Archivo de la etiqueta: Anarquismo

La problemática postanarquista

Al postanarquismo se lo podría considerar un intento de revisión de la teoría anarquista, en sus líneas no esencialistas y no dialécticas, mediante la aplicación y desarrollo de insights a partir del postestructuralismo/análisis del discurso. Y esto, a fin de discernir qué es lo innovador y qué lo fundante en el anarquismo; lo cual, precisamente, son la teorización de la autonomía y de la Seguir leyendo La problemática postanarquista

Tiempos posmodernos (y, luchemos por ello, también libertarios)

Fue el bueno de Fernando Fernán Gómez, reconocido ácrata, el que aseveró algo así como que, dado el fracaso de todas las políticas gubernamentales él apostaba por una sociedad en la que no mandara nadie. Bien por Fernando. Y es que el anarquismo ha sido objeto de tanta distorsión y marginación, que nosotros seguiremos insistiendo en estos tiempos tan aparentemente malos para la lírica que son los posmodernos. Para muestra, la continua afirmación interesada sobre que el desarrollo de la modernidad ha quedado marcado por dos corrientes políticas y filosóficas: socialismo y liberalismo. Sin embargo, contradiciendo esa simplificación, el sociólogo Christian Ferrer asegura que podrían ser tres las ideas de aspiración emancipatoria: liberalismo, marxismo y anarquismo. El que suscribe considera que es mucha la distancia que separa la filosofía libertaria de la doctrina marxista, mientras que en su comparación con las ideas liberales los anarquistas no podían aceptar bajo ningún concepto que la libertad política y la justicia económica fueran irreconciliables. A menudo, se consideró al anarquismo la rama liberal del socialismo, pero particularmente considero que ha ido, y obviamente seguirá yendo, mucho más allá de ser una corriente socialista. Uno de los motivos por los que aposté por el anarquismo es por, además de buscar la emancipación colectiva, tener una fe inquebrantable en la autonomía individual, así como en el criterio y la responsabilidad de cada persona en un contexto libre y solidario.

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Revolución o colapso. Entre el azar y la necesidad, de Octavio Alberola

Revolución o colapso. Entre el azar y la necesidad, libro editado el año 2017 por Queimada, recoge las memorias de Octavio Alberola a través de artículos suyos escrito a lo largo del tiempo, muestras de un anarquismo libre de dogmas y heterodoxo, que llega hasta nuestras días, en los que se nos invita a repensar y reinventar la revolución a través de una llamada a la rebelión en un sociedad adormecida y seducida, en gran medida, una y otra vez por las instituciones. Seguir leyendo Revolución o colapso. Entre el azar y la necesidad, de Octavio Alberola

La búsqueda en el anarquismo de la fragmentación y la pluralidad vinculadas por la ética

El camino fácil, y de consecuencias terribles de forma reiterada, para cualquier otra opción política es la conquista del poder. El reto para el movimiento anarquista es propagar en las personas un deseo de libertad, entendida como negación de toda estructura jerárquica y de dominación, los vínculos sociales deben ser fundamentalmente éticos, el apoyo mutuo y la solidaridad.

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El deseo revolucionario y el activismo innovador

Al leer el interesante libro Desierto. Posibilidades para la libertad y lo salvaje en un mundo en colapso, con cuyo análisis y posturas podemos estar o no de acuerdo, especialmente por su marcado tono apocalíptico, se suscitan unas cuestiones primordiales para un auténtica transformación social y ecológica. Seguir leyendo El deseo revolucionario y el activismo innovador

La filosofía nihilista y rebelde de Albert Camus

El concepto de «rebeldía metafísica» en Albert Camus, sacado de su imprescindible obra El hombre rebelde, haciendo un paralelismo con la rebeldía que efectúa el esclavo contra su amo, puede describirse como el  movimiento por el que el hombre se alza contra la condición en que le ha situado la creación. Contra el principio de injusticia que observa en el mundo, el hombre rebelde reclama el principio de Seguir leyendo La filosofía nihilista y rebelde de Albert Camus

La servidumbre voluntaria

Ya habréis adivinado por el título que voy a hacer referencia al texto de Étienne de La Boétie[1], un texto que he leído muchas veces, la última hace un par de semanas. Volví a leerlo porque me asombra ver a partidos políticos que dicen que la política es negociación y pacto y que eso justifica el decir sí a lo que ayer dije que no, haciendo de «la necesidad virtud». No importan las promesas hechas en campaña electoral, se dicen muchas cosas para atraer el voto y todo el mundo lo sabe y lo comprende.

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El lamentable efecto Sartre

A mediados del baqueteado siglo XX, los filósofos Jean Paul Sartre y Albert Camus se enzarzaron en una polémica irresoluble, que alcanzó su momento álgido cuando la revista Les Temps Modernes, que al parecer reflejaba el pensamiento y las intenciones políticas del inefable Sartre, publicó una crítica devastadora y maledicente sobre la gran obra de Albert Camus El hombre rebelde. En dicha reseña, firmada por un tal Francis Jeanson, pero auspiciada por la tantas veces valorada Simone de Beauvoir, se negaba hondura intelectual a un libro que hoy, afortunadamente, se considera uno de los grandes de su tiempo. Hay que decir que Camus, que se acercaría paulatinamente a los valores libertarios, provenía igualmente del comunismo, pero nunca justificó los desmanes del socialismo autoritario. Sartre, conocedor por supuesto de las atrocidades del estalinismo, sobre las que él mismo acabó reconociendo que mintió en alguna ocasión, no creía en tercera vía alguna y ponía su foco crítico en un capitalismo que sumía a la mayor parte de la humanidad en la pobreza, la ignorancia y la explotación. Según una lógica atroz, sería necesario el sacrificio de innumerables personas en los llamados regímenes socialistas en aras de un supuesto paraíso futuro sin clases. Camus, junto a los anarquistas, se mantuvo fiel a unos principios morales y nunca justificó medios inicuos ni dictadura alguna, fuera fascista o comunista, cuyos resultados represivos y totalitarios fueron muy similares.

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Lo imprevisible

Los medios y los fines constituyen una unidad. Alguien se preguntará: «¿para qué luchar si ya soy libre?» .Y la respuesta es «Sólo es libre quien lucha. La muerte es el cese de toda necesidad, de todo conflicto». Pero la finalidad nunca se alcanza, puesto que la fuente fluye constantemente, empujando al concepto a nuevos horizontes. Si la libertad de la que se parte, no contiene ya la libertad a la que se aspira, el viaje es inútil, queda frustrado. Lo admisible ayer u hoy, no tiene por qué ser admisible mañana. En caso contrario, se impugnará totalmente la autonomía y capacidad de decisión e influencia de los individuos en la historia. La «disciplina» del libertarioa nace de la convicción interior, no de las soflamas o consignas de un ente político jerárquico situado en un «afuera» y presuntamente provisto de una clarividente perspectiva de conjunto de la realidad. Lo que la izquierda no puede entender y lo que jamás le perdonará a la anarquía es que ésta pretenda derrocar a toda autoridad por roja que se proclame. La lección más interesante de la revolución española de 1936 desencadenada por el estallido de la guerra civil son las comunas campesinas y, en sentido inverso, la burocratización y el gubernamentalismo de los que se postularon como dirigentes y representantes de la CNT. Surge así la cuestión de si, indefectiblemente, cualquier movimiento de masas, los espoleados por la lucha contra el poder inclusive, no acaba siendo partícipe de la lucha por el poder. Una lucha por el poder para la que la CNT no estaba aleccionada, porque esa es el ámbito de acción específico de toda organización jerárquica (los partidos políticos y su pugna por el dominio del estado). De esta manera, la CNT quedó en tierra de nadie, con unas bases revolucionarias y reacias a la colaboración y unos líderes poco aptos, pese al empeño que pusieron, para la lucha política tradicional, lo que quedó trágicamente expuesto en los hechos de mayo del 37 en Barcelona.

Puesto que, al margen de derrocar a toda autoridad, la anarquía no es un programa político. No dice como ha de ser la sociedad ni en cuatro años ni en veinte. La imprevisibilidad del futuro es la fuerza motora libertaria y a la vez, el aspecto más desconcertante para las gentes, acostumbradas a delegar su voluntad política y, por lo tanto ,su capacidad de influir en acontecimientos venideros. Toda una estirpe de especialistas -políticos, economistas, científicos, banqueros, burócratas- programan y planifican basándose en la pasividad de las masas y en la apropiación ilegítima de la autonomía individual y colectiva. Pero en una hipotética sociedad libertaria, ¿quién se atreve a afirmar que fórmulas organizativas van a desarrollar los individuos y los pueblos cuando todo el mundo tenga la posibilidad de participar en su construcción? Dentro de los  anarquismos, existe desde el clásico obrero del anarcosindicalismo intentando infructuosamente concienciar a las masas, al individualismo solidario insurreccional, pasando por el -para mí, ilusorio- municipalismo libertario (propugnando una participación limitada en el sistema para socavarlo desde dentro, se obtiene que  la participación en las elecciones municipales refuerzan el sistema democrático y forzarían mayormente al apoyo a partidos de izquierda como «mal menor») o el anti tecno-industrialismo de un Theodore Kaczynsky , el anarcoprimitivismo o el anarquismo postizquierda. Todas las corrientes tienen en común su antiautoritarismo, pero difieren bastante en sus teorías, medios y métodos. Hay quien piensa que la ciencia y la tecnología son básicamente neutrales y que bien orientadas pueden servir a la causa de la emancipación y quien las  encuentra intrínsecamente nocivas para el ser humano, causantes de su esclavitud. Desde por lo menos los ludditas, que en los albores de la civilización industrial destruían las máquinas y las fábricas que los forzaban a convertirse en proletarios hasta la exaltación del trabajo como bien preciado y orgullo del individuo que podemos encontrar en el anarquismo decimonónico, estas contradicciones se han ido actualizando y agudizando hasta el presente. Lo apasionante del presente es el futuro, o lo apasionante del futuro es el presente.

V.J. Rodríguez González

Tomado de https://www.portaloaca.com/opinion/lo-imprevisible/