Colin Ward (1924-2010) fue un hombre cuyo compromiso con el anarquismo fue activo hasta el final de sus días; arquitecto, urbanista, pedagogo, autor de numerosos ensayos (aunque, de nuevo hay que decirlo lamentablemente, escasea su obra publicada en castellano) y colaborador incansable en el grupo vinculado a la publicación Freedom.
El maestro que prometió el mar es una película que está ahora mismo en la cartelera española, con cierto éxito, ya que se estrenó el 10 de noviembre; está dirigida por Patricia Font, con guion de Albert Val sobre la novela de Francesc Escribano. Nos cuenta la historia del maestro Antonio Benaiges, miserablemente asesinado por los falangistas al comienzo de la Guerra Civil, y lo hace a través del presente cuando una mujer descubre que su abuelo buscaba los restos de su padre en Burgos también desaparecido y es posible que sus restos se encuentren en una fosa común. De esta manera, la película nos narrará dos historias conectadas en diferentes épocas: la de Ariadna en 2010 cuando, a través de la búsqueda de los restos de su bisabuelo, conoce la historia de Benaiges en 1935, un maestro de Tarragona que es trasladado a una pequeña escuela de Bañuelos de Bureba en Burgos. Allí, se enfrentará a las fuerzas vivas del pueblo con un innovador método pedagógico; el título alude a que sus alumnos nunca habían visto el mar y les promete hacerlo, como símbolo de apertura hacia el mundo y un horizonte vital mucho más amplio.
Se ha confirmado, al parecer, la ruptura de Podemos con Sumar produciéndose la enésima fragmentación de los frentes judaicos. La argumentación del partido morado, amplificada por Pablo Iglesias desde sus peculiares medios con estrategias muy definidas y simplistas, es que se les ha ido marginando hasta conseguir el PSOE, al frente de este inefable país, una fuerza a su izquierda más domesticada como serían los de Sumar. Por supuesto, el papel que ha adoptado Podemos, en la tremendamente progresista coalición de gobierno durante los últimos tres años, ha sido el de una izquierda que ha luchado por medidas verdaderamente transformadoras. Sí, es sarcasmo. La cosa invita un poco a la risa, o a la mueca de desprecio, cuando fuerzas supuestamente transformadoras o al menos renovadoras, de uno u otro pelaje, se convierten en pocos años en más bien irrelevantes. Esto debería provocar una reflexión sobre el sistema «democrático» que padecemos, con un mercadeo de votos para afianzar la poltrona, unido tal vez a la fragilidad posmoderna en la que todo es etéreo y, si se tienen unos principios hoy, son fácilmente intercambiables mañana por exigencias del guion. Y no me refiero solo a los políticos profesionales.
Hemos pasado un mes de noviembre gazaiano ¿Ventajas de lo ocurrido en la Franja? Que la gente de izquierda no se puede quejar ya de que no se hable de Palestina y de que el foco se quede fijo en Ucrania. Sin noticias de Ucrania. O de que el periodista Pablo González siga secuestrado en Polonia. Bueno, de eso nunca se habla gran cosa. Ni de la guerra en Etiopía, ni de la épica de los inmigrantes que se lanzan al Mediterráneo con menos medios que Colón buscando las Indias, ni de… Ahora toca Palestina, pues la izquierda contenta que ya tocaba. No sé cuantos mil muertos, la mayoría de ellos niños. Y venga valoraciones políticas…
Hay una frase atribuida a Albert Einstein: «Si la gente es buena solo porque teme el castigo y espera una recompensa, somos efectivamente un grupo lamentable». Aunque temamos caer en la simplificación, puede que ésta sea una de las claves del pensamiento religioso en lo que atañe a la moral, un comportamiento correcto se realiza para obtener ciertos beneficios (en el caso que nos ocupa, sobrenaturales). Desde este punto de vista, el ser humano necesita la religión, o cree necesitarla, para comportarse correctamente, aunque la vigilancia al respecto suele ser muy terrenal para justificar la existencia del Estado. Richard Dawkins, de forma muy irónica, afirma que se suele decir que la gente necesita religión, cuando en realidad lo que necesita son policías. Por supuesto, en ambos casos se trata de una visión simplista y hay que observar los factores determinantes, todos muy humanos.
Al parecer, al mismo tiempo que el superviviente al frente de este inefable país, Pedro Sánchez, supuestamente, criticaba al Estado de Israel y apoyaba al pueblo palestino, el Ministerio de defensa español corroboraba la compra de no sé cuántos misiles a una empresa hebrea. Para quien quiera confirmar la información, no la busquéis en los inicuos medios generalistas, haced un poquito de esfuerzo. Para mayor complicidad genocida, dichos misiles, utilizados por las fuerzas armadas israelíes, tienen el reclamo en el mercado internacional de haber sido probados en combate y todos sabemos lo que eso significa en cuanto a crímenes de guerra (valga el pleonasmo). Israel es toda una potencia en lo que atañe a la industria armamentística, y también en el control de las fronteras, y la complicidad con los principales países de la vieja y mezquina Europa es manifiesta. España, por supuesto, gobierne quien gobierne, no es ninguna excepción. Hay algunos Estados, como es el caso de Noruega, que se niegan a exportar armas a Israel; sin embargo, la cosa tiene trampa a nivel industrial cuando hay ciertos chips, u otros componentes de los armamentos, fabricados en el país escandinavo, o en muchos otros como es el caso de España, que pueden perfectamente acabar en armamento utilizados por las fuerzas israelíes.
Mi objetivo en este texto es presentar algunas ideas con respecto a la anarquía en la organización humana y considerar qué es o qué podría ser una antropología anarquista. Procederé en dos pasos: en primer lugar, examinaré las relaciones que ha habido hasta ahora entre el anarquismo y la antropología; en segundo lugar, esbozaré una hipótesis tentativa sobre las sociedades anárquicas (aquellas Seguir leyendo Antropología de la anarquía→
El éxito de Javier Milei, un peculiar economista reconvertido en político, en las elecciones argentinas ha traído a la actualidad, y exacerbado, algo que solo puede enervar a alguien con un mínimo de conocimiento político y sensibilidad social. Esto es, la apropiación por parte de vulgares ultraliberales del término libertario(1) y su reproducción, totalmente acrítica, por parte de los medios generalistas en su sentido fraudulento con, desgraciadamente, notable calado en un imaginario popular no siempre sobrado de bagaje moral e intelectual(2). Aunque no pocas veces podamos usar en el lenguaje lo libertario como sinónimo de anarquista, puede venir al caso la distinción que Carlos Taibo ha realizado en ciertas ocasiones y con la que podemos estar muy de acuerdo. Así, aunque, efectivamente, en nuestro idioma libertario y anarquista resultan prácticamente sinónimos, podemos considerar anarquista a alguien que conoce bien las ideas y las prácticas históricas adscritas a dicha filosofía (término que me resulta francamente preferible a los de doctrina o ideología), mientras que aquellas personas esforzadas en organizar la sociedad desde abajo, trabajando por la autogestión y el apoyo mutuo, podemos tenerlas, conozcan o no a los grandes pensadores ácratas, como inequívocamente libertarias. Realizando esta aclaración tan precisa, no podemos menos que preguntarnos cómo es posible, no ya solo esa indignante mistificación de la condición libertaria, también que se presenten como abanderados del concepto más amplio de libertad los partidarios de un capitalismo sin barreras, tantas veces asociados con la derecha más reaccionaria. Es más, la apropiación libertaria llega hasta el punto de usar una retórica con nociones como gestión por parte de la sociedad civil, libre contrato o cooperación social, además de no tener ningún problema en considerarse como auténticos rebeldes(3) ante la opresión estatal, aunque su intención sea de forma obvia cambiar una dominación por otra de carácter privado. Y es que esta gente, que a partir de ahora para entendernos vamos a llamar pseudolibertarios, no tarda mucho en colar el sacrosanto respeto a la propiedad privada, por encima de cualquier consideración moral, e identificar su idea de libertad casi de manera exclusiva con la práctica capitalista. Esto nos da una idea de lo que se quiere vender a infinidad de personas, que parecen dispuestas a comprar el mezquino discurso del individuo emprendedor capaz de acumular riqueza, aunque la triste realidad para la mayoría de la población sea estar condenado a vender su fuerza de trabajo en el “libre” mercado. No parece ser de otro modo, la aparente seducción de discursos como el de Milei hacia un público despistado, cuando una reciente entrevista en Twitter al economista argentino, obviamente muy preparada por un comentarista ultraconservador llamado Tucker Carlson para vender en Estados Unidos a un tipo ahora reconvertido en político, ha sido la más visitada en la historia de la red social; nos preguntamos lo que puede pasar por la cabeza de esos cientos de millones que han escuchado un discurso plagado de simplezas, comentarios grotescos y análisis de trazo grueso(4).
Enfrentarse desde la historia a la investigación de una revolución como la que se produjo en España a partir del 19 de julio de 1936, implica tener claro qué se entiende por «revolución». Tan importante es, que hay que dilucidar incluso si hubo tal revolución. Para algunas personas que vivieron los hechos, la revolución se prolongó durante meses (es bastante frecuente que se considerara que se prolongó hasta mayo del 37: unos diez meses escasos) e incluso años (hasta el final de la Guerra Civil). Para algunos historiadores la revolución quedó limitada al verano del 36 (julio, agosto y septiembre): así quedó recogido en el emblemático título de la obra de Hans Magnus Enzensberger: El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti. Incluso, algunos más atrevidos señalan que no hubo revolución porque fue traicionada desde el principio al optar la CNT y la FAI por el frentepopulismo que pronto los llevó a los gobiernos.
Nace Redes Libertarias, colectivo que busca tejer redes de afinidad en el movimiento libertario con una revista digital y un sitio web, así como con la divulgación de otras muchas iniciativas
Somos un colectivo de afinidad que se basa en las similitudes ideológicas entre las personas que lo componemos, desde el reconocimiento de nuestras diferencias, tomando en consideración y aceptando el temperamento, las diferentes formas de sensibilidad, los diferentes rasgos de carácter y las diferentes maneras de integrarnos con las demás. La asociación basada en la afinidad debe ser el arte de despertar en cada persona la capacidad de movilizar recursos nuevos, positivos y portadores de libertad y de vida.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general