceñimos al mundo occidental y desarrollado, debido a la malévola función distorsionadora de los medios de formación de masas. Cada cual debe decidir cual es el ámbito de actividad que más se acomode a sus tendencias y características individuales.

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Sobre ese participio que alude al poder político

Sí, con ese magnífico titular no me refiero a otra cosa que al Estado. ¿Por qué diablos nos oponemos los lúcidos ácratas a esa tan «necesaria» institución? Y es que el Estado, supongo que en su forma moderna, liberal y democrática, ha logrado impregnar el imaginario de gran parte del personal observándolo como algo, no sé si del todo bueno, pero entendido principalmente como necesario. Ya los anarquistas clásicos, tremebundos por un lado en la crítica a la institución estatal, aclaraban no obstante que se referían principalmente a todo gobierno, es decir, al hecho de que decidan unos pocos, estén o no legitimados democráticamente, sobre el resto. El objetivo era, lo expresaré con bellas palabras, abolir toda autoridad e institución coactivas para fundar una sociedad de libres e iguales y satisfacer, sobre la armonía de los intereses diversos y el concurso voluntario de todo quisque, las necesidades sociales. Esto será todo lo «utópico» que se quiera, pero si alguno de los numerosos experimentos estatales que las historia nos ha deparado se ha acercado a dicha «sociedad de libres e iguales» que venga Bakunin y lo vea. Y, por supuesto, tampoco el capitalismo, a pesar de lo que sostengan algunos mitómanos actuales, sumamente simplistas e interesados, por no decir abiertamente mistificadores. Pero, centrémonos en el Estado.

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La conciencia libertaria sobre el ser humano concreto

El capitalismo, (incuestionable para tantos), la sociedad de consumo (con su frívolo atractivo y sus vacuos valores) y la democracia representativa (con sus continuos e inefables salvadores) parecen haber seducido a la mayor parte de la sociedad. ¿Es posible una nueva conciencia libertaria y subvertir el estado de las cosas?

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¿Qué fue de la lucha de clases?

Se atribuye a Marx, pero el concepto de la lucha de clases como motor histórico, al parecer y como tantos otros factores, ya se había bosquejado con anterioridad al ínclito autor de El capital. Sea como fuere, qué diablos ha quedado hoy, en esta época que tantos denominan posmoderna, de ese conflicto entre poseídos y desposeídos. Vamos a dejar a un lado el llamado materialismo histórico, es decir, todo ese rollo de desarrollo de las fuerzas productivas, que serían las determinantes de las clases sociales, el cual llevaría paulatinamente al progreso, se pasaría del capitalismo al socialismo dictadura del proletariado mediante para, finalmente, llegar a la sociedad comunista. Sin negar la importancia filosófica de Marx (y de Engels), aunque extremadamente crítico con la praxis política a la que dio lugar su pensamiento, hay que decir que me resulta difícil creer que, a día de hoy, todavía haya quien crea de manera rígida en esa visión finalista de la historia (pero, haberlos haylos, y siguen descifrando el jeroglífico marxista para encontrar alguna esperanza en no sé muy bien qué). Algunos sesudos consideran que el marxismo no contenía exactamente una visión teleológica de la historia (signifique lo que signifique eso), pero uno no puede pensar en un heredero mejor de la escatología cristiana: promesas de un paraíso final, que no llega, ni en esta vida ni en la otra.

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