Cuando alguien asegura no ser de izquierdas ni de derechas, ya lo dijo el clásico, ya sabemos que es de derechas. Siento la broma facilona, pero algo de verdad puede haber en eso. Hay que recordar que esa denominación de un lado u otro del espectro polìtico tiene su origen en la Asamblea Constituyente después de la Revolución francesa; a la derecha del presidente, se aposentaron los partidarios del Antiguo Régimen y, a su izquierda, los del nuevo. En la actualidad, con una gran cantidad de personas que se consideran «de centro», sea lo que sea lo que significa eso, esas categorías simplistas parecen en franca decadencia. Diré en primer lugar que, efectivamente, calificarse de manera tibia como centrista esconde, según mi nada modesta opinión, una actitud ambigua más bien conservadora. Ya nos advierte la Biblia acerca de esto: «Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». Y me remito a la experiencia personal, ya que uno tiende mucho a la regurgitación política. Es cierto que se ha abusado de manera maniquea y simplista de ambos términos, aunque si echamos un vistazo al lenguaje la cosa es aún peor: lo diestro alude a algo correcto y positivo, mientras que lo siniestro evoca lo perverso y diabólico. Eso sí, si lo correcto es la mediocridad imperante, hace que uno simpatice aún más con la izquierda, qué queréis que os diga.
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Cuestión de moralidad
Se me escapan las razones, y no dice mucho de gran parte del género humano, sobre por qué se acaba justificando lo intolerable y moralmente repulsivo en función de la pertenencia a una supuesta identidad política. Muchos derechistas se quejan que los de izquierdas se sientan «moralmente superiores», aseveración que me parece tan patética como significativa; demuestra tú mayor humanidad, botarate, y deja de acusar al vecino que no piensa como tú. Sobre el papel, parece cierto que cierto lado del espectro político parece más acrítico, apoyando a los suyos hagan lo que hagan, ya que en un remedo de razonamiento deben pensar que si lo hacen, buenas razones tendrán; es lo que tiene no pensar demasiado y abandonarse a los otros de la manera más lamentable. Pero, por supuesto, si de algo no pueden acusar al que suscribe es de caer en el maniqueísmo más atroz. No pocas personas he tratado también, muy preocupadas por lo social y humano, vamos a llamarlas progresistas, cuando gobiernan los suyos realizando una política no muy diferente a los del otro lado, son incapaces de adoptar el mismo enfoque crítico. Por otro lado, la historia nos pone no pocos ejemplos de feroces revolucionarios de izquierda que, en nombre de una humanidad con mayúsculas, acaban justificando lo injustificable por una sociedad mejor que, huelga decirlo a estas alturas, nunca llegó.
Seguir leyendo Cuestión de moralidadBurbujas ideológicas
No descubro nada si señalo que la irrupción de internet y de las redes sociales ha exacerbado algo inherente a todo grupo humano, eso que llaman «burbuja ideológica y cultural». Tal y como yo entendía este concepto, tendemos a juntarnos con personas de nuestra misma órbita ideológica y nivel cultural, lo que da lugar a que nos retroalimentemos de lo lindo; normalmente, para confirmar lo muy cargados de razón en que nos encontramos, en ausencia casi total de espíritu crítico hacia nuestros propios postulados, y sin que seamos capaces de permear a ninguna otra panda de homo sapiens de diferente imaginario social. Y digo que todo esto solo ha ido a peor porque hay sesudos analistas que aseguran que las grandes compañías (capitalistas, claro) nos envuelven, del mismo modo, en una burbuja tecnológica que nos guía (o nos aísla) mientras navegamos por internet o consultamos las redes sociales (una razón más para no hacerles excesivo caso). Es de suponer que el deseo de inmediatez y la falta de reflexión, características de la información en sociedades que se llaman patéticamente «avanzadas, no es que ayude, no digo ya a romper la burbuja de marras (sea ideológica, cultural o tecnológica), sino al menos a ser mínimamente consciente de ello. Lejos de que nos libere, la tecnología, y haríamos bien en interiorizar esto, a menudo nos empujar a la más lamentable alienación.
Seguir leyendo Burbujas ideológicasAnarquismo existencial
Entre muchas otras cosas el anarquismo es también un antídoto contra la uniformidad. Promueve y defiende las diferencias, siempre que estas no impliquen desigualdad, claro está.
Si el anarquismo valora la diversidad, no puede sorprendernos que sea plural, diverso, polimorfo, y lo es hasta tal punto que resulta mucho más apropiado hablar de “los anarquismos” que del Seguir leyendo Anarquismo existencial
La ideología y sus mecanismos
Estimulante y bien argumentado, el artículo «Ideología, utopía y pseudoutopía» escrito por Enrico Voccia (Tierra y Libertad 353, diciembre 2017) se presta bien como apunte para posteriores profundizaciones críticas.
En particular, nos parece que puede ser útil e interesante para los lectores de estas páginas hacer algunas focalizaciones sobre el Seguir leyendo La ideología y sus mecanismos
El anarquismo y las nuevas corrientes antiautoritarias
Sólo soy verdaderamente libre cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, lo son igualmente. La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es su condición necesaria y su confirmación.
Bakunin
La existencia de corrientes antiautoritarias ajenas al anarquismo (en tanto que ideología o en tanto que movimiento) no es un hecho nuevo. Desde las primeras resistencias al Estado, “como mentira y realidad”, la impugnación de la autoridad no ha cesado de engendrar formas diferentes de pensar y de vivir el antiautoritarismo, es decir: la libertad. Seguir leyendo El anarquismo y las nuevas corrientes antiautoritarias