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Europa al borde del abismo: De la Nueva Guerra Fría a un paso de la Tercera Guerra Mundial entre la OTAN, Ucrania y Rusia

«La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran» – Paul Valéry

No resulta fácil hablar del conflicto que se ha dado en las últimas semanas en la frontera ruso-ucraniana, dado que se trata de una región de la que, en pocas ocasiones, nos llegan noticias y de la que no se nos enseña, en profundidad, su historia. Los medios occidentales, como siempre, achacan todos los problemas a la maldad innata de Vladimir Putin, no dejándole más remedio a la OTAN que intervenir, pero de sobra sabemos que estos análisis simplistas que rezuman a propaganda, lejos de acercarnos a la verdad, nos confunden y alejan de ella.

Breve historia de Ucrania y Rusia

Para entender el origen del conflicto, Pere Ortega (Centre Delàs d’Estudis per la Pau) propone en un artículo de El Salto analizar las turbulencias históricas que ha atravesado Ucrania en su historia. No debemos olvidar que Ucrania y Rusia son dos países que se han encontrado unidos desde su creación[1], si bien Ortega no se remonta tanto y comienza su análisis con las hambrunas de 1932 –producidas después de que Stalin confiscara las cosechas ucranianas, matando de hambre a millones de personas y deportando a diversas minorías– como origen del gran resentimiento entre la población ucraniana hacia Rusia. Esto desencadenó, durante la Segunda Guerra Mundial, un colaboracionismo entre grupos nacionalistas ucranianos con los ejércitos de la Alemania nazi para exterminar a millones de prorrusos. Finalizada la contienda, la población tártara de Crimea fue desplazada por colaborar con el nazismo y la zona fue repoblada por población rusa, que a día de hoy permanece allí, manteniendo intactas sus tradiciones. Unos años después, en 1954, Nikita Jrushchov decidió regalar de forma arbitraria Crimea a Ucrania, sin pensar que algún día la URSS podía colapsar y desintegrarse y que Ucrania se convertiría en una república independiente.

La expansión de la OTAN hacia el Este

Desde la caída de la URSS, la obsesión de Estados Unidos siempre ha sido expandirse hacia el Este europeo. Una maniobra que, si ocurriera en su patio trasero, jamás la toleraría[2]. El periodista John Wojcik explica en un artículo en People’s World que en 1999, la OTAN—contraviniendo las promesas realizadas tras el fin de la Guerra Fría—inició su propia “invasión”, expandiéndose a Polonia y la República Checa. Rusia, hundida económicamente, no pudo reaccionar. Esta debilidad propició que en 2004 vieran vía libre para asentarse en las repúblicas bálticas de Estonia, Lituania y Letonia (antiguas repúblicas soviéticas).

El hecho de que muchos de estos gobiernos no respetan los derechos humanos, han ilegalizado a sus Partidos Comunistas y prohibido enseñar el papel que sus Estados mantuvieron durante el Holocausto –lo cual es absolutamente ilegal, de acuerdo con la legislación de la UE– no parece importar a Occidente.

En abril de 2008 se celebró la Cumbre de Bucarest, en la cual la OTAN inició conversaciones para que Ucrania y Georgia formaran parte de la alianza en un futuro no muy lejano. Unos meses después, en agosto de 2008, un envalentonado Saakashvili, presidente nacionalista de Georgia, se lanzó a conquistar el enclave de Osetia del Sur, independiente de facto desde 1992, y a reclamarlo como propio. El senador estadounidense John McCain viajó hasta Georgia para apoyarle. La operación militar se tradujo en la muerte de unos 2.000 civiles y en el desplazamiento de 158.000 refugiados. El ejército ruso intervino y frenó el intento de invasión –matando a unos 3.000 militares georgianos y unos 180 civiles– entendiendo que se trataba de una maniobra de Occidente para aislar a su país y tomar control de una región estratégica rica en materias primas.

Países europeos de la OTAN (extraído de NPR)

El Euromaidán (2013-2014)

De aquí damos un paso de gigante a los años 2013 y 2014, cuando se producen las protestas del Euromaidán –la denominada Revolución de la Dignidad–, impulsadas por Estados Unidos, la Unión Europea, el grupo ultra-nacionalista de ultraderecha Pravy Sektor, el partido fascista Svoboda y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Dichas movilizaciones comenzaron en noviembre de 2013, en la Plaza del Maidán[3], después de que el presidente prorruso Yanukóvich suspendiera el Acuerdo de Libre Comercio con la UE. La diferencia en los apoyos brindados a los manifestantes nos muestra la profunda división de la sociedad ucraniana: en Kiev y el oeste de Ucrania más del 75% de la población estaba de acuerdo con integrarse con la UE, mientras que en el este y en Crimea las partidarias de esta idea no llegaban ni al 20%, pues preferían crear una unión aduanera con Rusia.

En diciembre de 2013, de nuevo, el senador estadounidense John McCain viajó a la Plaza del Maidán para mostrar su apoyo a los manifestantes y pedirles que no cesaran en sus esfuerzos por aislar a Rusia y abrazar a Occidente. Y así lo hicieron, con protestas cada vez más violentas, tras una escalada de agresividad que comenzó en enero de 2014, que terminaron por saldarse con 82 manifestantes y 7 policías muertos (la mayoría en el mes de febrero) y unos 140 encarcelados. A finales de febrero, Yanukóvich y la oposición llegan a un acuerdo, con la mediación de tres ministros de Exteriores de la UE (Radosław Sikorski, de Polonia, Laurent Fabius de Francia y Frank-Walter Steinmeier de Alemania) para formar un gobierno de coalición, elecciones anticipadas y volver a la Constitución de 2004 para frenar la violencia. Sin embargo, Yanukóvich no ratificó los acuerdos y huyó del país.

El Euromaidán terminó por forzar la destitución de Yanukóvich, el establecimiento de un gobierno interino de extrema derecha y, tras la celebración de unas elecciones que fueron boicoteadas en las regiones prorrusas, comenzó la presidencia del millonario Poroshenko, quien dio pasos para acercarse a la UE y a EEUU –el entonces vicepresidente Joe Biden viajó a Kiev para apoyarle–. Según el periódico anarquista ucraniano Assembly, “el nuevo régimen no inició reformas anti-sociales, sino que profundizó en las que habían comenzado tiempo antes. Aumentó la desigualdad entre clases sociales y términos como “capitalismo”, “neoliberalismo” y “nacionalismo” han cobrado una nueva importancia en Ucrania”.

El cambio de gobierno, asimismo, conllevó la ilegalización del Partido Comunista de Ucrania y otras formaciones de izquierdas, así como la pérdida de la cooficialidad del idioma ruso, afectando a un 40% de rusoparlantes en el país, así como a las minorías húngaras y rumanas.

La anexión de Crimea y la Guerra del Donbás

Rusia no se quedó de brazos cruzados durante el Euromaidán, sobre todo teniendo en cuenta que la región oriental del Donbás (Luganks y Donnetsk) y el sur de Ucrania, junto a Crimea, son de población mayoritaria rusa. Además, en Crimea, Rusia tiene en Sebastopol una base militar vital para los intereses de su armada desde donde tiene acceso al Mediterráneo. Por ello, en marzo de 2014 Rusia decidió “anexarse” Crimea (donde el 90% de la población es rusa), lo cual no requirió una invasión, sino únicamente bloquear las fronteras y establecer checkpoints.

Esta anexión supuso una violación del Memorándum de Budapest, en el que en 1994 el presidente ruso Yeltsin se comprometió a respetar la soberanía ucraniana a cambio de su desnuclearización. Pero se debe recordar que la OTAN hizo lo mismo en Kosovo y EEUU en Iraq. Por tanto, es de un enorme cinismo acusar a Rusia de violar la legalidad cuando EEUU lo ha hecho en innumerables ocasiones en el pasado.

Por su parte, en las regiones del Donbás, las manifestantes contra el nuevo gobierno fueron en aumento, con invasiones de edificios oficiales para retirar banderas ucranianas e izar la rusa. A principios de abril de 2014 se proclamaron las Repúblicas Populares de Donetsk y Járkov. El ejército ucraniano respondió mediante el uso de la fuerza y poco después estalló una guerra entre milicias prorrusas y el ejército regular ucraniano, del cual numerosas unidades se encuentran bajo el control de grupos fascistas y neonazis, como lo es el Batallón Azov.

Neonazis del Batallón Azov, integrados en el ejército ucraniano

Dicha guerra no ha terminado a día de hoy, si bien en el momento en el que escribimos estas líneas se encuentra en un alto el fuego. Se calcula que en la misma han intervenido 64.000 soldados del ejército ucraniano –de los cuales han fallecido o resultado heridos unos 4.150– y unos 45.000 milicianos de las Repúblicas Populares de Luganks y Donnetsk, así como del pseudoestado conocido como Nueva Rusia –con unas 5.700 bajas–.

Por tanto, afirmar que en Ucrania «podría estallar una guerra» supone ignorar el hecho de que la región lleva en guerra desde hace más de 7 años. La amenaza actual consistiría, así, en la escalada del conflicto y/o la entrada de nuevos actores internacionales.

Los acercamientos de Ucrania a la OTAN

En el año 2017, Ucrania volvió a solicitar formalmente entrar en la OTAN. Y, después de que en 2019 ganara las elecciones el derechista Zelensky –de familia rusoparlante, pero ferviente nacionalista ucranio– sus esfuerzos por formar parte de la alianza han ido en aumento.

Pero esto, desde luego, no se ve con buenos ojos por parte de Putin. Al fin y al cabo, no es lo mismo que las pequeñas repúblicas bálticas se unan a la OTAN, a que lo haga un país con el que comparte 2.300 kilómetros de frontera y en el que buena parte de sus habitantes son cultural e idiomáticamente rusos. Y esto es algo que, curiosamente, han entendido Francia y Alemania, que nunca han estado de acuerdo con que Ucrania se incorporara a la alianza, precisamente para no inquietar a Rusia.

Explica Miguel Vázquez Liñán en El Salto sobre los miedos de Putin que «para el Kremlin, la Federación Rusa se encuentra rodeada de enemigos que trabajan con ahínco para conseguir desmembrar el país, enemigos que temen a una Rusia fuerte y unida (el nombre del partido de Putin, Rusia Unida, no es casual) que juegue un papel de liderazgo en las relaciones internacionales. Desde esta perspectiva, la oposición política no sería más que la prolongación de esos enemigos en el interior del territorio ruso: la quinta columna; el caballo de Troya “occidental”. Este criterio ha servido eficazmente al Kremlin para condenar, por ejemplo, a Pussy Riot, al opositor Alexéi Navalny, a grupos de jóvenes anarquistas o a organizaciones memorialistas y de derechos humanos como Memorial: para el Kremlin son acciones orientadas a luchar contra la influencia externa (occidental), convertida así en la justificación de cualquier cosa que sirva para el objetivo político más evidente que parece tener el líder ruso: perpetuarse en el poder». A este listado le añadiríamos la persecución de personas LGTBiQ y de periodistas críticos con el régimen.

La reacción rusa y los tambores de guerra en Occidente

En el año 2021 Putin ordenó el despliegue de 100.000 soldados rusos a la frontera ucraniana. Una forma sutil de reclamar que no se amenacen sus fronteras. En una conferencia que dio el pasado mes de diciembre, recordó que “Occidente había roto desvergonzadamente la promesa que hizo en la década de los 90 de no expandirse hacia el Este”. Posteriormente, le envió dos borradores de acuerdo a EEUU en los que Moscú exige detener la expansión de la OTAN hacia Europa del Este (incluyendo Ucrania y Georgia), devolver a las fuerzas armadas de la Alianza al lugar donde estaban estacionadas en 1997 y el compromiso de que ni EE UU ni Rusia desplieguen misiles de corto o medio alcances fuera de sus territorios. Tanto para Washington como para la OTAN, las demandas rusas son “inaceptables”.

Convoy del ejército ruso en Crimea, en enero de 2022

Y es con esta situación con la que, a comienzos de 2022, las potencias occidentales –principalmente Estados Unidos y Reino Unido– empiezan a alertar que las provocaciones rusas nos pueden conducir a una guerra. Un conflicto bélico que, en definitiva, viene provocado por la UE, que ha actuado con manifiesta mala fe, intentando que Ucrania se incorporara a su bloque económico; por el imperialismo de Estados Unidos, que deseaba su entrada en la OTAN; y por el empeño de Rusia, que no piensa abandonar unos territorios que considera por historia suyos.

Por su parte, el gobierno español, que no olvidemos que es el más progresista de la historia del universo, anunció que ayudaría a Ucrania, a EEUU y al Reino Unido en caso de guerra y mandó unos aviones Eurofighters a Bulgaria y la incorporación de la fragata Blas de Lezo a la flota de la OTAN que navegará por el mar Negro. Unas declaraciones inquietantes por parte del Ejecutivo español que, en vez de seguir la línea más prudente de Francia y Alemania, ha escogido la beligerencia estadounidense de la Administración Biden. Y es que, en lugar de reconocer y compensar los errores cometidos en el camino, la arrogante incapacidad de los líderes de EE UU y la OTAN para reconocer las preocupaciones de seguridad rusas ha precipitado la crisis de Ucrania. Para más críticas al gobierno, nos remitimos al artículo «A nuestros políticos les gusta la guerra: ridículos, serviles, provocadores e irresponsables», publicado por Pedro Costa en El Salto.

Por otro lado, en Europa, la extrema derecha se encuentra absolutamente dividida con esta cuestión. Algunos de sus líderes apoyan a Rusia, otros a la OTAN. Explica Antonio Maestre en un artículo en La Marea que el ultraderechista húngaro «Viktor Orban, a pesar de que Hungría esté en la OTAN, es un aliado de Vladimir Putin. Es su máximo aliado para vetar la posible incorporación de Ucrania a la Alianza Atlántica aludiendo a la represión que, en palabras de Orban, sufre la minoría húngara en Ucrania obligada a escolarizarse en ucraniano. También por los intereses comerciales, ya que Hungría es competidor directo de Kiev como país de tránsito del gas ruso al tener perspectivas de conectarse al gasoducto Turks Stream que unirá Rusia con Europa eludiendo Ucrania. Por otro lado, Mateusz Morawiecki sufre las acometidas de Rusia en sus fronteras con Bielorrusia, con ataques de guerra híbrida y el aumento de la crisis migratoria intencional que Lukashenko provocó para presionar a Varsovia. No son las únicas posiciones antagónicas que laten en los posfascistas, ya que Marine Le Pen apoyó la anexión de Crimea a Rusia. La incoherencia que late en VOX tiene un difícil sistema de contrapesos reflejo de las herencias políticas del pastiche que anida en la formación posfascista. Atlantistas y prorrusos viven en el partido en aparente placidez, pero hay mucho más. La pulsión entre goblalismo y soberanismo es la que lleva a un sector del partido a defender el nacionalismo ruso como parte indispensable de sus postulados teóricos».

Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases

Pese a los tremendos fiascos que supusieron las invasiones militares de Iraq (2003) y Afganistán (2001) –la destrucción de países enteros, la desestabilización de la región y la pérdida de credibilidad del imperio estadounidense– dos décadas después nos vemos con una situación parecida a la de la foto de las Azores. La alianza de Bush, Blair y Aznar ahora es de Biden, Johnson y Sánchez.

Estamos ante un caso de expansionismo militar, que no se ahorra un discurso chulesco e imperialista, que fuerza una crisis para acorralar y humillar al contrario. Esperemos que todo se quede en una bravuconada imprudente de Biden, Johnson y Sánchez (los tres en horas bajas en lo que a su popularidad se refiere) y no en el inicio de un conflicto bélico de dimensiones increíbles.

Quién sabe, quizás dentro de poco nos veamos a salir a las calles, como ya hicimos hace 19 años ante la Guerra de Iraq, a decir “no a la guerra”.

Más información
«OTAN y sus huestes europeas (al rescate de la Ucrania nazi)» (Kaos en la Red)
«Assembly, a Ukranian Anarchist Magazine, on Politics and a possible Russo-Ukranian war» (The Commoner)
«Claves del conflicto ruso-ucraniano: posibles escenarios futuros y propuestas para la desescalada» (El Salto)
«Ucrania: los dirigentes de las grandes potencias juegan con fuego» (Al Quds)
«Reducir la militarización del conflicto ucraniano para evitar la guerra» (Centre Delàs per la Pau)
«Fuera las manos de Rusia, EEUU y la OTAN de Ucrania» (UIT)
«Noam Chomsky: la anticuada política de EEUU de la Guerra Fría empeora la situación en Ucrania y Rusia» (Sin Permiso)
«Explaining NATO and Ukraine: how a 30-year-old debate still drives Putin today» (NPR)
«The West, not Russia, is responsable for the war danger in Ukraine» (People’s World)
«How the US and NATO could settle dispute over Ukraine without war» (Common Dreams, traducido al castellano por El Salto)
• «La guerra de Ucrania no ha tenido lugar» (El Salto)
«Estados Unidos podría estar entrenando a neonazis en Ucrania» (El Salto)

[1] El Estado ruso, de hecho, nació en Kiev. Y tan unidas se encuentran las historias de ambos países que en el verano de 2021, Putin publicó una disertación en la que explicaba que ambas naciones constituyen un único pueblo.
[2] Desde el siglo XIX se encuentra instaurada la Doctrina Monroe, por la cual EEUU no tolera la interferencia de ninguna potencia europea en el continente americano. Únicamente los países americanos, capitaneados por EEUU, pueden actuar en él.
[3] Escenario de la Revolución Naranja de 2004 y 2005.

Todo por hacer

Cambiarlo todo para no cambiar nada: Podemos, el liberalismo y la inmutabilidad de las leyes

“Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”– El Gatopardo, Giuseppe Tomasi de Lampedusa (1958)

El 1 de julio de 2015 entraba en vigor la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana –conocida como Ley Mordaza– aprobada por la mayoría absoluta con la que contaba entonces el gobierno de Rajoy. Todos los grupos de la oposición recurrieron la norma ante el Tribunal Constitucional, el cual en noviembre de 2020 dictó sentencia diciendo que la mordaza del PP era perfectamente válida, salvo por un punto: el artículo que prohibía grabar imágenes de la policía era inconstitucional, pues suponía una censura previa.

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La historia interminable del capitalismo: conflictos bélicos internacionales en el año 2021

En un mundo que necesita de una mirada global y un actuar local, finalizando este año 2021 queremos echar un vistazo y situar sobre el mapa algunos de los conflictos abiertos en el mundo, golpes de Estado y represión hacia civiles, un viaje a los límites de la periferia. En solo doce meses suceden demasiadas violencias contra la población mundial, vidas humanas quedan quebradas o se profundizan algunas brechas políticas y sociales. En un sistema capitalista que nos acostumbra a vivir en perpetuo conflicto, este sistema criminal genera violencias continuadas, la mayoría de ellas relacionadas con aspectos de clase social o de etnia cultural y migraciones, materializadas en ocupaciones militares, exterminios o asesinatos selectivos de comunidades humanas en el mundo.

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La extrema derecha en el sur de Europa y la creación de un ambiente prefascista en Francia

Vivimos unos tiempos en los que todavía denominarse fascista sigue teniendo una valoración peyorativa en la sociedad, lo cual es un límite convenientemente fijado en el imaginario social que no esté bien valorado etiquetarse como fascista. Sin embargo, más allá de ese aspecto puramente lingüístico y simbólico, no está en absoluto condenado ni siquiera está mal visto comportarse como un fascista. Afirmaciones como ‘no soy ni de izquierdas ni de derechas’, ‘solo soy un patriota que defiende a su país’ o ‘no podemos permitir el asalto de nuestras fronteras’, son algunas de los discursos más extendidos socialmente y están enmarcados en una corriente política estructural de signo fascista asumida por las sociedades europeas.

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Las banderas de los ácratas: vexilología desde la perspectiva libertaria

Hay un pensamiento erróneo muy extendido que dice que el anarquismo no entiende de banderas ni estandartes, que a los libertarios no les representan y se muestra rechazo hacia esos « trapos ». Sin embargo, esa afirmación no puede estar más alejada de la realidad y en este artículo se pretende exponer la idea contraria para enfocar un poco la luz sobre ese asunto. En la historia de los dominadores, las banderas han servido para identificar a nobles, monarcas, imperios, estados-nación; pero también han enarbolado banderas los territorios sin estado, los pueblos indígenas, las comunidades disidentes, movimientos populares… En general, cualquier agrupación de individuos que se organizan y tienen reivindicaciones comunes que quieren dar a conocer a la masa social, adopta unos símbolos de identidad, y muchas veces estos símbolos son en forma de bandera.

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Afganistán: El fracaso de la “guerra contra el terrorismo” que iba a imponer los valores occidentales y a liberar la región

Antes de que el 11 de septiembre de 2001 Al-Qaeda tirase abajo las Torres Gemelas de Nueva York, George Bush ya se había rodeado de las figuras más importantes del llamado movimiento neoconservador o neocón, como Paul Wolfowitz, Dick Cheney y Donald Rumsfeld y entre sus planes ya se encontraba la invasión de Irak y la expansión estadounidense en Oriente Medio. El 11-S supuso la justificación perfecta para entrar en la región, pero era demasiado pronto para enfrentarse al régimen de Sadam Hussein. Al descubrirse que buena parte de los miembros de Al-Qaeda se encontraban refugiados en las montañas de Afganistán, Estados Unidos (EEUU) no dudó en invadir este país en octubre de 2001. A la operación la denominó Libertad Duradera.

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Reaccionarios de nuevo tipo

Hace 10 años, con las movilizaciones del 15M y el ciclo de luchas que se abrió, se caracterizaba a España como un lugar donde había una pinza que impedía el surgimiento de expresiones de extrema derecha de nuevo tipo como las que surgían en Europa. El Frente Nacional en Francia, Demócratas Suecos, Liga Norte en Italia, UKIP en Reino Unido, los gobiernos de Polonia y Hungría, AfD en Alemania, Amanecer Dorado en Grecia o el FPÖ Austriaco conformaban una amalgama diversa de propuestas desde la extrema derecha. Unos más fascistas, otros más neoconservadores, muchos homófobos, todos antifeministas. La cuestión es que había un resurgir de la extrema derecha sin que hubiese temor alguno a una izquierda revolucionaria cercana al poder, que fue el motivo principal del auge de los fascismos a principios de siglo. La nueva-vieja extrema derecha se había quitado algo de naftalina encima y se mostraba como una opción respetable, relativamente alejada de los cabezas rapadas y las palizas a inmigrantes (aun sin condenarlas), con un discurso antiélites en algunos casos y en todos defendiendo a las familias tradicionales y sus, aparentes, necesidades.

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La larga sombra del racismo en los Estados Unidos: Centenario de la masacre racial en Tulsa, Oklahoma

La historia oficial e impuesta en la práctica de los Estados Unidos es un cuento que idealiza el sueño americano desde el privilegio de ser blanco, rico y colonizador. Para conocer otras versiones alternativas de la historia social estadounidense recomendamos la lectura de la obra del politólogo Howard Zinn: ‘A people’s history of the United States‘ (traducido como ‘La otra historia de los Estados Unidos‘). La opresión ha sido aplicada en los Estados Unidos desde que su población de ascendencia europea y blanca decidió unilateralmente que había sido llamada de manera divina en un sentido de misión espiritual a la conquista del territorio Oeste. Una perspectiva que un par de siglos después ha sido ampliada a todo el territorio mundial donde los Estados Unidos mantienen su propósito original de conquista. Según el filósofo estadounidense Noam Chomsky esta idea sería una especie de cometido providencial encargado con gran especificidad a los Estados Unidos, una idea primigenia de extender los valores morales de manera imperialista disfrazada de universal. Y es esa idea original la que ha configurado el desarrollo político, social y económico en la práctica de la potencia más criminal extendida en el tiempo en la época contemporánea.

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Limpieza étnica en Sheikh Jarrah y bombardeos israelíes sobre Gaza

Mohammed El Kurd es un poeta palestino de 22 años. Su historia vital es la de la ocupación en tiempo real. La mitad de su casa, situada en el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, fue ocupada en 2009 por colonos judíos. Él tenía entonces 11 años. Desde entonces ha crecido con esos hombres a su lado, que buscan expulsarle a él, a su familia y a 27 familias más en Sheikh Jarrah. Lo mismo sucede en el área de Silwan con 84 familias que afrontan demandas de desalojo presentadas por colonos que reclaman su propiedad. A veces, cuando Mohammed regresaba de la escuela, los colonos coreaban consignas como «pronto estaréis durmiendo en un basurero en Ramala» o «a sangre y a fuego expulsaremos a los árabes«. Su abuela, Rifqa, – que murió en 2020 con 103 años – resistió durante años los intentos de desalojo y se convirtió en un icono en el barrio.

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Negras tormentas

Negras tormentas agitan los aires… decía la mítica canción, y en efecto así fue. Una pesada chapa de plomo y de dolor se abatió sobre todo el país para sofocar la utopía que había animado al pueblo a tomar la calle y a levantar barricadas contra la barbarie. La distopía, el negro futuro que se vislumbraba en aquella canción, no tenía porque ser muy detallada ni dibujada con gran precisión, su sentido se manifestaba escueta y brutalmente en el infame grito atribuido, con razón o sin ella, a Millán Astray ¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!

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