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Jesucristo expulsando a los mercaderes del templo

Abandono del cristianismo

Según datos de los últimos años, España está a la cabeza en cuanto a abandono del cristianismo. Ese abandono de la religión en la edad adulta, no es un caso raro en la Europa Occidental, aunque más bien se produce el caso inverso en los países del este. Si echamos un vistazo a la convulsa historia contemporánea de este país, si en un momento pareció apartarse el cristianismo y la religión en general, luego llegó lo que llegó, cuatro décadas de dictadura en la que se primó el catolicismo como impuesta identidad nacional. Hoy, aunque en claro retroceso, todavía existe esa identificación, por parte de una número considerable de gente, de la nacionalidad española con la religión católica. Los fundamentalistas, y empleo esta palabra en sentido lato como algo inherente de forma obvia a la identidad religiosa, consideran esta situación de abandono de la creencia como un síntoma de la falta de valores, seguramente también como falta de unidad de la patria fundamentanda en esa dogmática identidad nacional e, incluso, con tono ya irrisoriamente apocalípticio con el desmoronamiento de la civilización. Unas líneas más abajo, entraremos en esa controversia entre esa supuesta falta de valores y, tal y como también puede entenderse, una lógica concepción del progreso en el que se deja atrás el dogma religioso. Primero, habría que señalar lo que parece una evidente correlación entre la creencia religiosa y ciertos regímenes autoritarios en los que se impone o se reprime.

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Objecion-de-conciencia-Antimilitarismo-Anarquismo-Acracia

Los inacabables conflictos bélicos

«Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases» es la máxima esgrimida, desde algunos movimientos sociales, frente a cualquier conflicto bélico. Bueno, frente a cualquiera tal vez no, ya que en algunos casos se mezclan los conceptos, como es el caso de la Guerra Civil en este bendito país, que muchos califican en realidad de guerra entre clases. Por supuesto, el facherío patrio y lo que no es el facherío se esfuerzan en calificarlo de conflicto fraticida negando la brecha social e insistiendo en esa simpleza reduccionista de las dos Españas. Pero, reflexionemos en el texto de hoy, con indisimulable lucidez y visible agudeza, sobre las guerras, el pacifismo y el antimilitarismo. Particularmente, y dejando de momento mayor profundización en lo moral e ideológico, desde que uno tiene uso de razón ha vinculado el militarismo con el, efectivamente, enfrentamiento cruento entre pueblos; por muchas vueltas, o justificaciones históricas que se le quiera dar, me resultan repulsivamente indiferentes al dolor ajeno los que, abiertamente reaccionarios, lanzan loas a las hazañas bélicas en nombre de la patria en cualquier momento histórico. Léase el concepto de patria, por mucho que se le quiera dar otra acepción más ambigua aludiendo incluso a la fraternidad, como comunidad humana férreamente unida y jerarquizada en torno a un Estado-nación, cuyo brazo armado es precisamente el ejército. De forma quizás menos paradójica de lo que pueda parecer, y al menos en este indescriptible país, este tipo de humanos patriotas, amantes de lo castrense, suelen ser también fervorosamente religiosos; insistamos de nuevo en lo evidente, patriotismo (¿nacionalismo?) y religión, los conceptos que han abierto mayores brechas entre los seres humanos, algunas de las cuales en forma de ríos de sangre. Aclararemos que la fraternidad solo puede tener aspiraciones universales y no solo entre miembros hermanados por el mismo accidente geográfico empujados al enfrentamiento con otros nacidos en tierra extraña.

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Anarquismo existencial

Entre muchas otras cosas el anarquismo es también un antídoto contra la uniformidad. Promueve y defiende las diferencias, siempre que estas no impliquen desigualdad, claro está.
Si el anarquismo valora la diversidad, no puede sorprendernos que sea plural, diverso, polimorfo, y lo es hasta tal punto que resulta mucho más apropiado hablar de “los anarquismos” que del Sigue leyendo

Anarquismo: educación, cultura y emancipación social

Desde sus orígenes, el movimiento anarquista ha profesado un amor apasionado por la cultura y la educación; no nos referimos únicamente a las manifestaciones culturales específicas dentro del anarquismo, sino a la cultura y el conocimiento de un modo amplio y liberador.

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ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

(Casi) todo es una mierda

En determinada ocasión, cierta persona a la que tengo, a pesar de su barniz conservador, respeto intelectual y moral, me acusó de tener cierta actitud, que se resumía en una frase lanzada con vehemencia, que supuestamente resumía mi visión: «¡Todo es una mierda!» (sic). El caso es que semejente aseveración (o, mejor dicho, acusación), aunque podía extenderse a cualquier ámbito vital, estaba sustentada en una controversía literaria; yo afirmé, sin despreciar ningún otro género (¡Satanás me libre!), que si algún día me animaba a escribir algo de ficción, sería sin duda una sátira de elevadas ambiciones sobre la realidad social y la condición humana. Esto actuó como un resorte para que mi interlocutura dijera lo que dijo, ante mi estupor y cierta indignación. Vaya por delante que, pobre de mí, yo nunca he sostenido esa argumentación ni actitud vital; por supuesto, no me gusta gran parte de lo que observo a mi alrededor, e incluso no pocas veces muestro mi desprecio por gran parte de lo que hemos construido los humanos como especie, pero jamás se me ocurriría afirmar que el conjunto de la realidad es una suerte de bosta de enormes dimensiones. Tuve la sensación, con aquel intercambio de improperios amables, que mi rival dialéctico, junto a muchas otras personas, confunden el ser extremadamente crítico con algún tipo de amargura vital, traducida al parecer en considerar que el mundo es una especie de gran bola de excremento.

Claro que, pensándolo bien, no sé si hay muchas personas que, al menos sobre el papel, no se consideren a su extraña manera «críticas» con las cosas; incluso, algo que invita a la perplejidad, lo sostiene a veces la gente más conservadora, máxime en estos tipos distorsionadores en los que la derecha más repulsiva quiere pasar de alguna manera como «antisistema». Lo cierto es que puede decirse que cada uno, según su imaginario ideológico y moral, así como con su traslación o no a su actitud vital, es francamente complicado que se considere conformista o un papanatas sin remedio; y, desgraciadamente, abundan, y de qué manera. Pero, volvamos a la polémica que ha originado estas reflexiones. Qué diablos quiere decirse, cuando se considera a nivel artístico la sátira una herramienta impagable para dejar en evidencia las convenciones sociales más ridículas y cuestionables, que tantas veces sustentan las peores injusticias. Hay que decir, como gran argumento frente a mi interlocutora, que la sátira es un género tan reconocida como cualquier otro, que se remonta con grandes obras a la Antigüedad; no sé si alguien se atreverá a segurar que Valle-Inclán, Góngora o el propio Cervantes, al margen de la evidente calidad de sus escritos, tenían una visión tipo «¡Todo es una mierda!».

Me parecen muy respetables, o no necesariamente, si nos referimos siempre a una saludable polémica, aquellos poetas que quieran expresar los desvaríos del amor romántico, el misticismo de la condición humana o la belleza del cielo o de los pajaritos, pero uno no puede evitar estar a otras cosas. Una muestra de la perversión del lenguaje tiene como perfecto ejemplo algo emparentado con lo que intento expresar; «ser un cínico», algo seguramente excesivo a nivel filosófico, pero intelectualmente muy apreciable antaño como opuesto a toda convención social en aras del progreso, con el tiempo acabó convertido en una cosa abiertamente negativa. Creo que la sátira, género que más temprano que tarde me atreveré a abordar cargado de ambiciones, tiene mucho con ver con esa condición cínica en el sentido antiguo: algo, tal vez reprobable según determinada moral, pero que obedece a la necesidad de mostrar la gran hipocresia e injusticia del mundo en que vivimos. El cínico, así como el que usa la sátira como herramienta, a mi nada modesta manera de ver las cosas, realiza una crítica radical a todo convencionalismo; lo hace, de manera explícita o no, porque yo creo que desea atisbar que hay valores mucho más elevados, tal vez nunca alcanzables del todo, pero por los que merece la pena luchar. Jamás se me ocurrirá afirmar algo así como que todo es una hez, pero me resulta francamente complicado aceptar que alguien se refugia en una mera actitud contemplativa, sin dedicar ni un ápice de su existencia a tratar de derribar tanta miseria. Parafraseando al clásico, para construir inevitablemente hay que destruir; ojo, solo es una manera (algo satírica) de hablar.

Juan Cáspar

La Patagonia rebelde. La brecha social abierta por el movimiento obrero argentino

El desarrollo de la lucha obrera en América Latina ha tenido una naturaleza singular marcada por los procesos de decolonialidad, primeramente tras la independencia de España y Portugal, y luego marcada por las resistencias frente a la nueva metrópoli colonizadora del continente: los Estados Unidos. En este artículo hablaremos de un suceso protagonizado por el movimiento obrero de Argentina del cual se ha cumplido el centenario en este año, una huelga de trabajadores en la actual provincia de Santa Cruz que llevó a un enfrentamiento directo con los soldados argentinos durante el año 1921; se trata de la lucha en la Patagonia Rebelde. La inusitada represión del teniente coronel Héctor Benigno Varela enviado por el presidente Hipólito Yrigoyen supuso el asesinato de 1.500 obreros argentinos.

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La historia interminable del capitalismo: conflictos bélicos internacionales en el año 2021

En un mundo que necesita de una mirada global y un actuar local, finalizando este año 2021 queremos echar un vistazo y situar sobre el mapa algunos de los conflictos abiertos en el mundo, golpes de Estado y represión hacia civiles, un viaje a los límites de la periferia. En solo doce meses suceden demasiadas violencias contra la población mundial, vidas humanas quedan quebradas o se profundizan algunas brechas políticas y sociales. En un sistema capitalista que nos acostumbra a vivir en perpetuo conflicto, este sistema criminal genera violencias continuadas, la mayoría de ellas relacionadas con aspectos de clase social o de etnia cultural y migraciones, materializadas en ocupaciones militares, exterminios o asesinatos selectivos de comunidades humanas en el mundo.

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La compleja guerra civil española

Vaya por delante que lamento el temprano fallecimiento de la escritora Almudena Grandes. Dicho esto, me resultan inevitables unas reflexiones sobre su visión de la guerra civil, y por extensión sobre su imaginario político; no por una cuestión personal, y ni siquiera por poner en cuestión su calidad literaria, sino por resultarme dicha visión harto peculiar y ser el conflicto de una enorme complejidad, que llega hasta nuestros días de forma irresoluble y que siempre acaba por sorprender. Aclaro, también, que todos tenemos simpatías, las mías son los libertarias, aunque trato de mantenerlas lejos de idealización ni maqueísmo algunos; las de Grandes parecía estar netamente con los comunistas oficiales, dedicando gran parte de su obra a su memoria. Era así hasta el punto que no parecía tener fisuras su admiración por Juan Negrín, último presidente gubernamental de la República durante el conflicto, muy vinculado a los comunistas; efectivamente, Negrín ha sido ensalzado o demonizado, esto último por parte de la propaganda reaccionaria, pero también desde el bando republicano por su supuesta sumisión a la URSS, junto a su obcecación en extender una guerra ya perdida con el consecuente sacrificio de más vidas. Una muestra de la complejidad del conflicto con los enfrentamientos dentro del mismo bando republicano compuesto por muchas tendencias, por lo que difícilmente podemos observarlo de forma simplista y maniquea. Volvamos a Almudena Grandes. Por una parte, la escritora consideraba que, tras la muerte del dictador Franco, tenía que haberse restaurado la democracia en base a su propia tradición; en otras palabras, sobre la memoria de la Segunda República y, hasta ahí, podemos estar de acuerdo, aunque siempre aceptando las limitaciones y fraudes de una democracia parlamentaria y supuestamente liberal, tanto ahora como en los años 30, que viene a suponer una forma amable de dominación. No obstante, recordemos que los terribles anarquistas, tras el alzamiento militar, se lanzaron a combatirlo situándose al lado de los que defendían el sistema republicano e incluso terminaron por participar en sus instituciones. No obstante, nunca diría que los libertarios eran partidarios de esa forma de Estado que era la república, ni por supuesto tampoco de la democracia representativa, más allá de circunstancias históricas muy concretas, que les obligaron a combatir el fascismo de la forma más razonable y pragmática.

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