Todas las entradas de: Capi Vidal

«Un nuevo mundo», drama social y fábula moral de denuncia

Un nuevo mundo es una película estrenada este mes de mayo de 2022, al menos en la cartelera madrileña; tuvo se estreno internacional, por cierto, también este país, en el Festival de Málaga de hace un par de meses. Con este film, Stéphane Brizé completa su trilogía, que se ha venido en llamar, del trabajo: primero fue La ley del mercado, en 2015, que abordaba el drama del desempleo; luego En guerra, en 2018, cuyo tema central era la lucha sindical, y por último esta “Un nuevo mundo”, donde como veremos a continuación el protagonista es un directivo de una multinacional con problemas de conciencia y con presiones a todos los niveles, también en el ámbito personal.

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La búsqueda de aprobación y dependencia de los demás

Si uno sabe algo de psicología social, comprenderá hasta qué punto nos nuestro comportamiento se ve condicionado en sociedad. Particularmente, es algo que digno de reflexión, e incluso debería obsesionarnos un poco, cómo actuamos de una u otra manera dependiendo quién esté presente; cómo se produce, además, esa influencia. Ojo, es algo que nos pasa a todos, por muy conscientes que creamos ser, o por mucho que presumamos de independencia de criterio y de conducta, en mayor o menor medida. Lo que ocurre es que en ciertas personas, y creo que esto puede decirse así, parece algo cercano a lo patológico. No hay que hacer una lectura simplista, las personas no son esencialmente falsas y/o pusilánimes, hay otras explicaciones psicológicas. Además, están las dos posturas extremas: el que se acomoda al pensamiento de grupo y el que tiende a llevar la contraria allá donde se encuentre. Sí, creo que es más común la primera postura. Detrás se encuentra la necesidad, lógica por un lado, terrible por otro, de ser aprobado por los demás.

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¿Libertad?

Lo más espeluznante de estas sociedades posmodernas, que sufrimos, para bien o para mal, resulta en la pobre o nula consciencia acerca del concepto de libertad que podemos observar en el común de los mortales. Así, bajo la apariencia de una sociedad libre (liberal, dicen), basada en el consumo más atroz y en el sálvese quien pueda, es difícil comprender que tan pocos seres humanos sean conscientes de lo frágiles y determinados que somos. El libre albedrío, a poco que hagamos el esfuerzo de indagar, aparece como una fantasía reduccionista fruto de una tradición religiosa que deberíamos relegar a los museos de historia. Necio es el que no comprenda que la libertad humana es algo, tan complejo, como apasionante, y que la vida social está sujeta a excesivos condicionantes, máxime en una sociedad que, a pesar de los que aseguren lo contrario, sigue estando jerarquizada y sujeta a demasiados intereses de unos pocos. El que no ponga en cuestión sus actos y creencias, el que elija la vía de alienación del tipo que fuere y adopte la solución fácil del consuelo y la creencia, resulta en alguien más bien papanatas, intelectualmente pobre e indubitablemente determinado.

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Construyamos el anarcofeminismo del siglo XXI

«Podría elegir no aplicar la palabra “anarquismo” a mis propias ideas, pero creo que usarla tiene un valor, el mismo valor y el mismo razonamiento que me han llevado a llamarme bruja todos estos años. Y es que cuando hay una palabra con una gran carga implícita, que suscita tanta energía, es señal de que transgredes un terreno que los árbitros del poder no quieren que pises, que empiezas a pensar lo impensable, a mirar tras la cortina […], reclamar la palabra “Anarquismo” sería como arrancarles el garrote que usan para golpearnos, con el mismo que no quieren que cuestionemos el poder en profundidad».  |Starhawk

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Economía feminista. Algunas reflexiones

Hay libros que me cuesta muy poco comprender que serán libros importantes para mí, que me ayudaran a organizar mi mirada de forma diferente, que me orientaran por nuevos caminos, seguramente difíciles de transitar. Porque cuando un libro rompe ideas preconcebidas te das cuenta hasta que punto se te hacía difícil pensar de otra manera. Este es el caso del libro de Amaia Pérez Orozco, Subversión feminista de la economía[1].

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Las prácticas liberadoras (muy concretas) del anarquismo

Todd May, para los amantes de las etiquetas, es un propulsor del llamado postanarquismo, cuyo prefijo pretende diferenciarlo del anarquismo clásico (ya etiquetado a su vez por el añadido de un apelativo, por lo que somos partidario de hablar de anarquismo sin más). Veamos, en esta ocasión, lo más importante, algo de las propuestas de May.

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Indultos, penados y presos

Una reflexión sobre el Reino en que vivimos. En 1995 se reformó el Código Penal, para –en resumen– endurecer las penas alargando más la permanencia en prisión (1). Fue durante el Gobierno de José María Aznar que se llevó a cabo el cambio legislativo, en medio de una histeria  de tertulianos y periodistas que vendían este país de bendiciones, como el lugar en el que los delincuentes comunes y los terroristas mataban a una vieja, se la comían, entraban en comisaría y salían al cabo de un minuto. Así la derecha fomentó la prisión como alternativa necesaria y de ahí se pasó de la cifra de 18.000 presos de 1980, a la de 76.000 en 2009. Los problemas que generó esta locura presidiaria hicieron que el legislador optase en 2010 por ablandar un poquitín el castigo, y al rebajar las penas por delitos como el tráfico de drogas, la población reclusa es en la actualidad –más o menos– de 42.741 hombres y 3.312 mujeres. 46.000 personas encerradas en un confinamiento que ríete del COVID…

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Creencias, salvaciones y autoayudas

A menudo se nos recrimina, dado el pertinaz y alto nivel de crítica que exhibimos en este blog, el no aceptar que las personas crean y practiquen lo que les venga en gana para tratar de mejorar sus vidas. Se trata de la primera falacia, creemos que repetida como un mantra, cuyo escollo a veces es notablemente difícil de salvar.

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Bakunin, Dios y la autoridad

Bakunin, en Dios y el Estado, atribuía la creencia en un ser supremo abiertamente a la ignorancia; la imposición del trabajo, la falta de ocio y de medios intelectuales conducen a la aceptación acrítica de las tradiciones religiosas. Sacerdotes y gobernantes, para el anarquista ruso, son los que mantienen artificialmente esa dependencia mental y moral, de tal manera que resulta a menudo más poderosa que el buen sentido natural. Existe otro motivo para explicar la creencias absurdas del pueblo y Bakunin, en la línea de Marx, la atribuye en gran medida a las penosas condiciones económicas a las que se ve condenado. Solo existe un medio no ilusorio para salir del estado de necesidad material y es la revolución social, la cual acabará con todo rastro de hábitos y creencias absurdos. Bakunin considera que opresores y explotadores de la humanidad, aunque no sean verdaderos creyentes en su fuero interno, necesitan que el pueblo se aferre a una religión; hacen buena, así, la máxima de Voltaire: «Si Dios no existe, habría que inventarlo». Además, el filósofo anarquista señala otro tipo de creyentes, aquellos intelectualmente incapaces de aceptar los dogmas, pero que dejan intacto el absurdo máximo de la religión: se aferran a la existencia de Dios; no es ya el ser omnipotente y brutal de la teología clásica, pero siguen creyendo en un ser supremo, nebuloso e ilusorio, hasta tal punto que es plenamente identificable con la nada.

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Derrotados, pero nunca olvidados

En la entrada anterior, incidía en los que pretender apuntalar la historia negra del anarquismo, que describe a sus integrantes como una suerte de bestias sedientas de sangre. Justo es decir que, de manera muy localizada en tiempos muy convulsos y represivos, en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, hubo ciertas figuras que decidieron adoptar en el movimiento libertario la vía de la violencia; igualmente honesto es recordar que fueron decisiones de individuos aislados, que no pertenecían a organización alguna, por lo que no resulta significativa su historia como para estigmatizar a todo un movimiento. La inmensa mayoría de los anarquistas han rechazado el uso del asesinato, con seguridad la suprema forma de poder de un ser humano sobre otro; no obstante, igualmente justo es contextualizar, por lo que también podemos recordar que algunos comprenderán estos actos en su momento, fundados en el deseo de justicia y consecuencia a veces de la represión gubernamental, e incluso elevarán a la condición de mártires a sus responsables conmovidos por su sinceridad. Tal y como el historiador del anarquismo George Woodcock afirmó, por mucho que condenemos estos actos, a nivel moral y político, no se puede calificar a sus protagonistas de meros intrusos y forman también parte de la historia del anarquismo, aunque sea de forma puntual y decididamente trágica. No obstante, la realidad es que los anarquistas se han esforzado, precisamente, en erradicar toda forma de coerción y violencia en la vida social y política; así, hay siempre que precisarlo, junto a aquello de buscar siempre la coherencia entre medios y fines, por lo que ciertas vías deberían ser repugnantes al objetivo.

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